Opinión
10 de Agosto de 2024Tradwife: feminismo, ¿qué hicimos mal?
Los videos que han compartido las influencers @ballerinafarm o @roro.bueno generan un debate amplio y es justamente lo que comenta Isabel Plant en su columna de esta semana. "¿Qué hicimos mal, feministas, que algunas añoran volver al orden familiar de hace cincuenta años?", se pregunta, añadiendo que es menester "dejar de sólo predicarle al coro y ver cómo hacemos para que todas se sientan acogidas al movimiento".
Compartir
Dicen: le voy a hacer un sándwich a mi marido, pero no se conforman con ir al refrigerador y armar el bocadillo, lo que ya sería suficientemente amoroso. Las tradwife, parte de la tendencia en redes que ha encendido polémica, se ponen a amasar el pan, hacen queso casero, baten las yemas para una estupenda mayo y luego le ofrecen la comida a un hombre que las mira satisfecho de recibir lo que merece.
Algunas tienen muchos hijos, como la influencer símbolo de las tradwife, @ballerinafarm. Madre de ocho, dejó una de las mejores instituciones de danza del mundo para casarse con un heredero y vivir en Utah donde ordeña vacas, cosecha de la huerta, y pare un hijo tras otro.
Se ve feliz viviendo como debería hacerlo una ama de casa perfecta y tradicional (por eso el sobrenombre de “trad”). En versión hispana, mucho revuelo causó la influencer Roro Bueno de España, quien también registra en TikTok cada preparación que hace con cuidado y una sonrisa para Pablo, su novio. Todo video siempre comienza con “A Pablo se le antoja…” y vamos cocinando para Pablo.
@roro.bueno me dijo que estaba buenisima🤍 #homemade #focaccia #recetafacil #recetarapida #foodtok #pablo #foodie #comidacasera #parati ♬ Nice and Easy – Louis Adrien
Algunas editoriales dicen que es una tendencia que parece para mujeres, pero en realidad es un complot masivo de hombres. Otras ven en su éxito una cierta aspiración cultural culposa femenina a tener el mundo doméstico bajo control, en años post pandémicos cuando a todas se nos fue el malabarismo de familia, trabajo y hogar de las manos. Nuevas maneras de hacernos sentirnos inferiores unas a otras, cuando ponemos like a BallerinaFarm mientras hace el strogonoff favorito de su familia en su cocina preciosa (la receta lleva su yogurt casero), revolviendo la olla mientras portea al octavo de sus perfectos críos.
¿Qué hicimos mal, feministas, que algunas añoran volver al orden familiar de hace cincuenta años? Llevo un par de columnas rumiando alrededor de la misma idea: ahora que pasó la explosión de la cuarta ola, es momento de sopesar sus herencias. La importancia del consentimiento y también la visibilización de la carga de cuidados, aunque esta aún se incline en nosotras. He leído también que esta ola hizo del feminismo algo global, lo cual no es poco.
La contraola, además de hombres jóvenes resentidos con el feminismo o el alza de sectores políticos extremos, incluye también a las mujeres que no se sintieron representadas, que no quisieron subirse al barco y desprecian el movimiento y sus exigencias, y creo que dentro de aquello reside el éxito de las tradwife.
Recordé una conversación que tuve con un hombre, interesado y bien intencionado, que me preguntaba cómo eran las marchas del 8M. No comprendía que no pudieran ir hombres.
Yo respondí lo de siempre: que de los 365 días del año en donde somos las secundarias, es nuestro día protagónico. Que qué importa si un día al año queremos hacer algo nosotras, por nosotras, para nosotras. Un espacio seguro para las que caminan inseguras normalmente. Me discutió que ese ánimo separatista estaba dejando a aliados fuera y me lo comparó con el Día del Orgullo LGBTQ+; en todo el mundo se transformó en un carnaval donde todos son bienvenidos, mujeres, hombres, no binarios, trans, padres e hijos, madres y hermanas, abuelas. Y que eso, justamente, es lo que logra cambiar la cultura imperante de discriminación: reunirnos.
Podemos poner ese argumento en discusión, pero tocó un punto: para lograr la tan ansiada igualdad, necesitamos sumarlos a todos a la fiesta. A todas, especialmente.
Las feministas necesitamos dejar de sólo predicarle al coro y ver cómo hacemos para que todas se sientan acogidas en el movimiento. Que lo sientan necesario, independiente de sus visiones políticas, y para eso necesitan no sentirse juzgadas y encontrar referentes de todo tipo. Si no, corremos el riesgo de perder el camino ganado.
Lo que me lleva de vuelta a las tradwife. El problema no es querer tener muchos hijos, ni querer producir tu propia ricota mientras usas un vestido cosido por ti, ni apreciar algunos de los valores más tradicionales de la sociedad. No es adherir a un concepto de familia específico, ni querer dedicarse a los niños. No significa que esté mal regalonear a nuestros seres queridos, atenderlos y servirlos, si es lo que nos da felicidad y no significa una carga infinita y eternamente desigual.
El problema es más bien poner al hombre como único centro gravitante, su bienestar antes que el propio y entregarle el valor de una misma a ser madre y pareja, cuando debería estar en ser persona.
No es que el feminismo esté en contra de las amas de casa —perfectas o imperfectas—, sino que está en contra de la distribución desigual del cuidado. No es que el feminismo esté en contra de quienes crían hijos, está en contra de reducir a las mujeres sólo a su dimensión de procreadoras.
Y no, no es que el feminismo odie lo femenino, sino que busca incluir a todos los tipos y versiones de ser mujer. Y si no lo dimos a entender en plena ola, sería bueno pensar hoy qué es lo que nos falta para que Roro haga el sándwich que a ella se le antoja y no el que se le antoja a Pablo. Para que estemos todas.