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Opinión

5 de Mayo de 2012

¿Qué tan gays son Batman y Robin?

Ya lo dice el dicho: “Ojo de loca no se equivoca”. Por eso le pedimos a un escritor homosexual que revisara la historia de estos dos superheroes, y despues de sumergirse durante varias semanas en los comics y las series de television que protagonizaron, aqui nos da su veredicto.

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Por John Better, para Revista Soho

Es poco probable que en cielos norteamericanos se dé el encuentro en el aire de un Robin —pajarillo de fino plumaje más conocido como petirrojo— y un murciélago. Mientras la delicada ave realiza sus diligencias más urgentes en el día, como recoger semillas y ramitas con su pico, el mamífero alado cuelga boca abajo en alguna oscura cueva esperando que la noche caiga para entrar en ella por completo.

Pero en 1940, dos años después de su fundación, la editorial Detective Comics (DC) juntó a dos personajes inspirados en los animales anteriormente mencionados. Batman hizo su debut en 1939, en el número 27 de la revista Detective Comics, de la mano creadora de Bob Kane, en una historia llamada “El caso del sindicato químico”.

Para 1940, el superhéroe ya tenía su propia revista. Su pareja, Robin, entró a formar parte de la historieta tiempo después, por la necesidad de darle al hombre murciélago un compañero, un “colega” que contrastara con su sombría personalidad. A estos personajes los une un trágico hecho, el haber perdido a sus padres en manos de villanos. Bruce Wayne, o Bruno Díaz, como se le conoció en Latinoamérica, era la secreta identidad del superhéroe. Wayne es un solitario magnate y filántropo, que luego del asesinato de sus padres, cuando apenas era un niño, jura venganza y decide combatir el crimen organizado como una forma de mitigar su rencor. La llegada de Robin a su vida, al menos así lo percibieron sus lectores, le dio al héroe un tono paternalista que con el paso del tiempo fue puesto en dudas, por ciertas viñetas del cómic donde se veía a la pareja en actitudes algo sospechosas.

El inquisitivo doctor Wertham

A lo largo de nuestra vida siempre habrá una piedra en el zapato: un Billy Graham encontrando el más mínimo asomo de lujuria en el iris de una chica virgen, un Charles Montgomery Burns que le quite el sol a Springfield o un Uribe para todos tus Santos. Personajes que van poniendo zancadillas a cada paso que se quiera dar. ¡Santos infortunios! En la Alemania de finales de 1800, nació Fredric Wertham. Ya en 1921, convertido en el malévolo doctor Wertham, luego de obtener su título de psiquiatra en la Universidad de Würzburg e influenciado principalmente por las teorías freudianas, decide en 1932 trasladarse a Nueva York, donde ejerció una ascendente carrera, que en breves años lo llevó a ser una especie de opinador de los fenómenos socioculturales de la década de los cuarenta y cincuenta.

Al doctor Wertham, quien fue algo así como un Alejandro Ordóñez para el mundo del entretenimiento de la época, se le dio por publicar un libro en 1954 llamado La seducción del inocente, donde atacó sin medida —con extremistas argumentos psicológicos— el mundo de los cómics, señalándolo como culpable directo de la violencia, el consumo de drogas y el desenfreno sexual de los jóvenes de aquellos tiempos. Entre las múltiples acusaciones de Wertham en su libro, hizo hincapié en un capítulo titulado ‘Quiero ser un maníaco sexual’; el texto empieza con un interrogante planteado a un joven fanático de los cómics sobre qué quiere ser cuando sea adulto, a lo que el chico responde: “Deseo ser un pervertido sexual”. A partir de ahí el doctor Wertham emprende una serie de acusaciones como la supuesta relación homosexual entre Batman y Robin, los aires sadomasoquistas de la Mujer Maravilla y su evidente lesbianismo, entre otras extravagantes conclusiones alrededor de personajes del mundo de las historietas. La posición del psiquiatra provocó que el caso fuera llevado hasta audiencias en el Senado estadounidense, donde se debatió si los cómics eran buenos o no para la sociedad, escandalillo que terminó con la creación del Comics Code Authorithy, un comité de autocensura manejado por las editoriales para moderar los contenidos.

El disfraz que habitamos

Décadas antes de que la bandera arcoíris fuese asumida como símbolo de diversidad por la comunidad LGBT, y a solo tres años de la publicación del controvertido libro del doctor Wertham, DC Comics publicó la edición número 241 de 1957, bajo el sugestivo título The Rainbow Batman. Allí se ve en la portada al héroe con un traje de color rojo y, tras él, aparece el Chico maravilla indagándole: “Pero, Batman, ayer en la noche usaste el traje verde, y esta noche estás usando el rojo, ¿por qué?”. Más al fondo pueden distinguirse una serie de maniquíes portando el traje de Batman en diferentes tonalidades. El hombre murciélago, con una evidente pose afectada, responde: “Sabes, Robin, debería usar un traje de Batman de diferente color cada noche”. Quizá este nuevo colorido y banal superhéroe acrecentó aún más las dudas acerca de su sexualidad y fue inspiración para la serie de televisión que se estrenó en 1966. Alejado de su oscura estética inicial, la serie fue denominada Camp, ya que en su excesivo colorido le daba a Ciudad Gótica un aire más de ciudad arcoíris. Los actores Adam West (Batman) y Burt Ward (Robin) fueron los encargados de llevar a las pantallas a los que hasta entonces eran solo dibujos impresos en papel. El Robin de esta serie solo ayudó a que se hiciera mayor el rumor de que algo pasaba entre él y su protector. Por ejemplo, en un capítulo titulado ‘Batman está irritado’, los superhéroes son capturados por The Joker (el Guasón) y sus secuaces. El villano se dispone a desenmascararlos, la cámara hace un zoom a los rostros de B & R, pero el rostro del menor del dúo, en vez de reflejar pánico, lo que parece es revelar un placer sin medidas al ser ultrajado por los malos, la cara del “Chico maravilla” es casi orgásmica, sus labios entreabiertos parecen esperar un beso por parte del Joker, la maricada se acaba hasta que Batman logra extraer de su cinturón multiusos una bomba de humo que los saca del aprieto.

Que sabe nadie

Al menos en Colombia, si algún dibujo animado tuvo influencia en la infancia maricoide de mi generación, ese sería la Mujer Maravilla, a quien el doctor Wertham tildó de lesbiana en su libro. Recuerdo un pequeño barranco cercano a la casa materna: en más de una ocasión bajaba a toda velocidad creyéndome la superheroína, con un lazo en la mano que hacía girar para capturar a las gemelas Prada, mis archienemigas del barrio. Mis primos preferían imitar al Hombre Araña, a Supermán o a Batman y Robin, ignorando entonces lo que treinta años atrás había planteado el terrible doctor Wertham. Dicen que “ojo de loca no se equivoca”, y me atrevería a declarar sin temor que Robin es el ideal gay en este par. En una vieja viñeta de los primeros cómics del enmascarado, aparecen Bruce y Dick Greyson —identidad secreta de Robin— despertando por la mañana en la misma cama. Dice Wayne: “¡Ah!, eso fue dormir bien. Vamos, Dick, a tomar un baño frío y un buen desayuno”. A lo que su pupilo refuta: “Mejor adelántate tú, yo estaré en la baticueva reparando el batimóvil”.

¿Qué sucedería en esa madrugada que no aparece relatada por los editores de DC Comics? ¿Acaso el millonario Wayne y su párvulo compañero vivirían una batiaventura de sexo desenfrenado? Pero siendo su protegido un menor de edad, ¿no se convertiría este hecho en un asunto de pederastia?

El toque de Schumacher

Dos de las películas más comentadas de Batman fueron hechas por un director de cine abiertamente homosexual. Joel Schumacher realizó Batman forever y Batman and Robin, filmes que le merecieron elogios y escupitajos. Aunque Bob Kane se referiría a la actuación de George Clooney como el Batman más cercano al que él ideó.

Contradictoriamente, Clooney declararía en una entrevista concedida a Barbara Walters que su interpretación de Batman sería la más gay hecha en la historia. Los seguidores se quejaron del homoerotismo impreso en los trajes de los superhéroes que exaltaban pezones de hule, músculos inflados, desmedidos “batipaquetes” y voluptuosas “batinalgas”, asunto que se robó protagonismo en muchas de las escenas. La duda se incrementó con el paso del tiempo.

Para 2005, la galería Kathleen Cullen Fine Arts de Nueva York fue víctima de amenazas de demanda por parte de DC Comics al exhibir una muestra de pinturas del artista plástico Mark Chamberlain, donde B & R aparecían besándose y en situaciones sexualmente comprometedoras. La editorial exigía que se entregaran las pinturas que no se habían vendido y también el dinero que habían ganado por las ya negociadas. Justo esto coincidió con el estreno de la película Batman Begins, dirigida por Christopher Nolan en 2005, donde se retomaron los orígenes del murciélago cuando aún no había llegado a su vida el apuesto Chico Maravilla.

La incógnita continúa, todos presumen y hacen juicios de la extraña relación de estos personajes salidos de la ficción. Como canta el ambiguo intérprete español Raphael: “De mis secretos deseos, de mi manera de ser, de mis ansias y mis sueños, que sabe nadie, de mi verdadera vida que sabe nadie”. Lo cierto es que cuando la noche cae en Ciudad Gótica, se puede ver a Bruce Wayne desde una de las ventanas de su recámara mirando al cielo, esperando a lo mejor que una batiseñal no arruine sus planes en casa junto a su desamparado, pequeño y frágil ‘Dick’.

Veredicto

Le envié al escritor Efraim Medina vía Facebook la pregunta de si creía factible que B & R fuesen gays. Hasta ahora sigo esperando su respuesta. A mi parecer, insisto, Robin despierta en Batman sus deseos más ocultos. Robin es su pequeño pájaro de pecho rojo, su frágil doncella de piel de orquídea, ambos conforman una relación que en palabras de las locas más clásicas es la ideal entre dos hombres: el macho y la maripozuela, el pasivo y el activo, el “hombre, hombre” y su damisela de muñecas quebradas, “como debería ser”, retomando palabras del desaparecido novelista Manuel Puig, asunto en el que estoy de acuerdo.

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