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3 de Julio de 2025La antigua molinera que resucita como polo cultural en Antofagasta con obras de 54 artistas en la Bienal SACO 2025
La Bienal de Arte Contemporáneo SACO inauguró su duodécima edición en la antigua Molinera de Antofagasta, convertida en un nuevo polo cultural para el norte de Chile. La instancia cuenta con la participación de 54 artistas de diversos países e instalaciones inmersivas.
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La duodécima edición de la Bienal de Arte Contemporáneo SACO se inauguró en Antofagasta con una ceremonia que rindió homenaje a Juan Castillo, figura clave del arte chileno contemporáneo e integrante del colectivo CADA. Fallecido este año, Castillo fue recordado con la proyección de un video que revisa su trayectoria y su vínculo con el proyecto desde sus inicios.
Pan, levadura, trigo, harina. Olores y recuerdos de otra época invaden al visitante. Con la presencia de más de 300 personas —entre autoridades, artistas, trabajadores de la cultura y público general— se inauguró el evento en el edificio de la antigua Molinera de Antofagasta con obras originadas en su mayoría en residencias previas en la región y creadas especialmente para esta edición. Todas ellas se articulan en torno a la temática de este año: ecosistemas oscuros, en alusión a formas de vida improbables, capaces de resistir en condiciones extremas, como las del desierto de Atacama. Una metáfora fértil para explorar, desde distintos lenguajes, nociones de precariedad, resiliencia y territorio.
“La Molinera será el nuevo polo cultural del norte de Chile”, anunció la presentadora en la ceremonia. El edificio, testimonio de un pasado industrial, se transforma ahora en espacio para la creación y la reflexión. Aún con vestigios de su antigua función, la planta ofrece largos corredores y amplios espacios. Ver arte en lugares que no fueron pensados para esos fines tiene una magia que cautiva tanto a interesados como a vecinos, estudiantes, trabajadores y público general, en un gesto democratizador. Aunque se trata de un proyecto que ha crecido sostenidamente, esta edición conserva el impulso de sus orígenes: intervenir espacios no destinados a exposiciones y visibilizar el patrimonio en riesgo.
Juan Castillo: volver al desierto
Uno de los hitos de este año es el homenaje al creador chileno Juan Castillo, miembro fundador del colectivo CADA (Colectivo Acciones de Arte) junto a Lotty Rosenfeld, Raúl Zurita, Fernando Balcells y Diamela Eltit entre 1979 y 1983. Castillo forjó una relación de amistad y colaboración con SACO, participando activamente en varias instancias.
“Estamos hablando de un antofagastino que vivió en Suecia por muchos años pero que siempre volvía al desierto para realizar trabajos de profunda belleza y simbolismo”, señaló Dagmara Wyskiel, directora de la bienal, en el evento inaugural. Un video lo muestra colaborando en las acciones SE VENDE 3 en 2009, pegan carteles que dicen SE VENDE en el suelo de la Plaza Colón y otros espacios públicos de Antofagasta. También se le ve interviniendo la ciudad como parte del proyecto Minimal barroco, con entrevistas a antofagastinos proyectadas en un camión en movimiento.
En 2018, cuando SACO ya era festival internacional, condujo una residencia exploratoria y realizó una acción en la oficina salitrera de Pedro de Valdivia —donde nació— formando la palabra VOLVER. “Para mí volver al desierto siempre es un agrado –dice Castillo en el video– pero en este caso se ha visto magnificado porque he sido invitado a realizar este taller junto a artistas jóvenes. Se ha creado una comunicación humana, una circulación de energía que para mí es importante”. En el registro, un grupo lo acompaña mientras arma letras que parecen flotar en el aire, proyectándose sobre el horizonte del desierto. Luego enciende fuego; las letras arden.
“Más que un artista, fue un amigo presente en todas las instancias en que podíamos contar con él”, recuerda Christian Núñez, productor general de la bienal, quien junto a Dagmara Wyskiel lo visitó incluso en Suecia.

La Molinera: de fabricar harina a hacer arte en Antofagasta
Tanto el gobernador regional Ricardo Díaz como el director del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural (Serpat) de Antofagasta, Claudio Lagos, destacaron la importancia de la adquisición de la Molinera por el Estado, pese a las críticas iniciales. “En cuatro, cinco años más estará el Museo Regional aquí y las oficinas del Servicio Patrimonial y probablemente de la Seremía”, dijo Lagos. Por su parte, la seremi de las Culturas, Carla Julio, subrayó la deuda histórica con los espacios culturales en la región.
La reconversión de la Molinera —un edificio industrial de 4600 metros cuadrados, abandonado por más de 20 años— constituye un hito en la historia de SACO. Durante meses, el equipo trabajó en su recuperación, enfrentando desde el polvo hasta gruesas capas de excremento de paloma. “Nos encontramos con un lugar inhabitable, en muy malas condiciones”, relata Núñez, quien estuvo a cargo del equipo técnico. Posteriormente comenzó el trabajo museográfico: instalaciones eléctricas, tabiques, pintura. El esfuerzo se refleja en un lugar que hoy acoge propuestas sonoras, visuales, performáticas y de realidad aumentada.
El galpón principal, que lleva el nombre de Juan Castillo, acoge la mayor parte de la exhibición. Esta se construye como un recorrido laberíntico que combina paredes originales con paneles móviles. Llama la atención la diversidad de relatos, desde pobladores de San Pedro de Atacama a niños de un liceo público de Antofagasta, de una mujer iraní a la voz de los propios creadores impactados por sus descubrimientos en el desierto. Técnicas fotográficas menos frecuentes, como la cianotipia o impresiones lunares en vidrio tomadas mediante un telescopio, enriquecen la propuesta visual.
A esto se suman espacios exteriores, intervenciones urbanas y obras en otros puntos de la ciudad.
Pallets, colchones y ropa de personas desalojadas
Uno de los trabajos más conmovedores es el de la colombiana Salomé Restrepo, quien realizó una residencia en Antofagasta para investigar los procesos migratorios. Su instalación Ecosistemas migrantes articula fotografías, objetos encontrados, collages y sonido a partir de testimonios y vivencias en campamentos de la ciudad. “Estuve en Antofagasta todo marzo del 2024. Recolecté 350 fotos y testimonios”, relata. Al volver a Medellín, comenzó a vincular ese material con lo que veía a diario. Le interesaba hablar de la migración no como cifra, sino desde su dimensión humana.
La pieza está construida a partir de objetos personales hallados en desalojos: zapatitos de niña, juguetes, ropa. Con ellos, la autora vuelve a imaginar una vivienda posible en medio del despojo, en los cerros de Antofagasta, pero que también podría estar en Medellín o en cualquier ciudad latinoamericana. Se organiza en tres “montañas”: una representa el paisaje, otra aborda la realidad de la migración con un collage de fotografías, y una tercera invita al espectador a ingresar a un espacio íntimo, construido con prendas y muebles rescatados, provocando dolor y sorpresa. Allí, una voz pregunta: “¿Qué llevarías contigo si tuvieras que abandonar tu hogar?”
Basureros textiles en Antofagasta
Desde Turquía llegaron Ahmet Sorar y Hakan Rüstem, dupla interdisciplinaria que se enfoca en experiencias interactivas creadas a través de la inteligencia artificial. Su pieza Habitar el vacío es un proscenio que funciona como pórtico y pantalla, revelando contenido oculto que se despliega como realidad aumentada al escanear un código QR con el teléfono celular. “La cortina teatral es una línea muy delgada entre la ficción y la realidad. Los visitantes representan lo real”, explican.
También presentan Theatrum Mundi, instalación audiovisual con tres pantallas que retratan del Neolítico al presente. Se oyen cantos y letanías que construyen una atmósfera futurista de destrucción y resistencia a la vez. Pero la vida sigue. Un microorganismo, que el visitante puede manejar mediante un control de videojuego, se las ingenia para desplazarse y sobrevivir. “Queremos que el público construya con nosotros, que la experiencia sea compartida”, explican los creadores.
Las imágenes y sonidos son resultado de las instrucciones que ambos dieron a la IA usando fotografías como material. En medio del paisaje desértico, entre flamencos y lagunas, se levantan edificios hechos de telas, lo que se conecta con los basureros de ropa al interior de Antofagasta. “Soy de Adana, al sur de Turquía, donde llega la basura textil de Europa”, comenta Ahmet.
Capas de litio y sonido en Antofagasta
La chilena Isidora Correa presentó Estrata, una propuesta que entrelaza geología, extractivismo y sonido realizada con apoyo de profesionales del proyecto Anillo de Investigación ATE240012, Talackutur Lithium Bio-R , Universidad Católica del Norte, Chile. Inspirada en los salares del desierto de Atacama, incluye video, esculturas y sonido creado a partir de datos reales de extracción de litio, convertidos en audio por medio de un software de sonificación. “Quería contraponer zonas de protección y de extracción, mostrar cómo colisionan los tiempos geológicos con los humanos”, señala la artista que actualmente reside en Portugal. El montaje incorpora registros de campo en los salares y bacterias extremófilas para reflexionar sobre los ciclos de crecimiento y degradación.
Y en la oscuridad perdí mi sombra
En Bestiario, el colombiano Sebastián Guzmán, combina poesía y memoria política en pequeñas cajas resonantes a partir de historias de seres vivos de distintos ecosistemas del norte, ya sea marinos o de lagunas desérticas. Expandir el límite de la argentina Alejandra Montiel es una videoinstalación con acciones performáticas realizadas por la autora en una población de la localidad de San Pedro de Atacama y en pleno desierto. En las paredes, fragmentos escritos con tierra recogen relatos de habitantes locales, mientras el audio reproduce sus voces que resuenan como eco persistente, mostrando la otra cara de este destino turístico.
El espacio exterior de la Molinera también se ha aprovechado. A la entrada del recorrido, Ombre (Sombra) del italiano Carlo de Meo es una secuencia de siluetas negras de hombres con paraguas, confeccionadas con materiales reciclados. La pieza forma un túnel que los visitantes deben atravesar, generando una experiencia inquietante. Más allá están la obra sonora Ecos de un campo olvidado, del turco Mustafa Avci, y los juegos urbanos tradicionales de la ciudad resignificados en Averío del ecuatoriano Darwin Guerrero.
El evento se extiende también a paletas publicitarias abandonadas. En el frontis del Hospital Clínico de la Universidad de Antofagasta se exhibe Robinsong del fotógrafo belga Alexandre Christiaens. Mientras que en el sector de La Chimba y en la Avenida Salvador Allende se aprecia Remoto/Conectado del canadiense Osceola Refetoff, quien retrata paisajes de desierto y de hielo en diálogo con la crisis climática y la intervención humana.
Con 54 creadores y una nutrida programación pedagógica, SACO1.2 confirma su lugar entre las bienales más relevantes de Latinoamérica. El homenaje a Juan Castillo, la apertura de la antigua Molinera como espacio para la cultura y la multiplicidad de voces que emergen, reafirman un proyecto donde lo local dialoga con lo global y la creación artística sigue abriendo caminos de encuentro y transformación.