Opinión
13 de Diciembre de 2024Los que entran y los que salen
El 6 de diciembre con la asunción de los nuevos alcaldes se marcó un momento clave para la política chilena, según la columna de Gloria Hutt. Las elecciones no solo redefinen el equilibrio de fuerzas, sino que también plantean retos inmediatos para las nuevas administraciones. Desde garantizar la continuidad de proyectos hasta enfrentar tensiones internas y promover un sistema público más estable, los desafíos son variados. "Las expectativas de las personas son elevadas, particularmente en el caso de aquellos que cambian la administración comunal. Sus necesidades se definen en el entorno más próximo, y es evidente que las medidas que mejoren la seguridad y controlen la delincuencia serán las más esperadas", escribe.
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El viernes 6 de diciembre marcó un hito importante para la política en Chile. Más allá del resultado concreto en las elecciones, aparecen desafíos, cambios de rumbo, definiciones de los partidos, objetivos personales y colectivos, y plazos que empiezan a apretar.
Aquellos que dejan sucesores de su propio sector, pueden hacerse parte de una línea que mantenga y valore lo realizado. En eso casos su aporte mantendrá vigencia y con la excepción de problemas graves que se encuentren por ejemplo en la justicia, se conservarán las líneas de trabajo con los electores ya fidelizados.
Quienes entregan su cargo a opositores a su línea ideológica, tienen más problemas. Necesariamente enfrentarán tensiones internas derivadas de la incertidumbre que afecta a funcionarios cuya continuidad no ha sido resuelta. Pocas cosas elevan más la ansiedad y mueven una actitud de más desconfianza, que la duda respecto a la seguridad futura del empleo. La circulación de rumores, la protección de las trayectorias y la declaración de lealtades, son la tónica en esa primera etapa.
En estos cambios queda en triste evidencia la necesidad de cambiar a un sistema de empleo público que basándose en las competencias propias para el cargo, sea en sí mismo una seguridad de continuidad que no dependa de los cambios de administración en el nivel político. Abundantes ejemplos en el mundo ilustran los beneficios de ese modelo, que facilita no sólo la viabilidad de las políticas públicas y proyectos de largo plazo, sino que además constituye una fuente de aprendizaje para nuevas generaciones interesadas en la tarea de gobierno regional, comunal y central.
En el plano regional, cuyo cambio de autoridades está programado para el 6 de enero, aparece un nuevo equilibrio entre fuerzas políticas en nivel nacional, junto con el desafío de mostrar que la promesa de una mejor gestión que lleve a resultados tiene sustento y estrategia. La ejecución de los recursos regionales, la forma de priorizar la asignación de los presupuestos, el equilibrio en el apoyo a las municipalidades y la participación ciudadana en las decisiones, serán claves para validar lo ofrecido en el caso de la centro derecha. La izquierda por su parte seguirá con la línea clientelar que la caracteriza, posiblemente fidelizando a sus adherentes y priorizando sin pudor a los gobiernos comunales que les son afines. Un enfoque de mayor equilibrio sería beneficioso para el país completo.
Además de sacar adelante las promesas de campaña, los nuevos gobiernos estarán bajo fuertes presiones por preparar el terreno para las candidaturas parlamentarias, con el riesgo de afectar la marcha municipal y regional, distrayendo -inevitablemente- los esfuerzos requeridos para validar la gestión prometida. Estará difícil lograr ese equilibrio.
Los partidos por su parte, con las plataformas territoriales ya definidas, deberán enfrentarse en el plazo casi inmediato a un par de decisiones clave: ir o no a primarias, presentar o no candidato propio, ratificar o no a las candidaturas propuestas por una coalición, armar o no alianzas más amplias orientadas a aumentar la fuerza electoral en el plano presidencial y en el camino, configurar por consecuencia el escenario parlamentario.
Lo anterior en paralelo con la conformación de equipos y el ordenamiento de las propuestas, evitando que la marcha en curso se vea afectada.
Las expectativas de las personas son elevadas, particularmente en el caso de aquellos que cambian la administración comunal. Sus necesidades se definen en el entorno más próximo, y es evidente que las medidas que mejoren la seguridad y controlen la delincuencia serán las más esperadas, por lo que requerirán atención inmediata. Aun teniendo esta claridad, la situación financiera de muchos municipios es precaria, lo que implica una seria limitación para avanzar. En esos casos habrá que hacer ingeniería financiera fina que permita contar con recursos dentro de los marcos presupuestarios y controlar las deudas.
El análisis y las definiciones que adopten las administraciones comunales en sus primeros tres meses, nos permitirán identificar tanto el estilo de gestión como la capacidad de control del escenario interno, la conformación de equipos competentes y el potencial de lograr los resultados comprometidos.
Aspectos tan básicos como la administración transparente y el acceso a la información de gestión, que parecen haberse perdido en muchos casos, pueden ser un elemento inicial de contacto con las comunidades y la hebra que permita tejer nuevas confianzas. Estaremos pendientes de ello, hay mucho por observar desde ahora y hasta marzo del año 2025. Luego se desencadena el siguiente ciclo electoral y nuevamente entrará en funcionamiento lo más esencial del sistema político: negociar, buscar candidatos, hacer campaña y conseguir los votos. Todos a la cancha nuevamente.