Columna de Alfonso de Urresti: Clasista y abuso policial

A medida que avanza el gobierno del Presidente Sebastián Piñera hemos visto como las policías, particularmente Carabineros, ha ido aumentando el uso de la fuerza en cada una de las acciones registradas en las imágenes de televisión o las que circulan por las redes sociales.

En momentos cuando las instituciones policiales están en el ojo del huracán por los casos de abuso o derechamente corrupción vemos que, al contrario de lo que esperan la ciudadanía, sus procedimientos están cargados de abuso, violencia y clasismo en contra de las minorías étnicas, pero también estudiantes y cualquier que se le cruce por el camino.

 

Con impotencia y enorme preocupación vimos un nuevo ejemplo de violencia en el proceder de Carabineros en el desalojo del fundo Carimallín, en Río Bueno, dada la ocupación de comuneros mapuche, donde la empresa noruega Statkraft construye la central hidroeléctrica Los Lagos.

Nadie puede defender una ocupación ilegal, pero se debe entender que la ocupación responde a un profundo descontento de una comunidad que no ha sido escuchada y cuya identidad cultural ha sido pasada a llevar ferozmente por este proyecto empresarial.

Sin embargo, el excesivo uso de la fuerza paso a llevar los derechos de los comuneros mapuche en tanto personas. De ahí que el INDH enviara uno de sus representantes a la zona para que realizara un informe sobre lo que verdaderamente ocurrió.

La misma imagen y situación la hemos visto de manera recurrente en la movilización que mantienen los estudiantes del emblemático Instituto Nacional.

En medio de esta situación, el ministro de Defensa decide, ante la investigación de la cual son objeto los excomandantes en jefe Juan Miguel Fuente-Alba y Humberto Oviedo, poner el foco en “la imagen institucional” del Ejército y como esta se ve afectada, sin entender que la única manera de recuperar reputación pasa por dejar que la investigación avance y que los responsables sean castigados.

Uno espera del Gobierno una preocupación central por sostener una cierta salud republicana que permita que nuestras instituciones funcionen dentro de un mínimo de validación social. A ello no contribuye un accionar que, entre otras falencias, no se hace cargo del ambiente de crispación que diversos sectores de la sociedad viven producto de situaciones de marginación estructural o de una falta de inclusión participativa que termina por desafectar a las mayorías de las decisiones que se toman en el mundo político o en los diversos centros de poder.