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Entrevistas

31 de Agosto de 2019

Cachureros profesionales: la vida de un reciclador de base

Soledad Mella es la secretaria del Movimiento Nacional de Recicladores de Base, que representa a más de cinco mil trabajadores de este oficio a lo largo del país. Mientras los chilenos generan 1,15 kilos de basura al día por persona, ella y su familia han trabajado de manera organizada, ordenada y constante para paliar esta realidad. Sin embargo, si bien es una de las principales dirigentas del movimiento y ha evolucionado en este rubro a tal punto que el reciclaje se convirtió en fuente total de ingresos en su hogar, ésta no es su historia.

Por

– ¡¿Alóooo?! ¡Soleee!

Nadie aparece. Se perciben movimientos al interior de la casa de avenida Grecia con Mohicanos, en la población Lo Hermida de Peñalolén, donde hay un auto estacionado tras el portón, junto a una pequeña huerta de tomates. Pero nadie aparece.

Después de diez minutos, una camioneta negra se estaciona por el costado de la casa. De ahí se baja Alejandro Mena.

– ¿Estás buscando a la Sole?

Soledad Mella (47) es la secretaria y una de las dirigentas del Movimiento Nacional de Recicladores de Chile, una agrupación que busca fortalecer la asociatividad y articulaciones entre recicladores de base de residuos sólidos, compuesta por 40 integrantes que representan a más de cinco mil trabajadores del país.

Hace 12 años se inició en el mundo del reciclaje como “cachurera”, haciendo retiros de residuos puerta a puerta, con los que ganaba unos 60 mil pesos mensuales. Después de cinco años, con su pareja, Alejandro Mena (50), entendieron cuál era realmente el negocio en este oficio y decidieron profesionalizarse en el tema. 

En 2014, él dejó su trabajo como inspector de un colegio en Puente Alto, donde ganaba cerca de 400 mil pesos, para dedicarse totalmente al reciclaje. “Un día vimos que el plástico se podía vender a 300 pesos, las latas a 700 el kilo. Al principio era muy poca plata, como para resistir, sobrevivir. Después empezamos a hacer retiros de residuos directamente de las empresas y no podría negarte que hoy estamos mucho mejor que hace cinco años. Ganamos más que un sueldo mínimo”, cuenta Alejandro.

Una camioneta blanca con el pick up lleno de cartón se estaciona a nuestro lado, afuera de la casa que funciona como centro de acopio. Se bajan dos hombres que esquivan las grandes bolsas con residuos que hay tiradas en la calle Mohicanos.

– Córranse pa’ allá, que me están entrevistando -les dice Alejandro a su hijo Diego y un amigo, ambos recicladores, que están entrando a la casa.

– ¿Y qué te van a estar entrevistando a vo’? – le pregunta su hijo.

– Es que la Sole no llegó nunca.

Cachureo organizado

En una bolsa transparente que está en el suelo, hay una botella de cloro, envases Tetra Pak, cajas de cereales, latas de palmitos y de atún, entre otros envases vacíos que Alejandro está separando según el material para luego llevarlos a un punto limpio. Tiene las manos sucias, secas y partidas, y su pelo negro está amarrado para poder trabajar en cuclillas. El activista viste una polera blanca con las flechas propias del reciclaje formando un corazón. “27 toneladas de amor”, dice la prenda con los logos de la CCU, la Teletón y el gobierno. 

Alejandro Mena integra el directorio del Movimiento de Recicladores de Chile y junto a Soledad y otras tres personas componen la microempresa Peuma Reciclaje. Ésta se dedica a retirar residuos que producen grandes compañías como Red Bull, Disal y una sucursal de Falabella. Los trasladan en camionetas hasta el centro de acopio, los separan según material y los llevan a un punto limpio.

Pero el trabajo en el que invierten más tiempo es con TriCiclos, una empresa que busca fomentar el reciclaje a través de servicios como talleres, puntos limpios y recojo de materiales sólidos a domicilio. TriCiclos tiene de clientes a compañías como Masisa y Walmart, y contrata a Peuma para realizar el mismo trabajo que esta microempresa hace de forma particular.

Para rendir en ambas tareas, cada sábado los integrantes de Peuma Reciclaje hacen el calendario de ruta de la semana, y los lunes se reúnen a las ocho de la mañana en el centro de acopio de Lo Hermida para dividirse los trayectos y salir a trabajar a terreno. Uno de ellos se debe quedar dividiendo el material y esperar a sus compañeros a que regresen con más para vaciar las camionetas; ese día le tocó a Alejandro.

Su trabajo en TriCiclos es similar, pero tiene una variable administrativa, pues deben ingresar datos y generar informes de trazabilidad que luego envían a las empresas. “Cada tres meses les entregamos una ecoequivalencia, que muestra lo que lograron reciclando en ese tiempo. Por ejemplo, cuántos árboles no se cortaron, cuántos vehículos dejaron de transitar, cuántas duchas se ahorraron, etc. Eso es para que la gente de las empresas e instituciones se den cuenta del impacto que están generando”, explica Mena.

“Como movimiento, nuestra pelea es que directamente busquemos al cliente y hagamos todo el proceso del reciclaje. No que sea a través de empresas como TriCiclos. Queremos ser los gestores de esto, no sólo terciarios que trabajen para la persona que hace el contrato. Es difícil, porque no podemos competir con KDM, que es una empresa que hoy tiene casi todo el negocio de la basura en municipalidades”, dice Alejandro.

Las municipalidades tienen tres opciones para hacerse cargo de la basura que producen. Gestionarla por sí solas, instalando puntos limpios y regulando el dinero; contratar recicladores de base para llevar a cabo el proceso, o pagarle a una empresa que se encargue de la gestión. Mena asegura que la mayoría de las municipalidades en Chile optan por ésta última. “Todo se reduce a intereses económicos. Hay contratos millonarios con empresas, que duran años. Hay una pelea entre nosotros y los empresarios. Ellos pueden poner máquinas, vehículos y centros en tres tiempos. Tienen plata. A nosotros nos cuesta mucho más llegar a ese nivel”, relata.

“Todo se reduce a intereses económicos. Hay contratos millonarios con empresas, que duran años. Hay una pelea entre nosotros y los empresarios. Ellos pueden poner máquinas, vehículos y centros en tres tiempos. Tienen plata. A nosotros nos cuesta mucho más llegar a ese nivel”.

En 2018 el Ministerio de Medio Ambiente abrió el Fondo para el Reciclaje, al que las municipalidades pueden postular para financiar transporte de residuos, proyectos de recolección y capacitaciones a recicladores base, y así desapegarse de las grandes empresas. Comunas como Peñalolén, Maipú, Independencia, Recoleta, Providencia y Ñuñoa optaron por esta opción, pero la mayoría mantiene sus contratos con grandes compañías de basura.

El activista recalca que el Estado debería financiar a los recicladores de base. “Nosotros tenemos los materiales amontonados en una casa. No deberíamos estar aquí, sino en un centro de acopio. Pero el Estado de Chile no nos pesca, no nos financia. En cambio, financia a la municipalidad”, dice Alejandro.

A esto agrega que como Peuma Reciclaje solicitaron un centro de acopio a la Municipalidad de Peñalolén, pero hasta el momento no han recibido respuesta. “Si nosotros no trabajamos con ellos no es porque no queramos, sino porque entendemos que el reciclador tiene que tener su espacio propio. Porque quién más que él entiende sobre el reciclaje. Pero la municipalidad tiene sus puntos limpios y hacen rutas con los recicladores que ellos administran”, alega.

Ante la falta de espacio, tuvieron que usar el que era su hogar como centro de acopio y ellos mudarse a una casa que arriendan en Pirque. Hace dos años, pasaron por una casa más grande, con un galpón que usaban para el acopio, “pero tuvimos que irnos rápido porque era una zona muy conflictiva, con balaceras y todo”, relata, y agrega que le preocupa la seguridad de ellos y de sus vecinos de Lo Hermida. “Imagina si hay un incendio. Es súper peligroso”, dice. 

En medio de la conversación, lo interrumpe un vecino en bicicleta que grita sin detenerse: “¡La Sole, la recicladora de Chile! Yo también soy reciclador, de allá de La Faena”.

-¿Viste? Todos conocen a la Sole. Ha trabajado con varias personas aquí. Nosotros no nos metimos sólo para ganar plata, sino para visibilizar al reciclador de base.

Un negocio con sentido

En la noche del 1 de marzo de 1992, un grupo de recicladores entró a la Universidad Libre de Barranquilla, en Colombia, debido a que hombres vinculados al establecimiento le ofrecieron cartones que estaban en el patio trasero del edificio. Una vez adentro, fueron golpeados y más tarde asesinados. El único sobreviviente, Rafael Hernández, aseguró a El País que los golpearon con garrotes y él mismo recibió un tiro. 

Tras hacerse el muerto, Hernández pudo escapar al día siguiente y dar aviso a la policía, que allanó más tarde la sede universitaria y comprobó que se habían asesinado a más de 50 recicladores informales para luego descuartizarlos y vender sus órganos a estudiantes de medicina, según afirma el diario español.

Si bien las autoridades de la universidad en su momento negaron la factibilidad de traficar órganos de personas muertas de forma violenta, aquella masacre es un hito para el gremio. Desde entonces, se conmemora en aquella fecha el Día Mundial del Reciclador.

“El reciclador de base no tenía nombre, no tenía número de carnet, se suponía que era un tipo que a nadie le iba a importar, que recogía basura en la noche. Era tan invisibilizado que podían eliminarlo y ocupar sus órganos. De ahí viene el proceso de visibilizar al reciclador y decir que es una persona como cualquier otra. Y que nuestro trabajo es tan importante como cualquier otro en la sociedad”, sostiene Alejandro Mena.

Según un informe del Banco Mundial sobre la cantidad de basura que genera cada país, Chile lidera el ranking de Sudamérica con 1,15 kilos por persona al día. Por otro lado, la Red Global de la Huella Ecológica calculó que el Día del Sobregiro (Overshoot day) del país es el 19 de mayo. Es decir, que si toda la población del planeta viviera como los chilenos, se agotarían los recursos y servicios ambientales del planeta en esa fecha, por lo que se necesitarían 2,4 planetas para vivir un año.

Para enfrentar esta situación se tramitó y finalmente publicó en el Diario Oficial el anteproyecto de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje(REP) el pasado 9 de junio. Esta iniciativa busca disminuir la generación de residuos y fomentar su reutilización y reciclaje, mediante la política de “empresa que contamina, paga”.

Alejandro Mena explica que gracias a las presiones del Movimiento de Recicladores de Chile fueron incluidos en la Ley 20.920: “Nos iban a eliminar del sistema y se iban a contratar empresas para que hicieran esa tarea, pero se dieron cuenta de que el retiro domiciliario, el puerta a puerta, lo hacemos nosotros, y es gran parte de la basura que se genera en Chile. Ahí nosotros jugamos un papel importante”.

De hecho, en una oportunidad que los recicladores de todo Chile fueron fundamentales fue en la Teletón, pero el activista asegura que se cae en contradicciones: “Reciclamos 68 mil toneladas de plástico en todo Chile. Tú dices ‘¡fantástico!’, pero después piensas ‘pucha, en este mes, se producían 40 mil toneladas de plástico… Ahora hay 68 mil’. La propaganda hizo que la gente consumiera más para apoyar a la Teletón. Todo es un negocio”.

De todas formas, insiste en que sin los implementos adecuados, su trabajo “es un saludo a la bandera”. “Podemos reciclar, por ejemplo, dos mil kilos, pero se fueron 120 mil al vertedero. Entendemos que nuestro trabajo es súper clave, y debería ser mucho más pro. Debería haber más apoyo. Si tuviéramos todo lo que necesitamos, habría menos basura”, dice.

“Podemos reciclar, por ejemplo, dos mil kilos, pero se fueron 120 mil al vertedero. Entendemos que nuestro trabajo es súper clave, y debería ser mucho más pro. Debería haber más apoyo. Si tuviéramos todo lo que necesitamos, habría menos basura”.

En ese sentido, el Peñalolino cuenta que en países como Uruguay las empresas les entregan las máquinas para trabajar a los recicladores de base, con la condición de que les vendan a ellos el material que reciclen, como el plástico, pues éstas lo necesitan. 

En Chile, en cambio, mediante la Ley REP se obligará a las empresas a revalorizar los residuos de forma gradual desde 2022, llegando a reciclar un 70% en plásticos y cartones para el 2030 y al 45% del plástico. Si no se cumplen estas metas, se exponen a multas de hasta 10 UTA (casi $5.400 millones).

Alejandro Mena explica que la relación entre las empresas que reciclan en Chile y los recicladores de base es muy diferente a la uruguaya: “Por ejemplo, Coca Cola saca 10 mil envases de bebida al mercado y el Estado los obliga a recuperar un 40%. Para eso, Coca Cola contrata empresas, o a nosotros, que vendemos a Recipet 20 mil kilos de botellas PET y recibimos un número por eso. Ese número se lo vendemos a Coca Cola y se lo rinden al Estado. No es que las empresas recuperen su botella, sino que necesitan recuperar la que sea, pero que sea PET. Lo mismo con todos los otros tipos de materiales que tienen que recuperar”.

A esto agrega que otra de sus estrategias de negocio es obtener un ingreso por su servicio, cosa que pocos recicladores hacen. “La gente ve como que le estuvieras haciendo un favor al reciclador al entregarle los materiales. Te dicen ‘¿cómo te voy a pagar para que me saques la basura?’. De partida, no es basura. Es reciclaje, son residuos”, precisa.

En esa línea, el reciclador asegura: “Es un trabajo largo. Estamos luchando por que se nos reconozca. Si no nos movilizamos, va a pasar lo mismo que con la ley del parquímetro: se va a privatizar, van a llegar las empresas y nos van a contratar para que metamos las manos a la basura. No queremos eso. Nosotros queremos ser grandes”.

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