Tiempo Libre
13 de Noviembre de 2024La historia de esclavitud de un chileno y una alemana que inspiró a “Aullido de invierno”, film de Colonia Dignidad protagonizado por Paulina García
El director conversa con The Clinic sobre su segunda película sobre Colonia Dignidad, que tiene como protagonistas a una pareja de víctimas de ese lugar, quienes deciden irse a vivir a la Patagonia.
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Este 14 de noviembre se estrena en salas de cine Aullido de Invierno, una de las dos películas ganadoras de la competencia de cine chileno en la última edición del Sanfic; la otra fue La fabulosa máquina de cosechar oro, de Alfredo Pourally. La cinta, dirigida y escrita por Matías Rojas, entrelaza documental y ficción para contar la historia de los sobrevivientes de Colonia Dignidad.
La película aborda la vida de Ingrid, alemana, y Franz, chileno, ambos sobrevivientes de Colonia Dignidad, quienes viven en un lugar aislado de la Patagonia con el único propósito de vivir el presente y con el recuerdo del pasado que les fue arrebatado. El director decidió utilizar la narrativa del cine e incluir una historia de ficción dentro de la película. Paralelamente, se narra la historia de una mujer que busca redimir su culpa (Paulina García), vinculada a los horrores de este oscuro capítulo de la historia reciente de Chile.
“Viví hasta el año 2003 en Colonia Dignidad. Franz y yo vivimos en ese lugar por más de cuarenta años, en completo aislamiento, tratados como esclavos”, dice Ingrid en su lengua natal en el trailer de la cinta.
El director ya había abordado Colonia Dignidad en su película anterior, Un lugar llamado Dignidad, una ficción en la que un niño de 12 años recibe una beca para asistir a la misteriosa y aislada escuela establecida por alemanes en Chile, llamada Colonia Dignidad. Matías Rojas explica que la razón para hacer una segunda película con temática similar responde a la primera línea de la cinta: “¿Cómo podemos contar una historia para que nunca sea olvidada?”
—¿Cómo llegó a esta historia?
La historia me encontró en la investigación de la película anterior a través del abogado Hernán Fernández. Viajé a conocerlos (a Ingrid y Franz), en ese momento ellos vivían en otro lugar y desde un comienzo una relación amistad cada vez más cercana donde a través de su generosidad para con su historia ellos fueron entregándome información de los años que vivieron en Colonia Dignidad. La historia me pareció muy interesante respecto a que ellos me dijeron una frase que me quedó dando vuelta: vivían en presente el pasado que no tuvieron como vivir.
—¿Por qué hacer una historia de la Colonia Dignidad sin mostrar el lugar?
Desde el principio, la idea de esta película tuvo que ver con no mostrar nada de la Colonia Dignidad, ni sus lugares, ni acercarnos directamente a la historia misma. Lo que queríamos era concentrarnos en la relación de los personajes, tanto en la historia documental como en el pequeño cuento de ficción dentro de la película, explorando cómo los personajes se enfrentan a su pasado en el presente.
Yo conocía la historia de Ingrid y Franz y me acerqué a ella a través del documental. Sin embargo, en la ficción, como en la realidad, abordamos temas como la memoria y los pactos de silencio, pero sin basarnos en un personaje real. Creamos una ficción que se acercara a ese universo, buscando generar un diálogo entre ambas historias.
—¿Se planteó esta película como una película de denuncia sobre Colonia Dignidad?
No, para mí el cine no es solo un medio para contar historias. Siento que, muchas veces, lo primordial parece ser el argumento o la trama, pero creo que el cine es un lenguaje que ofrece herramientas muy potentes y ricas que van más allá de simplemente contar una historia. Como cineasta, lo importante es plantear un punto de vista que puede estar relacionado o no con una historia real. En este caso, tanto la parte documental como la parte de ficción se abordan a través de otras herramientas cinematográficas.
La idea era que el espectador tuviera la oportunidad de adentrarse en este espacio de relación entre los personajes y la memoria, y de explorar las obras, las relaciones, incluso las metáforas, el sonido, y otros elementos. Más allá de sacar, entre comillas, a la luz un tema, siento que el periodismo se puede hacer cargo de mostrar verdades de una manera más directa. En cambio, el cine no se agota cuando aborda un tema o un hecho histórico, aunque a veces, cuando se limita solo a eso, puede perder su fuerza.
—¿Por qué decidió complementar lo documental con una ficción?
Porque me parece que tiene que ver con lo que para mí es el cine, un lenguaje donde podemos combinar no solo el argumento o el tema, sino también la estética, la forma, el lenguaje y el sonido. Cuando estaba escribiendo la película, desde el inicio, tuve la intención de crear un relato que se estructurara como una especie de muñeca rusa. Es decir, una película dentro de otra película, que a su vez contenía otra más pequeña, donde una sería documental y la otra ficción, filmadas de diferentes formas, con distintas estéticas y cámaras. Siempre recuerdo que me llamaba mucho la atención, cuando estudiaba cine, que la enseñanza del guion era muy estructurada.
Entonces, me di cuenta de que esa estructura limitaba, o mejor dicho, oprimía la libertad artística de la cinematografía. Siento que combinar historias, incluso en formato, se asemeja mucho más a nuestra realidad. Es decir, puedo estar viviendo este día, conversando contigo a través de esta entrevista, y luego me voy a dormir una siesta y tengo una pesadilla en la que se mezclan todo lo que hablamos, aparecen otras cosas, y luego sigo mi día de manera lineal. Así, los sueños y las pesadillas se vinculan con nuestro día a día, sin ningún orden cronológico o lineal.
—¿Cómo fue trabajar con Paulina García?
Trabajar con Paulina García fue, bueno, fue genial en todos los sentidos, porque desde que le expresamos la intención de que fuera la protagonista de esta parte de ficción, ella mostró mucho interés. Tuvimos diálogos, lecturas de guion, intercambiamos ideas y ella aportó su visión de cómo sentía y veía al personaje. Entonces, fue una conversación constante: ¿cómo sentía y veía el personaje? Filmamos en 2020 y 2021, aún en plena pandemia, por lo que fue muy complejo hacer ensayos o reunirnos muchas veces de manera presencial.
Así que hablábamos, conversábamos, y veíamos las cosas desde ese lugar. Desde el inicio, hubo una generosidad por parte de ella, como te decía, no solo a nivel de actriz, sino también con sus ideas y propuestas. Fue una persona, una gran persona, y eso fue realmente valioso. Fue un proceso en el que también aprendí mucho. Agradezco mucho su generosidad, no solo conmigo, sino también con el equipo.
—¿Le interesa seguir haciendo películas sobre Colonia Dignidad?
Por ahora, no. Creo que Un Lugar Llamado Dignidad fue una película que me marcó mucho en términos íntimos, en el sentido de que fue muy difícil hacerla, no tanto por lo interno de la película, sino por lo que implicó hacerla, por lo externo, por la producción, que fue especialmente difícil. Entonces, quedé con una experiencia profunda. Cuando conocí a Ingrid y Franz, y estaba en el proceso de terminar Un Lugar Llamado Dignidad, siempre se me quedó en la cabeza la idea de hacer una película que contara su historia combinada con esta historia de ficción, para generar algo que no fuera clásico, entre comillas, en términos de perspectiva.
Eso era clave para mí. Pero creo que ya cumplí con ese ejercicio, y no tengo la intención de acercarme nuevamente a este tema desde otro punto de vista. Actualmente, estoy trabajando desde hace dos años en la siguiente película, que se llama Patas de Perro, una adaptación cinematográfica de la novela Patas de Perro de Carlos Droguet.