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Daniel Muñoz

Entrevistas

18 de Octubre de 2024

Daniel Muñoz: “La Constitución ahora da lo mismo, lo que realmente hay que cambiar es la mentalidad de este país”

El actor, quien estrenó la película "El fantasma", lleva seis años fuera de la televisión -salvo un pequeño rol en Mega- y dice que gracias a su carrera puede darse "ciertos lujos" y rechazar papeles. A cinco años del estallido social, señala que "el gobierno actual tiene mucho que ver con lo que fue el estallido", que "este país ha sido educado para depender, no para ser independiente", que "lo que está ocurriendo es que la olla presión ya no da más" y que "hay una mentalidad esquizofrénica en este país".

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Daniel Muñoz llegó hasta Valdivia para participar en la inauguración de la 31ª edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia (FICValdivia). Junto a Mariana Loyola fueron los encargados de abrir una de las semanas más esperadas por la comunidad. El actor decidió quedarse unos días más para disfrutar de la ciudad y ver algunas películas del certamen.

Sentado en un salón del Hotel Villa del Río, destaca la importancia de este festival como un evento clave de la cultura nacional. Eso sí, dice que es importante avanzar en el financiamiento estable para aquellas iniciativas que ya tienen años de trayectoria y trabajo comprobado. Recuerda que hace unas semanas estuvo en el lanzamiento de Teatro a Mil en Santiago, donde el foco fue el mismo: el financiamiento.

“Se trata de apelar a que instituciones como estas reciban un apoyo estable, sin tener que gastar energía tratando de conseguir financiamiento cada vez para sus producciones. Es fundamental un aporte estatal, un respaldo a la cultura”, dice Muñoz, quien participa en la compañía Teatro Ictus, que este año cumple su aniversario número 70.

En cuanto a la propuesta del gobierno de Gabriel Boric de impulsar el aporte a la cultura hasta el 1% del presupuesto nacional, Muñoz sostiene que “nunca es suficiente, pero al menos es una propuesta concreta que valora la actividad cultural. Si hablamos de cultura, hablamos de lo que identifica a un país. Sin cultura, un país desaparece. La cultura es la identidad”.

Sobre su momento actual, Daniel Muñoz dice que evalúa muchas cosas antes de tomar un proyecto. Quien tuvo uno de los roles más icónicos de la televisión chilena en “Los 80″, con Juan Herrera, no ha vuelto a trabajar de manera estable en televisión. Uno de los pocos proyectos audiovisuales de este 2024 fue el estreno de El Fantasma, película dirigida por Martín Duplaquet, en la que el reparto incluye nombres como Willy Semler, Néstor Cantillana y Elisa Zulueta.

A pesar de no tener grandes roles en televisión abierta ni en canales de streaming este año, el actor cuenta que los proyectos comunitarios son lo que lo movilizan. Aborda los “Cerros de Cueca”, instancia en la que participa en la Región de Valparaíso y que, según él, lo ha ayudado a cerrar heridas producidas por el proceso del estallido social y el rechazo a la nueva constitución. “Este país es un archipiélago, está dividido en islas, y no me interesa ir a todas las islas o pensar que estas se van a transformar en un bloque”, dice Muñoz.

—Este año participó en la película El fantasma. ¿Cómo fue ese proceso?

Fue un proyecto muy entretenido. Lo pasé muy bien y conocí gente nueva. Me uní al proyecto principalmente por reencontrarme con Willy Semler, quien me invitó. Willy es muy importante en mi carrera como actor. Como director, me entregó herramientas que aún uso. Aprendí mucho con él, especialmente en teatro. Le debo gran parte de mi madurez como actor.

En los último año ha trabajado en producciones para Netflix, como 42 Días en la Oscuridad, y para Amazon, con El Presidente. Sin embargo, no ha tenido roles protagónicos en televisión desde Los 80. ¿Por qué?

—Las teleseries siempre me han complicado por los guiones. No soy reacio, he hecho algunas y me han invitado, pero tampoco tengo muchas invitaciones. El género de las teleseries está muy aferrado a los elencos, que están muy establecidos, y también a la vigencia de los actores. Hoy, el único canal que produce teleseries es Mega, y tienen sus elencos muy consolidados.

—¿Le han ofrecido algún proyecto en teleseries?

—Sí, me ofrecieron participar en una especie de spin-off de un personaje, pero el rol no me atrajo.

—¿Es posible integrarse en esos elencos que parecen muy establecidos?

—La verdad, no entiendo mucho cómo funciona el mundo ahora. Sé que es un equipo reducido y que es una producción de Mega, pero no sé si la produce Mega directamente o una productora para ellos. Ese engranaje ya no lo comprendo. Por mi parte, mi trabajo como actor en el ámbito audiovisual está más relacionado con series realizadas por productoras, más que por los canales.

—¿Se siente más cómodo en el mundo del streaming?

Me siento cómodo cuando hay un buen guion, un equipo de trabajo interesante, personas que no conozco y que me atrae la idea de trabajar con ellas. Depende de varios factores: mi energía, la historia, y a veces, más que la historia en sí, quién va a dirigir. Me importa para quién es la historia y cuál es el objetivo de contarla. Son muchas variables.

Daniel Muñoz

—¿En este momento de su carrera puede tomarse el lujo de elegir proyectos con más distancia?

Sí. Ahora puedo darme ciertos lujos, pega no me falta. Me ocupo bastante con un nuevo camino que estoy abriendo en la música, lo que me toma bastante tiempo. Además, mi compañera y yo tenemos un proyecto social, impulsado en parte por el descalabro del 4 de septiembre con el plebiscito de rechazo. Eso nos estremeció profundamente y nos hizo replantearnos muchas cosas sobre nuestros objetivos como artistas y personas en este país. Así surgieron varios proyectos muy importantes para nosotros, aunque son a nivel micro y comunitario, pero muy intensos, y nos tienen ocupados.

¿Y estos proyectos tienen que ver con la música y el teatro?

—Tiene que ver con la música, pero también con nuestro compromiso social. Es compartir con la comunidad, dar atención a las comunidades. En Valparaíso tenemos un proyecto llamado Cerros de Cueca, que empezó como una experimentación comunitaria y social, y ha ido creciendo. Vamos a localidades en Valparaíso donde generalmente no pasan muchas cosas, y organizamos un evento de un día completo. Invitamos a un grupo musical local, y comparto con ellos todo el día. Durante la mañana hacemos un ensayo donde preparamos un repertorio que luego presentamos a la comunidad.

—¿Cree que actualmente hay una crisis en la televisión chilena en cuanto a la creación de contenido?

Siempre hay crisis. El caos, el conflicto, los errores… todo eso es clave para que algo avance. Lo importante es saber cómo avanzar, porque cuando la crisis se estanca y se transforma en algo del cual no se puede salir, ya no tiene sentido. La crisis es un regalo que la vida te da para activarte, para resolver problemas. No creo que la crisis sea mala, lo que está pasando es lo que está pasando, y gracias a eso la sociedad busca salidas por otros lados. No creo que sea algo de lo que no se pueda salir, por lo menos cada uno se reinventa como puede. Este proyecto que tenemos, junto a compañeros, es justamente para salir de esa crisis en la que quedamos, tanto emocional como social. Y está funcionando.

Y hacer remakes de antiguas teleseries, ¿es dar un paso atrás en este caos, tomar algo que ya es conocido y volverlo a hacer?

Es difícil interpretarlo. Cada uno se defiende como puede. Cuando no hay capacidad de inventar, se recurre a lo mismo, reinventándolo y presentándolo de otra manera. Quizás eso es bueno, porque de alguna manera te impulsa hacia algo nuevo. Lo peor que puede pasar es quedarse quieto. Aunque estés repitiendo lo mismo o “recalentando la comida”, o usando lo que quedó para hacer un almuerzo nuevo al día siguiente, eso ya es algo. Siempre, si uno está atento, aparece una salida. Eso es lo que he aprendido con el tiempo. Echarse a morir y pensar que todo se acabó… en ese momento ya no tienes ninguna posibilidad de salir.

—¿Usted ha tenido que reinventarse?

La verdad es que soy bastante inquieto, nunca he dejado de hacer cosas. De repente apareció la música, y eso abrió un camino inesperado. Dejé de hacer teatro por mucho tiempo. Luego surgió una compañía joven que puso la vara muy alta, y tuve que tomar una decisión: colgar la toalla o incorporarme a su ritmo. Eso me ayudó muchísimo. Bajé el moño, porque no basta con ser un actor de trayectoria o con años de experiencia. Lo importante es entender dónde estoy y si quiero estar ahí o no. Fue una decisión sabia, porque aunque fue sangre, sudor y lágrimas, el montaje de El violinista en el tejado con la compañía Darshan teatro, una compañía joven y muy intensa, me ayudó a reencontrarme como actor. 

“Las grandes series se programaban en horarios en que nadie las iba a ver”

En diciembre de este año se cumplen 10 años del último capítulo de “Los 80”, serie emitida por Canal 13. En total fueron 7 temporadas y 72 capítulos de la ficción creada por Alberto Gesswein, Boris Quercia y Rodrigo Cuevas. Daniel Muñoz interpretó a Juan Herrera, padre de una familia que se ganó un lugar entre las mejores producciones de la historia de la televisión chilena.

—¿Considera que ese es “su” papel, el que la gente lo para en la calle y todavía lo recuerda?

Sí, es impresionante lo que ha pasado. No solo la gente mayor, sino también muchos niños están viendo la serie. Hay quienes se acercan y me cuentan que la han visto siete veces. Lo que más me sorprende son los niños, que se reencantan con la serie. Hicimos un producto que trasciende la época y el momento. Me siento muy orgulloso de eso. Ojalá podamos repetir ese fenómeno, aunque no con la misma serie, sino con otra.

—¿Qué cambió en la forma de hacer televisión hasta ahora?

Cuando se estrenó Los 80, abrió la puerta a un nuevo audiovisual y surgieron series importantes. Pero el sistema en el que se presentaban esos proyectos se vio alterado, cerrando la puerta al impulso del audiovisual chileno. Esto se debió a que las grandes series se programaban en horarios en que nadie las iba a ver. 

—¿Cree que los canales de televisión eran responsables de eso?

Sí, los canales de televisión, especialmente los que estaban a cargo de la programación y sus líderes, hicieron todo lo posible para que las series que habían ganado el apoyo del CNTV, y que tenían la obligación de presentar, se programaran en horarios que nadie las veía. Al hacerlo, se desligaban de la responsabilidad de asumir las consecuencias que el contenido de esas series iba a provocar en la gente.

—Cuando estaban haciendo Los 80, ¿pensaban que estaban creando una serie que terminaría convirtiéndose en emblema?

No, al principio no. Ya en la tercera temporada nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo importante. No pasó una temporada en la que no tuviéramos problemas con el canal. El canal siempre fue un gran enemigo de la serie; quería terminarla y hacía todo lo posible para que le fuera mal. Afortunadamente, la serie se ganó el cariño del público, aunque las demás series que vinieron después no tuvieron tanta suerte.

Daniel Muñoz

—Este viernes se cumplen cinco años del estallido social. ¿Considera que hubo un cambio en el país o no?

Me gustaría pensar que todo produce un cambio, aunque se noten o no. Personalmente, hubo un cambio en mí, y eso es lo más importante. En mi entorno ha habido una transformación. Es significativo que esto haya provocado algo en mí, una lección que aprender y una manera distinta de enfrentar la vida.

A nivel país, creo que con el tiempo se van a ver los cambios reales. Políticamente, hay un descalabro y una reacción. El gobierno actual tiene mucho que ver con lo que fue el estallido. Todo tiene una acción y una reacción. No soy tan experto en analizar los detalles, pero me gustaría pensar que no está todo igual y que sí se produce una reacción frente a ese estallido. Es inevitable que una explosión deje secuelas. Los resultados que uno hubiese esperado, que a uno le gustaría, no fueron los que se dieron, pero de alguna manera, algo está pasando.

—¿Cambiar la Constitución de 1980 sigue siendo una demanda importante?

No, eso ya pasó. Eso ya no es relevante. En mi opinión, la Constitución ahora da lo mismo. Lo que realmente hay que cambiar es la mentalidad de este país. Es fundamental educar.

Pareciera que hay diferentes formas de educar.

—Claro, todo pasa por la gestión política. Este país ha sido educado para depender, no para ser independiente. Todos los atisbos de independencia que han surgido se ven limitados por una mano muy fuerte que controla eso.

Me queda la sensación de que hay un poder real que defiende su territorio de manera depredadora y que impide que este país sea el país independiente que uno cree que debería ser. Lo maneja de una manera tan sutil que uno podría pensar que sí estamos en una democracia. Que realmente vivimos en una democracia. Hay argumentos para decir que sí, que uno puede expresar lo que quiera. Ya no te matan por decir lo que piensas, pero de alguna manera este virus, esta enfermedad, encontró la manera de seguir funcionando, aunque de forma más sutil, más velada. La verdad es que me di cuenta de esto no hace mucho…

—¿Luego del estallido?

—Claro, claro. El estallido fue una reacción muy contundente que demostraba que el pueblo chileno, en su gran mayoría, por fin iba a producir el cambio que todos queríamos. Es un cambio hacia la igualdad, para terminar con la corrupción en los poderes y en la justicia. Es una serie de utopías que toda persona mínimamente humana anhela. Y no ocurrió. No pasó por una dictadura ni nada por el estilo, sino que fue resultado de la votación. La propia gente se negó a eso.

—Decía que, en lo personal, el rechazo a la votación de nueva Constitución caló hondo en usted.

O sea, me destruyó. Fue como una bofetada. Jamás me lo esperé. Me sorprendió y me desilusioné.

—¿De la gente?

—De la gente, claro. La primera reacción fue: “Váyanse a la punta del cerro, no quiero saber nada más de ustedes.” Y claro, ocurrió un evento días después. Estábamos en septiembre, el 4, y fue catastrófico. Nos fuimos al hoyo con la familia.

Reflexioné y me dije: bueno, este país es un archipiélago, está dividido en islas, y no me interesa ir a todas las islas o pensar que estas se van a transformar en un bloque. Así que decidí transitar por los lugares donde me sienta cómodo. Así empezamos a entender, conocer y buscar puntos en común.

—¿Casos como el de Luis Hermosilla le hacen creer que hay un ambiente similar al del estallido?

—No sé. Creo que lo que está ocurriendo es que la olla a presión ya no da más; está cayendo por su propio peso. Todavía tengo desilusión sobre cómo se van a incorporar las cosas.

¿Hoy ve descontento en la gente?

—Se ve el descontento en el entorno del problema, pero no a nivel nacional. Para nada. Hay desconfianza, incluso. He percibido apoyo hacia este tipo de cosas porque, claro, hay una mentalidad esquizofrénica en este país: se ensalza al sinvergüenza. Es una educación que se ha ido incorporando poco a poco, donde, si una institución funciona mal, se entiende que así es y, sorprendentemente, se apoya que funcione mal. Si la institución funciona mal, la gente tiende a hacer lo mismo porque es la única manera de obtener resultados.

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