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LA CARNE

17 de Octubre de 2019

Ellas ven porno: Ni orgasmos rápidos, ni sexo tradicional

En un café en el centro de Santiago, cuatro mujeres de distintas generaciones y de diferentes profesiones debaten sobre la pornografía. ¿Qué es lo más les calienta? ¿Qué tipo de porno – lésbico, gay, orgías – es el que consumen? ¿Alguna vez han sentido culpa después de verlo? Para todas, el porno hegemónico falocéntrico está pasado de moda y hoy lo que más les gusta ver es un porno donde la tensión sexual, el roce, las mujeres y los besos sean los protagonistas.

Por

Ven porno para masturbarse. Algunas lo hacen rápido, al grano, y a otras les gusta tomarse el tiempo para disfrutar. Lo que no les excita ver son cuerpos masculinos perfectos con enormes penes penetrando violentamente a una mujer. En cambio, creen que el porno gay, lésbico o el que incluso confunde identidades, puede ser más amable y excitante. 

Kena Lorenzini (60), psicóloga, fotógrafa y activista, Romina Reyes (30), periodista y escritora, Kemy Oyarzún (72), académica de la Universidad de Chile y Paola Molina (29), diseñadora y comediante, conversan sobre sus deseos más íntimos en la pornografía. Las cuatro han hablado y trabajado con él en sus distintas disciplinas de trabajo. Creen que el porno puede ser ético y feminista mientras se produzcan fisuras en el relato hegemónico heteronormado.

MI PRIMER PORNO

Romina Reyes. Foto: Nadia Belén García

Romina: Yo consumo porno hace hartos años. Mi primera aproximación fue por los canales de cable como The Film Zone, iSat o Cinemax. Nunca tuve rollos con la masturbación y para mí el porno está asociado a masturbarse. Luego me cortaron el cable en la casa y dejé de verlo, y muchos años después, cuando estaba en la universidad, me enteré de que había porno en Internet. Eso me hizo explotar la cabeza. Veo Pornhub, Xhamster y Orgasmatrix. 


Kena: Yo el primer porno que vi fue el de mis fantasías. Fantaseaba con que me violaba un ejército completo; era la violación, el sometimiento. Vivía en frente de una iglesia entonces era súper culposo. Yo tenía ocho años y tenía fantasías sexuales porno. Las primeras visiones las creé en mi propia mente y yo creo que era a partir de lo que escuchaba en la iglesia, porque yo iba mucho a la iglesia. Siempre eran fantasías de que te toman, te violan, te abusan, sobre situaciones de poder. 

Después fui poco consumidora de porno porque me cargaba. Hasta los 25 años fui absolutamente beata y no lo veía porque lo encontraba asqueroso, repulsivo y repugnante. Después cuando salí de esa etapa lo vi, pero lo encontraba fome y no me excitaba en lo más mínimo.

Kemy: Para mí el porno tiene que ver con el poder. El porno del poder lo asocio a mi tío que me toqueteaba cuando tenía tres años y al cura de la iglesia que nos preguntaba a mí y a mi hermana sobre cuántas partes nos tocábamos. 

Luego con mi marido estábamos en un período bien aburrido sexualmente, y mi mamá me había enseñado que había que hacer shows. Entonces yo le hacía un show con portaligas y bailaba con una luz roja, hasta que un día me chorié porque yo le hacía bailes y él estaba tirado pasivo, y él me dijo: vamos a mirar porno y nos vamos a entusiasmar. En ese momento, a los 22, empecé a ver porno.

Paola: Cuando era bien chica, a los cuatro o cinco años, me gustaba jugar a la Barbie Porno. No tenía plata para comprarme el Ken, entonces le cortaba el pelo a la Barbie más barata, y se convertía en el hombre. Hacía que se frotaran y me encantaba. Después me acuerdo de que en Chilevisión daban porno en la noche. Yo lo veía y me gustaba. 

GUSTOS, COLORES

Paola Molina. Foto: Paula Jorquera

Kena: Mi opinión en general es que todas las pornos son básicas, los guiones son malos. Eso de adelantar la película para que uno la pueda disfrutar, me hace mucho sentido. Además, que yo no busco ver películas porno porque sí. Las busco con un fin de masturbarme, porque es rico, porque me calienta y tengo ganas de aprovechar el pedacito de película para mejorar el ambiente para mí. Busco por internet, de hecho, en la página de incógnito porque uno nunca sabe quién va a ver. 

Lo que más me excita es el porno entre dos hombres. Lo encuentro más verdadero que a una mujer que le estén dando como caja. La pornografía de hombres gay me gustó siempre mucho más porque sentía que era más mutuo el goce. Me es mucho más interesante ver a dos, tres o hasta cinco gays disfrutando. No consumo porno hétero, me carga, y tampoco consumo del tipo lésbico porque no le compro. Ese porno ya me lo paso en mi imaginación.

Romina: Yo en general veo porno lésbico. Las búsquedas que hago son muy básicas: lesbianas en general, tríos de lesbianas, o tríos de lesbianas con un hombre entre medio. Desde que empecé a ver, el tema del actor hombre nunca me gustó mucho por el tipo de cuerpo que tiene. Me impactan muchos los penes tan gigantes que me generan rechazo. El porno más hegemónico tiene toda esta lógica de la violación y creo que para una mujer puede ser impactante o generar más rechazo que deseo. Por eso el lésbico me parece más amable.

También paso por etapas donde me gusta alguna actriz y busco directamente el nombre de la chica, por ejemplo, Malena Morgan o Lana Rhoades, que son minas como que cacho por este blog Orgasmatrix.

Paola: El porno casero me calienta más porque me imagino que hay mucha más lubricación real y que no es una actriz que le están pagando. También el tipo que más me gusta es el de los castings, el de los agents. Me gusta la situación de poder y que la haga sacarse la ropa por la pega, y que al final termine todo pasando. Me gusta esa tensión previa. También entiendo que son situaciones de poder y eso a mí me calienta. 

NO TANTO GENITAL, ¿ENTONCES QUÉ?

Kena Lorenzini. Foto: Emilia Rothen

Paola: La forma en la que yo más me caliento es con la tensión sexual, más que con la penetración. El hecho de saber que se viene, de que van a agarrar y culear, me calienta mucho más. No llego al orgasmo con la pura tensión, pero creo que eso me motiva, me genera más adrenalina. Por eso, las pornos tradicionales me llegan a doler. Le veo la cara a la mina y digo debe de tener la vagina irritada. Me da nervio, no lo disfruto tanto. Pero sí disfruto la parte previa; el juego previo, la parte tetal, el pezón. 

Kena: A mí me gusta que dos personas se busquen, se demoren, se demoren, se demoren lo más posible. Ojalá haya imposibilidad de alguno de los dos de hacer lo que quiere hacer. Que haya tensión, imposibilidad de hacerlo. Esto tiene que ver con las relaciones de poder, porque yo creo que la sexualidad tiene muchas relaciones de poder. Me gusta que haya tensión, que no ocurra todo súper rápido porque eso sí que es fome. El goce que hay en la espera de la consumación del deseo. 

Para mí, lo más excitante pasa por la boca. Yo creo que los besos son, por lejos, lo más excitante y lo más erótico, mucho más que la penetración. Porque el beso es mucho más íntimo. Uno no besa a cualquier persona. 

Kemy: A mí lo que más me gusta es la política sexual porque hablar de sexo como genitalia solamente, me tiene aburridísima. La escritora Monique Wittig dijo, ¿quién dijo que el deseo solo tiene que pasar por allá abajo? Es algo cultural, histórico y todo el tema del poder está vinculado a eso. A mí me interesa mucho más ampliar el concepto, desgenitalizar el erotismo y el deseo porque el capitalismo ha hecho que este modelo de poder siempre pase por la genitalia

Esto también tiene que ver con identidades en búsqueda y el tema de la identidad está muy vinculado al posporno. Es decir, romper con los modelos hechos y envasados de la identidad. ¿Cómo son mis fantasías? Son fantasías de pedazos de cuerpos, de trozos, de roces, de una antelación. ¿Dónde está la genitalia ahí? Yo la genitalia la veo en el porno más clásico que es muy malo. No hay buenas películas, no hay algo erótico artístico. Es algo genital. Sobre todo, el hombre buscando a la mujer, y dale, rápido. Que no es el tocar….

Kena: Nooo, y el chupa. El hombre o la mujer chupando, chupando y tomándolo como un acto automático, ¡ta, ta, ta!, y tu pensaí, ¡qué agote! Yo también chupo pico y es agotador. Yo no le encuentro ni un brillo. Uno piensa: ¿qué onda, este weón va acabar? 

Paola: A mí, por ejemplo, la desnudez masculina no me produce nada. A las mujeres nos han inculcado el erotismo desde esa desnudez explícita. Hasta en las marchas he visto hombres tratando de ver tetas gratis. Nuestro cuerpo femenino ya está demasiado cosificado, entonces quizás es más efectivo para un hombre ver porno que para una mujer común y corriente. El ver a un hombre desnudo, al maestro que se le ve la raja del poto, no me provoca nada. O sea, la tula parada… Imagínate en las nudes, un hombre mandando una foto de la tula, ¡la wea fea! 

Cuando me caliento con el porno tradicional lo hago por la mina, porque me gustaría ser como ella, imaginarme que yo soy ella. Pero nunca pienso en el pico, nunca pienso en el hombre. El hombre desnudo, chao. 

Kemy: Lo erótico sexual que a mí me calienta es el que confunde el abajo con el arriba, el lugar de lo femenino con lo masculino. Todo está completamente disuelto. Una feminista debería gozar, creo yo, con la sorpresa, con la ambigüedad, con la completa ruptura de las identidades fijas. ¿Por qué genital? ¿Por qué no la nariz, por qué no la orejita? Entonces como hay tanto de eso, incluso las fantasías de uno mismo, no necesito alimentarme para un orgasmo rápido con las pornografías tradicionales. 

Kena: ¿Entonces podríamos decir que hay pornografías, en vez de LA pornografía? Algunas pueden ser feministas, ¿por qué no? 

HECHO POR HOMBRES PARA HOMBRES

Kemy Oyarzún. Foto: Emilia Rothen

Paola: A mí el porno lésbico no me gusta porque siento que igual está hecho para el hombre. Entonces al final termina siendo una película de dos mujeres para calentar a un hombre según los parámetros de feminidad que nos han inculcado hace mucho tiempo. Tiene que ver con la mirada, con la forma que está construida desde el patriarcado. Entonces eso me pasa con el porno “lésbico”, que me parece que sigue siendo para que el viejo choto se corra la paja. Me cae mal. Esta lógica también es replicada en publicidad mainstream donde ocupan este coqueteo entre dos mujeres para vender.

Romina: Yo creo que también hay porno lésbico que sigue la lógica de la violación. Están los secret agents, que hay alguien haciendo un casting para una porno y siempre uno sabe que son actrices, pero la narrativa es del engaño. Lo gracioso y lo excitante es que hay una persona que dice, yo te voy a contratar pero tú tienes que chuparme la vagina o el pico. Eso es sometimiento y violación, pero es un engaño.

Kena: (A Romina) ¿Cómo son las relaciones de poder en los sitios que ves tú? ¿Hay menos violencia en términos de sometimiento?

Romina: Estos sitios son súper amplios. A mí no me excita la violación. Yo no busco ese tipo de mono. Yo creo que el porno lésbico es más amable en general. Existen sitios como el Brazzers que es súper hegemónico, y ya sea lésbico o heterosexual, es súper duro. Es ese porno que es como ta, ta, ta, y a las minas le saltan las tetas y el culo. Yo no soy de ese tipo. A mí me gusta ver chicas jóvenes y con harto beso. Pero igual, todo porno es súper repetitivo y por eso me salto partes. Cuando veo, lo hago derechamente para masturbarme, entonces voy más al grano. Soy súper ejecutiva, no estoy horas viéndolo. Veo un ratito, consigo mi orgasmo y chao, cierro la ventana.

En Internet hay mucha pornografía lésbica, cisgénero y heteronormativa. Quizás muchas actrices están muy operadas, o replican lo que haría un hombre. Con juguetes sexuales simulan penetración o se tocan mucho las tetas. Pero si una es curiosa, se trata de ser paciente y buscar porque también se encuentran artistas peludas, no operadas, más jóvenes, más viejas y de distintas razas. Obviamente cuando uno piensa en el concepto de pornografía piensa en la hegemónica heteronormada, pero hay un gran espectro entre medio. 

Kemy: Todo tiene que ver con la narrativa, con la relación, no solo con un cuerpo estático genital. De repente me gusta ver un hombre joven que a lo mejor no es hipermasculino. Que se perciba el cuerpo, los pedazos de las nalgas, los muslos…Pero ahí yo no lo miraría como algo que conquistar, sino como algo hermoso de tocar, que haya fricción. En ese sentido me gusta mucho más la heterosexualidad que la heteronormatividad. Porque yo creo que lo peor es la heteronormatividad. Yo puedo imaginarme que soy la mujer y que la mujer me toca, me roza, hay una situación entretenida, excitante y seductora. No solo pasa por la violencia. Es interesante pensar que no toda la heterosexualidad puede ser colonizada por la hetenormatividad. 

SI EXISTE, HAY PORNO DE ELLO

Kemy: La escritora Gayle Rubin acuñó el concepto de sistema sexo-género. Ella pensaba que era un solo sistema, pero con dos aspectos distintos: uno es el sexo y otro es el género. Después, el año 79, en este gueto que se armó en San Francisco – muy homosexual y muy violento, pero violento en el sentido de juego, no de cosificación, sino de empoderamiento –Rubin escribió: rechazo la idea de que hay un sistema sexo-género. Yo creo que son dos cosas muy distintas. El feminismo puede claramente distinguir por un lado, el género y por otro lado, lo que está pasando en el sexo y la sexualidad. 

En ese sentido, se podría pensar en un tipo de pornografía lésbica pero que está intentando producir un shock o una ruptura cultural, no producir una pasiva recepción. Hay un momento en que el posporno feminista apuntó a separar, a distinguir el género de la sexualidad, y reapropiarse de la sexualidad. También lo hizo como un manifiesto, una crítica al histórico puritanismo que ha habido respecto al orgasmo de las mujeres. El orgasmo de las mujeres ha sido lo más censurado. Hubo dos siglos en donde los libros de medicina decían que el orgasmo femenino no existía porque podías tener guagua sin tener un orgasmo. Entonces lo que nos interesa es recuperar los orgasmos femeninos como una parte importante del erotismo feminista. 

Yo tengo 72 años y el día que no tenga un orgasmo ahí mismo me tiro del primer piso. 

Romina: Yo creo que el porno feminista sí existe. La categoría sería posporno. En la medida que se hable de deseos no falocéntricos y deseos de cuerpos diversos, puedes generar fisuras en este relato hegemónico y patriarcal. ¿Cuál es el gran problema para las mujeres? que la mayoría del porno tiene esta lógica falocéntrica donde el orgasmo femenino deviene del orgasmo masculino. Eso incluso está en la literatura sobre pornografía: que la prueba de verdad es la eyaculación y el orgasmo femenino es una consecuencia de la eyaculación. Es como que si la mujer viera un pene y prácticamente se fuera. O le eyaculan en la cara y eso le provoca el orgasmo. Yo entiendo que eso a las chicas nos aleja de este género. 

Pero en internet hay mucho porno. Por ejemplo, siempre me recuerdo un clip lésbico entre una mujer que estaba muy embarazada, casi de nueve meses, y otra mina butch más masculina. Para mí fue súper impactante y recuerdo haberme calentado y decir, ¡pero es una mujer embarazada! 

Kena: Yo he escuchado del terrorismo posporno. 

Romina: Hay mucha gente haciendo películas. Uno conoce a la Erika Lust porque es la más famosa, que incluso tiene el concepto de porno para mujeres, pero hay mucho más. Había un proyecto que era mostrar la cara de la gente al momento de irse. Eso es disruptivo. Había una actriz que era la Furry Girl, que su gracia era ser peluda. O está el porno menstrual. También he visto clips que muestran a mujeres meando. Hay tanto porno que yo creo que es atreverse a buscar. Incluso en las reglas de Internet hay una regla que dice “si existe, ya hay o habrá en un futuro porno de ello”.

CUANDO EL PORNO PERMEA LA REALIDAD

Paola: Siento que pasa algo con el porno que la gente lo asocia a sexo real y no a algo cinematográfico. He visto a amigas lesbianas en un carrete y un cabro joteándoselas porque creen que ellas son lesbianas para que ellos se puedan calentar. 

Si no piensas que las películas de Tarantino son reales, ¿por qué crees que el porno es una lógica que deberías replicar en la vida real? Me ha masturbado gente muy mal porque en las pornos los weones son como un DJ tocando la vulva. Y uno con la autoestima chiquita, indaga cómo se le para en vez de decirle: “¡Hueón, devuélvete a kínder y aprende a tocar alrededor de un círculo!”. ¿Por qué permitimos que esa lógica del porno que es una ficción la asociemos a la vida real y tratemos de comportarnos así? Creo que las películas románticas también nos han cagado la mente, pero en el porno quizás es una forma más pragmática de verlo.

Kena: Yo tengo 60, mi pareja tiene 56. Y aun así cuando nos ven bailar, no falta el amigo que dice, ¿y yo podría entrar aquí? No es el desconocido, es un amigo y tú ni te imaginai te sale con esa huevá, el amigo con que saliste, con el que fuiste a comer.

Romina: Obviamente uno ve la pornografía y ve una fantasía. La gracia de la pornografía es que te está vendiendo una realidad. El porno tiene esta gran prueba de verdad que es la eyaculación, que es algo que no puedes actuar. Obvio que se puede fingir con algún montaje, pero se supone que lo que estás viendo es real. Entonces en ese sentido mucha gente se educa sexualmente con la pornografía, sobre todo los hombres, porque para ellos es parte de su formación sexual. Las mujeres tenemos otra aproximación que es más tabú, que da vergüenza.

AY, QUÉ ASQUEROSO, YO NO VEO PORNO

Kena: Hasta cuarto medio, yo vivía en frente de una iglesia y sí sentía culpa. La ventana de mi pieza daba a la iglesia y yo sentía que la iglesia me veía. Después de masturbarme me venía culpa, pero menos mal que me venía después y no antes. Era terrible porque sentía que cometía pecados.

Kemy: El tipo de películas mercantiles que van rápidamente al consumo y a la violencia a mí no me dan culpa porque nunca he tenido orgasmo con ellas. Me dan rabia, no me interesan. 

Romina: Me pasó que vi el documental de Netflix, Hot Girls Wanted, que habla sobre chicas norteamericanas que van a perseguir una carrera en el porno y cuando lo vi me impactó un rato, después se me pasó.  Muestra que muchas chicas van conectadas con un manager hombre y las pone a vivir en una casa y hacen una carrera súper rápida, así como de seis meses o un año y la mayoría vuelve impactada, violentada.

Cuando iba en la universidad e hice mi tesis, y me interioricé en el tema, me acuerdo que yo era la única mujer que conocía que decía que veía porno. O mis amigas y compañeras mentían o realmente no lo veían. No tengo cómo saberlo, pero sí me di cuenta que los hombres decían que veían. Siempre estaba ese discurso de las chicas que decían, ¿cómo te vas excitar con el porno? Qué asqueroso, no sé qué. Pero yo siempre les preguntaba, ¿has visto porno? Porque obviamente yo tengo claro el juicio, y la verdad no me acuerdo una situación en particular, pero sí me ha pasado que veo un tipo de porno y de repente me siento como…ah no sé, y cierro rápido la página.

Paola: Con mis amigas nunca hemos tenido un tabú con el porno. No nos gusta mucho en general por las cosas que hemos hablado. Pero creo que el tabú que yo siento que existe es la falta de orgasmo de la mujer. Más que el porno, me parece más tabú asumir de que no siempre que culiemos tengamos ganas, o asumir que no siempre tenemos orgasmos y que a veces lo hemos fingido para no herir el ego de una persona o para vernos más calientes. Eso es lo que veo en mi caso y el de mis amigas y por la reacción del público cuando hago stand up. 

Hablar de porno muchas veces se asocia a algo chistoso, a que te pillen, como esa noticia que, en un Cóndor Bus el auxiliar prendió la tele y había porno puesto. Pero la intimidad de la sexualidad que tiene que ver con variables más profundas, eso sí es tabú. Yo hace poco recién conocí el orgasmo con otra persona. Sé masturbarme muy bien, sé venirme súper rápido, pero con otra persona es muy raro. No obstante, siempre me ha dado mucha vergüenza asumirlo. El porno, por supuesto, siempre muestra a gente que logra llegar al orgasmo, entonces como la gente se educa con el porno hace que creamos que el orgasmo es muy importante, y no lograrlo se vuelve algo un poco patético.

Kemy: A mí me gustaría pensar en el tiempo y en el tipo de vida que llevamos. Esto de que el orgasmo es un producto rápido y de que mientras más rápido, mejor. Eso es lo que vende el porno. Yo he llevado talleres feministas a trabajadoras temporeras en Valparaíso y lo que ellas me dicen es, pucha ojalá tuviera una hora a la semana para mí, ¡Qué pensar en orgasmo con la vida que llevo! corriendo pa’ aquí, corriendo pa’ allá, los críos y el marido llega y se le olvida que ella trabajó, y tiene que esperarlo con pantuflas y todavía, dice, ¡le tengo que hacer el show!

Entonces, aquí hay que situar la sexualidad porque la verdad estamos viviendo en un momento de orgasmos instantáneos porque no hay tiempo. Si tienes suerte para tener una hora, para mirar porno o lo que sea, lo importante es poder disfrutar de ti. Tener tiempo para una misma y para el disfrute creo que es una conquista que la veo cada vez más lejos. Porque yo viví en los sesenta, donde lo único que interesaba del movimiento hippie era controlar el tiempo para poder vivir y disfrutar. Pero hoy día llegar agotada y ver porno rápidamente para tener un orgasmo, lo encuentro realmente trágico.

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