Columna de Beatriz Sánchez: La Constitución del día a día

Recuerdo cuando aún como reportera, la Constitución no era el eje central de la discusión política.  Es más, no era parte del debate.  Incluso un candidato presidencial de entonces, que hoy es nuevamente candidato presidencial (Joaquín Lavín), repetía como un mantra que la política tenía que preocuparse de los problemas “reales” de la gente; entonces la Constitución era algo ajeno, algo que solo le importaba a “los políticos”.

¿Cuáles eran los problemas reales de la gente en ese entonces (finales de la década del 90)? ¿Los de ahora son muy distintos?

Pongamos un ejemplo concreto.  Este fin de semana.  El último de enero del 2021.

Una lluvia torrencial de verano dejó aluviones, damnificados, miles de personas sin luz y el riesgo de que toda la Región Metropolitana quedara sin suministro de agua potable.  Digo riesgo, porque nadie pareció nunca saber cuán cerca estuvo esa posibilidad.  Es más.  Es todo tan ridículo, que no era el gobierno o un ministro el que informaba, sino el gerente general de una empresa privada el que decía si 7 millones de personas en Chile tendríamos agua o no.

Este fenómeno climático nos mostró además la erosión y el daño al suelo; y con eso, las cientos de miles de personas en Chile que viven en zonas de riesgo.  La mayoría, en campamentos precarios, no por elección sino por necesidad.

¿Cuánto de todo lo que pasó este último fin de semana de enero tiene que ver con la Constitución? O mejor es preguntarnos: ¿Cuánto de lo que pasó no tiene que ver con la Constitución?

La Constitución de un país fija las reglas del juego.  Regula las relaciones de poder.  Podría permitir al Estado regular y planificar el territorio.  Recuperar el agua como un derecho humano.  Poner límite al negocio privado, para que prime el bienestar colectivo.  Puede definir el derecho constitucional a la vivienda, limitando el superpoder que hoy tienen las inmobiliarias.

La Constitución modela la vida que llevamos.  La Constitución es el día a día.