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Cultura

22 de Enero de 2020

Crítica literaria: asentamientos germanos

"Uno de los puntos altos del libro, es develar de las manifestaciones nacionalsocialistas que las colonias alemanas en el sur del país sostenían, en tanto control y orgullo por la nueva Germania. Que, por cierto, la formación militar chilena tiene una evidente formación prusiana, por lo tanto, las simpatías del ascenso del nazismo son singulares", escribe Gonzalo Schwenke.

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La guerra de Mahler (2018) es la segunda novela del periodista Raúl Sohr (1947), y relata la situación de Robert Mahler: un músico venido a menos, que vive la persecución y pogromo por su condición de judío, ya sea en Austria como en la progresiva influencia nazi en Valdivia.

El personaje es asociado culturalmente a su tío, Gustav Mahler, lo que le otorga ciertas ventajas o reconocimientos sociales frente a la vorágine de entreguerras. Es así, que debe lidiar con una sociedad empobrecida en todos los niveles existentes: emerge la vulgarización de las teorías imperantes, proliferan cofradías universitarias nacionalistas y grupos paramilitares de ultraderecha. Por otro lado, la cesantía europea es masiva: los miles de soldados que regresan de las trincheras no tienen trabajo y las mujeres, ante la desesperación extrema, son ofrecidas al valor de una pinta de cerveza. Por lo que, ante la precariedad, surge una oportunidad para migrar a Sudamérica en una gira que abarca las poblaciones europeas en Argentina y Chile.

Tras el viaje, Robert se asentará en Valdivia donde contrae matrimonio con una joven alemana llamada Magda, nombrada socialmente como “la Reina” ya que es ganadora de varios concursos de belleza. Por su parte, ella es pretendida insistentemente por Walter Krause, un agricultor y deportista connotado. En vista de no lograr su objetivo, este tomará represalias y hará valer su peso político sobre el músico.

En resumen, la fuerte influencia nazi provoca que el músico deba asumir mayores responsabilidades, pasando de una resistencia pasiva a una acción de arrojo para impedir mayor preponderancia de las fuerzas marítimas del régimen nazi en las costas valdivianas.

El volumen está dividido en ocho grandes capítulos, el desarrollo transita de manera lenta, es frecuente que existan pequeños sucesos que son aleatorios a la temática central. Lo que permite establecer que la trama aparece en el segundo capítulo, muy entrado en el libro, y que el lector nada se ha perdido hasta entonces. Es decir, lo sucesivo es reiterado. La construcción epigonal de la novela, centrada en el protagonista muestra un sinfín de pequeñas historias que no se profundizan y personajes que limitan entre lo secundario y tritagonista, porque son muy pocos los que están presentes de manera constante. Entonces, para solventar los episodios utiliza un conveniente punto aparte. Esto denota que, la desaparición de Kristián en los faldeos del volcán Puyehue se explica como un comentario de pasillo hacia el final del volumen.

El omnisciente imposibilita dar continuidad a la narración, ya que utiliza la elipsis, dando por entendido el trabajo del mago hipnotizador: “Realizó las peripecias habituales como dejarlo en calzoncillos sugiriéndole que estaba solo en una playa, o pincharlo con una aguja sin causar la menor reacción. Sin duda el oficial estaba bajo un profundo sueño hipnótico” (50). Por lo que, los personajes se encuentran atrapados dentro del relato, determinados por un camino descifrado y, en el caso del protagonista, no va a tener mayores sobresaltos.

La presencia de Gustav Mahler es exigua, pero sirve como ejemplo para explicar la novena sinfonía: la canción de la tierra, que representa la búsqueda de la melodía del universo ya que soñaba con trascender y lograr la inmortalidad a través de la obra musical. Una suerte de búsqueda del santo grial o piedra filosofal contado en ocho planas. Pese a la singularidad de la propuesta, dicha meta es prontamente dejada de lado por el sobrino, y aparecerá como elemento clave de espionaje en el inicio del clímax.

Durante el primer capítulo, se caracteriza a la familia Mahler como emprendedores de clase media baja, timoratos y respetuosos del orden establecido. Asimismo, se comprueba que el campo social desborda a personas alejadas de lo político: “¿Por qué le oprimía la situación social? A fin de cuentas, él no participaba de ningún movimiento político. Era un modesto ciudadano al que no le podían enrostrar actividades subversivas” (14). Siendo así, Mahler se distancia del actuar de su familia y, evoluciona, actuando en contexto a la identidad heredada para resolver esta novela de espías.

Uno de los puntos altos del libro, es develar de las manifestaciones nacionalsocialistas que las colonias alemanas en el sur del país sostenían, en tanto control y orgullo por la nueva Germania. Que, por cierto, la formación militar chilena tiene una evidente formación prusiana, por lo tanto, las simpatías del ascenso del nazismo son singulares. Un asunto que, en el sur se considera tabú y las discusiones son parte de la herencia familiar: “Un centenar de alemanes valdivianos vestidos con camisas pardas marchaban en perfecto orden y enarbolaban banderas con esvásticas” (98). Es más, pocos escritores han develado el periodo más oscuro de los colonos, sin caer en la propaganda del esoterismo, y en más de alguna oportunidad, la revista Topaze satirizó sobre los inmigrantes.

Finalmente, La guerra de Mahler (2018) es una novela de espías que engruesa la narrativa turística de Valdivia, lo que siempre ha sido un atractivo para ciertos lectores que buscan sustentar su ideología en el campo esotérico. En términos estructurales, es una historia clásica de la escuela decimonónica y de un romanticismo tardío. Por lo que no tiene mayores distinciones que otras obras, pues falta de agilidad en la escritura que es propio de algunos escritores/as que saltan del periodismo a la literatura.

La guerra de Mahler. Raúl Sohr. Ediciones B, 2018, 261 páginas.

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