Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

16 de Septiembre de 2013

Yo la maté curao: El crimen de Laura Basualto, la reina de Franklin

Laura Basualto conoció a Vladimir Retamal cuando él se emborrachaba en la mesa del fondo de su restorán “La Laurita” del barrio Franklin Matadero. El año nuevo de 2006 fue el último que pasaron juntos: después de la cena, el ex boxeador inauguró la lista de los 51 hombres que ese año asesinaron a sus parejas. él llevaba ocho años embriagándose a diario cuando la mató.

Por

El 1 de enero de 2006, poco después de la 1: 15 de la madrugada y después de ver los fuegos artificiales de la Torre Entel con Laura, su mujer, Vladimir Retamal Sánchez (51) apareció con su camisa y sus manos ensangrentadas en la casa de Beatriz Romero, su vecina. Nervioso, con la mirada perdida, sacó un hilo de voz y dijo:
-Parece que me pitié a la Laura.

Ese año nuevo, Laura Basualto (73), conocida como La reina de Franklin por el restorán que tenía en ese barrio, “La Laurita”, había cenado con Retamal en un local en el centro de Santiago. La pareja quería estar cerca de los fuegos artificiales. Allá comieron y bebieron a destajo. A su casa llegaron alrededor de una de la madrugada. Los vecinos cuentan que ya en el auto venían discutiendo a gritos. “Gila culiá” era como siempre él la trataba, en público y en privado.

El 31 de diciembre, Laura cerró el restorán poco antes las 10 de la noche. Se despidió de Beatriz, que además era cocinera de “La Laurita”, y de su sobrina Primitiva Orellana, que también trabajaba allí. Cuando salía por la puerta, Primitiva la invitó a pasar el año nuevo a su casa, pese a que nunca soportó a Vladimir. Lo había visto golpear muchas veces a su tía.

-No puedo ir. Aprovecha de pasarlo tranquila tú, porque con este huevón no me puedo ir a meter a ninguna parte. Tú sabís cómo es- respondió Laura a su sobrina. Fue la última vez que Primitiva la vio con vida.

A las 10 de la noche en punto, Vladimir llegó a buscar a Laura en un Chevrolet Cavalier. El auto, el restorán y la casa donde la mataría tres horas después, eran de la Reina de Franklin. Vladimir no tenía un peso y era usual que pelearan por dinero. Siempre le pedía plata. La usaba para tomar. Retamal era un mantenido.

Cuando regresaron a la casa en el Pasaje Nueve de Marzo, muy cerca del restorán, Vladimir se preparó dos piscolas y siguió discutiendo con Laura. Ella también había tomado: su autopsia arrojó que en su cuerpo tenía el equivalente a 10 vasos de alcohol. Los vecinos, entre ellos Beatriz, escucharon los gritos. A ninguno le llamó particularmente la atención la pelea. En los seis años que llevaban juntos, habían visto varias escenas tan violentas como ésa. Incluso en el restorán, donde a Retamal, que empezó a beber a los 20 años y pasó los últimos ocho emborrachándose a diario, ni siquiera le importaba que los clientes lo vieran insultando o agrediendo a su mujer.

Beatriz, que estaba acompañada por David Peirano, su cuñado, sólo lamentó que Laura hubiese empezado tan mal el año. De esa noche, recuerda que los gritos que salían de la casa de su vecina se confundían con la música del equipo. La tenían a todo volumen.

-En la discusión se pasearon por todos los problemas que tenían. Desde quién era el dueño de la plata hasta el odio que él le tenía a la Primitiva- cuenta Beatriz.

UNA HISTORIA DE VIOLENCIA
Laura Basualto se había instalado con “El Laurita” hacía 45 años y era la cocinera preferida de los comerciantes y cargadores del barrio Matadero Franklin. El negocio lo formó con Julio Guerrero, su marido, del que enviudó en 1998.
A Vladimir lo conoció el 2000. Era un ex boxeador 12 años menor que ella que iba a emborracharse con sus amigos a su restorán.

-Él siempre ocupaba la última mesa del local, la más grande, y se ponía a vender papelillos de droga. Se veía mal agestado, era un atorrante, de mala clase y sin educación- cuenta Primitiva.
Beatriz tiene recuerdos igualmente malos del conviviente de su amiga: dice que cuando lo conocieron, del local “había que sacarlo a la rastra porque no se podía ni el poto de lo borracho que quedaba”.

Sin embargo, ambas coinciden que en los dos primeros meses de cortejo, Retamal “fue un amor con Laura”. Fue así como empezó a ganar su confianza hasta que se instaló a vivir en su casa. Pero pasó muy poco tiempo para que comenzara con la violencia y se le viera llegar de noche ebrio y gritando para que Laura le pagara el taxi.
-Las peleas eran de todos los días. Con copete se ponía agresivo y siempre le pegaba. Muchas veces él me fue a buscar para que lleváramos a la Laurita a la posta cuando se le pasaba la mano, pero ella nunca lo denunciaba. Aunque lo echaba de la casa, después se arreglaban–cuenta Beatriz.

Una de esas pasadas de mano ocurrió el 2003, cuando Vladimir agarró un bate de béisbol y golpeó la cabeza de su pareja. El resultado: 18 puntos en el cráneo y una denuncia en Carabineros que nunca fue ratificada.
Pero las agresiones no pararon ahí.

-Una vez quería amenazar a unos tipos con una pistola, pero mi tía se la escondió debajo de un mueble del local. Ese día estaba curado, yo venía saliendo del baño y vi a mi tía hincada en el suelo. Le pregunté qué estaba haciendo y vi que el Vladimir le tenía puesto el pie encima de su cabeza, obligándola a buscar el arma. Ella le decía que no hiciera cuática, pero él le respondía “tenís que encontrármela por las de su madre”- dice Primitiva.
La violencia también era verbal.
-Él llegaba al mesón, lo golpeaba con la mano y le pedía plata, siempre tratándola de “gila culiá”. Cuando se curaba decía que todas las cosas eran suyas, el restaurante, la casa y el auto, que pasaba chocado porque lo manejaba ebrio –recuerda Beatriz.

En el prontuario de Vladimir, sin embargo, nunca hubo una denuncia de violencia intrafamiliar. Pero tenía condenas por robo y hurto, además de tres causas por manejo en estado de ebriedad.

El CRIMEN
Cuando era la 1: 10 de la madrugada, Beatriz y su cuñado dejaron de escuchar los gritos y la música que salían desde la casa de Laura. Aliviados, pensaron que por fin la pelea había terminado.
Pero se equivocaron.

Segundos antes de desconectar el equipo, Vladimir Retamal clavó un cuchillo cocinero en el pecho de Laura y le atravesó las costillas, los pulmones y el corazón. El corte era de 17 centímetros de profundidad.
Cinco minutos después, llegó donde Beatriz. La luz de los postes de la calle dejó a la vista la sangre con la que recién había manchado sus manos y su ropa.

Cuando Beatriz, desesperada, entró a la casa de Laura, la vio tirada de espaldas en el comedor. Había sangre por todos lados. Vladimir se movía intranquilo y a ratos se acostaba al lado de su mujer. Lo primero que dijo a sus vecinos fue que al prepararse un pan con tomate y ajo, se resbaló y cayó con el cuchillo sobre Laura.
Nadie le creyó. Curiosamente, Retamal también estaba herido: se había hecho dos cortes en el estómago y pedía que llamaron a una ambulancia y a carabineros. No quería irse preso todavía. Luego se sentó en la vereda a esperar a que lo detuvieran. Tenía las llaves del auto en sus manos.

Cuando llegaron los carabineros, lo primero que notaron fue que estaba ebrio. “Su habla no era normal” y “sus movimientos eran lentos”, declaró durante el juicio el suboficial mayor Robinson Ramos.
Vladimir Retamal fue condenado a 15 años de cárcel por el parricidio de Laura Basualto. Su crimen fue el primero de los 51 que hubo en contra de mujeres el 2006.

Hoy, un cartel adorna la puerta de su restorán: “Siempre estarás en mi corazón Laurita”. Lo hizo su sobrina, Primitiva.

Notas relacionadas

Deja tu comentario