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Opinión

6 de Agosto de 2022

Desincentivemos el cáncer

En Chile los incentivos son fuertes para seguir contaminando con diésel. A pesar de contaminar alrededor entre 10 a 20 veces más óxido de nitrógeno que la gasolina, cada litro de diésel sólo paga $87 pesos de impuesto específico, en comparación con $350 para la gasolina.

Marcelo Mena
Marcelo Mena
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Hace una década la Organización Mundial de la Salud declaró que las emisiones de la combustión diésel son cancerígenas. La naturaleza del combustible y cómo se quema hace que se emitan altísimas cantidades de material particulado y óxidos de nitrógeno. La misma composición del material particulado es particularmente peligrosa, con una alta contribución de hidrocarburos aromáticos policíclicos que, hace casi un siglo, sabemos su incidencia en cáncer al pulmón. Se pensó que las normas de emisión, que incorporaban controles de emisión obligatorios ayudarían, pero la implementación fue un desastre. Los vehículos fueron diseñados para aprobar las pruebas de laboratorio, pero en condiciones reales de conducción se supo que los sistemas de control simplemente se apagaban, lo que dio pie a las investigaciones del diéselgate, en donde gran parte de las marcas tuvieron que pagar indemnizaciones por fraude ambiental ante los reguladores.

En Chile los incentivos son fuertes para seguir contaminando con diésel. A pesar de contaminar alrededor entre 10 a 20 veces más óxido de nitrógeno que la gasolina, cada litro de diésel sólo paga $87 pesos de impuesto específico, en comparación con $350 para la gasolina. En el escenario de hoy, con el MEPCO funcionado se agudiza el problema. Mientras que la gasolina paga 100 pesos por litro de impuesto, el diésel un subsidio neto de 216 pesos por litro. Esto es un subsidio neto al combustible más contaminante y cancerígeno.

Los vehículos fueron diseñados para pasar las pruebas de laboratorio, pero en condiciones reales de conducción se supo que los sistemas de control simplemente se apagaban, lo que dio pie a las investigaciones del diéselgate, en donde gran parte de las marcas tuvieron que pagar indemnizaciones por fraude ambiental ante los reguladores”.

Al diseñar el impuesto verde a la venta de autos sabíamos que se debía corregir estos incentivos estructurales hacia contaminar más. Un vehículo diésel ahorra 262 pesos cada litro consumido, lo que proyectado al año es en torno a 430 mil pesos. Es decir, en una década un conductor diésel ahorra en torno a 4.3 millones de pesos, a pesar de contaminar mucho más. El impuesto se diseñó para que se cobrara en función de las emisiones de CO2 y de NOx de cada auto. Una camioneta doble cabina debería pagar en torno a 2 millones de pesos si era diésel, y cerca de  a 300 mil pesos en su versión gasolina. Sin embargo, en el trámite de la ley se eximieron los vehículos comerciales, particularmente camionetas y furgones.

A 7 años de vigencia del impuesto verde hemos visto que los vehículos afectos diésel bajaron sus emisiones promedio en 44%, adoptándose de facto la norma Euro6 mucho antes de que estuviera vigente. En cambio, los vehículos exentos no cambiaron casi nada sus emisiones, siendo que son los más contaminantes. Debemos corregir este impuesto. Eliminar la exención a vehículos comerciales es una forma, lo que ayudaría a aumentar la recaudación en casi 3 veces. Ajustar el gravamen para eliminar el incentivo económico a contaminar más permitiría aumentar la recaudación por un factor de 6.

El alza de recaudación podría servir para financiar subsidios a reconversión a electromovilidad, o incentivos al transporte público, que debió haber publicado el ministerio de Hacienda en 2018 de acuerdo al Plan de Descontaminación de Santiago, pero a la fecha no existen. Hoy, quien compra una camioneta diésel paga menos impuesto específico, no paga impuesto verde y puede descontar el IVA de la venta. Quien quiera un auto eléctrico sólo se beneficia por el menor costo de operación.

¿Cómo arreglamos esto en plena crisis climática, y con una contaminación atmosférica de las ciudades dominada por las emisiones diésel? Simple. Restricción vehicular permanente a todo vehículo diésel, con una mayor frecuencia para los modelos más antiguos. Reestablecer el impuesto verde a los vehículos comerciales. Y más importantemente, cuando se acabe la crisis energética, rebajar el MEPCO a un punto de equilibrio que permita que la gasolina y diésel por lo menos cuesten lo mismo (a pesar de que el diésel debería costar más).  Prohibir el uso diésel en furgones escolares, y establecer una zona de baja emisión que impida la entrada de vehículos diésel.

¿Cómo arreglamos esto en plena crisis climática, y con una contaminación atmosférica de las ciudades dominada por las emisiones diésel? Simple. Restricción vehicular permanente a todo vehículo diésel, con una mayor frecuencia para los modelos más antiguos. Reestablecer el impuesto verde a los vehículos comerciales…”

Ricarte Soto, al saber que el diésel causaba cáncer al pulmón dijo que él tuvo sufrió de la enfermedad por haber fumado, pero que existían muchas personas que padecen de cáncer al pulmón por el sólo hecho de respirar aire contaminado. En efecto, más de 40% del riesgo de cáncer al pulmón proviene de la contaminación atmosférica. Paremos el flagelo, dejemos de incentivar el cáncer y apoyemos el aire limpio.

*Marcelo Mena es CEO de Global Methane Hub. Ex ministro de Medio Ambiente.

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