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Philippe Vigoroux / The Clinic

Entrevistas

28 de Septiembre de 2024

Amparo Noguera: “Nos hemos convertido en un país triste”

Actriz de las telenovelas más icónicas de TVN, Amparo Noguera integra hoy el elenco de la nueva versión que Mega hará de “Amores de mercado”, la telenovela más vista de la era People Meter. También están en su agenda dos series para plataformas internacionales de streaming. Explica que aun la sorprende que el canal estatal haya desarmado su área dramática, sin entender “lo mucho que los chilenos quieren a sus actores”. Tras recibir el rebote de una crítica que hizo al gobierno de Gabriel Boric por su gestión de la cultura, dice que no está interesada en ser una voz pública, pero no descarta volver a apoyar una campaña presidencial de centro izquierda: “Yo prefiero cualquier cosa antes de la derecha, sin duda”.

Por Jimena Villegas
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Son pasadas las cuatro de la tarde y María Amparo Noguera Portales llega relajada y sonriente. Pide una limonada sin azúcar. Las personas alrededor la reconocen. Las personas alrededor la miran. “Vengo de grabar en la teleserie”, afirma.

Concertar este encuentro ha tomado semanas y ha sido porque -como ella misma dice- tiene la agenda copada. Agrega que, en este momento, su vida laboral va de camino hacia un cierto caos, porque dentro de un mes y quizá hasta abril del año próximo casi no tendrá minutos libres. Sería fácil apostar, entonces, que allí en frente iba a estar un ser humano tenso, monosilábico y apurado, pero no. Amparo Noguera es llana y amable. Reflexiona sus respuestas. No se niega hablar de nada, pero cuida sus palabras.

A los 59 años, es una de las actrices más relevantes de la escena local y probablemente la más celebrada de su generación. Su nombre aparece siempre escrito en listas para escoger a las mejores. A ella -afirma- ese tipo de reconocimiento le resuena, pero no por ella misma ni porque se lo merezca, sino por sus propios referentes. Ha sido tocada -dice- por corrientes teatrales fortísimas: “Primero mi padre y después Alfredo Castro, que han sido pilares y tienen mucho peso cada uno en sí mismo”.

Hija de Héctor Noguera, Amparo es integrante de una especie de dinastía. Ella y sus hermanos han recibido el influjo artístico como por herencia genética. Entre ella y sus hermanos juntan producción, dramaturgia, música y actuación. Noguera padre no solo es actor, director y académico, sino también Premio Nacional de Artes de la Representación y una especie de tótem de la escena. Ha sido creador de una sala, el Teatro Camino; ha trabajado en grandes títulos de cine, teatro y televisión desde 1958, y ha ganado unos 25 premios locales e internacionales a lo largo de seis décadas de ejercicio. Representa la excelencia en el oficio. 

Su hija Amparo lo admira profundamente y se nota. Como también admira a Castro, uno de los actores y directores más celebrados de este país. “Son referentes importantes, hay mucha solidez en los dos”, explica. 

–¿Solidez formativa quiere decir?

–Sí, solidez formativa, y educación emocional con respecto al teatro. De la permanencia. Creo que esa combinación me ha permitido estar en un lugar muy privilegiado, con gente que admiro mucho, que considero muy inteligente y que me resuena mucho.


“Está la cagada en este país”

Amparo Noguera, como ella misma señala, tiene la agenda repleta. Es cosa de contar. Forma parte del elenco del remake de “Amores de mercado”, en Mega. Además, va a integrarse aproximadamente dentro de un mes al elenco de una serie policial para una plataforma de streaming y ya está en otra serie, para otra plataforma de streaming, en plena grabación. “Es un papel chiquitito, pero igual lo tengo que combinar con la teleserie, que es un papel más grande. Y la próxima serie, que empieza en noviembre, va a ser un papel grande también”, explica. 

Acaba, asimismo, de terminar la primera temporada de “La aventura invisible”, un montaje teatral dirigido por Víctor Carrasco, y viene llegando desde Buenos Aires, donde participó en el rodaje de “La mujer de la fila”, una película de Benjamín Ávila, director conocido por el filme “Infancia clandestina” (2011). La cinta de Ávila está basada en la historia real de una mujer que funda una ONG dedicada a velar por los derechos de los presos y de sus familiares. Ahí compartió elenco con la cantante y actriz Natalia Oreiro. Noguera reflexiona y dice: “Realmente, he estado súper ocupada”.

–Y en un momento que laboralmente no está fácil.

–La verdad es que tuve incluso que armar un semi rompecabezas, para hacer calzar las cosas. Puede sonar muy soberbio, pero me ocurrió en esta pasada.

–O sea, no le ha faltado.

–Hasta el momento no me ha faltado pega. Pero no lo puedo decir, siento yo, como un hecho. No puedo decir que a mí no me falta la pega, sino que no me ha pasado no tener pega. Porque tengo colegas, que son grandes actores, que no lo están pasando bien.

–Se dice que nunca es fácil para los actores. 

–Pero algo en particular pasó con la pandemia. Las obras duran muy poco en cartelera, como que las salas ya no se comprometen tanto con los montajes. Hay obras que están un mes. Antes una temporada era de dos meses por lo bajo, con funciones de jueves a domingo. Tú podías sentir, de alguna manera, que era tu trabajo. Ahora es como que estoy con funciones y hago los fines de semana y se termina. No tienes esa sensación de arraigo: ‘Ya, hago teatro. Lo conseguí y seguimos haciendo teatro’. Algo pasa con ese arraigo.

–¿Podría ser que la crisis de la industria de la ficción televisiva haya afectado? ¿Tal vez antes había un “chorreo” hacia el teatro? Los actores de TV tenían una tranquilidad económica. 

–Yo todavía tengo esa costumbre, porque he estado mucho tiempo en televisión. Pero decir que la televisión subsidia al teatro es un poco fuerte, porque aquí los egos se disparan. La televisión puede empezar a decir “ustedes hacen teatro gracias a nosotros”, así que, si no te dejo el permiso para ensayar, no te lo dejo nomás. Pero también los actores que hacen teatro en Chile tienen una calidad y un peso actoral que a la televisión le sirve. Realmente, ahí hay una equidad súper grande. Pero hay algo, sí. Los actores con los que he hecho teatro y que han hecho televisión, en general, no preguntan cuánto van a ganar. Tampoco dicen: “No me puedo dar el lujo de hacer una obra por tan poca plata”.

–Quizás la tranquilidad económica que le daba la televisión ayudó, por ejemplo, a Alfredo Castro a tener una sala, La Memoria.

–Puede ser que él podía dedicarse al teatro quizás sin meter su vida personal. Pero mantener un teatro, como debe ser un teatro, no puede hacerse con un sueldo de la televisión. Un sueldo de la televisión no mantiene un teatro, es imposible. Eso te lo puedo asegurar. Ni mi papá, que tiene el Teatro Camino y que también ha hecho televisión, ni Alfredo, que también hizo televisión en un momento, financiaron ni manejaron un teatro gracias a la televisión, porque es un gasto enorme, una energía enorme. Sí es verdad que hay mucha gente que tiene que ver si va a poder vivir con ese único sueldo del teatro. Y si tienes tu vida pagada, tu cuenta en un supermercado, tu arriendo, puedes darte el lujo de aceptar y hacer teatro.

–¿Hacer teatro es darse un lujo?

–Ahora más que antes, porque el trabajo invertido es muy grande y los sueldos que se reciben son cada vez, y es impresionante, más bajos. Ahora, vieras lo difícil que es echar a andar una sala de teatro, lo difícil que es ganarse un financiamiento y demostrar que tu sala de teatro da un servicio a la comunidad. Convencer a la gente de eso es realmente difícil.

–¿A eso se apunta, desde la cultura, cuando se dice que el Estado está en deuda?

–Sí, totalmente. El Estado, no los gobiernos. Puede ser una estupidez, como todas las que digo, pero siento que todavía tenemos quizá una herencia asquerosa. Los actores la tenemos desde un lado y viene desde la dictadura, cuando se hacía el teatro por resistencia. De alguna manera, se sigue haciendo resistencia con el teatro, pero ya no debería ser. El teatro ya debería ser un ítem país y que tiene incluso que ver con la economía. Así como yo voy a Buenos Aires y sé que, en mi ítem de vacación, me voy a comer un bife chorizo, también voy a ir a ver una obra teatro.

–¿Puede ser que pase porque el teatro argentino es tan bueno y el chileno no tanto?

–Es que creo que el teatro chileno es súper bueno. A mí, de hecho, me gusta más que el argentino. Es heavy eso, como que todo el mundo me mira y dice: “Pero ¿cómo?”.

–Sí, ¿por qué?

–Porque me gusta la teatralidad en sí, me gusta el imaginario. Me gusta un espacio que da el teatro y que no tiene que ver exactamente con la realidad. Siento que eso en Chile es muy importante y, cuando entra la poética, creo que los chilenos manejamos mejor la poética en teatro. En el cine sí me sorprende cómo dialogan y cómo se mueven los argentinos. Puede ser muy pasado de moda lo que digo, pero a mí me gustan la teatralidad, los momentos teatrales. 

–Quizás pasa por el tipo de espesor cultural de cada país.

–Son pensamientos que se me vienen a la mente y puedo estar súper equivocada. En un momento, desde de la dictadura para adelante, y por bastante tiempo y hasta hace muy poco tiempo, las personas que hacían teatro en Chile seguían con que los temas que había que tocar eran políticos. Y todavía es así, porque todavía está la cagada en este país. Pero, sobre todo en dictadura, el teatro comercial estaba asociado a algo de mala calidad. Creo que recién ahora se está mezclando. Ahora hay textos, y quiero quitar la palabra comercial, más clásicos, como “La muerte de un vendedor”, “Un tranvía llamado deseo”, “Hamlet”, “La pérgola de las flores”, con directores y elencos más respetados. Y, cuando tú pones una obra de texto con buenos actores y con un gran director, la sala se llena. 

–Su diagnóstico muestra que nos demoramos en cambiar.

–Porque había una tarea que hacer y era imposible no hacerla. Era fundamental denunciar algo que no era denunciable si no se hacía a través del arte. Si el arte, finalmente, está para eso. Es una voz, un reflejo, y es así desde la tragedia griega. Es su obligación. 

Amparo Noguera y el remake de Amores de mercado

“Amores de mercado”, creada por Fernando Aragón y Arnaldo Madrid, tiene hasta hoy un récord como la teleserie más vista en la historia de las teleseries chilenas. Según indicó en su momento la medición de audiencias llamada People Meter, introducida en 1993, sus 103 episodios emitidos promediaron 46,7 puntos. Es una comedia en torno a unos gemelos separados al nacer, que instaló parte de su acontecer en el Mercado Central de Santiago. Fue emitida, entre el 6 de agosto y el 28 de diciembre de 2001, en TVN. A cargo de su dirección estaba María Eugenia “Quena” Rencoret, la misma persona que hoy jinetea, como directora ejecutiva, los destinos del área dramática de Mega.

El guión de esta historia fue comprado este año a TVN por Mega, que está grabando en este momento una versión actualizada de “Amores de mercado”. Amparo Noguera forma parte del elenco y tiene un papel muy principal. Es la madre de los gemelos, que viven mundos muy distintos, porque uno es de clase alta y el otro de clase trabajadora, en una referencia evidente a la novela de Mark Twain “El príncipe y el mendigo”.

Esta no es la primera telenovela de Noguera en Mega. En 2022 protagonizó, junto a Francisco Reyes, el melodrama “La ley de Baltazar”, que se ambientó en parte en Cochamó. Ambos tienen una larga data como compañeros de elencos televisivos: formaron parte de los equipos que dieron vida a los mejores años de la ficción de TVN, con teleseries como “La fiera”, “Romané” o “Pampa ilusión”. 

–En 2018, después de 24 años, TVN la despidió. Fue quizá la última actriz con contrato estable en esa área dramática. ¿Cómo lo ve ahora?

–Es de esas cosas que tú pensabas que nunca te van a pasar. Tú dices: “Está quedando la cagada, está quedando la cagada”. Pero como yo tenía buenos trabajos, buenos papeles, jamás pensé que me iba a tocar. Hasta que de repente me llamaron. Me enojé mucho, porque me dijeron que no tenían espacio para mí en que los proyectos que venían. Me dio mucha rabia y dije: “No es que no haya proyectos con espacio para mí. Es que no hay proyectos. Digamos las cosas como son”. Fue súper doloroso, pero rápidamente sentí un alivio, una libertad importante.

–¿Sí? ¿Por qué? 

–Porque me llamó Pablo Ávila. No inmediatamente, pero me llamó luego, para hacer una teleserie, “Río oscuro”, que le fue pésimo, pero no importa. Por primera vez sentí que podía elegir, que podía decir esta teleserie la quiero hacer o no la quiero hacer. Cuando me llamaron estaba aterrada y dije “sí, voy de todas maneras”, porque era pega y no sabía vivir buscándome la pega de esa manera. Siempre hice televisión y algo más, que fue para mí muy importante. Nunca me contenté con hacer solamente televisión. Siempre estaba haciendo teatro o algunas cosas chicas en cine. Mi vida no terminaba en la televisión jamás, y seguí con lo otro, y lo otro se siguió dando. No de la misma manera que antes y hay que buscársela, pero la cosa se ha movido, ha funcionado. Vivo de otra manera.

–¿Con el cinturón más apretado?

–Sí, con el cinturón más apretado, pero nada de mal.

–¿Y le pasa algo viendo que TVN ya ni siquiera tiene área dramática, que todo se desarmó?

–Me pasa que no puedo entender que se haya desarmado. Encuentro que el canal que debería tener un área dramática sólida es TVN. Para eso se necesita tener a la gente que armó esa área dramática y no despacharla, creer en esa área dramática. Me sorprende que en TVN no hayan conocido lo mucho que los chilenos quieren a sus actores, y los respetan y los extrañan. Extrañan incluso aquellas teleseries de ese momento, y lo dicen y lo hablan. 

–De todos modos, usted está en Mega trabajando con parte de esos equipos y haciendo un remake de “Amores de mercado”, lo más exitoso en sintonía. ¿Debe ser un desafío?

–Es difícil. Creo que son riesgos súper grandes que no entiendo por qué se toman. No manejo cuáles son los datos, pero a mí me parece súper arriesgado, porque la gente tiene en la memoria personajes icónicos de la teleserie. 

–Sin ir más lejos y de inmediato: “El Chingao” y “El Pelluco”.

–Afortunadamente yo no soy ni “El Chingao” ni “El Pelluco”. Pero confío en que quizás uno debe aprender a ver esto de otra manera, en otra era. La teleserie está adaptada y olvídate cómo han cambiado las cosas desde el 2001 hasta ahora. De partida el trato de las mujeres con los hombres y de los hombres hacia las mujeres. Es impresionante. Hace muy poco la cosa era muy muy distinta. Los dichos, los chistes, la forma. Un hombre que llega a su casa y dice “esta casa es mía”, y que la mujer lo atienda igual. 

–Ya no están los tiempos para eso.

–Creo que todavía funciona así en muchas casas.

–Pero la tele ya no lo puede reflejar así. ¿O sí puede?

–Yo creo que la tele tiene que reflejar. Bueno, en “Amores de mercado” no está así, está mucho más suavizado y adecuado. Pero, agarrándome de tu pregunta, yo me pregunto: ¿por qué la televisión no puede mostrar un mundo y una época donde las personas se movían de una manera incorrecta? Porque eso era verdad. No porque se haya cambiado, las cosas no ocurrían. El 2001 hay unos chistes en el Festival de Viña que uno dice: “esto ya no”. Y uno estaba ahí, cagada de la risa, echada para atrás, con unos chistes del Álvaro Salas que ahora tú los ves y dices: “no puede ser”. Creo que sí se puede reflejar, dejando claro que era un momento en que eso ocurría y que no estaba bien. Y quizás sirva para reforzar una nueva educación y trato de género.

–¿Usted se siente una actriz querida?

–Sí, y junto con muchos, muchos, muchos otros. Todo Chile ve tele, aunque después digan que no. La televisión es una herramienta importante y también los que la hacemos nos tenemos que preocupar de entregar mejor calidad, mejor contenido. Cuesta, porque uno lidia con muchas cosas. Pero a mí me gusta la televisión, el contacto inmediato con la gente. Me gusta la felicidad que la televisión le genera la gente. La risa, los sentimientos, las emociones. Estoy contenta haciéndola. Es una fuente de trabajo respetadísima.

En diciembre de 2021, Amparo Noguera volvió a vestirse de gitana para apoyar la campaña presidencial de Gabriel Boric. Ella, Antonia Zegers y Francisca Imboden revivieron a “las tres Marías”, las populares hermanas Antić, de la teleserie “Romane” (2000), para la franja electoral. En 2022, fue una de las voces actorales que se volcaron por el apruebo y leyeron capítulos del proyecto de Constitución que elaboró la Convención Constitucional, rechazado en el Plebiscito del 4 de septiembre. Hace un año, la noche del viernes 20 de octubre, fue la voz que dio la bienvenida en el Parque Estadio Nacional a los deportistas que llegaron a competir en los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos de Santiago 2023. 

En un monólogo televisado, Noguera afirmó: “Somos uno. Somos un todo, constituido por muchas identidades, las que se asentaron en este territorio hace miles de años. Y los nuevos habitantes que, desde su arribo, se han integrado a este lugar sur del sur, una tierra única llamada Chile”. ​La suya, incluso si no quisiera, se ha transformado en una voz con presencia e identidad política y cultural. 

Por eso, si critica al gobierno, como hizo a fines del año pasado en declaraciones a la radio Futuro, hay repercusiones. “Este era el gobierno donde la cultura debería haber, digamos, florecido”, afirmó para luego añadir: “Y no floreció”. Hoy, Noguera dice que nunca se imaginó que sus palabras podían provocar revuelo y cree que se equivocó. Su fallo -explica- fue haberse adelantado, porque criticó “cuando faltaba mucho por hacer todavía”.

–Lo cierto es que, si bien ha aumentado el gasto en cultura al 0,44%, no hemos llegado al 1% como se prometió en campaña.

–Creo que el error ahí fue que dije algo como un hecho y faltaban dos años. Me equivoqué. Espero que lleguemos con ese 1% dos años después. Ahora, de verdad, creo que la mala relación que tiene el Estado con la cultura en este país es algo histórico. Y no sé qué es, porque la cultura funciona, remueve a la gente y la gente no es tonta. 

–¿Qué pedía con el florecimiento, más allá de que el Estado sea capaz de comprender que la cultura es vital para sí mismo?

–Es que yo creo que si el Estado no comprende que la cultura es vital estamos un poco cagados. Y yo creo que con el florecimiento me refiero a todo. A la relación con los escolares, a la educación cultural. Casi como a una educación cívica. 

–Usted tiene una voz. ¿Ha tenido costo para usted?

–No me digas eso. ¿Tú encuentras que tengo?

–Tiene una voz en la cultura. Si no fuera así, su crítica al gobierno no habría repercutido.

–Bueno, yo me sorprendí. Pensé: “Esto no está pasando”. Dije esa frase como con el pelo así, a las once de la mañana, porque fui a hablar de una obra de teatro. Y dije: “claro, si no es en este gobierno, no fue nunca”, o algo así. Y después me di cuenta.

–De que sus palabras tienen efecto.

–Pero yo no tengo conciencia de eso y espero empezar a tenerla. Creo que es mejor que la vaya teniendo, porque no me interesa para nada ser voz de nada. No me interesa ser voz, porque no estoy preparada para ser voz de nada. No tengo información suficiente para ser voz de nada. Me pones al lado de otros actores, que sí son políticos y ellos sí. 

–Pero no es a sus colegas a quienes invitan a recibir a los deportistas en los Panamericanos.

–Pucha, sí. Todo pasa también por algo. Uno nunca está donde está por algo absoluto. Y bueno, me invitan a mí. Quizás cuántas actrices pasaron antes. Quizás no pasó ninguna. Por eso, me he preocupado de tener un alcance en la medida de lo posible, una especie de línea editorial con lo que hago.

–¿Y cuál es su línea? 

–No sé. Hay cosas que yo digo: “no, esto no lo haría”. Es porque no me gusta o porque lo encuentro feo o no me interesa. Mi línea es más en los no que en los sí.

–¿Dónde están sus no? ¿Si la llamaran otra vez a hacer campaña para un próximo gobierno del Frente Amplio? ¿O de la ex Concertación?

–Yo creo que no. Creo que no, aunque probablemente en un momento de desesperación… Pero creo que no. 

–¿Que tome otro actor el papel?

–Yo creo que ningún actor. 

–¿No les corresponde a los actores?

–Sí nos corresponde, pero no sé si con una ex Concertación. Ahora, yo prefiero cualquier cosa antes de la derecha, sin duda. Pero creo que no lo haría, porque creo que todo se ha mezclado de alguna manera. Las diferencias ya no están tan claras. Han pasado cosas difíciles en este país, como en alcaldías. Pero si viniera una nueva alternativa, quizás sí. Tampoco sé bien qué me parecería viable a estas alturas del partido. ¿Cuáles son las alternativas? Una Bachelet o Matthei. O sea, por Bachelet siempre. 

–O sea, a Bachelet la apoyaría en una campaña.

–Pero creo que no debería ser tampoco. Creo que realmente tiene que ser otra cosa. 

–Usted fue voz en la campaña del apruebo. ¿Volvería a hacerlo?

–Por defecto, sí. Pero me imagino que, como todos los chilenos, no entendí. Hacer un estallido social, ser capaces de cambiar una Constitución y no cambiarla. No entendimos o no vimos. Pensábamos que éramos los únicos. No escuchamos los temores de la gente, que quizás no son los mismos de uno y que los procesos se entienden de manera diferente. No sé si se entiende que, tener derecho a la cultura es entrar gratis a una obra de teatro o que tener derecho a la salud y a que Fonasa sea de calidad, equivale a dinero. Creo que hay una educación antes que hacer. Creo que a la gente en este país le importa mucho el dinero contante y sonante. Quizás todavía falta esa educación para decir: “Yo tengo un país en que no me voy a morir en la calle si me enfermo”.

–¿Quizá se trabajó para que eso no se entendiera? ¿O quizá es sencillamente que los chilenos como sociedad somos más conservadores de lo que se pensaba?

–Parece que está claro la derecha tiene un discurso de una fuerza impresionante. Aunque uno diga “esto no es así”, se imponen como un pulpo.

–Han pasado cinco años desde el estallido. ¿Cómo ve usted el país?

–¡Tanto tiempo! Es como que fue el año pasado. A mí me gusta el presidente que tenemos, me gusta Gabriel Boric. Creo que es una primavera política que vamos a tener. Evidentemente, no ha funcionado con la fuerza que podría, porque desde todos lados le impiden. También porque la derecha todavía no es erradicable en este país. Es rarísimo, aunque tengamos un presidente que no sea de derecha, no sé cómo lo hacen. Pero, sin hablar de la política, creo que nos hemos convertido en un país triste. Te estoy hablando de la frivolidad de caminar por la calle un sábado en la noche y ver a las once de la noche todo cerrado. Post pandemia, el rollo de la delincuencia permanente, que no lo niego, porque efectivamente estos niveles de delincuencia y de violencia eran bien desconocidos. Pero es como un círculo vicioso. No salgas a la calle porque hay delincuencia y hay delincuencia también porque las calles están vacías. 

–Usted va a cumplir 60 años en marzo próximo. ¿Cómo enfrenta los 60?

–Yo me siento joven y vital. Siento que tengo amigos más jóvenes, me gustan los panoramas de gente más joven. Siento que estoy en un espacio entretenido, privilegiado. La creatividad del medio en el que me muevo salva mucho. Y también, quizás, tiene que ver con que los 60 de ahora no son los 60 de antes.

–El hecho de tener 60 le va a permitir jubilar.

–No, no, no. Ni cagando. Me muero. No tengo escuela familiar para jubilarme. Tengo un padre que tiene 86 y que hace unas obras que yo digo: “¿En serio?”. Y va al teatro y después a grabar. Graba teleseries, lo llaman para series. Yo quiero seguir su camino, sin duda. No me voy a jubilar, me muero de lata.

–Hay un procedimiento, digamos, administrativo. Puede llamar a su AFP y pedir su jubilación.

–Desde hace pocos años, desde que tengo contrato de trabajo, que tengo AFP. ¿Será desde que me echaron de TVN? ¿De cuánto será mi jubilación? A lo mejor de 120 lucas.

–Entonces está obligada a seguir trabajando.

–Tengo un departamento en arriendo. Tengo la vida medio estrechita para la vejez, pero no me voy a morir de la calle. No sé si voy a tener una vejez holgada pero sí que voy a trabajar hasta el último día de mi vida.

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