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Cultura

9 de Agosto de 2019

Entrevista al director de “Lucecitas en el cielo”, Mario Monge: “Creemos que la aparición de los extraterrestres es similar al negacionismo, tan presente en el Chile actual”

Entrevistamos al director de esta pieza creada por el dramaturgo Cristián Cristino, protagonizada por María Paz Grandjean, Juan José Acuña, Andrea Giadach y Rocío Canales. La historia transcurre en Chile, a inicios de la década de los 90. María Elena Cádic, una mujer víctima de torturas, asegura que ha sido abducida por extraterrestres. A medida que avanzan los interrogatorios desarrollados por Marcia Jones, una investigadora de la Comisión Rettig, aflora una contenida obsesión por los casos paranormales. Apoyada por la labor de Ramiro Kliwadenko, quien presenta el caso a Jones, lentamente comienzan a perderse los límites de la vida privada y los objetivos de un proceso que apunta a develar los atropellos a los derechos humanos cometidos durante la Dictadura.

Por

¿Cómo surgió la idea de montar esta obra?

La idea surge desde Cristián Cristino y Mónica Drouilly Hurtado, dramaturgo y productora del proyecto respectivamente, a raíz del texto escrito por Cristian, quien había visto durante el año 2017 un montaje que yo dirigí en la Universidad de Chile llamado El Miedo. En la época de postulaciones a los Fondos de Cultura, Mónica y Cristián comienzan a gestar el proyecto invitándome a participar como director, a lo que muy feliz acepté ya que el texto y la temática me llamaron profundamente la atención.

¿Cómo fue el proceso de montaje?

El proceso de ensayos y montaje duró cuatro meses. En una primera instancia, y por casi un mes completo, sostuvimos lecturas y conversaciones sobre el texto, con el objetivo de llegar a ciertos acuerdos y reflexiones en común que permitieran darle un sustento ideológico a la obra. Estas conversaciones permitieron dar con uno de los principales objetivos: generar una reflexión intergeneracional sobre el proceso de transición a la democracia. A continuación, estuvimos unas semanas montando una escena correspondiente a las fragmentaciones presentes en la obra, pero de manera cronológica, para poder tener una comprensión global del montaje. Al finalizar esta etapa hicimos una prueba en el orden en el que está escrito (nocronológicamente) y para sorpresa de todos conseguimos inmediatamente montar más de un 60% de la obra casi sin interrupciones. Todos los ensayos sostuvimos conversaciones sobre lo que estábamos haciendo y discutiendo cuáles serían los pasos a seguir. En ese sentido, fue un proceso muy colectivo y horizontal.

¿Las actrices María Paz Grandjean y Andrea Giadach, junto con el actor Juan José Acuña fueron convocadas para este proyecto en particular? o ¿habían trabajado juntos anteriormente?

Fue una convocatoria especial para este montaje, que se enmarca en los Fondos de Cultura 2019. Con Andrea habíamos compartido algunas instancias académicas en la Universidad de Chile y con María Paz no nos conocíamos. Con Juan José, en cambio, fuimos compañeros de generación durante nuestros estudios en Actuación en la Universidad de Chile y trabajamos juntos en varias escenas e instancias de la carrera, pero no habíamos tenido la oportunidad de hacer un proyecto de esta envergadura. Con Rocío, por otra parte, sí habíamos trabajado juntos en el primer montaje que dirigí mientras estudiaba, que hacía referencia a estas mismas problemáticas sobre la transición y mantenemos junto con otros amigos y amigas una compañía que sigue trabajando en torno a esos temas.

¿Qué temáticas de la obra escrita por Cristián Cristino te llamaron la atención?

Desde que comencé a dirigir, mi interés siempre ha sido reflexionar sobre la transición a la democracia en Chile y cómo ese proceso ha forjado una identidad fracturada y no resuelta. Lucecitas es un texto que se adentra en esas temáticas desde una posición muy interesante y distinta a como yo lo había tratado hasta el momento, lo que me llamó profundamente la atención. La posibilidad de dirigir un texto lleno de referentes que desconocía me daba la posibilidad de hacer exactamente lo que estaba buscando: poner a conversar las distintas memorias existentes sobre la dictadura y transición, desde aquellos que vivieron esos procesos conscientemente a aquellos que no lo vivieron, como yo.

En el teatro chileno se suele abarcar la dictadura como temática, pero desde el punto de vista extraterrestre no lo había visto, ¿cómo crees que esta visión aporta al imaginario político y social?

Desde nuestra visión, Lucecitas habla desde lugar del trauma. La idea de un Chile traumado por una experiencia como la dictadura y que tuvo una “resolución” insuficiente, en nuestra manera de ver, se refleja en la temática extraterrestre. En la obra, la “verdad” se soluciona con la aparición de los extraterrestres, dando esa misma sensación de insuficiencia al espectador, quien sabe que la respuesta a lo que está en la escena es clara y obvia: que fueron los militares quienes vejaron y violentaron al personaje de María Elena Cádic. Creemos que la aparición de los extraterrestres es similar al negacionismo, tan presente en el Chile actual, donde aún existen personas que deciden ignorar o simplemente no creen que las violaciones a los derechos humanos fueron reales. Y nuestra intención es poner la atención sobre este fenómeno, como un aporte a la reflexión y discusión sobre estas temáticas.

Esta obra tiene una particularidad en el tono. A pesar de lo dramático del trasfondo, tiene mucho humor. ¿Cómo logras incorporar este aspecto cómico y de humor negro al montaje?

Fue esencial el trabajo del elenco en tanto comprensión de ese fenómeno cómico no como algo que hay que hacer a propósito, sino algo que se genera de los contrastes, al menos desde la puesta en escena. Cada personaje por separado parece estar en un lenguaje distinto a nivel actoral: María Paz actúa desde un tono más bien melodramático, dado que su personaje viene de La madrastra, una de las teleseries más emblemáticas de los 80, lo que se contrapone directamente a lo que hace Andrea, quien representa a la víctima de la “abducción” y lo enfrenta desde un tono más honesto, más “realista” si se quiere decir así. El contraste entre ambos tonos, desde un comienzo, propone ese tono cómico extraño, que incluso ha llevado a algunos a pensar que hay un error en la comprensión del lenguaje de la obra al inicio, sin embargo, que se completa a medida que avanza la obra. Por su parte, Juan José crea un personaje raro pero reconocible y en contacto directo con el público, lo que le permite medir sus reacciones y tomarse el tiempo necesario para generar esa complicidad que también lleva a ese tono. Lo demás es obra del texto y su creador. La misma contraposición de las violaciones a los derechos humanos y las abducciones extraterrestres parece ser suficiente a la hora de instalar el humor negro, ya que se está jugando y desacralizando algo que deberíamos tomarnos en serio, y que nos lo tomamos bastante en serio fuera del escenario, ofreciéndonos la posibilidad de hacer reír sin necesidad de empujar la obra hacia el espacio de la comedia, sino de una manera mucho más natural y generando un efecto mucho más crudo en el espectador, para llevar su atención hacia la reflexión que le proponemos.

¿Cuál fue el mayor desafío dentro del proceso de montaje?

El texto, al estar cargado de referencias hacia una cultura pop y otros datos históricos de la época de dictadura y transición, presenta una dificultad que fue bastante interesante de sortear. Mi interés, desde un comienzo,fue lograr que todo espectador pudiera disfrutar de la obra, sin necesidad de manejar por completo los referentes de La madrastra o El Castillo del Juguete, por mencionar algunos. Por otra parte, el comprender el rol del aspecto extraterrestre de la obra fue un gran desafío. Entender su rol ideológico como representación del negacionismo fue necesario para poder llevarlo a la escena de una manera más concreta, puesto que abordarlo simplemente desde la ciencia ficción haría imposible su puesta en escena, ya que de por sí es algo bastante difícil de creer tanto para el elenco como para los espectadores y, por lo tanto, habría provocado más resistencia de lo que hubiera ayudado a la comprensión de la obra.

¿Cómo llegaste a esta puesta en escena? ¿Cuál fue el punto de vista?

Las premisas para enfrentar el montaje eran tres: trauma, olvido y verdad. Éstas funcionaron como punto de vista para analizar el texto y construir la puesta en escena, siendo principal la idea del trauma, que responde a una cuestión sobre Chile como país atrapado en un círculo vicioso. Aquí se volvieron principales las repeticiones de escenas y acciones, ya presentes en el texto, que desde la dirección quise reforzar y hacer hincapié.

También es necesario reiterar que gran parte del montaje fue construido desde las propuestas del elenco, que para mí es central a la hora de la creación. Si bien uno como director tiene sus ideas y preconcepciones sobre la puesta, intento que no sean principalmente las que predominen, sino que trato de aplicarlas a las creaciones del equipo en general (elenco, diseño, música, etc.). De esta manera, a mi parecer, se generan propuestas mucho más interesantes, ya que se vuelven más heterogéneas al estar plagadas de puntos de vista distintos que llegan a comunes acuerdos para su desarrollo. En esta forma de verlo, al menos para mí, la visión y las ideas del director son sólo una especie de molde que ajusta y ordena las otras propuestas para direccionarlas en un mismo sentido. Esto es algo que espero poder seguir haciendo.

¿Cómo ves la reacción del público? ¿Crees que tuvo buena recepción de las audiencias?

Lo primero que dicen siempre es que es una obra rara, freak. Es curioso, porque coincido completamente y me encanta que sea así. Por otra parte, ha sido maravilloso para mí darme cuenta de que la obra sí despierta esas reflexiones que intentamos llevar al espectador y en especial en las generaciones que vivieron la dictadura. Incluso hay gente que me ha dicho que ha aprendido o ha visto cosas de las que no se había percatado en su época, lo que me parece fantástico. No porque quiera enseñarle algo a esos espectadores, sino porque creo que de alguna manera uno abre espacios para que se reflexione sobre algo que muchos otros intentan dejar atrás u olvidar como una especie de tabú o con un cierto tedio. Mi objetivo, de alguna manera, es que podamos volver a conversar sobre todo esto para darnos cuenta cómo fueron llevadas a cabo las cosas en una época vital para nuestro país y tener una opinión sobre eso, para que podamos conversar y darnos cuenta cómo nos afectan hasta hoy. Creo que, de alguna manera,tras conversar con el público, eso ha sucedido al menos en cierta parte.

Por lo demás, y que es lo principal para mí, muchas personas se divierten, lo pasan bien y disfrutan de un espectáculo que también está hecho para eso. Creo firmemente en lo que planteaba Bertolt Brecht en su manifiesto de teatro al decir que el teatro, en primera instancia, debe ser divertido.

¿Van a tener nuevas temporadas?¿Qué se viene a futuro para la obra? Al menos para mí, sería muy triste ver que este proyecto quedara aquí nada más. Desearía que más gente pudiera verla y no sólo en Santiago, sino también en otras zonas de Chile. Espero que podamos realizar más temporadas o giras en el futuro y para eso estaremos trabajando con Mónica Drouilly Hurtado, quien es la que mueve los hilos que nos llevan hacia otros lugares. De todas maneras, esperamos que haya más noticias de nuevas Lucecitas en el cielo en un futuro no tan lejano. Vamos a cruzar los dedos y trabajar incansablemente para que eso suceda.

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.
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