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Opinión

22 de Septiembre de 2024

Perfil de Claudio Orrego: ¿Profesión? Candidato

Foto autor Kike Mujica Por Kike Mujica

En la Democracia Cristiana Claudio Orrego pasó de ser considerado el "niño maravilla" del partido, a ser catalogado como "fome y conservador". Su trayectoria se ha construido a partir de éxitos y fracasos. En su columna semanal, Kike Mujica, escribe sobre su eventual candidatura presidencial. "Su principal desafío es sacudirse de la estética del alcalde o gobernador y adueñarse de una impronta presidencial", escribe.

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Medio en serio, medio en broma, en la Democracia Cristiana me dicen que Claudio Benjamín Orrego Larraín (1966) nació con banda presidencial y en vez de bautizarlo lo ungieron. 

Performance electoral: fue presidente de su curso y del Centro de Alumnos en el Saint George’s; presidente de Derecho en la UC y luego de la FEUC. Concejal y alcalde de Peñalolén. Precandidato presidencial. Gobernador de Santiago.

Infatigable. 

Ahora suena como presidenciable. Si logra un triunfo categórico en su postulación a la Gobernación capitalina puede convertirse en el político más votado del país (sufragan ahí más de 5 millones de personas). Orrego me ha dicho que su objetivo es ganar la elección y ejercer todo el período. Pero el llamado de la selva presidencial suele envolver. Habrá que ver.

Orrego movió inteligentemente las piezas para recibir el apoyo de 37 alcaldes, pactar con Irací Hassler y convocar a la izquierda pese a una biografía poco afín al “progresismo”: apellido con muchas erres, católico y, peor que ser DC, ex DC. Todo lo que le enrostró Karina Oliva, su antigua rival a la gobernación, que hasta lo trató de “pinochetista”.

Orrego es hijo de uno de los intelectuales más destacados de la historia de la falange: Claudio Orrego Vicuña, quien murió cuando el gobernador tenía apenas 14 años. Y tataranieto de una de las figuras políticas con más luces -gran hacedor de cosas- del siglo XIX: Benjamín Vicuña Mackenna. 

Ninguno de los dos llegó a La Moneda. ¿Pesado karma? “Impuesto o autoimpuesto siempre ha cargado con la responsabilidad de ser el heredero de su padre”, me dice un cercano y excamarada.

Su primera aventura presidencial

El 7 de enero de 2013 fue el primer debate presidencial en la vida de Orrego. Fue contra Ximena Rincón. Los dos peleaban la opción de ser el candidato DC a las primarias de la entonces oposición, agrupada en ese experimento de corta vida que fue la Nueva Mayoría.

Yo era director de prensa de TVN y estuve a cargo de la organización. El set estaba lleno de un tenso pueblo democristiano. Recuerdo que el primer golpe lo pegó, con oficio y viveza, Rincón, que llegó con unos tacos altísimos que hacían ver a Orrego claramente disminuido. Hubo que ponerle una caja para hacerlo crecer en centimetraje.

Orrego ganó esa pre-primaria con holgura: 33.175 votos (59.2%) contra 22.853(40.78%). Esto le dio paso a la primaria de la oposición: él, Bachelet, el radical José Antonio Gómez y Andrés Velasco. 

Como era de suponer Bachelet arrasó: 1.565.269 (73.07%). La sorpresa fue la derrota inmisericorde de Orrego: tercero -Velasco fue segundo- con apenas 189.752 votos, un exiguo 8.86%. 

Un desastre para él y para el partido. Muchos se juramentaron tirarle la cadena a Orrego. “Por fome y conservador”, me dijo por esos días un DC. Un camarada recuerda que la frase de sus partidarios era “estamos con Orrego a pesar de Orrego”.

“Creo en Dios, ¿y qué?”, fue uno de los eslóganes de su campaña. Por ello fue muy criticado. Chile venía de las protestas universitarias que contagiaron todo el discurso público: la fe no era ni por cerca el tema. 

Las penurias las superó como Intendente de la RM (2014/ 2018), nombrado por la presidente Bachelet. Como acostumbra, hizo una gestión de muchas luces.

Claudio Orrego a lo Brereton

Las primarias no fue el primer costalazo en su vida política. En 2000, y con 33 años, Ricardo Lagos lo nombró ministro de Vivienda y Bienes Nacionales. Era el debut en grande del niño maravilla de la DC. 

El sueño apenas duró nueves meses y un día. Para peor fue el único defenestrado del gabinete. Humillación pública: tal como Brereton padeció el golpe de Gareca, Orrego sufrió el de Lagos.  

 “Creía que me iba a ir la raja (…), pero de repente, pasa el camión y no les ves ni la patente, y para la casa… Cuando pasa, uno cree que se va a morir, porque se cree el cuento. ¿Ser biministro a los 33 años? Imagínate”, reflexionaba tiempo después.

En el 2014, en una entrevista a la periodista Paula Escobar, el expresidente Lagos explicó las razones de la drástica decisión: “Lo quise nombrar ministro porque me pareció brillante, joven, tenía todas las cualidades requeridas. ¡Pero era tan brillante, que se llevaba haciendo planes! Yo le decía: ‘Ministro, tiene que hacer casas…’. Y al final, lo tienes que cambiar. Es muy doloroso, pero no queda otra opción. A lo mejor, por eso, tras esa experiencia, fue un gran ejecutor y un magnífico alcalde”.

El brillo donde no había brillo

Partidarios y detractores coinciden en que es un excelente gestor, muy capacitado, creativo y desde adolescente con vocación de servicio público. 

Tanto así que le sacó brillo a un cargo que todos consideran sin brillo. Hoy, con los cambios en la ley, los gobernadores deben tener harta imaginación para hacerse ver, sobre todo con la competencia del delegado presidencial.

Orrego tiene cintura mediática. Ejemplo: en septiembre de 2022, Daddy Yankee visitó Chile. Su primer concierto, en el Estadio Nacional, fue caótico: más de 4 mil personas se colaron. Al otro día, en múltiples entrevistas, Orrego entregó la cuña del día: el segundo concierto debía cancelarse. Full cobertura.

Otro tema que cada cierto tiempo le echa mano es a la creación de un Barrio Rojo en la capital, que también logra cobertura en los medios. Sus críticos dicen que con eso busca morigerar su mote de beato. 

Su última cruzada es revisar los planes reguladores para hacerse cargo de las construcciones que se han erigido sobre la falla de San Ramón, el mayor temor de los sismólogos de la nación.

“Es del estilo Lavín: se mete en todos los temas oreja, por más que sean poco importantes y a veces puro humo”, critica un diputado DC.

Es hiperkinético, con una energía “que no es normal”, me dice una amiga. Sube cerros y trota. Le dedica mucho tiempo a la gobernación y también a sus cuatro hijos. Se separó y eso, según sus amigos, fue una lección de vida. Fuma pipa, canta, duerme poco y lee mucho. Una amiga cuenta: “Leyó el libro de Lola Hoffman, el de Juan Cristóbal Villalobos. Se entusiasmó y siguió con todos los libros de Lola. Además, contactó a las personas entrevistadas y habló con ellas varias veces”. 

Una persona que trabajó con él destaca que literalmente es 24/7. “Pero cuidado: lo mismo que se autoexige él, se lo exige a su equipo y eso para muchos es intolerable. Es como una lancha que va a mil y si alguien se cae, echémosle para adelante no más. Pocos resisten”, dice. 

Y agrega: “Quizá el mejor ejemplo es que ninguno de sus grandes amigos ha trabajado con él, precisamente, creo, para no dejar de ser amigos”.

Claudio Orrego y El principado

En 2021 entrevisté al ex DC y entonces candidato Sebastián Sichel. Se explayó sobre Orrego y Andrés Velasco -trabajó con los dos y con los dos terminó mal-. Los criticaba por provenir de una especie de fronda chilensis. 

“Yo creo que a Andrés y a Claudio de chiquitito le dijeron que tenían que ser presidente de Chile, algo que a mí nunca me dijeron. A ello les servían desayuno y le decían ‘sea presidente de Chile’. A mí me servían desayuno y me decían ‘termina el colegio’”, me dijo Sichel.

En la DC el mote de “los príncipes” tenía una carga peyorativa que se fue acentuando con el tiempo. Era la aristocracia falangista: Orrego la integraba. Clanes históricos, lazos familiares, colegios comunes, matrimonios, cruces, primos, linaje. Hoy no queda prácticamente nada de eso: hubo estampida masiva y el último príncipe dentro de la DC es Alberto Undurraga.

Muchos de los que se quedaron en la DC no le tienen simpatía a Orrego. Él renunció al partido en 2022. Es el fastidio contra la oveja descarriada. “No es solamente porque se fue. Es porque cuando estuvo en el partido jugó para él. Sólo se relacionaba con los Príncipes”.

“En la vida partidaria a Claudio siempre le faltó inteligencia emocional. Ser más horizontal”, agregan.

Un cercano al gobernador dice que está trabajando su personalidad. “Ser menos lobo solitario”, agregan.

No será fácil recomponer los afectos con la DC si Orrego se convierte en carta presidencial de la centro izquierda. En todo caso, no hay nada que una encaramada posición en las encuestas no pueda lograr. La Cadem suele alinear a los astros.

Curiosamente en sectores del PS despierta más entusiasmo. Desde dentro del partido me dicen que, entre otros, Arturo Barrios, Juan Luis Castro, Ana Lya Uriarte, Alfonso de Urresti y el presidente de la JS, Allan Álvarez, no lo miran con malos ojos. Orrego dice que el PS fue el primer partido en sumarse a su campaña y destaca la buena relación que mantiene con su presidenta, Paulina Vodanovic.

Para un ex camarada de Orrego, su principal desafío es sacudirse de la estética del alcalde o gobernador y adueñarse de una impronta presidencial. “Verse como un estadista. A mi modo de ver, eso no lo ha logrado”, agrega.

Pidan perdón y no permiso

Domingo 17 de enero del 2009. Hotel Plaza San Francisco. El silencio es sepulcral. Frei ha perdido y Piñera es el nuevo presidente de Chile, el primero de derecha desde 1958. 

En el comando concertacionista deambulan muertos vivientes, algunos con ojos llorosos, otros con el rictus de agobio y temor: después de 20 anos había que volver a vivir sin poder.

El vacío es rotundo y denso. Nadie se hace cargo de la derrota. 

Hasta que llega Ricardo Lagos Escobar y ocupa el escenario vacío y enciende el micrófono apagado. 

Y en una epifanía que parece el sino de una generación perdida, impele a Claudio Orrego, Carolina Tohá y Ricardo Lagos Weber a subir al escenario. Parece el testimonio de una posta, pero también una reprimenda por la desesperante timidez, adjetivo que no conjuga con el poder.

Hoy dos de aquellos, por esos días cuarentones, pueden estar en la pole position de la presidencial 2025. Quizá rompen la maldición de una generación que nació valiente con Pinochet y que no ha logrado ponerse la piocha y la banda. Y no por culpa de los más viejos ni de los más jóvenes.

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