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9 de Febrero de 2021

Columna de Cristián Arcos: El Morro García no pudo más

EFE

"¿Cuáles eran los demonios internos que perseguía al Morro? El dramático fin de esta historia instala en la palestra un tema tabú: la salud mental en los deportistas de alto rendimiento. Porque lejos de las luces, de la bonanza económica, se esconde una permanente presión que no todos y todas son capaces de soportar de igual forma".

Cristián Arcos
Cristián Arcos
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Nadie sabe con certeza en qué pensaba Santiago García cuando hizo lo que hizo. Desde afuera parecía tenerlo todo: jugaba al fútbol, ganaba dinero, era admirado por los aficionados, sus compañeros aseguraban que este delantero uruguayo era uno de los más estimados dentro del vestuario. Pero Santiago García, de 30 años, delantero de Godoy Cruz de Mendoza, no aguantó más y decidió terminar sus días el sábado 6 de febrero del 2021.

Santiago García estaba solo. 

Tras su prematura muerte se comenzaron a conocer detalles de los últimos meses de vida del máximo goleador en la historia del club de Mendoza. El Morro lo estaba pasando mal. Su rendimiento deportivo se había desplomado. La pandemia del coronavirus lo tenía recluido en Argentina sin la posibilidad de trasladarse a Montevideo, donde vivía su hija pequeña, a quien no veía hace casi un año. 

Santiago García estaba solo.

El Morro se enfrascó en una polémica con el presidente del club, José Mansur, quien señaló que los días de García en el club habían terminado. No importaba que el atacante hubiese convertido más de 50 goles en Primera División, ni que hubiera rechazado ofertas de los grandes del fútbol trasandino porque se había enamorado de Godoy Cruz y de la ciudad. Mansur declaró ante los medios de comunicación que “necesitamos líderes positivos, no más líderes negativos”, refiriéndose al atacante. El problema no fue que Godoy Cruz no contara más con los servicios del atacante, sino que el dirigente rechazó toda opción de que el jugador siguiera su carrera en otro lado. Una oferta de Nacional sobre la mesa fue desestimada una y otra vez por Mansur. La familia de García asegura que el futbolista estaba entusiasmado con volver al Bolso, pero que las continuas condiciones de su club impedían el traspaso.

En este recuento de datos, en este compendio de hechos que desencadenaron en el suicidio del delantero, falta un detalle que hoy suena escalofriante: Santiago García estaba en tratamiento siquiátrico y sicológico debido a una fuerte depresión que arrastraba hace mucho tiempo. 

¿Cuáles eran los demonios internos que perseguía al Morro? El dramático fin de esta historia instala en la palestra un tema tabú: la salud mental en los deportistas de alto rendimiento. Porque lejos de las luces, de la bonanza económica, se esconde una permanente presión que no todos y todas son capaces de soportar de igual forma. Cuando el deporte se ha convertido en una industria, cuando los jugadores son transferidos como si fueran monedas de cambio, objetos, en una versión moderna de la esclavitud, pero muy bien asalariada, la inquietud sobre la salud mental calza como una pregunta que no tiene respuesta. ¿Los clubes se preocupan de la salud mental de sus jugadores? ¿En la formación de los futuros futbolistas se trabaja el aspecto sicológico? ¿Se evalúan las diferentes etapas que vive un deportista? ¿Se trabaja la frustración, la soledad, el éxito, el fracaso, como elementos habituales en una carrera que no dura más de veinte años? ¿Se trabaja el aspecto sicológico cuando el futbolista abandone la actividad? 

Las palabras del propio García hoy suenan como una alarma que nadie quiso escuchar. El delantero señaló hace un par de meses que “los futbolistas no somos robot, no estamos hechos de acero, nos pasan cosas cuando la gente nos insulta. Eso hace que a veces nuestro rendimiento no sea el óptimo. Varias cosas personales fueron influyendo, no fue fácil para mí. No son excusas, quiero volver a ser el goleador de antes, sentirme bien”. 

La rechifla del respetable, el insulto procaz que muchos admiten como si fuera “válido” y “parte del fútbol”, dio paso a las redes sociales, donde tras un seudónimo se escriben las más nefastas apreciaciones sobre el desempeño, vida privada, o apariencia, de los jugadores. Y no sólo de los futbolistas. La carnicería virtual afecta a todos y parece no tener remedio.

El caso de Santiago García no es aislado. Raimundo Tupper, Robert Enke, Andreas Biermann, Gary Speed, Ramiro Castillo, Sergio Schulmeister, Mirko Saric, Fabián Madorrán, Eduardo Bonvallet, Julio César Toresani. Jugadores activos, retirados, entrenadores, árbitros, que decidieron terminar su vida antes de tiempo, por un calvario que nadie pudo ni supo combatir. Luis Ocaña, Lalo García, Rick Rypien, Stephen Wooldridge, todos deportistas de altos rendimientos en diferentes disciplinas, todos fallecidos por voluntad propia, incapaces de luchar contra la depresión que se camufla, se esconde, pero nunca abandona.

Santiago García estaba solo. Y lo dejaron solo.

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