¿Dónde te lleva tu memoria cuando quieres despegar de la realidad? Este cuento escrito por Gloria Ardaya nos transporta a la memoria emocional de su personaje. Uno de los ganadores en categoría Mención Honrosa del ciclo de Cuentos en Cuarentena, edición ciudadano de The Clinic.
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Siento la brisa acariciar mi rostro, inclino la cabeza hacia atrás inhalo profundo y exhalo completamente, mis pies se hunden en la arena blanca con cada paso. Siento un leve masaje, los rayos del sol calientan mi rostro y cuerpo. Escucho a lo lejos el graznido de una gaviota y el gorjeo de distintas aves marinas. Comienzo a caminar por la orilla del mar. Me detengo, observo la inmensidad, vuelvo a inhalar profundamente. Al exhalar salpican unas gotas saladas sobre mi rostro, labios y brazos. Sigo caminando. El aire fresco de Praia do Forte limpia mi estrés y ansiedad. Estoy sola en la playa, aquí nadie me observa. Soy solo yo, sin etiquetas y sin nada que demostrar.
La marea ha bajado, tomo mi esnórquel, me sumerjo en las profundidades de Praia do Forte al sumergirme me siento libre. Hay un silencio que lo engloba todo, digo mentalmente habitando la emoción de la gratitud “Estar aquí y ahora es tanto”, descubro distintas especies de peces tropicales entre ellos Dory de la película buscando a nemo, comienzo a subir para salir del mar. Al llegar a la superficie cae una lluvia tropical, inclino la cabeza hacía atrás, siento las gotas de lluvia en mi rostro. Es una sensación placentera. Como dice Hazrat Inayat Khan, “Cuando abro mis ojos al mundo exterior, me siento como una gota de agua en el océano; pero cuando cierro mis ojos y miro interiormente, veo el universo completo como una burbuja levantándose en el océano de mi corazón”. Camino hacía las duchas que se encuentran en la orilla, la lluvia se ha ido, camino hacia el mercado turístico de Praia do Forte, me encuentro con diversidad de colores, en una esquina un grupo de músicos tocando y bailando batucada. Continúo mi camino y me detengo a escuchar a un habitante del lugar que está tocando la guitarra y cantando en versión acústica la canción Aquarela de Toquinho. Mi memoria emocional me lleva a la infancia. Me veo contenida y sostenida por mis padres, siento una caricia en el rostro, un beso en mi frente de Mamá ya fallecida, un abrazo con ternura de Papá.
Sonrío, suspiro. Continúo caminando, ingreso a una tienda que en la entrada tiene pintado un rostro de una mujer con rasgos brasileros: Tiene la piel morena, las mejillas rojas y trenzas de colores, su boca es la puerta de ingreso. Dentro de la tienda decido comprar artesanías y una polera blanca con tambores coloridos. Al salir de la tienda se acerca un muchacho; me ofrece dar un paseo en un triciclo brasilero colorido. Acepto aventurarme a recorrer parte de Praia do Forte. Me recomienda conocer un bar. El bar es un hermoso lugar ubicado a orillas de la playa, dispone de hamacas, parasoles, zona de espectáculos. Tomo una caipirinha de maracuyá exquisita, mientras escucho las aves cantar, el sol inundando todo mi ser, el sonido de las olas que me relajan y llenan mi alma de paz.
Cierro los ojos para respirar ese aire puro que el mar me ofrece. De momento escucho una voz a lo lejos con acento español:
- 5,21km en 60 minutos.
Abro los ojos abruptamente y me doy cuenta que estuve habitando mi memoria emocional, mientras corría en la terraza del edificio durante este tiempo de cuarentena por el coronavirus.