Entrevistas
10 de Enero de 2025Ana María Stuven: “Lo de Cathy Barriga es una discriminación a todas las otras mujeres que están privadas de libertad”
La historiadora es experta en el mundo de la reclusión femenina en Chile tras haber creado hace más de dos décadas la Corporación Abriendo Puertas, que se centra en acompañamiento y reinserción. Los casos que han acaparado titulares en el último tiempo la tienen como siempre dando la alerta sobre las mujeres más invisibilizadas en el país. “El problema no es que se haya aplicado esta visión de género a Cathy Barriga, es que no se le aplica a ni una más”, dice.
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“Para mí, ha significado una liberación”, dice Ana María Stuven, cuando se le pregunta cómo ha cambiado su vida desde que, hace veinticinco años, vio el patio del Centro Penitenciario Femenino de Santiago en San Joaquín. Lo miraba desde la ventana de su oficina de académica en la Universidad Católica. No sabía que era una cárcel. Fue a tocar el timbre. Ella, una historiadora con PHD en Stanford y que ya en los 90 hacía clases de Historia de Mujeres, encontró así el lugar donde estaban las más invisibilizadas de todas.
Comenzó haciendo talleres y pronto fundó la Corporación Abriendo Puertas, que se enfoca en acompañamiento y reinserción. Stuven encontró un espacio de expansión y propósito, más allá de la rigidez social de la que provenía: “Me saca de mi zona de confort, porque me ha mostrado una realidad que no habría conocido. Y me ha obligado a reflexionar en torno al tema, intelectual y socialmente. Finalmente me ha liberado a mí de lo que espero me siga liberando: de todas las cosas a las cuales uno puede irse apegando de una manera crítica, nuestro estatus socioeconómico, intelectual y todo lo demás”, dice, sentada en la fresca terraza de su departamento, rodeada de árboles que aplacan el calor del verano.
Stuven es articulada, sin tiempo para nimiedades –y así se dejó las canas, como cuenta animadamente mientras tomamos las fotos, para no seguir perdiendo el tiempo en tintura- y por sobre todo franca. “ Yo trato de no comprarme esa cuestión de ‘Ay, qué bonito lo que tú haces’. Porque me doy cuenta que si a alguien benefició, es sobre todo a mí”.
Por estos días ha estado publicando cartas y llamando la atención a partir de distintos casos que se han tomado los titulares y que tienen que ver con reclusión, levantando preguntas y alertas.
—En el caso de Cathy Barriga, se usó el que es madre cuidadora de un hijo con TEA para, por ejemplo, permitirle salir de su casa y acompañar al niño a terapias mientras estuvo en arresto domiciliario. ¿Es una falta de igualdad ante la ley por ser figura pública?
—Definitivamente. Ella es una persona que está imputada por diversos delitos. Si el juez estimó que ella merecía una prisión preventiva, ella tiene que cumplir con esa prisión preventiva. Ahora, no puedo estar más de acuerdo con que la prisión tiene que tener criterio de género y que por lo tanto, en un país donde las madres son fundamentalmente cuidadoras, el hecho de tener una hijo TEA debería permitir calificar para tener un régimen especial. Pero siempre y cuando esto se aplique también al resto de las mujeres. La mayoría de las privadas de libertad son jefas de hogar con tres hijos, en extrema vulnerabilidad. Sería más lógico que en esos casos, por el hecho de tener que mantener a sus hijos y no solamente llevarlos al médico, ellas pudieran tener un tipo de pena sustitutiva. Si vamos a tener en consideración temas familiares, no veo por qué tiene que ser solamente aplicable a Cathy Barriga. Entonces, el problema no es que se haya aplicado esta visión de género a Cathy Barriga, es que no se le aplica a ni una más. Por lo tanto es una discriminación a todas las mujeres que están privadas de libertad. Me parece altamente injusto.
—¿Qué opina una mujer en la cárcel de esto?
—Exactamente lo mismo que yo, con la diferencia que a ella le influye directamente.
—Ella está viviendo la ausencia de sus hijos. Incluso en muchos casos son mujeres que no quieren que las visiten para que no vivan la experiencia de tener que estar con la mamá en un lugar recluido. En un dormitorio pueden haber 40 televisores prendidos, imagínate lo que es estar viendo este tipo de injusticia.
—Considerando que el 80 % de las mujeres que están privadas de libertad son madres, y usted cree que pueden tener condiciones especiales o penas sustitutivas: ¿por tener hijos no tengo que cumplir con la ley?
—Yo considero que la maternidad es un tema fundamental en la prisión. ¿Eso significa que las mujeres son impunes porque son madres? No, significa que si tú aplicas un criterio de género, tienes que tener distintas consideraciones hacia la situación de las personas. La ley tiene que tener en consideración, primero, el superior bienestar del niño. Eso puede implicar que se establezcan condiciones que no impidan el vínculo madre-hijo, que no impidan que la madre esté presente para situaciones fundamentales de la vida de los hijos. Porque la sociedad está integrada por muchos niveles. Entonces, en la medida que tú desatiendes uno, estás desatendiendo también el todo. Si te preguntas por qué hay tantos jóvenes infractores de la ley, tiene que ver con esto.
—Este caso igualmente ha hecho que se vuelva a hablar el tema de la prisión femenina.
—Pero esto como que te familiariza con la posibilidad de estar presa, con lo entretenido que es ir a bailar zumba a la cárcel. Te domestica un dolor que es horrible. Te hace ver a la cárcel como un lugar donde puedes entrar y salir porque te cambian las cautelares, y es todo muy móvil.
—Con el suegro visitándote… que no es la realidad de la mayoría de mujeres en cárceles.
—El suegro hablando de que su nieto está en peores condiciones. ¿Qué quiere si su mamá está presa? Y por fundadas razones. Esta especie de farandulización en torno a la cárcel es peligrosa, porque es un lugar de dolor.
—Volviendo a los debates que ha generado la actualidad. ¿Tiene que haber una cárcel como Capitán Yáber, pero para mujeres? Pensando en Barriga, y en su momento Leonarda Villalobos, tuvieron que ir a San Miguel.
—Creo que sí, especialmente si aumentan los delitos económicos imputables a mujeres. Porque ese era el sentido de la creación de Capitán Yáber.
Ana María Stuven y las mujeres en el margen
Hace un año Stuven dejó su trabajo como directora del programa de Historia de las Ideas Políticas en la Universidad Diego Portales, y pasó a concentrarse por completo en la Corporación Abriendo Puertas. Este proyecto de pasión no sólo comenzó a requerir cada vez más tiempo, sino que ella, como creadora, también está preocupada de su continuidad en el tiempo. Por estos días escribe un libro a tres manos para la Universidad Católica que trata de mujeres, reclusión y reinserción, para publicar en los próximos meses. “Voy pensando que en la medida en que estos proyectos se consoliden, voy a poder morir tranquila y dejar la Corporación andando. Eso es lo que yo quisiera, que exista independiente a mí ”, dice. “Y, además, me mantiene activa, viva, mirando la realidad”.
Parte del problema fundamental que se vive hoy en las cárceles, dice Stuven, es el aumento de la población privada de libertad en el país. “Tenemos 59 mil personas en cárceles, de las cuales 8 mil aproximadamente son mujeres. Y eso dificulta mucho la labor de custodia y de reinserción”.
Stuven se larga a hablar sobre las reclusas: mujeres con varios hijos, que crecieron en entornos donde nunca tuvieron una oportunidad, y que una vez dentro del penal quedan a la deriva. Si a los hombres privados de libertad los visitan sus parejas, madres o abuelas, las mujeres suelen ser abandonadas. Sus hijos también quedan desprotegidos, generando un círculo de marginación social. “Si tú te ocupas de que una mujer privada de libertad se sienta contenida, se sienta apoyada, sienta que le están haciendo alguna forma de capacitación, esa mujer va a ir cambiando poco a poco su mentalidad para poder salir en mejores condiciones o poder recuperar a sus hijos”, explica Stuven. “Son personas que han vivido toda su vida en situaciones de profundo daño. Lo importante es que el período carcelario no sea uno donde mantenga esa percepción de ser dañada y de poder seguir dañando, sino que sea lo contrario, que rompa esa ecuación”. La Corporación ofrece talleres y capacitaciones dentro del penal, además de preparación de salida, y facilitan el encontrar empleo o apoyar microemprendimientos.
—Esta sobrepoblación que impide poder reinsertar, poder ocuparse; ¿está conectada con un posible exceso de prisiones preventivas?
—La prisión preventiva es enorme. Y el problema también es la prolongación de la prisión preventiva por parte del sistema judicial en su totalidad. Yo conozco mujeres en el centro penitenciario femenino que llevan cuatro años en prisión preventiva. Se le abona a la condena, ¿pero qué pasa si tú resultas inocente? Ese es un tema gravísimo.
—¿Por qué se usa tanto entonces la prisión preventiva?
—Porque la percepción de inseguridad de la ciudadanía influye sobre los jueces a la hora de dictar la prisión preventiva. Yo soy juez, la ciudadanía me va a acusar si no le di prisión preventiva y cometes un delito. Es el peor de los escenarios, porque como no son personas condenadas, no son sujetos de intervención. Nosotros como Corporación Abriendo Puertas recién conseguimos, gracias a Dios, autorización para poder entrar a hacer algún tipo de talleres a las mujeres que están esperando. Fue un gran logro que se pueda hacer algo con esas mujeres, porque si no, es un periodo de una profundo deterioro de salud física y de salud mental.
—¿Cómo ha cambiado el mundo de las mujeres privadas de libertad en estos 25 años?
—Cuando nosotros entramos se estaba recién implementando la reforma procesal penal y hubo un momento en que había una sobrepoblación en el centro penitenciario femenino de 2000 mujeres, que dormían en un camarote de cuatro pisos. Hoy día hay 600. Igual el lugar no está capacitado para esas 600 personas, pero por lo menos es más digno. Lo que se mantiene como drama permanente es que todavía coincide que quienes hacen la custodia son quienes hacen la reinserción, Gendarmería. ¿Qué pasa si esa persona te capacita y a la vez te evalúa para obtener un beneficio? Tu relación con ella va a ser plenamente instrumental. Nosotros como Corporación no tenemos nada que decir sobre si la mujer va a tener o no tener beneficio, entonces ella con nosotros establece un vínculo. Y el vínculo, se ha estudiado, es lo que te sana. También no existe ni un sentido en capacitar dentro de la cárcel, si no acompañas en el post penitenciario. Y el programa post penitenciario de gendarmería es deplorable.
—¿Entonces otra institución debería hacer cargo de esa reinserción y acompañamiento?
—Definitivamente debiera separarse la reinserción de la custodia. Y en la creación del Ministerio de Seguridad que se aprobó ahora, no se incluyó a Gendarmería, cosa que a mí me parece un error grave. Nosotros tenemos que tener la mirada puesta en que las personas que entran, salen. El problema no es que salgan, van a salir de todas maneras, porque son muy pocas las personas en Chile que tienen prisiones perpetuas calificadas.
—El tema es cómo salen.
—Quién se hace cargo de esa salida. Si tú cumples tu condena a las doce de la noche, no te pueden tener en la cárcel a las 12 y un minuto. Te abren la reja. Si una gendarme es amorosa y te dio plata para el metro, puedes tener eso, si es que sabes cómo funciona el metro. ¿Y quiénes te están esperando afuera? Las mismas personas que te metieron adentro. Porque saben que tú sales pobre, desorientada. Entonces te dicen: ‘Mira, aquí tienes 1 kg para empezar. Y se produce el círculo de la reincidencia.
—¿La población femenina sigue estando en su mayoría privada de libertad por delitos como microtráfico? ¿O eso ha cambiado durante la crisis de seguridad que estamos viviendo?
—Hay una percepción de inseguridad en la población que es notable, pero las estadísticas del aumento de la delincuencia no confirman eso. Ahora, yo te diría que está cambiando el perfil de la persona que comete delitos. Todavía nosotros no vemos que la mayoría de las mujeres pertenezcan a bandas de narcotráfico o de crimen organizado, pero están llegando. Hay mujeres que son jefas de banda, pero yo te diría que todavía es un porcentaje menor.
—¿Cree que parte del problema de por qué no hemos logrado mejorarle la vida a las mujeres privadas de libertad es por una diferencia de clases sociales que nunca se topan ni encuentran? Que somos todos responsables de la marginación.
—Absolutamente. La sociedad lo que tiende a hacer es invisibilizar todos los problemas que le incomoda mirar. Te incomoda mirar la injusticia, te incomoda mirar la desigualdad, te incomoda mirar un montón de problemas. Y el que tengamos un gobierno con problemas de gestión y que comete errores constantes, ayuda a seguirte enclaustrando en tu zona de confort, en tu medio socioeconómico. Y eso es muy grave. Yo hoy día veo que Chile está más polarizado que nunca, todos completamente herméticos en torno a su visión del mundo.
—En una entrevista en The Clinic, Sylvia Eyzaguirre opinaba que tantos casos judiciales, como el de Monsalve o el de Hermosilla y más, socavan la democracia. ¿Qué opina usted?
—Creo que tiene razón. Y eso para mí es muy grave, porque también lo veo reflejado en el descuido a problemas que son fundamentales, como el problema de las cárceles. Te voy a poner un ejemplo súper clave: Luis Cordero, cuando fue ministro de Justicia, tenía unos proyectos espectaculares, se dedicó al tema de las cárceles como nadie. Formó una comisión de académicos y una de personas vinculadas al trabajo carcelario, para replantear el tema de las políticas públicas; yo pude estar en las dos. ¿Qué pasó por el caso Monsalve? Cordero debió pasar a la subsecretaría del Interior. Y hoy día vemos todo eso quedó en cero.