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Entrevistas

5 de Febrero de 2020

Alberto Fuguet, escritor y cineasta: “Por ahora no quiero hacer películas”

Alberto Fuguet. Foto: Lorena Palavecino

El autor chileno acaba de reeditar –vía Literatura Random House- su novela Tinta roja, uno de sus libros clásicos. Sobre esto, el rol de las escritoras en la literatura chilena, el cine, el uso del Joker como ícono del estallido social, y su deseo de dejar el rol de cineasta “por un rato”, charló una tarde con The Clinic. “Hace poco perdí dos fondos que postulé, me dijeron que no sabía escribir, que no sabía construir personajes. Yo no sé si lo hacen a propósito porque vieron mi nombre o efectivamente no sé escribir personajes, o a lo mejor no merezco hacer películas apoyado por el Estado. Pero yo todas mis películas las he hecho a pulso y sin apoyo. Y como que me empecé a cansar, estoy un poco viejo”, sentencia.

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Si se recorren las librerías nacionales durante el verano de 2020, no solo se encontrará un buen lugar para capear el calor, ver el celular o sacar la vuelta, también se podrá ver en las gavetas de novedades la novela Tinta roja, del escritor chileno Alberto Fuguet (1964).

Original de 1996, Tinta roja narra la historia de Alfonso Fernández, un estudiante de periodismo, educado y de buena situación social, que realiza su práctica profesional de verano en el periódico sensacionalista El Clamor. Pese a que su deseo era cubrir espectáculos, termina como reportero policial bajo el mando del editor Saúl Faúndez, una especie de antítesis de Fernández y que desea moldear al joven a su imagen y semejanza. La gracia es que el muchacho es una especie de alter ego del mismo Fuguet, ya que la novela se basa en la experiencia que el autor de Sudor tuvo cuando realizó su práctica en 1984 en un popular diario de Santiago, justamente como reportero policial.

Sentado en un café del sector oriente, Fuguet pide agua mineral y la bebe con gusto. No es para menos considerando el calor. Cuenta que la reedición de Tinta roja se debió a un cambio de editorial, desde Alfaguara -la editorial donde prácticamente había hecho su carrera- a Literatura Random House. “Me encantó el editor, hicimos súper match y la idea fue que fuéramos sacando todos mis libros, reeditándolos. Es una idea fascinante reeditar tus libros, que sea la versión final. Ya salieron MissingMala Onda, y este libro estaba agotado. Sabía que lo pedían, y se editó. A veces me entretengo más reeditando que editando”, dice.

Alberto Fuguet. Foto: Lorena Palavecino

– ¿Cómo fue que decidiste escribir esta novela basada en tu práctica profesional?

– La verdad es que cuando estaba viviendo eso, nunca se me ocurrió ni en pelea de perros que eso algún día me iba a servir. Quizás por eso mismo, lo que viví ahí lo viví más como un empleado, como alguien explotado, como un chico asustado, no como escritor, entre otras cosas porque no lo era. Y en un momento determinado, en los 90, había hecho tres libros pero me sentía vapuleado, incomprendido, entonces me dije “voy a tratar de escribir un libro demostrando que tengo otro tono”. Entonces, una vez conté en un almuerzo que fui reportero policial, y los dejé a todos callados, porque yo, un chico de la Zona de contacto, no parecía reportero policial. Ahí pensé ‘acá puede haber algo’. Lo principal fue pensar en hacer algo como novela negra porque en Chile no se daba mucho la novela negra.

– Tinta Roja tiene una cosa media Bukowski en la estructura, ¿eso lo pensaste adrede o te salió?

– Sí, sí, lo pensé. En su momento, en la escuela, Bukowski fue el autor que más me interesó. Me llamaba la atención lo poco chileno que era, lo poco latinoamericano, lo poco realismo mágico. Sentía que Bukowski era urbano, clase media baja, pan-pan vino-vino, heredó John Fante, no sé si novela negra pero tenía una estructura de la literatura de Los Ángeles que era mucho menos intelectual, que venía más de la calle que de las universidades. Contar las cosas como son, fijarse en cierta poesía de lo espantoso. Cuando estaba haciendo la práctica le contaba de Bukowski a mi jefe -que no leía nada- y me decía que Bukowski debería tener una columna en el diario. Bukowski era algo así como una cámara, tercera persona, mirar desde arriba, no opinar mucho, que fuera más cinematográfico. Es como Hemingway, no me meto mucho en lo que piensan los personajes, que los hechos hablen por sí solos. 

Fuguet toma una pausa para beber agua mineral, piensa, y agrega un dato. “Al final mi jefe tenía razón, yo había leído un libro de Bukowski -el que menos me gustó- que se llama Escritos de un viejo indecente, que justamente son sus columnas en un diario”.

LAS MUJERES Y LOS LIBROS

– El rol de la mujer en Tinta roja en general es secundario, aunque el personaje de Roxana es importante. Si la reescribieras ahora, considerando el contexto, ¿pondrías a un personaje femenino más protagónico?

– Uno no escribe pensando que alguien te va a leer, yo ahora como que lo pienso más, sobre todo cuando escribo artículos. No sabía si Tinta roja se iba a leer, menos que iba a ser reeditada 20 años después, uno no es tan egocéntrico. Ahora, el tiempo pasa, el mundo cambia, el libro se mantiene igual, cambian los focos de los lectores, cosa que me parece fascinante porque significa que el libro dialoga. ¿Cómo lo haría yo ahora? En una época a principios de los 2000, LUN tuvo un enfoque de farándula, y cuando yo hice la práctica ahí, LUN no se hacía cargo de eso. Como que todo el mundo pop, el New wave, los recitales, no salían ahí, Don Francisco sí. La farándula no existía en los 80. Una vez pensé que si Tinta roja se hiciera a comienzos de los 2000, tendría que ser Tinta rosa, y hoy tendría que llamarse Clicks, sería alguien que entrara a trabajar en un sitio web, en un medio que tenga ideas bacanes pero no tenga plata y ahí empiece a hacer fake news, o aceptar cierta publicidad. Podría ser una chica, que entra a un medio y se encuentra con algo distinto a lo que esperaba. Se podría decepcionar, pero entretener igual.

Alberto Fuguet. Foto: Fotos: Lorena Palavecino

– ¿Crees que ha habido injusticia con las escritoras en Chile?

– ¡Sí, sí! Totalmente. Me parece que el mundo literario debe ser diverso y más amplio y al final cada uno hace lo que quiere. En todo caso, uno no puede ser quien no es. Si hay un escritor nuevo, hombre, y siente que no lo están valorando, bueno, que se vaya a duchar y se le quite la rabia porque quizás antiguamente eso lo sentía una chica, que no la tomaban en cuenta porque era una chica. Antes no tomaban en cuenta a la gente por su color de piel o el estilo de literatura que publicaban. Siempre las corrientes corren para cierto lado, a veces te toca la suerte de que eres parte de esa corriente y a veces que no. Me parece muy bien que se haga justicia, y no es tan tremendo no ser parte de ese movimiento, a veces los autores más importantes no forman parte de la corriente. Tinta roja es un libro que no tiene nada que ver con lo que se estaba escribiendo en ese momento. Claro, yo jamás pensé que podía ser incorrecto que haya puros hombres, pero el mundo era así.

“El Joker es la película pop del estallido social”

Un tema que despierta el total entusiasmo de Alberto Fuguet es el cine. Ha dirigido filmes y ha escrito columnas realizando críticas de películas. Por lo mismo, hablamos junto a él de una de las películas que más se ha comentado desde su estreno: Joker. El filme de Todd Phillips tiene once nominaciones a los Premios Oscar.

“La primera cosa fascinante que tiene Joker, es que la película a la cual le roba –El rey de la comedia (1982)- fracasó en todos los ámbitos a pesar de que toca temas similares. La gente la consideró un asco de película, onda qué lata”, señala Fuguet.

Pero no solamente ha tenido una alta valoración desde la academia de Hollywood. En Chile, el personaje ha sido una especie de ícono del estallido social. Muchos manifestantes salen a la calle caracterizados como el personaje de Joaquin Phoenix. Sin embargo, Fuguet -junto con ordenar un café- señala que tiene una mirada crítica al respecto.

“Yo creo que la película conversó muy bien con el mundo, y conversó mucho con el público chileno que vieron ahí algo que estaba listo. Dicho eso, el Joker se volvió un ícono del estallido social, aunque mi impresión es que fue apropiado sin procesarse tanto porque no todo el mundo la vio. Creo que el Joker se vendió como la historia de un pueblo reprimido, un pueblo cansado, que decide tomar la cosa en su mano. Mi impresión que eso no es la película y que toda la gente que estuvo en la calle poco o nada tienen de Joker, porque no es gente que se ve a sí misma débil, dañada, herida, con problemas mentales. A veces la película se trata de decirte ‘quiéreme, quiéreme, quiéreme, porque nadie me quiere’, es la historia de una víctima. Mi impresión es que lo que ocurrió en Chile fue otra cosa que no tiene que ver con el Joker. Que la parte final de la película se cruce con lo que ocurrió en Chile, sí. Creo que la película del Joker de Heath Ledger (Batman el caballero de la noche, 2008) tiene mucho más que ver con lo que ocurrió en Chile que con esta”.  

– ¿Y qué ocurre entonces?

– El Joker es un personaje que está muy dañado, y me parece que lo que ocurre en Chile es que la gente que se identifica con el Joker no es tan dañada. Es gente que sí se siente cansada, que ya no aguanta más, que se han sentido enrabiados, pero el Joker nunca siente rabia hasta que pierde la chaveta. Ahora, sí creo que fue la película que conversó con el estallido social. Es la película pop del estallido, pero a veces pasa que las películas no tienen mucho que ver con lo que está ocurriendo en la calle.

Hay un tema fascinante, el loser era un personaje que la gente veía con más reticencia, ¿cachai? No puedo identificarme con alguien que no es normal; hoy, la cosa es como ‘¿que sea normal como tú huevón?, no pasa nada’. Esa es la actitud que hay ahora, hay menos respeto hacia la autoridad, y eso me parece fascinante”.

Dejamos a Joker a un lado y conversamos sobre algunos de los últimos estrenos.

– Alberto, ¿viste The Irishman?

– Sí

– ¿Qué te pareció?

– Me llamó la atención la poca cantidad de mujeres que hay. Hoy, eso si bien es legítimo, llama la atención, mientras que en Mujercitas hay hombres. Y es porque Scorsese sabe muy poco de mujeres, algo que él dijo cuando dirigió la única película feminista que hizo que llama Alicia ya no vive aquí (1974). La actriz (Ellen Burstyn), le dijo: “Oye Martin, he visto que en las películas tuyas hay pocas mujeres”, y como tenía mucha fama, le pasó un guion y le pidió que él lo dirigiera. Ahí le preguntó: “¿tú qué sabes de mujeres?” y él respondió: “Nada, pero me gustaría aprender”. 40 años después como que no aprendió mucho, ¿no? Hay otras cosas fascinantes: que a los cines no les interesan las películas, tuvo que salir por Netflix. Antes el cine hacía esas películas todos los días. Lo otro fascinante es que se trata de la vejez, hacerte cargo de lo que haz hecho mal. Es una película que tiene mucha menos testosterona y mucha más melancolía. Es una película de salida y no de entrada. No tiene nada que ver con De Niro joven. Si bien no se sabe si es la última película de Scorsese, sí es una buena forma de empezar a despedirse, con una película de gánsteres mayores.

Alberto Fuguet. Foto: Fotos: Lorena Palavecino

– Ya, hablemos de otra, ¿Dolor y gloria?

– Sí, ¿la viste?

– Sí, ¿qué te pareció?

– Se me ha ido envejeciendo con los meses, pero sí me gustó. En general le tengo miedo a las películas sobre directores, o escritores que escriban sobre escritores, siento que hay un poquito de flojera en eso. Pero hay ene obras maestras que cumplen ese estilo, tanto en libros como en películas. Esta me pareció una película de puta madre.

– Y tiene a uno de los primeros actores fetiches de Almodóvar, es una especie de vuelta a sus inicios…

– Es que Banderas es un huevón que ha ganado mucha plata, pero que ha hecho tanta tontera en Hollywood, y en esta película tuvo que actuar y no estar simplemente ahí posando. Ahora, esta es una película masculina de Almodóvar que le quedó buena, porque generalmente las películas masculinas de Almodóvar no son muy buenas. Siempre ha apostado por lo contrario, hacer películas sobre mujeres, y ha sido un gran director de mujeres. 

– ¿Has pensado en hacer otra película?

– ¿Yo?

– Sí, ¿después de Cola de mono?

– Bueno, en rigor la última se llama Siempre sí, es una película porno gay que hice en México. La vamos a estrenar en Ondamedia de acá a un mes o dos meses (más). Ahora está en montaje un documental que hice en septiembre que con esa se cierra una trilogía de documentales, porque uno hace documentales para averiguar cosas, lo mismo que hacer libros. Me llamaron la atención unos fotógrafos españoles que hacen retratos artísticos a hombres desnudos, y me llamó la atención que la gente que posa lo hace gratis, la gente lo hace como un empoderamiento, algo para recordar en el futuro. Aquí ellos no se sienten objeto, sino gente que quiere ser objeto, por eso están dispuestos a posar. Espero se estrene este año.

– Ya…

– Y por ahora no quiero hacer películas…

– ¿No vas a hacer más?

– O sea, voy a terminar esta, pero me castigué a mí mismo, porque las películas son súper difíciles de hacer, yo nunca he tenido un fondo. Hace poco perdí dos fondos que postulé, me dijeron que no sabía escribir, que no sabía construir personajes. Yo no sé si lo hacen a propósito porque vieron mi nombre o efectivamente no sé escribir personajes, o a lo mejor no merezco hacer películas apoyado por el Estado. Pero yo todas mis películas las he hecho a pulso y sin apoyo. Y como que me empecé a cansar, estoy un poco viejo y que nadie vea las películas, que sea un año de trabajo, no escribes y estai haciendo sonido, haciendo esto, lo otro. El cine tiene algo de droga que te embala y lo entretenido que es colectivo, pero te quita mucha energía para escribir y yo siento que mis libros se leen más que lo que se ven mis películas. Hay algo fome en que tu película no converse con el resto, hay pocas películas que lo están logrando. Joker es una que sí.

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