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Entrevistas

11 de Febrero de 2020

Valentina Bulo, filósofa: “Mientras más autoritaria es una comunidad es más reprimida y tiene menos capacidad de placer”

La académica, especialista en el tema de los cuerpos, afectividades y su relación con el pensamiento político, acaba de publicar Sobre el placer, una impresionante investigación sobre la búsqueda del goce —en oposición al dolor y el terror— y también participa de Evadir, un libro que llegará en marzo dónde 57 filósofos y filósofas reflexionan sobre esto que está pasando en Chile desde el 18 de octubre. Acá hablamos sobre todos estos temas y como Chile está en “una revolución de una revolución”.

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Desde juguetes sexuales y ansiolíticos hasta apps para que otros compren por ti, hoteles arriba de árboles o platos químicamente perfectos: en este mundo todo pareciera tender al placer. De hecho, nunca antes en la historia se había llegado a establecer un mercado del goce, el éxtasis, el orgasmo como el que vivimos. Pero, cuidado, que una cosa es “consumir” el placer y otra, muy distinta, es buscar nuevos modos de “concebirlo”. Ese es el tema del libro Sobre el placer (Editorial Síntesis, 2020) de la Doctora en Filosofía de la USACH, Valentina Bulo.

El texto, editado originalmente en España, es definido por la propia autora como “una especie de degustación de conceptos, donde mientras más diversa es la muestra, las notas calan más profundo”. Y si consideramos que la experiencia del placer, para Bulo, siempre pide más placer, esta búsqueda puede ser inagotable. Entre los temas incluídos en este viaje fascinante por el placer, que trasciende por lejos lo sexual, está la definición de los sentimientos, el miedo y dolor (el placer sería la resistencia), la dimensión política del poder a través de la utopía de Charles Fourier o la represión en Wilhelm Reich o los cambios del concepto placer desde los tiempos antiguos, la edad media y el gozo en Dios o la mecánica de las pasiones en la modernidad. 

Bulo, ahora mismo está investigando algunos pensamientos que relacionan al universo con lo afectivo. “Por una parte algunos filósofos del renacimiento como Giordano Bruno, Ficino, Pico della Mirandola usaban la expresión Copula mundi y de un cierto eros como el vínculo de los vínculos para referirse a una constelación afectiva de todas las cosas materiales. Por otra parte ya en el s XIX Charles Fourier crea la teoría de los cuatro movimientos en los que se trabaja un sistema común del movimiento físico y el de las pasiones, que son también principio de movimiento”. 

Dice que los estudia porque cree que es posible entender el placer de un modo no reducido al humanista, que no sea antropomórfico. “Trabajo el tema de la filosofía del cuerpo hace bastantes años y si realmente pensamos que no hay escisión entre cuerpo y espíritu o alma, entonces a la vez que todo es material habría que pensar en una cierta animación de la materia, anima mundi, como decían”. 

Sobre tema del placer, culturas católicas como las nuestras no la enfrentan tan bien que digamos. O quizá sí, pero de manera oculta, siempre que el curita simbólico que vive en nuestras piezas mentales no se entere.

—Jajaja, es divertido porque uno dice placer y generalmente se piensa en la lujuria. O sea, en pecado del exceso del placer sexual. Por supuesto que es re importante el placer sexual y el libro lo trabaja, pero su asociación al pecado es específico de las culturas cristianas. Los griegos, pienso específicamente en Epicuro, el llamado padre del hedonismo, pensaba en un placer bastante austero, mucho más cercano a aprender a disfrutar con poco que al exceso que finalmente cansa.

¿Cómo decidiste investigar este tema?

—El libro Sobre el placer es parte de una colección sobre sentimientos y afectos de la Editorial Síntesis de España. Las razones son más bien casuales; llevaba varios años dictando cursos con ese tema y tenía material. Además literalmente pensé en dedicarme un par de años a otros sentimientos como la angustia o el aburrimiento y me dio lata. Fue en el camino que empecé a dimensionar el estrato fundamental del placer, su función política, su primacía corporal, mucho más evidente que en el deseo o el goce, por ejemplo. 

Hiciste un recorrido panorámico por las diversas conceptualizaciones del placer, que el placer es una apertura al mundo, que hasta la frase “es un gusto” denota eso, pero que también hay densidades, escalas y niveles.  

—Sí, hay un capítulo dedicado al placer en la historia de la filosofía, hay también un acercamiento al placer como experiencia, o sea tratar de preguntarnos qué es sentir placer. También hay un capítulo en donde intento buscar las relaciones del placer con otros sentimientos como el miedo, el aburrimiento o el dolor. Uno de mis esfuerzos mayores estuvo en escribirlo en un lenguaje lo menos técnico posible, y en trabajar autores bien diferentes desde santo Tomás a Sade, desde Wilhem Reich a Monique Wittig. De todas maneras en el libro hay omisiones de autores importantes y apenas me dio para trabajar el pensamiento de occidente. Falta hacerse cargo de culturas orientales, de pensamientos indígenas, pero eso son varios años más de trabajo, ojalá pueda hacer algo de eso.

¿Influye la “geopolítica” el sentido del placer?  Que hay sitios, etnias y condiciones culturales más dadas al goce?

Más que haber unas culturas más dadas al placer que otras, hay culturas que disfrutan de distintas maneras. El placer se dice de múltiples maneras y pienso que la sabiduría está en ampliar nuestros horizontes de placer. Una danza sufí, un baño en un hamman, nadar en aguas tropicales, resbalar por la nieve, tomar café, recostarse y mirar el techo, y así hasta el infinito. El placer en su sentido más amplio es estar en el estar.

El placer tiene un componente violento. El sexo, no es un encuentro de cuerpos que se acarician con rosas. Es también, si me permites el lenguaje, agarrones, sumisiones, dominaciones, siempre consentidos, claro. O quizá es un pacto tácito de que todo puede pasar sin tanta planificación.

—El tocar, o como dice el filósofo francés Jean-Luc Nancy, la ley del tacto es lo más singular que hay: hasta dónde tocar, cómo tocar o dejar de tocar está siempre en un espacio bien indecidible y a la vez estamos obligados a decidir. El tema del consentimiento, por ejemplo es urgente trabajarlo hoy en escuelas, universidades y pienso que no puede ser pensado sin considerar el placer. El problema es que si una adolescente no sabe si está disfrutando o no está disfrutando una relación sexual difícilmente podrá dar un consentimiento “real”. Nos han educado en el miedo hasta el cansancio y nos falta mucho aprender de placer, desde aprender a disfrutar hasta construir placeres compartidos.

¿Qué cosas te llamaron la atención o descubriste en esta aventura por el placer?

—Uno de los caracteres que más rescato del placer y que tiene que ver mucho con el estallido de Chile es su sentido político. Todo sentimiento es político, y el placer está tejido como cara opuesta de las estructuras autoritarias. Es decir que mientras más autoritaria es una comunidad es más reprimida y tiene menos capacidad de placer, es más atrofiada de placer. Eso lo vio Freud en El malestar de la cultura pero es Reich quien le saca el mayor provecho: la energía que se descarga en el placer es la misma energía del trabajo por lo que un pueblo reprimido y atrofiado para el placer es más dócil para el trabajo. 

¡Eso suena conocido!

—Es justo lo que pasa en Chile y fue llevado hasta la burla por el gobierno; “levántense más temprano si quieren pagar menos en el metro”. La otra cara política importante del placer tiene que ver con su dimensión utópica. Los colectivos feministas han trabajado algo de eso pero es necesario pensarlo mucho más; se trata de construir comunidades de placer, no es muy distinto de lo que llaman buen vivir algunos indigenistas pero el acento explícito del placer le da un cariz especial. Charles Fourier, uno de los precursores del anarquismo crea una utopía del placer: “El nuevo mundo amoroso” es la armonía pasional en la que pequeñas comunidades llamadas falansterios literalmente viven para el placer, especialmente el placer sexual que es el más intenso de los placeres y el de la comida que es el más amplio. La gran preocupación de Armonía es cómo disfrutar sin agotarse, como variar los placeres de modo que el deseo no disminuya.

AFECTIVIDADES INSURGENTES

Bulo, como decíamos al principio, se especializa en el tema de los cuerpos, los diversos conceptos que se manejan —desde la visión europea de Heidegger, Ponty o Jean-Luc Nancy hasta la africana de Achille Mbembe o latinoamericana de Fausto Reinaga y Silvia Rivera, entre otro— y sus conexiones con la política y la sociedad que vivimos. También formó parte del comité editorial de Evadir. La filosofía piensa la revuelta de octubre 2019 (Libros del Amanecer, 2020), 57 ensayos compilados por Cristóbal Balboltín y Ricardo Salas y que incluye entre otros a Rosario Olivares reflexionando sobre violencia, disidencias sexuales, feminismo y la irrupción de LasTesis (“Y la culpa no era mía”); un análisis a las columnas de Carlos Peña a cargo de Marcos Aguirre (“¿De verdad es solo cuestión de edad y sensibilidad?”); la relación de El Jocker y la revolución, por vía de la Asamblea Constituyente según Ricardo Espinoza Lolas o Aïcha Liviana Messina y el interesante artículo: “¿El que (no) baila pasa” es nazi”. 

“Es bastante inédito que nos juntemos los filósofos a hablar de contingencia”, dice la académica. “Y la decisión de hacer un trabajo colectivo tiene el sentido político de hacer comunidad y de pensar en común. No se trata de pensar lo mismo, son textos muy diversos, pero sí se trata de hacer el gesto de pensar juntos un momento histórico que nos atraviesa. Pienso que eso es lo que nos falta en la academia, pensar en comunidad”. 

—Me asombra mucho que esto todavía no tenga nombre: se habla de crisis, de revolución, de revuelta, principalmente de estallido. Pero como que ningún nombre le queda muy bien. No sólo porque es un proceso que no ha terminado sino por el carácter de este fenómeno. 

Bulo cita a la filósofa Aïcha Messina (en su libro “Feminismo y revolucion. Cronica de una inquietud” editado por Metales Pesado el año pasado) que se refiere a esto como una revolución de la revolución, “Porque son las formas de revolución las que se están revolucionando, por eso no encaja con los conceptos clásicos que se tienen para estos eventos. Un estallido tiene la gracia de ser una explosión que se disemina por todas partes. Es un momento muy preciso en que una estructura sale volando. Hay bastante de eso en este proceso pero justamente no se trata sólo de algo puntual, esto no terminó en octubre y seguramente durará años”. 

En tu ensayo publicado en Evadir hablas de “afectivades insurgentes”. ¿Podríamos hablar de ésto? 

—Es un intento por recorrer algunos de los estados de ánimo que han irrumpido en esta revuelta; principalmente para afirmar que no son sentimientos tontos sino que tienen una lógica y una función. Este estallido ha sido un terremoto afectivo y es muy fácil entrar en el juicio de descalificarlos como pulsiones irracionales en vez de entender que son ellos los que remueven y tejen los hilos de la historia. Hubo semanas, y seguramente las habrá de nuevo, en que nos acostábamos con el corazón agotado de tanto afecto contradictorio; alegría, miedo, rabia, dolor.

Me parece que todo lo que ha pasado estos meses ha sido muy revolucionario pero a la vez “restaurador” de ciertos tipos de relaciones que teníamos los chilenos, especialmente para las generaciones que vivieron Dictadura y Transición: el reconocerse como sujetos políticos, levantando pancartas, el disfrazarse, incluso el salir a “dar cara” a la policía; pero también el conversar, el mirarnos a los ojos, el protegernos, incluso el derecho a llorar, estar confundidos. Hay toda una reconfiguración de los cuerpos y los espacios. ¿Estás de acuerdo? 

—Es que hemos estado encerrados en una especie de caja de vidrio de la vida en comunidad. No sólo por una despolitización y desafección de nuestras vidas sino porque hemos reducido nuestras fricciones y roces con los otros al máximo. Y de pronto ese viernes 18 por la tarde la gente se vio obligada a caminar por la calle y se encontró con los otros y la rutina se quebró. Al quebrarse la rutina, al desviarnos de la rutina, como dices, aparece el encuentro. Se reconfiguran los cuerpos y sus espacios. Salió mucha rabia y al mismo tiempo, una especie de euforia. Cuando dije que esto seguramente durará años me refiero especialmente a estas reconfiguraciones. A la necesidad de reinventar nuestros espacios de trabajo, familiares, etcétera.  

Llama la atención como la policía chilena no sólo busca detener y reprimir, sino también penetrar, dañar. Siempre ir un paso más allá de la detención. Como si buscaran, simbólicamente, que quede “marcado” el Estado en el cuerpo. 

—El aparato represor del estado es el mismo de la época de la dictadura: no han habido reformas estructurales de carabineros ni de otras fuerzas. Por ello los hábitos de torturas y castigos se tienden a replicar y los manifestantes son el blanco, el objetivo es causar daño. Todavía no sabemos el número exacto de muertos y desaparecidos y tampoco ha salido a la luz suficientemente el estado y destino de los detenidos. El daño de carabineros y FF.AA. tiene una función concreta en este caso y es el desgarrar literalmente el cuerpo de un nosotros, el cuerpo del colectivo.

En estos meses se ha caricaturizado mucho quienes rechazan la violencia “venga de donde venga”. Quizá porque sabemos que es inevitable el enfrentamiento. Pero de alguna forma, saberlo es distinto a vivirlo, a ser víctima de ella. ¿Es posible un cambio no violento? ¿O tú tienes una idea de la violencia distinta?

—Aristóteles define violencia como aquella fuerza que va en contra de la naturaleza. O sea que hasta tirar una piedra hacia arriba es violencia porque va en contra de la gravedad. A mí me hace más sentido hablar de daño y distinguir en ello el daño a la propiedad al daño personal.

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