Las memorias del cartero más antiguo de Chile: David tiene 81 años y entregó su primera carta en 1963
Tras 61 años de trabajo, el cartero David Reyes asegura que no planea retirarse hasta el final de sus días. Aquí comparte su historia: desde repartir cartas a los mundialistas del 62 y a una ministra de Estado en la actualidad, hasta reflexionar sobre el orgullo de un oficio que resiste la extinción y la realidad de los jubilados que siguen trabajando. “Correos es mi vida, ser cartero me hace feliz. Yo sigo trabajando porque quiero, pero muchos no tienen otra opción porque sus jubilaciones no alcanzan. Eso no debería pasar; es chocante”, dice.
Por Sebastián Palma 21 de Diciembre de 2024

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Cada día era una maldita cosa nueva, Charles Bukowski, Cartero
La Villa Olímpica ya estaba en plena construcción cuando Chile fue seleccionado como sede del Mundial de 1962. Las autoridades de la época, lideradas por el presidente Jorge Alessandri Rodríguez, vieron en este proyecto habitacional una oportunidad para albergar a las delegaciones internacionales y a los turistas que llegarían al país, aprovechando su cercanía con el Estadio Nacional. Sin embargo, el plan original no se concretó. Cuando comenzó el evento deportivo, en mayo del 62, las viviendas de Ñuñoa aún estaban inconclusas. El famoso lema “No tenemos nada y lo queremos todo” no era solo una frase al voleo.
Finalmente, el conjunto fue inaugurado en septiembre, tres meses después de que el Mundial terminara. Pese al retraso, la Villa Olímpica terminó vinculándose al torneo, al menos para los jugadores chilenos. Alessandri Rodríguez premió al plantel nacional, que obtuvo el histórico tercer lugar, con 27 departamentos, 24 de ellos en el conjunto residencial. El defensa Humberto “Chita” Cruz, por ejemplo, obtuvo el departamento número 12, ubicado en el primer piso.
“No fuimos muchos los que nos instalamos a vivir ahí: Luis Eyzaguirre, Leonel Sánchez, Adán Godoy, Carlos Contreras y yo. Aunque éramos de distintos equipos, compartíamos bastante”, recordó Cruz en una entrevista con La Tercera en 2012.
Mientras los mundialistas comenzaban una nueva etapa de sus vidas en la Villa Olímpica, un joven cartero de apenas 20 años iniciaba su carrera en el Servicio de Correos y Telégrafos, rebautizado como CorreosChile en 1981. Las primeras calles de sus repartos fueron precisamente las que rodeaban la Villa Olímpica: las avenidas Grecia, Marathón y Lo Encalada. También las calles Pericles, Aristóteles y Platón, por mencionar algunas.
El encuentro entre el joven cartero, llamado David Reyes, y parte de los seleccionados que se quedaron a vivir en la villa fue inminente y uno de los primeros recuerdos del empleado en la empresa postal.
“Estaban todos los mundialistas, era como repartirle las cartas a Vidal y a Sánchez hoy en día. Repartir a los ídolos de uno, era una gran cosa. Eran muy buena onda, siempre amables. Esta pega es así, para que uno vaya conociendo”, comenta David Reyes Farías, vecino de La Cisterna, hijo de un matarife y una dueña de casa, padre de cuatro hijos y cartero de profesión.
Y de conocer gente por su trabajo, claro que lo ha hecho. A lo largo de sus 61 años siendo cartero, entregó cartas a vecinos en Renca, memos a políticos y militares en dictadura, como a Jovino Novoa y a Sergio Arellano Stark, y otras cartas a altas autoridades en democracia, a la más reciente de ellas, la ministra del Trabajo Jeanette Jara, con quien mantiene una cercana relación.
Con todos ellos, futbolistas, senadores, militares de la dictadura que lideraron caravanas de la muerte, demócratas ministros de Estado, vecinos corrientes o conserjes de edificio, David mantuvo o mantiene una relación cordial.
Algo a lo que él llama ser un señor cartero.

David, el señor cartero
David Reyes Farías, el cartero más longevo de Chile y, probablemente, uno de los más antiguos del mundo, nació el 1 de mayo de 1943, el Día del Trabajador. No podía ser de otra manera.
Su infancia y juventud transcurrieron en Santiago, donde estudió en el emblemático Colegio Manuel Barros Borgoño. Desde los años 50, este establecimiento comenzó a ser conocido como la “Universidad del Matadero”, tanto por su excelencia académica como por su ubicación en la calle San Diego, cerca del antiguo matadero del Barrio Franklin.
Aunque su educación le permitió soñar con diversas profesiones, David siempre supo que quería ser cartero. Su fascinación nació al conocer al mensajero de su padre, un hombre elegante que recorría la ciudad en traje y sombrero, llevando correspondencia. “Se llamaba Luis Pérez Opazo, ‘el gaucho’. Que en paz descanse; falleció a los 102 años”, recuerda David con admiración.
Tras completar el servicio militar a los 19 años, David pidió ayuda al amigo de su padre para ingresar al Servicio de Correos y Telégrafos. Gracias a esa recomendación, fue aceptado en 1963 y desde entonces nunca ha dejado de repartir cartas.
La vida de un cartero en los años 60 era muy distinta a la de hoy. En lugar del uniforme rojo deportivo que caracteriza a los carteros de CorreosChile en 2024, David recibía dos trajes al año como parte de su equipamiento. En sus primeros días en el servicio, todavía quedaban mensajeros que repartían correspondencia a caballo, y algunos incluso llevaban pistolas en el cinturón, listos para defender las cartas -como en un western– si era necesario.

Las herramientas de trabajo también eran rudimentarias. No existían mochilas ni carritos; la correspondencia se transportaba en pesados bolsos de cuero que, con el tiempo, dejaban a los carteros con un hombro más bajo que el otro. “El trabajo no era poca cosa. Recuerdo que en la Villa Olímpica me asignaron una ruta muy demandante, con edificios sin ascensor. Un día, mi jefe me dijo que si seguía allí me iba a fundir”, cuenta David. Por eso fue trasladado a Renca, donde continuó su labor.
El cambio le costó, entendió entonces que una modificación de ruta, era como un cambio de familia, en la Villa Olímpica, por ejemplo, un grupo de vecinos se organizó para ayudar a costear un viaje deportivo del primer hijo de David, un recuerdo que lo acompaña hasta hoy.
Otro recuerdo de esos años fue una carta al director que la junta de vecinos de la Villa Olímpica envió al diario Las Últimas Noticias en 1980: “Nosotros tenemos un cartero de lujo. Me refiero a David Reyes, que está a cargo entregarnos la correspondencia en nuestros domicilios. Es un funcionario cumplidor de su deber; honrado, respetuoso y de excelente carácter; siempre llega a dejarnos las cartas con su cara llena de risa: es cariñoso con los niños y con todo el mundo”, escribieron en la misiva.
Pese a lo duro del cambio, David poco a poco se fue acostumbrando a su nueva ruta en Renca. La mayor parte de la correspondencia las repartía sobre una bicicleta en casas y pequeños almacenes. Luego tuvo que hacer varios duelos más. Dejó Renca y se instaló en San Pablo, desde entonces no dejó el centro donde se desempeñan la mayoría de los carteros con mayor experiencia en Santiago.
Hoy, ubicado en la oficina de correos en la calle San Martín, David Reyes tiene a cargo repartir las cartas en las calles Huérfanos, Amunategui y Compañía de Jesús, entre otras del casco histórico.
Las recorre a pie con un carrito español dispuesto por CorreosChile. Camina rápido y escurridizo por el centro. La ruta tiene sus trampas, pero él la sabe esquivar, acorta el camino cruzando estacionamientos, galerías y halls de edificios que tienen entradas por dos calles. Conoce su ruta a ciegas, con la consiguiente facilidad para entregar las cartas en diferentes pisos de instituciones de gobierno, buffets de abogados y empresas privadas.
“Me gusta mucho lo que hago, principalmente por cómo me trata la gente. Me encanta repartir con alegría, tirando la talla y alegrando. Esa es mi vida. Correos es mi vida. Ser cartero me hace feliz(…) Yo sigo trabajando porque quiero, pero muchos no tienen otra opción porque sus jubilaciones no alcanzan. Eso no debería pasar; es chocante”, analiza David.
—¿Qué es lo que rescata de ser cartero?
—Nosotros somos jueces en el momento de la entrega de la correspondencia, casi como ministros de fe en el sentido de la confianza de llevar un mensaje(…) Hay un dicho que yo tengo: contra viento, lluvia y marea el cartero igual va a la pelea. Si llueve igual vamos a repartir, tenemos equipos de agua ahora, nos ponemos un plástico y vamos a repartir y punto. Se acabó.

Los nuevos tiempos
Hoy, en CorreosChile, trabajan más de 2.100 carteros que entregan más de 10 millones de cartas y envíos al mes. De ellos, 900 tienen más de 60 años.
“Los carteros de mayor antigüedad representan la esencia de CorreosChile. Son quienes transmiten a las generaciones jóvenes el compromiso que nos define como empresa, así como nuestro rol estratégico y social. No solo encarnan dedicación y profesionalismo, sino que también han sido testigos y protagonistas de nuestra transformación a lo largo de los años”, señalan desde la empresa.
David Reyes, el cartero más antiguo de Chile, encarna ese espíritu. Con más de seis décadas de trayectoria, ha sido testigo del cambio desde los días en que las cartas llegaban a través de carteros-jinetes, hasta el auge del comercio electrónico. CorreosChile lo describe como “un ejemplo del propósito y la vocación que nos guían. Su trayectoria refleja pasión por su trabajo, conexión con la comunidad y un espíritu colaborativo que inspira a sus compañeros”.
David se despierta cada día a las 5 de la mañana y, puntualmente, toma el primer tren de la línea 2 del metro 45 minutos después. Antes de las 7, ya está bajando en la estación La Moneda. Desde allí camina hacia su oficina para organizar la correspondencia. A las 8, con su bolso en mano, comienza el reparto por la ciudad. Cerca del mediodía regresa al centro de correos para cerrar su jornada.
En sus recorridos, saluda a kiosqueros, oficinistas y guardias, esquivando con destreza a los perros que parecen tener una fijación especial con los carteros. Él mismo fue mordido por uno y asegura que sus colegas ciclistas no han corrido con mejor suerte y que algunos incluso quedaron con cicatrices.
David también tiene un set de piropos especiales para secretarias y recepcionistas, a quienes saluda con la misma galantería que usaba en sus años mozos. Y es que no siempre fue solo cartero: antes de la dictadura, boxeó en el Club México y brilló como bailarín de rock and roll en el teatro Humoresque. Allí, en noches de varieté, compartía escenario con vedettes, humoristas y orquestas que daban vida a la bohemia santiaguina, rivalizando con clásicos como el Bim Bam Bum y el Picaresque. Durante el día repartía cartas y de noche movía las caderas como un Elvis chileno.
Su pasión por el baile volvió a escena en 2015, cuando Chilevisión lo seleccionó para el programa La Fiesta de Chile. Participó junto a una compañera de CorreosChile, mucho más joven y que ya jubiló. “David Reyes tiene 72 años y un certificado que acredita que es el cartero más antiguo de Chile, Sudamérica y el mundo”, lo presentó Rafael Araneda en el programa.

Hoy, a sus 81 años, David sigue bailando, lo hace en eventos organizados por la empresa. También ocupa un cargo administrativo en la mutual de trabajadores de CorreosChile, donde fue director. Ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo una reciente condecoración por parte de la Central Unitaria de Trabajadores, en un acto que contó con la presencia de la ministra Jara.
Mientras enumera estos logros, su compañero Juan Cáceres, de 58 años, lo interrumpe con una sonrisa. “Lo conozco desde que tenía siete años, porque mi papá, que también era cartero, fue compañero de David en los años 60. Mi papá trabajó 45 años y ya falleció. De esa generación, casi nadie queda. David es el más antiguo del mundo, un honor estar con él. Es un excelente trabajador, buena persona y, aunque tiene carácter fuerte, es un siete. Siempre me ha ayudado”, comenta con admiración.
David recuerda con nostalgia a los compañeros que ya partieron: “He despedido al 90%. Ahora quedan muy pocos, como Osvaldo, que tiene 91 años; el señor Arellano, que va por los 90; el Pancho Celedón, con 82; y Juan Ramírez, que tiene 85 y fue jugador de Colo-Colo. Ellos están jubilados y enfermos. Es triste, pero así es la vida”.
Entre sus recuerdos intenta proyectar cuántas cartas entregó en su vida. Hacer el cálculo es imposible, pero se puede referenciar conservadoramente, el día de la conversación Juan entregó 500 cartas, una cifra muy inferior a cuando el correo estaba en auge. Si esa cifra se multiplica por los 61 años que trabajó, y se restan los fines de semana y días de vacaciones da un total de más de 9 millones de cartas entregadas.
A David no le sorprende ni exalta la cifra. Ser el puente entre dos personas que se quieren comunicar es su trabajo, lo que lo hace feliz: “No somos cualquiera, ‘si alguien me dice yo soy abogado, bueno, yo soy un cartero’, le respondo. Si tuviera que nacer de nuevo, elegiría ser cartero nuevamente, me siento orgulloso de serlo”.