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Cultura

24 de Enero de 2012

La Dirigenta

Ilustración: Leo Camus Siempre imaginó que la política era para las feas, aquellas perras mal diseñadas que al no poder contar con su cuerpo en términos de posesión efectiva y de hegemonía situacional, optaban por la escena medio bataclánica y el vozarrón furibundo y un cierto don de la palabra que pudiera administrar un relato […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Ilustración: Leo Camus

Siempre imaginó que la política era para las feas, aquellas perras mal diseñadas que al no poder contar con su cuerpo en términos de posesión efectiva y de hegemonía situacional, optaban por la escena medio bataclánica y el vozarrón furibundo y un cierto don de la palabra que pudiera administrar un relato manipulatorio, lleno de mitos y lugares comunes. Es decir, hacer un montaje como Dios manda, en que la inteligencia retórica, expresada en verborrea reiterativa, combinada con una jerga seudo académica y rigor asambleístico, tienen como resultado la producción política como evento poweroso. Muy parecido a lo que hacen los hombres con delirio de grandeza y, por lo tanto, abusadores, esos que tienen dotes histéricas de habla y persuasión y que terminan subiéndole los vestidos a alguien o bajándole los pantalones, según corresponda. Y hubo ciertas experiencias que corroboraban lo que digo. Había conocido en el trabajo político a algunas comadres que se validaban porque tenían un discurso “intelectual” potente, pero eran poco agraciadas en lo físico, y eran además autoritarias y muy amachadas, para que nadie dudara de su fortaleza. Había que parecerse a los hombres.

Hay algunas perras de mi pueblo que, al igual que las cuicas de Peñalolén, celebran el año nuevo mapuche. Son todas feas que copian rituales propios de las cuicas progresistas para ser más bellas, el problema es que ahora que se ponen de moda ciertas cosas vernáculas es paradojal y divertido que las feas del barrio hagan cosas que siempre despreciaron, que por mecanismos histórico-culturales misteriosos se hacen legítimos o simplemente se ponen de moda. Por eso fue raro verla entrar a la asamblea vestida como una liceana sin uniforme, con un jeans desgastado, de marca ambigua, el pelo tomado con un pinche, una chaqueta de hombre y un bolso de cuero artesanal, hecho probablemente por un hermano (carnal) artesano. Tomó la palabra. Yo que la ubicaba del liceo me di cuenta que era la misma flaca regalona de su papá. En ese instante no era bella, o no era descubierta como tal, porque en la estética estudiantil comprometida, eso no está muy presente o tiende a diluirse porque la conciencia tiene otras prioridades. Fue cuando empezó a salir en la prensa y en los programas de farándula comenzaron a hablar de ella. Ya habían comenzado las marchas estudiantiles y los perros de la política afilaban sus dientes para intentar apropiarse de ciertos beneficios políticos que de ahí surgirían.

Aunque le prestó ropa a unos viejos culiaos por una cuestión vagamente estratégica o porque, por último, era una pendeja, se aprovecharon de ella o ella dejó que eso ocurriera porque no significaba un gran costo. Ella no es todo lo calculadora que uno pudiera suponer de un político(a), la otra posibilidad es que se tratara de una inversión calculada, como en un negocio en que se sacan cuentas. El tiempo pasó y todas nos fuimos un poco a la chucha, hubo recambio y su apostura se diluyó un poco, su belleza no tuvo la visibilidad mediática del comienzo. Dicen que se emparejó con un médico recién egresado que se fue al sur a hacer una práctica (internado parece que le llaman) y ella lo acompañó, y para ello se inscribió en el Servicio País. A mí el partido me encomendó, yo creo que para puro cagarme, hacerme cargo de los estudiantes de regiones. Negra como soy y con la raja que tengo no puedo aspirar a más. Los cargos a uno le llegan de rebote, a tipas como ella le llegan solos, no tienen que ir a buscarlos. Así es la vida, ese es el determinismo que impera. Pienso esto mientras manoseo mi vagina dentada como decía un profe loco que tuve y que me hizo un ramo de psicología, aunque creo que era filósofo. Una siempre espera capturar algo, aunque la pesca está como el hoyo.

Después de su bullada derrota en unas elecciones patéticas ella se contrajo, como no era buena analista de situaciones políticas, yo hubiera querido decirle que eso no era nada, que su capital era otro, que no confiara en una elección rasca, con votantes de pacotilla que valen un carajo, ella estaba para el gran mundo que instalan los medios y las redes hoy en día, estaba para exportarla y moverla como símbolo. Yo podría haber hecho esa pega, entre chaperona y productora general de la mina, de su representación, pero los bolas de sandía que manejan el partido no saben nada de eso. Esos sacos de huevas tienen una cabeza de los años cincuenta. Yo no podía ni acercármele, porque estaba bastante blindada. Igual esta mina era admirable, para el futuro que tenía, por haber optado por irse con un chileno típico, que aunque médico era igual de boludo, y hacerse señora de médico en la provincia, que es todo un tópico, y que las negras rajudas como una conocemos muy bien en el orden provinciano, porque siempre hubo alguno que comerse, además de algún abogado y algún funcionario de mediano rango, pero que igual servían de alimento al animal goloso y peludo (y desdentado).

Ahora esperamos que la revolución a que aspiramos se resuelva pronto y que toda esta maroma de proyectos y procesos pausados o acelerados y las políticas de las alianzas que diseñan los muy bolas tristes tengan algún sentido o un destino. Al final todos estos dirigentitos terminan siendo unos gerentes, más allá de burócratas, que quieren candidatearse a algo, a algún cargo, a una concejalía o a una diputación. Lo que es yo quiero puro amor, quiero mino, quiero un pedazo de hombre para engullirme y la política no me ha servido de mucho, esa es mi revolución. Y, obviamente, formar un aparato familiar con un hijo que sea tuyo y de nadie más, pero para eso hay que conseguirse un trozo de hombre, de cosa, con eso basta. Yo sé que no es tan difícil, porque con un par de copetes podí conseguir algo, pero a mí me ha sido un poco más difícil. Lo que pasa es que la política me ha hecho muy perra y eso los perros lo deben percibir y en algún punto la esperma discrimina o, simplemente, tengo la cagá en el útero. Tengo que revisarme de verdad, no puedo seguir yendo a ese consultorio de mierda, porque como ya estoy egresada, en la U ya no me atienden.

Lo último que supe de ella es que estaba embarazada en la Patagonia, preocupada de unos cisnes de cuello negro, como suelen hacerlo las cuicas rubicundas. Me dijeron que la maternidad la hace ver más pálida (el clima también), pero no menos hermosa. A mí el partido me encomendó copar organizaciones estudiantiles mapuches de la zona, como si fuera tarea fácil. Estos últimos días he estado con licencia, porque no me he sentido muy bien después de que nos agarráramos con el Mario, este huevón va y viene, se desaparece semanas completas vendiendo esos aritos y esas pulseras de alambre. El pobre no puede soportar que yo sea más que él. Porque tengo los estudios que tengo y porque me manejo con las palabras y con cierta tecnología. He pensado seriamente en dejar la política, los costos son muy grandes, sobre todo cuando una está para la patada y el combo. Es más fácil cuando hay cámaras e invitaciones ministeriales, pero aquí, en el barro, transitando por estos caminos de tierra, te lo encargo.

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