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El día en que Patricio Aylwin despidió a Allende

En 1990, con el retorno de la democracia, Patricio Aylwin tomó una de sus primeras decisiones simbólicas: dar una sepultura digna a Salvador Allende, trasladando su cuerpo desde Viña del Mar al Cementerio General en Santiago. El acto, marcado por tensiones y el recuerdo del golpe militar, no solo reunió a la familia exiliada del expresidente, sino también a miles de chilenos que, por primera vez en años, pudieron despedirlo públicamente.

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“Estamos dando digna sepultura a un compatriota que fue Presidente de la República de Chile: Salvador Allende. Quien hoy es Presidente de todos los chilenos no podía estar ausente de este acto. Al concurrir y pronunciar estas palabras, cumplo un mandato insoslayable de mi conciencia de chileno y demócrata”.

Corría el año 1990, la democracia volvía y el presidente Patricio Aylwin se encomendaba una de sus primeras tareas como presidente electo: realizar el traslado del cuerpo de Salvador Allende desde el cementerio Santa Inés de Viña del Mar -lugar donde fue sepultado clandestinamente después de su asesinato- hacia el Cementerio General de Santiago, donde se celebraría un funeral masivo con los honores correspondientes, además de una misa previa en la Catedral de Santiago.  

La tarea no era fácil. Un homenaje con Allende como figura central, a meses del fin de la dictadura que lo derrocó, causaba incertidumbre en cuanto a las reacciones que tendrían tanto los militares como los miembros de la oposición al allendismo y a la naciente Concertación.

Pese a la inquietud latente, Patricio Aylwin no trastabilló con su decisión. Encomendó a Enrique Correa -por esos años Ministro Secretario General de Gobierno- la tarea de informar del homenaje a la familia de Salvador Allende, quienes se repartían en el exilio entre Cuba y México.

Enrique Correa lo recuerda: “El presidente Aylwin tenía esta idea desde que llegó al gobierno; que había que reparar la ofensa a la institución de la presidencia de la República que había representado el entierro clandestino de los restos del presidente Allende en Viña del mar”, indicó.

La nieta de Allende que se transformó en ministra

Una de las familiares que recibió dicha invitación, fue la nieta del ex mandatario y actual ministra de Defensa Maya Fernández. “Yo estaba exiliada en Cuba cuando recibí la invitación. El funeral de mi abuelo fue mi primera vuelta a Chile, eso fue muy impactante. Aquí me reencontré con mi familia que estaba exiliada en México, fue la instancia para que todos nos reuniéramos”, contó Fernández a The Clinic, cuando era diputada.

Mientras los familiares de Allende recibían la noticia del funeral y preparaban su retorno al país que los exilió, en el Cementerio General se construía la tumba del ex presidente. Obra creada por los arquitectos  Jorge Colvin y Arturo Alcocer.

Una persona que recuerda ese proceso de construcción es Alfonso Ortega, sepulturero con varias décadas de desempeño laboral en el camposanto. “En la tumba de Allende trabajaron meses, día y noche sin descanso, es una obra muy grande y se notó el entusiasmo en la construcción, que puedo asegurar es la más visitada del cementerio”, recuerda el trabajador del general.

Una vez terminado el sepulcro ya estaba todo dispuesto para realizar el funeral y para que Hortensia Bussi despidiera a su esposo y que zanjara las dudas que tenía acerca de la identidad del cuerpo. Estaba todo dispuesto, también, para que los hijos y los nietos de Allende se reunieran tras lustros de exilio.

El trayecto del cuerpo de Salvador Allende desde Viña del Mar a Santiago fue complicado. En la región de Valparaíso hubo 7 detenidos, mientras que en Santiago hubo 137 detenciones.

Independientemente de las detenciones, miles de personas se congregaron a las afueras de la Catedral donde el ex mandatario fue velado. El diario El Mercurio señaló en su cobertura que muchas personas portaban carteles con leyendas como “Compañero presidente el pueblo está presente” o “el pueblo unido jamás será vencido” las que se teñían con rojas banderas del PS.

Así lo recordó Maya Fernández. “Cuando mi abuelo murió mucha gente no podía expresar lo que sentía, la gente era detenida y asesinada y en el funeral del 90 por primera vez se pudo llorar al presidente Allende, se pudo despedir. Recuerdo mucho el cariño de la gente, al mirar la calle se veía alegría, muchos carteles y fotos, llantos de emoción. Fue muy bonito recibir el cariño de la gente, del pueblo como el chicho decía”.

La libertad nunca puede ser definitivamente vencida

“Esta es una ceremonia de reparación, reencuentro y paz. Allende encarnó las aspiraciones de vastos sectores de nuestro pueblo que anhelaban cambios profundos y drásticos hacia una sociedad más justa, luchó por ellas con coraje y dio su vida por lealtad a sus convicciones”.

En la catedral, el por ese entonces Arzobispo de Santiago Carlos Oviedo, pidió que “la sangre derramada entre hermanos aleje los resentimientos”. Palabras que fueron atentamente escuchadas por Hortensia Bussi, Isabel y Carmen Allende, la cámara de diputados y senadores, el primer ministro francés Michael Rocard invitado especial para la ocasión y, cómo no, por el organizador del homenaje Patricio Aylwin, quien calificó la instancia como un acto de unidad y paz. 

Uno de los discursos destacados de la jornada fue el de Rocard, quien sobre el podio habló de libertad y fraternidad tal y como lo dicta la tradición francesa: “Porque su vida, su muerte y la democracia recuperada, demuestran una vez más, que si la libertad puede sufrir una derrota momentánea, nunca puede ser definitivamente vencida.”, indicó.

Hortensia Bussi también tuvo palabras para su marido. Palabras que fueron publicas 17 años después de su muerte en La Moneda:“Este acto tiene un sentido de reparación y de justicia histórica, pero también de reencuentro y reconciliación“, expresó.

Consultado sobre si el funeral de Allende representó un acto de redención respecto a la responsabilidad con la que se apuntó a la Democracia Cristiana sobre el Golpe Militar, Enrique Correa señala: “Es probable que eso haya estado presente en la mente del presidente, pero no fue eso lo que él mencionó. Lo que a mí me mencionó él fue que los presidentes tenían que ser restituidos en su honor y en su respetabilidad”, recuerda.

Para Correa, esa idea no solo fue expresada por Aylwin, sino que también por el Arzobispo Oviedo, quien ofreció la Catedral para realizar el funeral. “El Cardenal Oviedo me dijo ‘a los presidentes de Chile se les homenajea y se les despide en la Cátedral’. Entonces usted se da cuenta como una figura que nadie puede decir que es parte como de la izquierda también dijo que había que reparar una ofensa”, indica Correa.

“Estos dos grandes hombres: el presidente Aylwin y el Cardenal Oviedo, consideraban que había una ofensa a la presidencia de la república que preparar. Una ofensa a la presidencia de la república que la había infringido Augusto Pinochet”, agrega.

Durante el funeral a Allende realizado en la Catedral de Santiago, Patricio Aylwin dio un largo discurso. Allí el presidente no solo habló del pasado, sino que también del futuro.

“Si la historia se repitiera, yo volvería a ser un decidido opositor, pero los horrores y quebrantos del drama vivido por Chile nos han enseñado que esas circunstancias no deben ni pueden volver a repetirse. Es tarea de todos impedirlo”.

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