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18 de Febrero de 2021

Teolinda Higueras, la gestora cultural que recorre islas chilotas en lancha para acercar la lectura a sus habitantes

Desde hace 25 años, navega hacia los rincones más alejados del archipiélago de Chiloé para llevar lecturas y actividades culturales a sus pobladores. Comenzó viajando en una embarcación municipal, luego lo hizo en naves del Servicio de Salud y la Armada y hoy cuenta con una propia. Por la pandemia, sus recorridos están en pausa, pero sigue sacando adelante su proyecto por redes sociales.

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Teolinda Higueras tiene 63 años y es una gestora cultural oriunda de Quemchi. En 1995, cuando era jefa de la biblioteca pública de la comuna –una construcción de palafito–, se le ocurrió la idea de que los libros cruzaran el mar para llegar a lectores de las islas más remotas del archipiélago de Chiloé. Tras largos viajes, novelas, periódicos, revistas y textos de manualidades, entre otros, pudieron llegar a las manos de sus habitantes.

“Bibliolancha Itinerante”, fue el nombre con el que bautizó el proyecto. Realizó sus primeros viajes sola y a bordo de una lancha municipal. Más tarde, esta fue vendida pero ella continuó su trabajo haciéndose un espacio en embarcaciones del Servicio de Salud y la Armada, usadas para hacer rondas en los lugares que visitaba.

Pero ella soñaba con tener su propia nave. Quería una que le permitiera no sólo trasladar los libros de un lugar a otro para su préstamo, sino que también llevar artistas, escritores y shows culturales que la gente pudiera disfrutar. Meta que logró hace cuatro años gracias a una donación realizada por la ONG Desafío Levantemos Chile. Ahora tiene una lancha en la que navega junto con su hijo Francisco, que sigue sus pasos.

Teolinda Higueras en su Bibliolancha junto a su hijo Francisco, a la derecha. Foto: Archivo personal

Hasta antes de la pandemia, Higueras destinaba diez días al mes para recorrer las distintas islas ubicadas en el golfo de Ancud y lo hacía en todas las estaciones del año. En repetidas ocasiones, se topó con temporales y fuertes vientos, pero nada de eso la detuvo. “Me tocó pasar terribles temporales. Una vez casi naufragamos. Pero acá es así y con viento y lluvia, se debe trabajar igual. Nunca paramos, porque la mayoría del año está lloviendo”, cuenta.

Por la pandemia, el trabajo presencial de la Bibliolancha quedó en pausa. Pero Higueras y su hijo siguen organizando actividades como talleres de manualidades y cuentacuentos por redes sociales (Facebook y Youtube) y también por radio, para así poder llegar también a quienes no tienen acceso a internet.

¿Cómo comenzó el proyecto?

-Primero me pasó que, siendo quemchina, no conocía la ruralidad, sobre todo de la parte insular de Chiloé, así que recorrí la zona costera y navegué hacia las islas del mar interior para hacer mi diagnóstico. Ahí me di cuenta de que los niños isleños solamente comparten con su profesor y sus compañeros de escuela, que son pocos. En general estaban muy solos. Por eso, me decidí a trabajar con ese sector y visité las diferentes escuelitas llevando algunos libros para fomentarles la lectura recreativa e informativa.

¿Qué vino después?

-Cuando vi que las escuelas de los niños eran tan precarias, aparte de llevar libros, comencé a llevar también documentales para fomentar su educación. Cuando se podía, también les pasaba una película de dibujos animados. Eso lo hice por mucho tiempo. Me iba en la lancha municipal y me quedaba por una semana recorriendo cada sector. Después, cuando vi que las comunidades tampoco recibían actividades culturales, fui generando redes con artistas y gestores culturales que podían colaborar llevando monitores para la lectura, teatro, cuentacuentos, escritores y todo lo que se pudiera conseguir sin costo.

“Los niños isleños solamente comparten con su profesor y sus compañeros de escuela, que son pocos. En general estaban muy solos. Por eso, me decidí a trabajar con ese sector y visité las diferentes escuelitas llevando algunos libros para fomentarles la lectura recreativa e informativa”.

¿Todas esas actividades son al interior de la lancha?

-No todas. Hay programas que se hacen al interior de la lancha y otros que se realizan fuera. En las islas, podemos hacer actividades en la escuela o los niños se suben a la lancha a ver algún espectáculo que le tenemos preparado. También recorremos los poblados cargando una mochila con libros para prestar. La gente vive a muchos kilómetros de otras familias; cada una tiene su campito y hay que caminar muchas horas para poder llevarles lecturas. No es como en la ciudad, donde están todos juntos.

¿El proyecto está dirigido sólo a niños?

-En un comienzo sí, pero ahora es para toda la comunidad. Los isleños están a muchas millas de distancia de lo que ocurre en la ciudad y algunos necesitan acompañamiento. Ahora también hacemos lectura domiciliaria. Nos bajamos de la lancha y caminamos muchas horas para encontrar a gente mayor que no tiene compañía y leerles. Son abuelos solos, que no tienen compañía porque sus familiares más jóvenes emigraron a la ciudad para buscar trabajo en las empresas salmoneras. Nosotros tratamos de acompañarlos con la lectura y escuchar sus historias. 

Foto: Archivo personal

¿Cómo han podido seguir con el proyecto a distancia?

-En marzo del año pasado tuvimos que suspender las actividades presenciales por la pandemia y mandamos la lancha a reparación. Ahora hemos hecho actividades por redes sociales y también un programa radial, porque la radio acá se escucha mucho. Allá no todos tienen acceso a internet y hay adultos mayores que son analfabetos. No toda la población maneja lo digital, pero hemos sido ingeniosos para poder seguir conectados con las localidades.

“Los isleños están a muchas millas de distancia de lo que ocurre en la ciudad y algunos necesitan acompañamiento. Ahora también hacemos lectura domiciliaria. Nos bajamos de la lancha y caminamos muchas horas para encontrar a gente mayor que no tiene compañía y leerles”.

UN SUEÑO QUE CRECE

Cuando Higueras hizo sus primeros recorridos en la Bibliolancha Itinerante, notó que habían personas que nunca habían visitado el continente. Todo lo que conocían estaba ahí dentro, en su isla. “Hay otros programas que nacieron a partir de los recorridos en lancha, porque en ellos me di cuenta de que habían generaciones completas de ciudadanos que siempre han vivido sólo en su isla y no conocían otras realidades. La idea es que puedan tener acceso a lo que nunca han tenido”, cuenta.

Motivada por ese pensamiento, Higueras amplió el programa de lectura a uno que le permitiera fomentar también la actividades culturales. Incluso, creó una escuela inclusiva de artes y oficios tradicionales en Chiloé, que imparte talleres gratuitos de artesanía en telares, cestería y madera.

Foto: Archivo personal

¿Cuál fue su inspiración para crear esa escuela?

-Mi trabajo y compromiso con las comunidades insulares está inspirado por la experiencia que tuve cuando realicé mis estudios secundarios en Talca, porque ahí realmente tuve todos los elementos necesarios para una educación distinta. Allá podías hacer de todo: estudiar, ir al cine, al ballet o teatro. Había facilidad para acceder a las actividades culturales que en Chiloé no las hubiera visto. Cuando volvía para acá, veía pobreza en lugar de desarrollo y todo era muy agreste en la urbanización y en la educación. Quise crear la escuela especialmente para aquellos niños y jóvenes que no tienen la posibilidad de salir a estudiar una carrera técnica o universitaria.

“Hay otros programas que nacieron a partir de los recorridos en lancha, porque en ellos me di cuenta de que habían generaciones completas de ciudadanos que siempre han vivido sólo en su isla y no conocían otras realidades. La idea es que puedan tener acceso a lo que nunca han tenido”.

¿Qué otras actividades impulsó a partir de la Bibliolancha?

-Organizamos actividades culturales como espectáculos, circos, obras de teatro y cuentacuentos. También encuentros con escritores en vivo que les firman autógrafos a los niños y giras culturales donde llevamos a isleños de todas las edades a conocer distintos lugares del continente, como la Biblioteca Nacional y la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. La gente de la ciudad tiene acceso a toda la parrilla cultural y artística que pueda nacer en el continente, pero en las islas eso no pasa. 

¿Qué espera a futuro para su proyecto? 

-Espero continuar fomentando la lectura, porque vienen nuevas generaciones a las que apoyar. Nacen nuevos niños y, como las islas nunca van a cambiar su condición geográfica y de aislamiento, siempre van a necesitar esa compañía. Aunque yo después ya no esté, el proyecto tiene que seguir. Por ejemplo, mi hijo me sigue y me apoya en todo. Todavía me siento bien, pero sé que él lleva en las venas el mismo sentimiento que yo. Nació entre los libros y le inspira lo mismo que a mí.

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