A medio camino entre la desazón y la desesperanza, el melancólico nuevo álbum del ariqueño, “La Jaula de los Sueños Olvidados” -estrenado premeditadamente el 11 de septiembre-, es una obra que se cuestiona el fracaso constitucional de septiembre de 2022. El cantautor asegura que, pese a la confusión de la ciudadanía, no pierde las esperanzas en el futuro de Chile, cuenta que sueña seguido con su ex manager, Carlos Fonseca; recuerda una gira estadounidense como telonero de Calle 13 y no desestima el aporte de los artistas urbanos que son un hit en el mundo. “Hay que pensar que Los Beatles partieron con “She Loves You”. Hay que darles una oportunidad”.
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El 11 de septiembre no es un día cualquiera para Manuel García. Este año, particularmente, fue una fecha aún más especial. Publicó su nuevo disco, “La Jaula de los Sueños Olvidados”, y se presentó en La Moneda, como un homenaje a los fallecidos y detenidos desaparecidos de la dictadura, vestido con un poncho y empuñando su guitarra. Como si en él se cubrieran todos los espectros de la Nueva Canción Chilena, el movimiento artístico más creativo y trascendente de la música local.
Aunque siempre ha mostrado simpatías por la izquierda, su filiación social nunca fue tan explícita como en su nuevo trabajo, que es el más político a la fecha. Las catorce canciones están atravesadas por un análisis de la derrota del Apruebo en septiembre de 2022. Pero desde la perspectiva de la desesperanza. Del hastío -dice- de haber tenido los cambios a la mano y cambiar la Constitución de 1980.
Por eso, el triunfo del Rechazo fue un golpe que todavía sacude la cabeza del cantautor ariqueño. “Es una sensación de desazón”, dice. Aún así, cree que ese estado permite dos alternativas: quedarte en ella o revertirla. García opta por la segunda opción. “Hace tiempo que tengo ganas de contar en mis canciones el Chile de colores, alegre, de tradiciones. De familia. Pero para hacer ese ejercicio, debes decir antes las cosas que están pendientes a la cara, no ocultar lo que incomoda. Y en este disco me arriesgué a eso”, explica.
El nuevo rostro musical de García es una vuelta a sus inicios en solitario, cuando se abría paso inspirado en el legado de Violeta Parra, Víctor Jara y Silvio Rodríguez. Como si fuera el cierre de la trilogía que inició “Pánico” (2005) y continuó “Témpera” (2008), “La Jaula de los Sueños Olvidados” es un disco despojado de instrumentaciones grandilocuentes, emotivo en su carácter conceptual, aliñado solo por la voz, la guitarra y una percusión secundaria donde abundan textos tan dolorosos como lúcidos, que representan los tumultuosos últimos años políticos de Chile.
En “La Dulce Impaciencia”, uno de sus versos dice “no quiero ni pensar/que no hay algo especial/que todo sea mal/yo sé que la verdad/les arrancará la piel/a los que han de vender hasta su sombra”. O en la tristísima “Copihues Negros” exhibe el fracaso constitucional con un texto lapidario, sin retorno. “Tierra chilena/tierra de penas/qué horror!/patria que esperas/pan con miserias y arroz”.
El músico asegura que este disco no desea cerrar la puerta en las narices a Chile. Ni tampoco son canciones que le dan recetas a las personas sobre cómo vivir su vida. Es una obra hecha desde la perspectiva de cualquier vecino que requiere que los temas sean un antídoto para generar “reflexión, cariño, consejos y propuestas”.
–Desde el estallido social hasta ahora, las señales de degradación son variadas. Las últimas semanas son abrumadoras. La corrupción de Hermosilla y el poder Judicial. ¿Estamos peor que hace cinco años?
–Por esas cosas, lamentablemente, aparecen estos discos. Me gustaría cantar de otros temas. Me quedé callado durante el estallido porque me gustaba que el pueblo expresara lo que pensaba en sus paredes, que los jóvenes hicieran canciones, que los hiphoperos y los folcloristas razonaran lo que estaba pasando. Terminé reflexionando porque a todos nos afecta este descalabro de la institucionalidad, que ha sido una bofetada histórica. Perdimos el paso de la ilusión. Nos confundimos.
–¿Dónde estamos ahora?
–Tratando de encontrar el paso, el hilo por dónde veníamos. En mis shows percibo que los públicos actuales están interesados en lo que dicen los músicos. Algo quedó del estallido. Una conciencia de derechos que no se ha logrado canalizar. Pero sigue palpitando el deseo, la ilusión y el sueño del cambio. Eso lo encarna muy bien la música y el arte, en general, que son actividades humanas de primera necesidad.
–En sus recorridos por Chile, ¿siente que el chileno continúa como groggy, que no sabe hacia donde vamos?
–Hay una parte de Chile que anda súper perdida. Y se vio reflejado en las votaciones. Todavía nos pasa la cuenta la dictadura porque no hubo educación, historia, se desechó la literatura, el arte, la filosofía. No hubo la sensibilidad de entender que la belleza humana está en la capacidad de potenciarse entre seres humanos y no de competir entre nosotros. Cuando vas a una feria, te encuentras con imágenes de Víctor, Violeta, Gabriela Mistral, Neruda, que ahora lo vilipendian. Son personas que luchan por romper el status quo, vinculados al humanismo y todos provincianos. No ves imágenes de personas que proponen el neoliberalismo o el capitalismo como Kast o Kaufmann. Ellos no generan orgullo en el país.
–Aunque también hay ultras feministas que tratan de reducir a Neruda como un perverso por despreocuparse de su hija y olvidan, por ejemplo, que trajo a dos mil exiliados republicanos españoles en el Winnipeg que fueron un aporte cultural al país…
–Creo que todos los puntos de vista son legítimos. Puedes cuestionar y expresar tu punto de vista. Y solo será eso. Tu punto de vista. El pensamiento histórico siempre es multifactorial. Si se redujera, por ejemplo, Los Jaivas no podrían tocar “Las Alturas de Machu Picchu” porque son textos de Neruda. Neruda es un constructo social. Su poesía es pilar como identificación del mundo obrero y de Chile. Siempre hay que separar la paja del trigo. Y no puedes extirpar los logros de un artista por una acción particular.
Manuel García: “He compartido con Ceaese, Polimá o la Princesa Alba y conocen bien mi música”
Carlos Fonseca es un nombre que aparece recurrentemente en la conversación. El histórico manager de Los Prisioneros fue durante aproximadamente diez años, el representante de Manuel García. Y el responsable de impulsar la carrera internacional del músico. Recuerda el autor de “El Viejo Comunista”, que supo una semana antes por un amigo en común que Fonseca estaba delicado de salud. Aunque jamás pensó que su final sería tan rápido. “Estaba con la guitarra, sentado al borde de mi cama, cuando me llegó el mensaje que decía que Carlos partió. Lo he reencontrado en sueños. Caminando juntos o comiendo unas hamburguesas gringas que le gustaban. Siempre me da consejos en los sueños. Al menos, terminamos bien y necesitábamos un respiro entre nosotros”, indica.
–En una ocasión, Fonseca me dijo que si hubiese trabajado antes con usted, su futuro artístico sería mucho mejor…
–Es probable. Carlos tenía sus teorías para todo. Le gustaba trabajar con música que la rompiera. Siempre tuvo buen ojo, más allá de Los Prisioneros. Estuvo con La Ley, Illapu, a cargo de EMI, Inti Illimani, Teleradio Donoso. En tiempos con Fonseca, giramos por toda la Costa Oeste estadounidense con Calle 13. Ellos me pidieron que abriera sus conciertos y cantáramos “Ojos Color Sol”, un tema que hicieron con Silvio Rodríguez. En esa gira, abría sus conciertos a pura guitarra. Camila Moreno les habló de mí cuando vinieron al Festival de Viña, les gusté y me invitaron. Los visité en sus casas a Residente y Visitante, en Puerto Rico, y salimos a pasear por La Perla, el barrio donde se hicieron conocidos. Ellos le dieron una vuelta a la canción con la reflexión urbana social.
A diferencia de un gran porcentaje de personas, García no crucifica a los solistas reggaetoneros o traperos chilenos que están despuntando en el exterior. Ni siquiera los ve como artistas de “canciones vacías”. “Hay que pensar que Los Beatles partieron con ‘She Loves You’. Hay que darles una oportunidad, que elijan lo que quieran hacer. Nunca fui enemigo de las músicas. He compartido con Ceaese, Polimá o la Princesa Alba y conocen bien mi música. Me dicen usted y me dan gracias por mis canciones. No soy de criticarlos de buenas a primeras. Prefiero observar y escucharlos. Cuando empezó el reggaetón, me decían “esta porquería no es música”. Todas las formas musicales crecen, se desarrollan, cambian de perspectivas. Calle 13, por ejemplo, se tornó más social. Y, en un comienzo, se suponía que eran pura chacharacha”.
–¿Tiene ganas de publicar sus memorias?
–Sí, sobre todo porque puedo contar cómo es el camino a la gente más joven. Alertarlas en lo que conlleva ser artista, que confíen en su trabajo y que no lo midan con algo que puede ser cruel vincularlo: los números. Si me publica un sello, soy bueno. Si tengo tantos auditores, soy bueno. Nunca hay que caer en ese juego porque te pasa la cuenta. Hay que creer en tu arte y en tus logros.
–Dijo que con la reedición de “Pánico” vendrán muchos conciertos en el exterior. ¿Cómo lo compatibiliza con la vida familiar?
–Pasa la cuenta un poco, pero mi familia es bien armónica y me llevo bien con mis críos. Tengo tres hijos y Emilio, el mayor de 20 años, hizo partituras en el nuevo disco. Se quiere dedicar a la música, ser un compositor de películas. Nunca hablo mucho de mi gente, pero me emociona el trabajo de Emilio. Lo admiro como escribe y compone.
–¿Por qué siempre ha separado tanto a su familia de su carrera?
–Para publicar un disco debes crear un imaginario en torno a una persona. Pero eso es distinto a mi vida personal. Los niños han tenido su propio mundo y no puedo andar diciéndoles que el papá publicó un disco, que salió en la tele o sonó en la radio. Es fácil confundirse. Si vengo de una gira, aunque sea de China, y uno de mis hijos me muestra que se cortó un dedo, eso es lo más importante. No me interesa sentarlos en la mesa y hablarles de mis anécdotas y mis logros.
“Me gustaría hacer mejores canciones. Siempre”
Durante la entrevista, en un café en la plaza Ñuñoa, varias personas se acercan en distintos momentos a la mesa a pedirle fotos y expresarle admiración. García no se molesta y agradece los gestos de aprecio. “Es lindo cuando te reconocen, porque te dan cariño. Cuando salgo de mi casa, a veces voy pensando en los problemas que tengo como cualquier persona, y el saludo de alguien es bonito porque es honesto. Eso se agradece”, comenta.
–Hay una canción de Patricio Manns titulada “No Cierres los Ojos”, escrita el 5 de septiembre de 1970, cuando alerta sobre el triunfo de Allende como la victoria de una batalla, pero no de una guerra. Algunas de sus nuevas canciones también tienen esa inmediatez de la clarividencia sobre el futuro y las oportunidades. ¿Tiene esperanzas en Chile?
–Sí. Me gustaría hacer canciones más alegres, más bonitas. Pero nunca debemos olvidar nuestros sueños, la motivación de la esperanza. Creo en la gente joven de Chile, en el arte chileno, en su capacidad literaria. Solo estamos en un periodo donde andamos con el paso perdido. El mundo mapuche, en ese sentido, tiene una palabra no solo para Chile, sino que también para el mundo que está un poco desconectado.
–¿No cree que hay una visión romántica de los mapuches? Hace dos años hubo unos que descuartizaron a una persona por una quitada de drogas…
–Ser mapuche no es ser santo. Es conocido que ellos no han podido desenvolverse sin tener encima una bota que los aplasta. Siempre han tenido una limitación. A Chile nunca se le ocurrió incorporar una lengua, como la mapuche, que está llena de contenido y los que descuartizaron no son los que representan a ese pueblo.
–Trabajó en los dos últimos documentales de Maite Alberdi. ¿Cómo contactó con ella?
–Para “El Agente Topo” estaba en Puebla, México, cuando me llamó. Empecé a ver la película y pude hacer una canción bonita de José Luis Perales –“Te Quiero”-. Estaba justo con una guitarra española y quedé muy contento con el resultado. Y para “La Memoria Infinita” nos encontramos de casualidad en los estudios Filmocentro. Ella tenía montados unos temas de Silvio, coordinamos darle una nueva mirada a “La Danza de las Libélulas” y fue un buen cierre para la historia amorosa de Paulina y Augusto Góngora.
–En retrospectiva, ¿pensó alguna vez que pasarían estas cosas en su carrera musical?
–Siempre he trabajado mucho y en forma honesta. Nunca he hecho atajos para que pasen cosas. Creo que no acortar caminos, al final, es lo mejor.
–Eso mismo dice Marcelo Bielsa.
–Por algo Bielsa es Bielsa.
–¿Qué ha aprendido de la música?
–A nivel imaginario, las realidades que han observado Víctor, Violeta y Silvio Rodríguez, su ángulo amoroso y tratar de decir cosas. Hay en ellos valentía, claridad. Obras que han sido refrendadas con su vida, como fue con Víctor. Conocernos como pueblo, como Violeta, que quería hacer una universidad del folclor y que fuera su casa. Son saberes, conocimientos que no se deben perder. Quiero creer que sigo una línea histórica, aunque sea un eco bien modesto. Me suele pasar que estimo que mis canciones no dan el ancho, que son limitadas, que quiero comunicar más. Me gustaría hacer mejores canciones. Siempre. La música es lo que me mueve y necesito el ejercicio generoso del que escucha. Si creen que soy fome, no me importa. No me molesta, porque todo lo que he aprendido de la música ha sido con honestidad.