Opinión
16 de Noviembre de 2024Ajustes a la proyección de crecimiento: la caída del último optimista
La columnista Gabriela Villalobos analiza los últimos resultados económicos que le han valido duras críticas al ministro de Hacienda, Mario Marcel, ya que los pronósticos de La Moneda en la materia no se han cumplido. "Entre mayo y septiembre el crecimiento mensual solo sorprendió al alza una vez. De los cinco Imacec entregados, cuatro estuvieron por debajo de las expectativas. Con cada mes, se han presentado argumentos distintos para explicar la menor actividad. Más allá de los problemas puntuales, hay consenso en que la tendencia muestra un crecimiento estancado y una baja inversión", escribe.
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Un economista una vez me comentó que en la descripción de cargo de un ministro de Hacienda se incluía que debía ser siempre el más optimista de la sala. Las proyecciones del Gobierno suelen liderar las estimaciones de crecimiento. Tiene lógica; si los que aplican las políticas fiscales no creen en su estrategia, ¿entonces quién? El problema sucede cuando la corrección es continua y a la baja, como ocurrió en las últimas semanas.
Pero no nos adelantemos. Partamos por definir por qué es importante el crecimiento del PIB. En teoría, es un indicador de que hay actividad en el sector privado y en el público, lo que se traduce en creación de empleo y mejora en la calidad de vida. También es un insumo fundamental para generar ingresos para el Estado, los cuales financiarán políticas públicas.
Por estas razones, el expresidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, dijo en una entrevista la semana pasada en Pauta que “la prioridad número uno (en materia económica) es el crecimiento, segundo el crecimiento y tercero el crecimiento”. El expresidente Ricardo Lagos también lo dijo hace siete años: “la tarea número uno de Chile es crecer, todo lo demás es música”.
Según calculó la Comisión Marfan el año pasado, por cada punto de crecimiento del PIB se genera un aporte a las arcas fiscales de US$570 millones. Antiguamente se calculaba una cifra superior, pero la verdad es que el crecimiento no se traspasa de manera lineal a los bolsillos del Estado, ya que también supone un mayor gasto para financiar ese aumento en la producción, como, por ejemplo, en forma de nuevos puestos de trabajo. No solo importa crecer, sino también cómo se ejecutan los recursos tanto en el sector público como en el privado.
Pero volvamos al tema central: las correcciones en las proyecciones de crecimiento. Revisemos lo que sucedió este año. En mayo, el Gobierno ajustó su pronóstico de por última vez al alza, del 2,5% al 2,7%. Había motivos para hacerlo; desde mediados del año anterior, la actividad mostraba una expansión mayor a la prevista. El Banco Central también había mejorado su estimación, dejando un techo de hasta 3% en su estimación. El argumento central era una mejora en el comercio internacional.
Sin embargo, desde mediados de año, el contexto fue cambiando. Entre mayo y septiembre el crecimiento mensual solo sorprendió al alza una vez. De los cinco Imacec entregados, cuatro estuvieron por debajo de las expectativas. Con cada mes, se han presentado argumentos distintos para explicar la menor actividad. En el caso de junio, fueron los servicios, por el adelanto de las vacaciones de invierno. En agosto, fueron los temporales y la huelga de Escondida, mientras que en septiembre hubo menos gasto de lo esperado en las fiestas patrias. Más allá de los problemas puntuales, hay consenso en que la tendencia muestra un crecimiento estancado y una baja inversión. Lentamente, esto fue afectando las proyecciones.
Ya en septiembre, el Gobierno había reducido sus pronósticos de 2,7% a 2,6%. Pero no fue suficiente, considerando la gran decepción que vino con el dato de ese mismo mes. Mientras el mercado esperaba un crecimiento de 1%, el Imacec fue de 0%. El mismo ministro Marcel reconoció el día de la publicación del dato que seguramente no se lograría alcanzar el crecimiento proyectado de 2,6%. El mercado ya lo sabía y estaba proyectando una expansión cercana al 2,4%. Sin embargo, después de la dosis de realismo del Gobierno, rebajaron sus estimaciones al 2,2%, de acuerdo con la última Encuesta de Expectativas del Banco Central.
Hablando con economistas, la mayoría desdramatiza el hecho de no cumplir con la proyección este año. El problema radica en el número y el nivel que se proyecta de aquí en adelante. Para 2025, se estima un crecimiento en torno al 2%. Con este nivel de producción, no lograremos contar con los recursos suficientes para hacer frente a las necesidades sociales. Ya lo vimos en la discusión presupuestaria de este año, donde el ministro recortó el gasto del 2,6% al 2% para 2025.
Para añadir un poco más de dramatismo, pensemos en los nubarrones que se aproximan. Una de las mayores interrogantes a nivel internacional es la agenda que desplegará el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. El republicano ha prometido subir los aranceles de productos importados de China al 60%. Esto podría impactar a la misma economía asiática, considerando que Estados Unidos es su principal socio comercial. A su vez, podría afectar nuestra actividad debido a nuestra dependencia del consumo de cobre de China.
Por ahora las razones de preocupación abundan. Por lo mismo la corrección del ministro Marcel tenía todo el sentido. Aunque con esto se haya producido la caída del último optimista.