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Música

14 de Octubre de 2019

Latinoamérica es Grande, la ruta internacional de Los Prisioneros

El escritor, productor y músico Cristóbal González Lorca plantea que la dictadura y los medios de comunicación invisibilizaron los éxitos de Los Prisioneros en el extranjero, banda que según sostiene, era tan famosa como Soda Stereo. Este libro vendría a saldar esa deuda informativa contando detalles de los viajes de la Jorge, Claudio y Miguel y su repercusión internacional, sobre la base de archivos de prensa y testimonios inéditos de fans, periodistas y músicos que vieron a la banda triunfar en Uruguay, Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y México. Acá fragmentos del libro publicado por Santiago-Ander Editorial.

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“Yo vengo a Lima, y me siento súper bien, siempre. Me encanta, me tranquiliza. No sé por qué. La cortesía de la gente me sirve mucho”, comentó Jorge González en un video grabado en un hotel de Lima a fines del 2014. Palabras breves, pero que grafican lo que ha sido la relación del músico con esa ciudad y país que desde un comienzo los hicieron sentir como en casa. 

Durante mucho tiempo existió una página web llamada Los Prisioneros en Perú, página web creada por Massiel Chirinos, seguidora peruana, para difundir el trabajo y las actividades de la banda en el Perú, donde se aglutinaron relatos, fotos y curiosidades de las visitas al país vecino. El siguiente texto fue publicado por este sitio web y habla de la primera visita del grupo: 

“La primera gira del grupo chileno Los Prisioneros en Lima, Perú, fue accidentada en cuanto a su organización, pero exitosa en cuanto a asistencia de público y a la (posterior) atención de los medios. Había mucha expectativa a su llegada, ya que se asociaba su nombre con la situación política que vivía Chile. Esta gira fue un desastre financiero para el grupo, ya que la radio que los auspició les dijo que los traerían a Lima en gira promocional. Ellos pensaban que no eran muy conocidos aquí. Desconocían que sus temas eran número uno en los rankings radiales. Fue por ello que, al comienzo, solo programaron un concierto en la discoteque Reflejos de San Isidro —un local chico—, pero luego sumaron un concierto en la Plaza de Acho, una plaza en la que se ofrecen espectáculos de corridas de toros y que cuenta con una capacidad de doce mil espectadores, consiguiendo Los Prisioneros, en sus dos conciertos, un lleno total. Tras el show, fueron elegidos el grupo del año y la canción ‘El Baile de los que Sobran’, fue elegida como single del año en la mayoría de las emisoras radiales del país”. 

El primer concierto de Los Prisioneros en Perú fue, como se lee en la crónica, en un local pequeño para la popularidad del grupo. La banda ofreció un buen show. El evento no estuvo, eso sí, exento de problemas, por la sobreconvocatoria, las dificultades técnicas y uno que otro arrebato patriotero por parte del público. Pese a todo, el concierto fue un éxito.

“La primera presentación se realizó el 18 de septiembre de 1987. El concierto fue programado para las 8 p.m., pero comenzó cerca de las 10. Hubo desorden, desorganización y retraso; sin embargo, el grupo cumplió con sus seguidores, aunque el espectáculo se vio mermado por algunas fallas técnicas. Estos pequeños impases no impidieron, en todo caso, que los asistentes disfrutaran del show, aunque no faltaron algunos falsos patriotas que pedían que Arica fuera devuelta al Perú. Esta misma ‘petición’ se repitió al otro día en la Plaza de Acho. ¿Fueron los mismos? Quizás, pero, a pesar de todo, el evento fue un éxito de concurrencia y el grupo demostró, en todo momento, y a pesar de los contratiempos, mucho profesionalismo. Los Prisioneros supieron enfrentar con valentía y música a estos asistentes ‘patriotas’, para quienes es fácil gritar insultos, ocultándose tras el muro de una multitud”, se lee en la citada página web peruana.

El escritor peruano Diego Trelles Paz, hombre de letras y experto en la obra del escritor chileno Roberto Bolaño, señaló: “Yo crecí escuchando grupos chilenos de rock y leyendo a sus narradores y poetas. Yo, por ejemplo, fui uno de los afortunados adolescentes que estuvo en el mítico concierto de Los Prisioneros en la Plaza de Acho”. 

Los Prisioneros en Perú. Foto: Massiel Chirinos

En la página web del bloguero Pabadal, encontramos también una extensa crónica, llamada “La Voz de los ‘80”, sobre ese show:

“Yo no tenía con quién ir a la Plaza de Acho. Fui solo. Terribles eran aquellos tiempos de inseguridad y terrorismo. Mucha gente que estuvo en Acho eran forajidos, pirañas, fumones, gente desadaptada, por donde se les mire. Todo era descontrol allí. Yo estuve en el centro de la arena de la Plaza de Toros, recibiendo empujones de todo tipo, saltando, eufórico, con mal sonido, instrumentos y voces desafinadas, todo deficiente, pero lo extraordinario era la música unida al mensaje y la ironía, que lo convirtieron en un conciertazo. ¿Cómo olvidar los gritos de la gente ‘Arica es del Perú’ o los soliloquios de González por casi quince minutos, cuando en el tema ‘Nunca quedas mal con Nadie’ aludía a las chicas excitadas, exclamando ‘¿Por qué he dejado a Luis Miguel?’ o ‘Charly, tómame, fóllame’. Recuerdo cuando al inicio de la canción ‘El Baile de los que Sobran’, Los Prisioneros dejaron de tocar y se retiraron porque le había caído un objeto a Claudio Narea, que gritó ‘¿quién fue el imbécil?’. Salí completamente seco de ese concierto, ni un litro de agua me calmó la sed, pero me fui con la satisfacción de haber presenciado una de las mejores bandas de rock en español, junto a 15 mil personas”. 

En el sitio “Los Prisioneros en Perú”, se lee lo siguiente respecto de este concierto: 

“El segundo show fue un éxito, aunque en el tema ‘El Baile de los que Sobran’ un grupito de cuatro o cinco punkies lanzaron piedras al escenario. La prensa chilena tituló en sus diarios ‘Apedrean a Los Prisioneros en Perú’. En realidad, solo fueron cuatro desadaptados los que tiraron esas piedras, ya que las 12.000 personas que fueron corearon felices los temas del grupo y pedían que no se fueran”. 

Ciertamente, los medios chilenos resaltaron aquel incidente por encima de la convocatoria y el éxito. Esto se convirtió en una constante: la débil, mala e injusta cobertura que hubo en Chile para con el trabajo internacional de la banda, una situación que abordó Jorge González en Exijo ser un Héroe, el libro de Julio Osses: “Fuimos a Perú, donde se suponía que íbamos de promoción, y nos encontramos con una plaza de toros llena, donde había catorce mil personas que se sabían todos los temas, y a nosotros nos habían pagado como promoción, cosa que nos pasó muchas veces. Éramos superstars allá, con montones de fans. Todas las veces que fuimos a Perú fue súper bueno. Pero lo que más me llamó la atención fue que cuando tocamos en la Plaza de Acho, había unos punkis que estaban empujando a la gente y yo les dije que pararan de huevear y de empujar. Entonces se picaron y empezaron a tirarnos terrones para arriba y nos fuimos. Después pidieron que saliéramos de nuevo. Salimos y a los huevones los habían echado, fin del incidente y seguimos el recital, la raja. Estábamos felices, nos sentíamos unos héroes, pero lo único que decía en la prensa chilena era que a Los Prisioneros les tiraron piedras en Perú. No decía nada que nos fue bien, que había harta gente, nada, y ahí nos hicimos la idea de cómo nos iba a tratar la prensa cuando tocáramos fuera de Chile, que nunca nos iban a dar pelota, ni se iba a saber. Esa era la tónica cuando viajamos fuera”.

VENEZUELA

Tuve la suerte de ver a Los Prisioneros en vivo a fines del ‘91, en el tramo final de la gira del disco Corazones, en Venezuela. Tenía quince años y vivía en Caracas. Allá se celebró un festival con los mejores exponentes del rock iberoamericano, figuras que se habían consagrado mayormente en los años ‘80 y que, por lo mismo, en Chile ya no sonaban tanto, pero que en el resto del continente seguían muy vigentes. 

Fotografías del backstage del primer festival de Rock Iberoamericano, Rock Music 91, en Caracas, Venezuela, 1991. Fotos: Rock N’ Rosas

Mi padre nos llevó en auto a mi amigo Pedro Omedas y a mí para que durante cinco días pudiéramos deleitarnos con los shows de Soda Stereo, Paralamas, Fito Páez, Los Lobos, Sentimiento Muerto, Zapato 3, Desorden Público, y por supuesto, Los Prisioneros. Eran los últimos días de la banda, estaban cansados, agotados. Sin embargo, el público de Venezuela recibió con cariño a la formación de Jorge, Miguel, Cecilia y Robert, y coreó con fuerza los temas, tanto los antiguos como los de aquel llamativo nuevo disco synth pop, Corazones, un álbum diferente a los anteriores, pero muy bien logrado y que los terminó de posicionar y ubicar al lado (y al nivel) de las grandes bandas de la región.

El viaje a Venezuela fue accidentado. Estuvieron tres horas en el aeropuerto de Lima esperando, mientras personal de seguridad revisaba el avión donde viajaban, pues hubo una amenaza falsa de bomba (un episodio ligado al contexto político y social de la época en Perú). Su participación en el evento también tuvo algunas complicaciones.

Los Prisioneros habían sido convocados para tocar dos veces en el festival. La primera noche tocarían junto a varias bandas y artistas, entre ellos, Fito Páez. Pero el rosarino presionó a la organización logrando sacar a Los Prisioneros del cartel la primera noche. Al día siguiente, Los Prisioneros pudieron finalmente tocar —enviando algunos recados a Fito—, quien, a su vez, durante esa segunda jornada hostigó a través de su equipo a la banda ska venezolana Desorden Público, para que estos terminaran rápido su show. “Los argentinos, que esperen”, le respondió Horacio Blanco, cantante del combo ska venezolano por medio del micrófono a Fito. La maquinaria de Páez no logró imponerse ante “los desordenados” en ese instante, pero al final, gente del staff de Fito cortó la mezcla de sonido de Desorden Público, de modo que el grupo no pudo terminar bien su presentación.

El 2016 Gonzalo Fouere y yo tuvimos en nuestro programa radial El Huracán Bailable a Desorden Público; así recordaron ellos el episodio:

Caplis, bajista: “Yo sabía que había una mala onda terrible entre Los Prisioneros y Fito Páez que venía de antes. Como anécdota te puedo decir que Antonio Rojas, el primer guitarrista de Desorden, tenía un aire con alguno de Los Prisioneros, y Fito Páez lo confundió. Estábamos de lo mejor en nuestros camarines y vemos que viene Fito Páez enfurecido, era un energúmeno el tipo, y le grita a Antonio, “tú eres de Los Prisioneros”. Antonio dice “¿qué le pasa a este loco?”, y el tipo manoteando y tal, como loco. Y Fito es bajo y flaco. Antonio es alto, le iba a poner su parada. Fito siguió con su actitud pendenciera hasta que Antonio salió y lo paró, “¡qué te pasa a ti, chico!”, le dijo. Fito captó el acento y pensó, seguramente, “estos tipos no hablan como chilenos” y nos dijo, “pero ¿ustedes quiénes son?”. “Desorden Público”, le respondimos. “¡Perdón, disculpen! ¡Es que no soporto a esos chilenos, que siempre me están insultando!”. Ahí la cosa se calmó un poco, pero solo por un rato, ya que después, cuando salimos a tocar, Desorden gozaba de un buen show, éramos profetas en nuestra tierra, y el mánager de Fito va a la consola y nos tumba toda la mezcla, una grosería total. Después lo fuimos a buscar a Fito a su camarín para caerle a golpes, ahora sí había una razón para pelear; Fito se tuvo que encerrar en su camarín para protegerse. Nosotros nunca fuimos amantes del rock argentino, pero el incidente nos ganó más simpatía de la que ya teníamos hacia Los Prisioneros”.

El contrato de Fito Páez en Caracas era para cerrar ambas noches y a una hora determinada, por eso el primer día Fito exigió salir de inmediato y cerrar, o de lo contrario se retiraba. Él era el número más esperado de la noche, así que esto obligó a los organizadores a marginar al entonces dúo de San Miguel del festival, al menos en la primera noche. Esto fue muy lamentable y egoísta por parte del hombre del “Amor Después del Amor”, que no pensó ni un minuto en los chilenos que, como yo, habíamos esperado años para poder ver a los de San Miguel en vivo. Pero no había que desfallecer; la banda se presentaría finalmente al otro día, concretando una actuación que, al final, fue tan esperada como emocionante.

Recuerdo bien el momento previo al show de Los Prisioneros. Se apagaron las luces y se produjo una gran expectación. Los teclados comenzaron a hacer sonar los acordes de manera fija e hipnótica con ese sonido de época, tan característico. Las máquinas de humo alimentaban la tensión y de lejos se veía el relieve de una figura femenina en el teclado. Era Cecilia Aguayo. Seguían sonando los acordes, cuando de repente apareció la inconfundible imagen de Jorge González, con ese look entre agitanado y rockero que cultivaba en esos años, con jeans, chaqueta de cuero y una camisa blanca semi abotonada. “No te pares frente a mí, con esa mirada tan hiriente…”. Bastó que Jorge cantara esa frase para que la multitud empezara a corear de manera efervescente el comienzo de “Estrechez de Corazón”. Luego tocaron “¿Por Qué No Se Van?” y minutos más tarde “El Baile de los que Sobran”, ambas extraídas de Pateando Piedras. Luego interpretaron “Sexo”, entre otros clásicos. Remataron con “Tren al Sur”, quizás el tema más esperado de la noche. Fueron momentos emocionantes. Su historia, sus letras y sus emblemáticas canciones los convirtieron en un referente importante a nivel regional. Por eso, y aunque llegaran en esa etapa más pop, fueron igualmente recibidos con fervor. Ni siquiera la inclusión de Cecilia Aguayo en teclados y coreografías (un tanto incomprendida en Chile), mermó el entusiasmo de quienes presenciamos aquel espectáculo. Y es que simplemente eran Los Prisioneros. 

No hay que entender el impasse con Fito Páez (a quién Jorge llamó “diva histérica” en su show), como un hecho aislado. Recordemos que, en el primer show de la banda en el exterior, en el Montevideo Rock, el grupo GIT, convocado para cerrar la jornada, hizo una jugada hábil y se adelantó a su turno, quedándose con un mejor horario para tocar, dejando a Los Prisioneros para el cierre del evento. Miguel Mateos, por su lado, también se quedó (unilateralmente) con el mejor puesto en el festival de Colombia del ‘88, aunque ello, al final, favoreciera a Los Prisioneros.

En sus incursiones internacionales Los Prisioneros tuvieron que lidiar con bandas que hacían y deshacían con los horarios; artistas que usaban su posición de mayor popularidad para imponerse y obtener mejores condiciones y horarios en los eventos, en desmedro de los chilenos, que no contaban con el mismo respaldo de difusión, gestión y producción que sus pares argentinos. 

Pensemos en el siguiente contraste: en Chile en los ‘80 los medios no difundían el quehacer internacional de la banda, mientras que grupos como Soda Stereo viajaba con periodistas de su país, invitados por la misma banda a sus giras. Esta inteligente estrategia de Soda Stereo nos habla de un medio con más visión y desarrollo, y expone también las notorias diferencias que había entre uno y otro referente en sus respectivos países. 

Los Prisioneros doblegaron sus orígenes sencillos y se convirtieron en referentes nacionales en un país muy complejo como Chile, y en un contexto aún más difícil como una dictadura. Se pararon de tú a tú en el extranjero con grandes bandas del continente, que venían con un soporte de difusión y producción mayor, y aunque no siempre ganaron, no pasaron inadvertidos, al contrario; dejaron bien puesto el nombre de la banda y del movimiento chileno en cada uno de los escenarios donde estuvieron. 

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