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Cultura

5 de Agosto de 2019

Crítica literaria: Libertad vigilada

"Aquí, la relación de género pone a discutir los moldes, ya que los tipos de hombres son taciturnos y apocados continuamente, mientras que las mujeres son decididas y suelen estar un paso delante de ellos. En este volumen existe una corrección de ellas a los hombres y no precisamente en el espacio laboral", escribe Gonzalo Schwenke.

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Gonzalo Schwenke es profesor y crítico literario.

Para los que conocemos el mercado educacional, existe la regla general de castigar con expulsión a los estudiantes movilizados y de reintegrar aquellos que trafican drogas. Este libro no habla de esto, sino que realiza cuadros literarios sobre la vida de un tipo de profesor con alta verosimilitud, y que destaca: la obsesión familiar por las Notas de Enseñanza Media (NEM) las que deben estar relacionadas con el nivel de arancel escolar, los cuestionamientos adolescentes a las órdenes establecidas, la ausencia de los padres, las depresiones de estudiantes y la facilidad para obtener las pastillas, etc.

Si en No me vayas a soltar (2017), el profesor Antonio sufre con alumnos de periferia y el sistema en general, en un relato que todavía daba para mayor profundidad. Este antihéroe, continúa con la senda del triunfo en la novela El sol tiene color a papaya (2019), ganador de un flamante premio comunal. En la que más que obtener un mérito, es un error constante exhibiendo los premios en concursos literarios o estatales los que solo sirven para rellenar la solapa.

El relato se inicia con el diálogo de la inspectora del colegio San Alfonso, que alerta acerca de una alumna problemática, en el regreso del protagonista a un sector de alta plusvalía para ejercer la pedagogía. Este establecimiento de doctrina católica,el narrador señala: “recuerdo oraciones en el patio central, charlas instructivas para rellenar el libro de clases, reemplazos a profesoras enfermas, conversatorios sobre educación sexual” (13). Por lo que, los profesores están normados para ejercer la norma que impone la normativa vigente.

Agustina es una alumna audaz, empoderada y busca lograr sus propósitos sin escrúpulos tanto dentro del colegio como afuera. Ella está en busca de su padre biológico, del que apenas tiene indicios: fue profesor preuniversitario de su madre, el parto se realizó en EE.UU. y el apellido legal es de un amigo cercano a la familia, entre otros. Entonces, el profesor ayudará a la alumna, más bien por obligación que por placer, a hacer enlace sobre una relación padre e hija debido a las exigencias familiares.

El proceso de filiación o afiliación de Agustina pone a discutir las normas sociales privadas y públicas de la familia, más bien, por el reconocimiento y los grados de observación de lo que están haciendo los mayores. Es decir, el abuelo Octavio está implicado en ventas de acciones que no se condice con el mercado y la trama política de las boletas ideológicamente falsas. Mientras que la mamá cultiva la vida sana en la modalidad de neo hippie dentro de las posibilidades de salubridad que otorga la región metropolitana: “Así de hippie anda la vieja… hasta instaló una huerta en la casa y se vive alumbrando por unos tomates más feos que la chucha” (25). En este sentido, emerge la dimensión de “lo privado también es público”, representado en la nula responsabilidad de los apoderados en sus espacios empresariales y también políticos, pues los mismos que apelan por la libertad económica son los que evaden impuestos y son excesivamente recelosos por la propiedad privada. El modo en que los apoderados determinan sus decisiones empresariales y que terminan en la esfera pública, delimita la forma de comportamientos de los alumnos entre ellos, lo que hace patente en este volumen: “Los abogados del papá de Raimundo hicieron pública una querella contra el papá de Vicente… el matrimonio del papá de Vicente con la cuñada del papá de Raimundo y, finalmente, un desvío de fondos, una evasión tributaria, un escape al extranjero y una demanda” (38). Generando, no solo un conflicto en la convivencia escolar sino de pautas de conducta del ciudadano del mañana, y que no está, establecido, en manos de los docentes.

Aquí, la relación de género pone a discutir los moldes, ya que los tipos de hombres son taciturnos y apocados continuamente, mientras que las mujeres son decididas y suelen estar un paso delante de ellos. En este volumen existe una corrección de ellas a los hombres y no precisamente en el espacio laboral.

El sol tiene color papaya es una obra que continúa ampliando el subgénero, pero a modo de saga, la del profesor Antonio en los colegios santiaguinos de mayores ingresos. Lo que no está mal, sino todo lo contrario, ya que es una radiografía necesaria sobre las formas en que se desenvuelven este tipo de lugares de privilegios. Sin embargo, al igual que No me vayas a soltar, contiene similitudes en la estructura narrativa como los 18 capítulos breves, y un epílogo donde no es necesario explicar relaciones innecesarias.

El sol tiene color papaya. Daniel Campusano. Pollera Ediciones, 2019, 100 páginas.

 

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