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Cultura

12 de Junio de 2019

Crítica de teatro “Plata quemada”: ¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?

"Quizás desde una cierta cronología es que se puede entender la naturaleza de Plata quemada, el último opus del grupo adaptado una vez más de una fuente literaria: la novela del argentino Ricardo Piglia basada a su vez en un suceso policial ocurrido en Buenos Aires en 1965. La larga e inoficiosa querella de si lo que hace Teatro Cinema es teatro o cine...".

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Siempre sobrevuela un aliento mastodóntico en torno a Teatro Cinema. Pareciera que las ambiciones, virtuosismo y capacidad de sorpresa del colectivo liderado por Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro va un paso delante de todos, incluso del teatro. Desde la explosión creativa escénico-audiovisual casi sin precedentes que significó Sin sangre (2007), el grupo surgido desde los restos de La Troppa ha avanzado sin pausas hacia nuevas fronteras de lenguaje con tal nivel de brillantez técnica e imaginación, que, cuando pierde el rumbo, también supone despistes colosales.

Fue el caso de El hombre que daba de beber a las mariposas (2010), tan ambiciosa como fallida, fábula de realismo mágico y tecnología 3D que se hundió víctima de su compulsiva necesidad por innovar. Para algunos fue también el caso de Historia de amor (2013), una asombrosa puesta en escena virtual deudora del cómic a la que se le criticó una dramaturgia empequeñecida en función de las proyecciones en 2D y 3D, y la prodigiosa exactitud de movimiento de sus actores en una coreografía brillante pero gélida. Tan autoconsciente de sus capacidades, Teatro Cinema tiene ese aliento wellesiano en que todo es desmesurado, impactante y subyugante, aun en sus tropiezos. Y quizás ese punto de inflexión que significó Historia de amor, permitió el revulsivo de La contadora de películas (2015), una forma de resituar la intención fabuladora como parte importante y no menor del entramado multidisciplinario del colectivo.

Quizás desde una cierta cronología es que se puede entender la naturaleza de Plata quemada, el último opus del grupo adaptado una vez más de una fuente literaria: la novela del argentino Ricardo Piglia basada a su vez en un suceso policial ocurrido en Buenos Aires en 1965. La larga e inoficiosa querella de si lo que hace Teatro Cinema es teatro o cine (digamos ya de una vez que los afanes exploratorios del colectivo superaron hace largo rato las estrechas definiciones fronterizas) pone en cuestión, en esta oportunidad, con total evidencia el truco del mago. O sea, la forma en que está diseñada la puesta en escena.

El detonante habría que encontrarlo en el final de La contadora de películas. Allí, las pantallas caían dejando ver el backstage del escenario, como una forma de demostrar que tras el artificio estaba la narración, y por sobre todo, actores enfrentados a su propia materialidad. En esa línea, lo propuesto por Plata quemada profundiza el gesto de despojamiento expresivo: sin pantalla delante de los actores, estos revelan la coreografía de sus movimientos sin nada más que una proyección detrás de ellos, asumiendo la absoluta teatralidad de las acciones.

A nivel narrativo, el montaje hereda el aliento fatalista y trágico del mejor cine negro, a través de cuatro atracadores argentinos que planifican el asalto a un banco. Con gran dinamismo se intercalan otros personajes y la alternancia en la narración construye un coro polifónico de voces que le confiere a la dramaturgia un aliento de desesperación y una asfixiante atmósfera de violencia y poder. La ambivalencia del relato es entrecruzada, además, por insertos de filmación de cine, en que un director interrumpe lo representado y da instrucciones a los actores, en una lógica en espiral de la representación. Desde Sin sangre que Zagal y Pizarro se han mostrado fascinados con los vericuetos existenciales del cine negro, en que el nihilismo, el poder y la violencia componen un tejido denso y oscuro que lo asemeja a los filmes del alemán Fritz Lang. En este relato viril y brutal, los atracadores se fugan a Montevideo, algunos cómplices caen a la cárcel, se expone una red de corrupción que toca a políticos, un policía obsesionado los persigue y tienen un largo enfrentamiento, en que se revela el designio fatalista del destino como una cárcel inevitable. Es un cauce narrativo incesante y verborrágico, servido con una intensidad telúrica por un elenco notable, sin fisuras, aunque a veces confuso por la cantidad de información que entrega.

Como decíamos, en La contadora de películas Teatro Cinema desnudaba su secreto mostrando que los actores tras la proyección eran parte de un hecho teatral, tantas veces puesto en duda. Y el relevo de aquello es enfrentado con vehemencia en Plata quemada, puesto que los fondos proyectados con estética de cómic van cambiando su punto de vista como si fuera un movimiento de cámara, donde los actores, expuestos sin más ante el espectador, se van adaptando a este con una exactitud pasmosa, girando sobre sí mismos y usando una tabla como mesa móvil en ángulos inimaginables. Dejando el efecto visual de lado o si se quiere, reconectarse con la representación teatral adquiere en la obra un sentido profundo de lo que es la ilusión escénica, al yuxtaponer la corporalidad a la escenografía virtual de la proyección. Así, los actores de Plata quemada logran una simbiosis extraordinaria con un mínimo de elementos ya que la seducción que provocan es plenamente sensual, coreográfica. En una magnífica escena, uno de ellos tras el telón, simula ser la amante de uno de los asaltantes, con base solo a su contorno y sombra, desnudando el gesto al ponerse una peluca y vestido mientras que el actor, enfrentado al público, intenta tocarla desde una dimensión corpórea. Casi como en una declaración de principios, el gesto devela que el mecanismo ilusorio que ha cimentado el colectivo no deja de generar nuevos y sorprendentes caminos a la vez que propone otras opciones de acceder a la representación, a través de una obsesiva descomposición de la perspectiva de lo que vemos.

Porque al final de cuentas, lo que lleva proponiendo Teatro Cinema a lo largo de su carrera es una indagación profunda sobre las posibilidades de la temporalidad en escena. De cómo, en este cauce entre lo real y la ficción, se puede construir un relato que genere simultaneidad de acciones y puntos de vista. Desde ahí, los recursos “cinematográficos” que han utilizado pueden verse más bien como una extensión de las posibilidades escénicas en la medida que perfeccionan una ilusión de lo “real”, más completa, pese a lo paradójico que puede resultar.

En ese camino de relaciones entre la materialidad y lo virtual, Plata quemada es mucho más que mostrar el truco o develar la ilusión. Es complejizar las relaciones entre lo visible (real) y lo re-representado (virtual) en un juego en que cabe a la vez la estilización y la exageración o hipérbole visual. Un poco como lo que hace Peter Greenaway en el cine, el colectivo no ceja en su empeño por tensionar las fronteras de la representación en el teatro contemporáneo, y añade nuevas capas que se valen de todos los lenguajes necesarios. En esta búsqueda de inventiva formidable por cierto que hay excesos, arbitrariedades y engolosinamientos, como en la ya recurrente dificultad para cerrar los relatos de manera concreta y una marcada ausencia de emoción que muchas veces genera distancia con el espectador.

Pero con sus excesos, Teatro Cinema nos vuelve a sorprender y nos obliga a ver con nuevos ojos la cuestión de lo escénico en el teatro, nos interpela desde los discursos y desde lo que es posible de re-representar. Y eso es algo muchísimo más complejo que ser un aventajado artesano de las tecnologías disponibles.

Obra: Plata quemada

Guión: Teatro Cinema, Zagal y Sofía Zagal, en colaboración con Montserrat Quezada. Basada en la novela de Ricardo Piglia.
Dirección General: 
Zagal

Asistencia de Dirección: Sofía Zagal y Laura Pizarro

Elenco: Christian Aguilera, Daniel Gallo, Esteban Cerda y Julián Marras.

Dirección de Arte Vittorio Meschi y Max Rosenthal

Diseño Integral: Teatro Cinema

Música Original: Zagal

Diseño de Iluminación Luis Alcaide

Diseño Banda de Sonido: Teatro Cinema

Storyboard: Vittorio Meschi

Diseño Multimedia: Mirko Petrovich

Modelado 3D y Animación 2D – 3D: Max Rosenthal

Dibujo y Animación 2D: Vittorio Meschi 

Funciones hasta el 28 de julio, de miércoles a domingo en Aldea del encuentro, Alcalde Fernando Castillo Velasco #9750, La Reina.

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.

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