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Reportajes

8 de Marzo de 2020

Las Autoras Chilenas (Auch!) de cara al 8M: “Visibilizar la escritura de mujeres es darle potencia a lo silenciado”

Foto: Emilia Rothen

Hace un año para el 8M del 2019, las mujeres vinculadas a la cadena del libro – escritoras, ilustradoras y editoras – se vieron por primera vez las caras. Se conformaron como un colectivo feminista – Auch! Autoras Chilenas – para exigir paridad y la visibilidad de plumas femeninas, hasta ahora relegadas a un segundo plano, omitidas o miradas en menos. En esta entrevista, algunas de sus integrantes, las escritoras June García, Nona Fernández, Carmen Mantilla, Pía González y Alejandra Costamagna hablan de lo complejo que es ser una mujer que escribe, las metas que se han propuesto como colectivo, de feminismo, lo que esperan de este 8M y la nueva Constitución paritaria que tiene que venir.

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Todo comenzó hace un año a través de una cadena de mails. ¿Y si marchamos juntas para el 8M? ¿Y si por primera vez las autoras chilenas, mujeres vinculadas al mundo del libro, acudimos juntas a la manifestación? Yo me sumo, yo también, yo también, fueron diciendo.

Poco a poco, la cadena de correos fue creciendo. Eran cada vez más y más mujeres que escribían, editaban o ilustraban las que se unían a la iniciativa. Había de distintas edades, generaciones, experiencias y orígenes. Había de Santiago, de regiones y escritoras viviendo en el extranjero que se unían a la causa. “Cuestiona tu canon”, propuso una de ellas como consigna. 

Así, el 8 de marzo de 2019, en un hecho inédito, las autoras se reunieron en el GAM y muchas de ellas se vieron las caras por primera vez. Aunque eran colegas y se conocían por el nombre, antes no habían tenido la oportunidad de juntarse en vivo, todas, tantas. Así fue cómo más de cuarenta autoras nacionales, entre ellas la Premio Nacional de Literatura Diamela Eltit, Pía Barros, Catalina Infante, María Paz Rodríguez, June García, Claudia Apablaza, Alejandra Costamagna, salieron ese día a la Alameda repleta de mujeres a marchar. 

Autoras Chilenas – Auch!

“Éramos muy novatas, así es que nos preguntábamos: ‘¿qué gritamos?’, ‘¿qué hacemos?’ Alguien trajo un megáfono así es que dijimos: ‘gritemos nombres de escritoras que nos gustaría visibilizar’. Y así empezamos: “¡María Luisa Bombal! ¡Presente! ¡Marta Brunet! ¡Presente!”. Eran tantas. Ahí nos dimos cuenta de que han existido muchas escritoras, pero han sido tan olvidadas que incluso a nosotras, que nos dedicábamos a esto, nos costaba recordar sus nombres”, dice June García (Lulú Quiere ser Presidenta, Tan Bonita y Tan Solita, Lulú dice Basta entre otros)

Después de la marcha, se volvieron a reunir, esta vez en la librería Catalonia, en Santa Isabel. Llegaron alrededor de cincuenta escritoras, incluso algunas de “las grandes”, como ellas mismas las llaman: Carmen Berenguer y Pía Barros. Cada una se presentó y habló de su experiencia como mujer en el mundo del libro. Todas se escucharon atentamente. Y se dieron cuenta de una cosa: que no estaban solas. Que lo que cada una había vivido por separado y muchas veces en silencio, era algo que compartían. “Esa fue una reunión catártica”, recuerda June.

June García. Foto: Emilia Rothen

 “Nos sentíamos bastante solas. Saber que había más gente con los mismos problemas, fue increíble. Éramos muchas en las mismas disyuntivas: la necesidad de paridad, la injusticia del patriarcado, no poder avanzar no por la calidad del trabajo, sino por ser mujer, saber que muchas habían firmado con seudónimos masculinos. Salimos felices de ahí”, cuenta Pía González (Libreta de Familia y El Testamento de Dolores, entre otros)”. 

“Había muchas escritoras que no conocía. Soy todo lo transversal que puedo, pero había y hay demasiado por conocer. Había harta efervescencia, muchas ganas de trabajar juntas, a pesar de que la escritura es un oficio muy solitario, y esa soledad nos acomoda”, recuerda Nona Fernández (Chilean Electric, Mapocho, Voyager, entre otros). “Eran tantos los temas que salieron que nos dimos cuenta de que había mucho por hacer. ¿Podremos?, nos preguntábamos”, cuenta Alejandra Costamagna, (El sistema del Tacto, Dile que no Estoy, Animales Domésticos, entre otros). 

La tarea era inmensa. Pero desde ese día las escritoras se pusieron a trabajar. Lo primero: decidieron que eran un colectivo feminista. Se bautizaron como AUCH!, Autoras Chilenas, y se propusieron dos grandes objetivos: reparar la desigualdad histórica de las mujeres en la escritura y visibilizar y celebrar la escritura hecha por mujeres. “Queremos democratizar la pluma. Estamos en total desventaja en cuanto a la visibilidad y las oportunidades que tenemos en el mundo literario”, dice Pía González. 

Pía González. Foto: Emilia Rothen

Las estadísticas al respecto son demoledoras. Solo algunas cifras: El Premio Nacional de Literatura que se ha entregado 54 veces, solo 5 han sido mujeres. En el directorio de la Sociedad de escritores de Chile, conformado por 11 miembros, solo 4 son mujeres. En la Cámara Chilena del Libro hay 12 miembros, solo una de ellas es mujer y es la tesorera. En la Cooperativa de la Furia del Libro: 10 representantes, una sola de ellas es del género femenino.

Crearon varias comisiones, la internacional para las autoras nacionales que viven lejos, la de educación, para que la literatura hecha por mujeres y feminista esté presente en el currículum de la enseñanza media y básica de los colegios, algo que hoy prácticamente no sucede, y también, la de bibliotecas, para leerse entre ellas y conocer sus creaciones. También, a pesar de que en total son más de 60 autoras, decidieron una estructura horizontal, sin liderazgos ni jerarquías. “Apostamos por una nueva forma de relaciones del poder no jerárquico, sino transversal. Hay mucha diversidad en el grupo y no es fácil, pero es posible”, dice Pía.

 “Estamos muy acostumbrados a la estructura donde hay una directiva. Siempre se demanda eso de un movimiento. Cuando no existe, se considera que no está bien organizado. Queremos reivindicar otras maneras de desarrollar acción política”, agrega la educadora poética y gestora cultural Carmen Mantilla, (Alicia en el País de la Urgencia) además, investigadora del tema de la brecha de género en la literatura y las artes. 

Carmen Mantilla. Foto: Emilia Rothen

Las mujeres que no eran leídas por los hombres

Después de esa primera reunión, todas volvieron a la casa con un sentimiento nuevo, una completitud. Lo que les pasaba por el hecho de ser mujeres que escribían, era un fenómeno colectivo, de género. 

¿Cuáles fueron los obstáculos que vivieron por ser mujeres?

Nona Fernández: “Viví el ninguneo, la caricaturización, el encasillamiento, la idea de que por ser mujer estaba condenada a escribir sobre algunas cosas y no sobre otras, como si los temas tuviesen género. Fui confundida con mis compañeras de generación infinitas veces, como si las mujeres que escribíamos hubiésemos sido una especie de paquete. Mi trabajo fue criticado en medios y en algunas críticas se aludía a mi estado civil, a mi pareja, a la forma en la que resolvía el pago de la educación de mi hijo. Y así podría seguir con la enumeración”. 

June García: Yo sentía que me pasaban muchas cosas porque era joven. Pero ahí me di cuenta de que no era tanto por eso, sino por ser mujer: hay escritores jóvenes a quienes no les pasa. Por ejemplo, llegar a una feria del libro en alguna región y que no haya nadie esperándote y no sepas cómo llegar a la feria. Siempre pienso: “¿A Hernán Rivera Letelier le harían esto? ¿Lo dejarían botado en un terminal?”. Me pasó varias veces de llegar y los organizadores me preguntaban: “¿Y tú eres la escritora?” Eso porque soy chica y tengo el pelo de colores. 

Alejandra Costamagna. Foto: Emilia Rothen

Pía González: Por ejemplo, cuando hay una tribuna, una charla, los hombres siempre acaparan la conversación. Ahora te da risa porque ves que la mujer está al frente tiene que empezar a meter cuñas y a intentar sacar la voz frente a eso. 

Carmen Mantilla: Las mujeres, por ejemplo, no consideran un derecho acceder a recursos estatales para escribir. No se complican al acceder a un subsidio habitacional, pero en el ámbito de la cultura, hay un ruido, una resistencia, la idea de que acceder a recursos disminuye tu obra, cuando es parte de lo que el Estado tiene que hacer. Las mujeres están en un desmedro más alto, prácticamente fuera del acceso a los recursos en casi todo el país. No están ni siquiera postulando. Sus postulaciones son mucho menos que las de los hombres. 

Pía González: Muchas veces fui a presentar mi trabajo en colegios y elegí liceos de mujeres. Ahí te das cuenta de que no hay literatura de mujeres en los currículum. Con suerte leen a la Isabel Allende y eso está bien, pero pueden acceder a ella de muchas maneras. El resto de las escritoras no existimos. Esa cadena en el tiempo está interrumpida. No solo tenemos que apelar a la memoria, sino ser una cadena de memoria para que la gente joven vea que hubo gente que luchó por ellos. Hay que romper esa estructura en la educación. Yo escribí una novela de ficción histórica y la crítica en El Mercurio fue buena, pero dijeron: “este es el punto de vista de una mujer sobre un hecho histórico”. Es como la hermana chica, la hermana menor, en vez de decir que había un punto de vista distinto. El comentario era: se nota que es mujer. Las editoriales en general dicen que si publican mujeres tienen menos posibilidades de vender que si publican hombres.

Foto: Emilia Rothen

¿Se leen más hombres que mujeres? ¿Es así?

Alejandra: eso no es cierto.

June: Nosotras tenemos un desafío que es leer mujeres este año. Muchas se lo han tomado muy en serio. El año pasado en diciembre le pregunté a un cabro que es muy lector, qué había leído en los más de 30 libros que había leído. Todos eran libros de hombres y él ni siquiera se había dado cuenta de que no había leído a ninguna mujer. Los hombres leen poco a las mujeres por esta idea de que las mujeres escriben de temas de mujeres, que no tienen nada que ver con los de los hombres. En las librerías no hay secciones de literatura de hombres. Vas a la literatura femenina y el resto, es literatura universal.

Pía: He escuchado a hombres que leen diciendo: “Yo no leo mujeres porque vienen de espacios que no me interesan”. 

Alejandra: a mí me tocó empezar a publicar en el regreso a la democracia o la cueca democrática, como decía Lemebel. Se abrieron editoriales y puertas que habían estado vedadas por mucho tiempo. Así hubo, de refilón, un ingreso de mujeres. Pero sí he vivido lo otro en asuntos sociales, como: ¡Ay tú escribes! ¿Y de qué escribes? Pero de una manera despectiva, desde un lugar: “Qué entretenido, pero no te estoy agrediendo. Dejémosla que hable, pero poquito”. Son simulaciones de cordialidades que esconden discriminaciones no formales, no oficiales.

Carmen: Yo hago varias cosas, pero también escribo literatura erótica. Fue complejo al principio. Implicó que era una apertura al abordaje de una serie de sujetos que jamás he buscado que se sentían invitados a ingresar a mi vida. Terminaba una lectura y que un tipo me venía a dejar un trago, su teléfono. Para ellos escribir literatura erótica implicaba la disposición sexual inmediata. Y en paralelo a muchas personas les complicaba que trabajara con niños. Tuve que romper muchas barreras. 

Foto: Emilia Rothen

¿Cómo se logra reparar la discriminación y esa desigualdad entonces?

Alejandra: Pensar en literatura de mujeres o femenina me da un poco de urticaria porque es algo artificial que no debiera ocurrir. Pero hasta que no se empareje la cancha, como en el tema de las cuotas en mesas redondas, charlas, presentaciones, van a ser necesarias estas conversaciones.  En las ferias del libro siempre se confina a las mujeres a hablar de temas de mujeres. Pero los grandes temas sociales son de puros hombres. Hay que tener cuidado con no ir generando guetos que nos vayan apartando solo en “nuestros” temas, porque nuestra demanda incluye participar de igual a igual en todas las discusiones y temas. Con el estallido feminista también hay un oportunismo feroz: esto puede propiciar un tipo estereotipado de la escritura femenina como la escritura sensiblera. El mercado inmediatamente fagocita y se apropia de esto. Hay que tener cuidado con las etiquetas y cómo disputar espacios en los temas que nos atraviesan a todos. Cómo apropiarse desde el lenguaje, no desde el contenido y pensar desde ahí una literatura rupturista. 

June: Yo milito en un partido político y siempre es como: ya, las diputadas van a estar en la comisión de familia, de mujer. ¿Y las diputadas no pueden estar en la comisión de hacienda o seguridad? Es un miedo transversal de los hombres: las mujeres a lo de las mujeres y nosotros no nos metemos ahí, no queremos saber de eso, no queremos mirar. Es una necesidad que nuestros compañeros hombres dejen de creer que no tienen ningún rol acá. 

¿Cuál es el rol de los hombres entonces en esto?

Pía: El primer impulso fue de reunirnos las mujeres pasa salir debajo del agua. Hay hombres interesados en ver, aprender. Pero también hay un poquito de frivolidad de saber qué está pasando y querer estar. Se ponen nerviosos porque es un tema de poder. Ellos están situados en ciertas esferas del poder, igual que en la literatura, y se ponen nerviosos con la organización femenina.

June: En nuestro grupo de Facebook llegan al día por lo menos tres solicitudes de hombres y la página se llama Autoras Chilenas. ¡Unas ganas de meterse al grupo! Eso es muy representativo de lo que pasa: quieren estar ahí, ver lo que pasa, controlarnos un poco. También he sentido esto: qué lindo Auch, qué bonitas se ven con sus poleras, algo muy paternalista. Somos como cheerleaders, esa sensación me da. No en mala, pero es su machismo interno. El patriarcado nos cala a todos.

Carmen: la deconstrucción masculina es más lenta porque sus espacios de deconstrucción colectiva con otros hombres son muy pocos. Hay pocos lugares donde puedan desvestirse sin el temor de ser fuente de burla. Ahí los hombres corren con desventaja respecto de ese lugar. 

El manual de las buenas escritoras

Foto: Emilia Rothen

¿Cuánto más difícil es publicar para una mujer que para un hombre?

Pía: En eso puede estar cambiando un poco la cosa. En dos años ha habido mucho avance. Ahora hay hombres que se ponen seudónimos femeninos para que les den más bola. Estamos en un tránsito.

June: cuando yo publiqué mis libros el 2017 el boom feminista ya estaba así es que fue una buena oportunidad para la editorial publicarlo.  Trabajamos con editoras muy bacanes, aperradas y sin ningún tipo de censura. Después del libro me dediqué a la literatura infantil, pero eso supuso para algunas personas que no podía hablar de nada más. Cuando mataron a Camilo Catrillanca fui a CNN con una polera que decía Renuncia Chadwick. No me dejaron entrar al programa. “Es que es un programa de cultura, ustedes escriben libros infantiles, qué tiene que ver”, nos dijeron. Nuestro libro hablaba de derechos humanos, tenía toda la relación del mundo. Me tuve que cambiar la polera. En la editorial estaban furiosos por la censura. 

Hablemos de las exigencias extra que siempre se les hacen a las mujeres. ¿Pasa en la literatura también? ¿En qué?

June: siempre hay más exigencias. Los escritores no tienen que ser un producto con su libro. Tienen que ser escritores y punto. Nosotras tenemos que ser lindas, dar buenas entrevistas, ser simpáticas. Si eres pesada, uf. Si un hombre es pesado, es escritor, importante. El doble estándar es durísimo.

Carmen: También se espera que la literatura escrita por mujeres sea una tribuna de este movimiento, que estén las demandas del feminismo. Pero nadie le pide a un hombre que hable del hombre nuevo, de las nuevas formas de ser padre, de su deconstrucción. No se les ocurriría. 

Alejandra: Lo que pasaba con Marta Brunet: se la criticaba bien porque escribía “como hombre”, ese era el piropo. María Luisa Bombal es más sentimental. Todas esas categorías hay que desarmarlas, volver a leer todo de nuevo con nuevos ojos.

Autoras Chilenas – Auch!

Qué esperan en términos de equidad de género de una Nueva Constitución, ¿qué debiera contemplar en esos términos?

Alejandra: es inevitable pensar en esa Constitución feminista que quisiéramos tener. Hay temas de fondo que no podemos solucionar con parches. Me interesa que se hable de ciertos puntos, más allá de quiénes los lleven a la mesa: que se hable de una Constitución plurinacional, con los pueblos indígenas, que haya integración de distintas identidades. Que sea más democrática, que garantice los derechos reproductivos y sexuales, la autodeterminación de nuestros cuerpos, una educación no sexista. Somos escritoras y mujeres. Estos temas nos tocan día a día, no podemos no estar ahí.

Nona Fernández: las mujeres somos más del cincuenta por ciento de la población y tenemos derecho a tener presencia paritaria en todas las áreas de desarrollo de la sociedad. La paridad es la corrección básica que necesitamos para profundizar en nuestra democracia y en una perspectiva feminista de desarrollo. El feminismo no es una agenda específica de las mujeres, sino una mirada transversal desde donde realizamos nuestras vidas políticamente buscando la igualdad de derechos. Si no tenemos esa corrección mínima, de base, entonces nos amarran las manos, nos siguen dejando fuera del juego. La redacción de la nueva Constitución chilena debe ser pensada y redactada paritariamente. Si no es así, se está traicionando a más del cincuenta por ciento del país. 

Ahora, ¿cómo se preparan para este 8M?

Alejandra: Las Tesis pusieron un tema fundamental: la apropiación desde la calle, el lugar donde corremos peligro, donde suceden las violaciones. Hay que resignificar esa calle y volverla colectiva, volverla de nosotras. Ellas plantearon un modelo distinto frente al neoliberalismo y al individualismo con este tema colectivo. Después regalaron este texto para que se distribuyera por el mundo. Eso no puede ser menos neoliberal. 

Carmen: Eso tiene que ver con las discusiones que tenemos sobre el 8M separatista. Ha habido un gran esfuerzo para que nuestros compañeros comprendan por qué este espacio particular no es de ellos. Cuando dicen, por ejemplo: “Ustedes se apropiaron del 8M, ¡por qué nos dejan fuera!”.

Pía: no es un tema de venganza o revancha, no es el modo patriarcal. Nosotras tenemos que situarnos en nuestro territorio, hacernos a nosotras mismas, que estamos ahí. Mira lo que pasó con el libro de Nabila Riffo. Ahí tienes un ejemplo de apropiación impresionante que en otro país hubiera sido motivo de demanda. La tendencia del patriarcado es repetir la apropiación. 

Alejandra: La crueldad de cegarla y enmudecerla, de no poder sacar la voz. 

Autoras Chilenas – Auch!

¿Qué se pierde la gente que no lee autoras, que no lee mujeres?

Pía: Se pierden una manera de ver la vida, un punto de vista sobre cómo se estructura una sociedad o comunidad, una transversalidad diferente, algo que no han conocido nunca. 

Alejandra: Se pierde una mirada, la del 50% de la humanidad. Los clásicos grecorromanos nos hacen pensar el mundo con la lógica de la testosterona, que es legítima, pero tanto como la otra. Los tópicos terminan siendo los masculinos y se nos pasan como si fueran el origen de la literatura universal. En el libro Mujeres y Poder, Mary Beard reproduce un fragmento de la Odisea. Se mete Penélope a una discusión y Telémaco le dice: “Madre, vuélvete a tus aposentos, al telar y a la rueca que es lo que te corresponde, porque acá estamos discutiendo lo público y eso me corresponde a mí y a nosotros”. 

Pía: Mira a Svetlana Aleksiévich que ha rescatado la historia de la masacre de su país de una manera brutal. ¿Qué hubiera sido del mundo si ella no hubiera recogido ese testimonio y no lo entregaba a la humanidad? La guerra es patriarcal. Los hombres sienten la sororidad que nosotras sentimos en la paz, en la trinchera. Esa es la parte donde ellos se juntan, en un sentimiento de aniquilación. El movimiento feminista no ha hecho guerra, no ha matado a nadie. 

¿Qué es lo poderoso de ser una mujer que escribe?

Carmen: Todo. La creación siempre me sorprende, es un misterio que se me devela a mí misma. Puedes estar en un espacio de subalterna, pero describir y mostrar ese lugar, implica un cambio de ese sentido de periferia.

Alejandra: la voz de las mujeres siempre ha sido la voz secundaria. Visibilizar la escritura de mujeres es justamente pensar en darle potencia al murmullo, a lo silenciado, al tono menor, a esa voz baja. Es darle un estatuto de legibilidad. 

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