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Opinión

24 de Febrero de 2014

Pila Yrarrázaval Aldunate, dueña de casa: “¿Te has fijado que los rotos tienen el pirulín más grande que nosotros?”

Estudió en el Villa María a mucha honra, veranea en Zapallar- aunque se haya puesto rasca- y le carga todo lo que huela a rotos. Así es Pila Yrarrázaval, una dueña de casa que le encanta llevar una vida de rubia.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

¿Cómo es la vida de una rubia?
-¿Cómo es? Bueno, la típica. Pero, mira amorosa, voy a tener que ser bien franca contigo.

Ok.
-Mientras estaba casada con Alberto, hacía vida de rubia como la cosa más natural del mundo. Ahora que vivo en Bellavista tengo que subir al barrio alto, imagínate la lata. ¿Qué vida de rubia vas a hacer entre puros rotos de la clase media? ¡Cero! ¿Y en qué consiste? ¡Pero si tú sabes! Tomar desayuno en cama, levantarse tarde, darse una vueltecita por los mall. El de Las Condes o La Dehesa. Al Costanera Center no vuelvo ni a palos.

¿Por qué no?
-¡Nunca más! Me pone nerviosa toda esa chusma medio pelo que llega en el metro Tobalaba. A puro mirar. Tú sabes que no pueden comprar nada. Me da no sé qué, además. El otro día vi a una mujer, como de población, con la nariz pegada a una vitrina y los ojos fijos en una cartera Vuitton. Andaba con una gillette en la mano, me tinca que para cortarse las venas, porque te regalo la frustración… No, yo prefiero ir a Las Condes o al de La Dehesa.

¿Pasas todo el día en el mall?
-No, pues. Almuerzo en El Golf, copuchar un rato, peluquería, algún masaje para el nervio, a lo mejor una buena película con una amiga y… eso. En pocas palabras, pasar el tiempo de manera agradable y sin rollo.

EL VILLA MARÍA

¿En qué colegio estudiaste?
-En el Villa María. Debo aclararte que antes que pasaran cosas como las de la madre P… en las Ursulinas… Esas cochinadas no pasaban en mi colegio, no en mis tiempos.

¿Cómo fue tu juventud?
-¿Mi juventud? A ver, cómo te explico. Cuando yo tenía quince años había toque de queda todas las noches. Los bailoteos duraban hasta las diez, once, a más tardar. El papá y la mamá eran LO estricto. El papá estaba parado en la puerta de la casa de quién fuera a las diez y media en punto y no hay tu tía. Cualquier flirteo o cosita un poco más allá, con algún chiquillo que te gustara, ocurría en el baño de la dueña de casa, a toda carrera, entre un bidé y un wáter. ¡Éramos LO gansas! Nunca se pasaba de un manoseo poco, un beso con lengua, pero medio furtivo… Las del Villa María éramos un poco más lanzadas, pero las de las ursulinas, ni te cuento, las llamábamos “las gansulinas”.

¿Y probaste drogas?
-Mira, amorosa. Yo puedo ser todo lo loca que tú quieras, pero drogas sí que no. Hasta ahí nomás llegamos. Déjame decirte que estoy completamente en contra de legalizar la marihuana. La marihuana es la puerta que te conduce a las drogas más peligrosas. ¿Y curarme? ¡Nunca, amorosa! Lo encuentro tan feo en una mujer. No, no soy buena para el trago. Una copita de vino blanco heladito, sí, pero una. Una copa de champagne, sí. O una cerveza como piedra en el verano.

¿Cómo ves a las jóvenes de ahora?
-Ay, me da su buen poco de susto, amorosa, no te lo digo por mis hijas, ellas han recibido una maravillosa formación y más que nada se lo debo a Alberto, que ha sido un padre de lujo. Te lo digo por la generación que viene después. Yo las veo demasiado sueltas de cuerpo. Tú habrás oído hablar del ponceo, ¿verdad? Bueno, a eso me refiero. ¿Me quieres decir qué hacen esas niñitas de trece, catorce años, sobajeándose con unos flaites, cuyos padres sepa Dios quiénes serán, en esos tugurios de Bellavista? Yo no he ido nunca, pero me han contado. ¿Y quieres que te diga una cosa? Me han dicho que se ven niñitas bien, de la de Los Andes, nietas, no sé, de un Carlos Larraín, de un Lucho Vial, de un Patato Echaurren. Con decirte que han visto a una de las niñitas de la María Clemencia Sanfuentes, ¿te imaginas? La María Clemencia es del Opus, amorosa. ¿Me quieres decir qué hace una hija suya en un sucucho oscuro, revolcándose en un colchón con algún roticuajo?

¿Y creciste con una mamá?
-Ay, me vas a hacer llorar. Mi mama Dorila. ¡Y mama, no nana! Cuando yo era chica, no le decíamos nana a las empleadas; las niñeras eran las “mamas” y las otras, nada, las otras eran las empleadas nomás, o la cocinera y el mozo, pero nada de “nana”. Mi mama lo era todo para mí. Era como de la familia, ¿sabes? Cuando nos casamos con Alberto, mi pobre mama casi se murió, “¿Qué voy a hacer ahora sin mi niña?”, lloriqueaba. Y yo: “mire, mama, usted y yo, juntas hasta la muerte. Usted se va con nosotros”. Y así fue. Estuvo con nosotros hasta que nació la Pilarcita, y ese mismo verano…. Ay, no me quiero acordar.

Pero no te pongas a llorar…
-La pobre Dori se anduvo enamoriscando de un pescador de Zapallar, el negro Almarza, y un día el negro la llevó a pasear en bote y cuento corto: vino una tormenta, el bote se dio vuelta y se ahogaron frente a la Isla Seca. ¡Fue atroz! Y una lata para mí porque tuve que hacerme cargo de la guagua todo el verano. La enterramos en el cementerio de Zapa, por el lado de Papudo, eso sí.

¿Y siempre veraneas en Zapallar?
-Zapallar toda la vida. Con decirte que me bautizaron en la vieja iglesia, la que ahora es el teatro, antes de la llegada de los siúticos de Reñaca y Concón. Antes de que el pobre Zapallo se llenara de nuevos ricos, cuando era un balneario de la aristocracia, por la aristocracia y para la aristocracia, todos medio muertos de hambre, con las casas medio derruidas, sin una gota de agua, pero finos, educados, cultos y aristócratas. Es decir, lo mejor. Hoy. ¡Puaf! Zapallar ya no es lo que era. Pero yo lo adoro igual. No, ya no voy, Alberto se quedó con la casa y Gonzalo tiene una casa en Cartagena. ¿Cómo es? Macabro. Lo más macabro que hay. Bueno, tú conoces Cartagena. ¿No has ido nunca?

Sí he ido.
-Es una playa llena de rotos embadurnados con aceite de coco, que pululan entre cáscaras de naranjas y lulos de perro, en tanga. Con los pirulos disparados. ¡Y enormes! ¿Te has fijado que los rotos tienen el pirulín más grande que nosotros? Debe ser por los porotos que comen. Los veraneos en Zapallar son la muerte. Gente amorosa. Medio mundo se conoce. El Boni sigue donde mismo. La antigua casa de la Yolanda Livoni y la de las Echeverría siguen igual, en la misma curva. La de don Benito, más linda que nunca. La casa de Mario Matta, la habrá comprado Ricardo Claro, pero tuvieron el buen gusto de no botar las columnas. La casita preciosa de Diego José está idéntica, ahora la usa Catucho… yo amo a ese lugar.

EL SEXO

Cambiemos mejor de tema. Cuéntame cómo conociste a tu primer marido.
-Ay, menos mal que salimos de los temas escabrosos. Mi primer marido se llama Alberto Larraín Errázuriz, lo más conocido que hay. ¿No lo ubicas? Es un amor. Le tengo ene cariño. Nos conocimos cuando éramos unos pergenios, enanos. A la salida del colegio. Alberto estaba en el Verbo y yo en el Villa María.

¿Y cómo fue tu matrimonio? ¿recibiste ajuar supongo?
-Mi matrimonio fue genial. El papá echó la casa por la ventana. Su única hija, imagínate. Nos casamos en la capilla de Pirque, en Concha y Toro, y el tío Gregorio abrió la viña. Fue un banquete para mil personas que hizo historia, te contaré. Y qué bueno que me preguntes por el ajuar y los regalos porque, déjame decirte que antes, cuando Chile era un país de gente decente, refinada y de buen gusto, y no este circo de rotos con plata, efectivamente las novias teníamos ajuar. Por lo general, comprado por la mamá en Buenos Aires. Y la gente te hacía regalos; regalos que se daban la pena de comprar en joyerías, platerías, tiendas lujosas, cristalerías, maleterías de cuero fino, en fin, y te llegaban las cosas más lindas, delicadas y para toda la vida. No esta ordinariez de casarse por Falabella. Es la cosa más de roto que he visto.

¿Y llegaste virgen al matrimonio?
-¡Ay, qué pregunta! A ver… ¿cómo te puedo responder? Virgen, virgen, lo que se llama Virgen María, no. A ver… mi primer, digamos… a ver…cómo lo hago para no decir atraque, que suena feo. Mis primeras caricias, digamos, no fueron con Alberto… a los 16 año pololeaba con un tipo imposible más regio, no puedo dar el nombre porque fue ministro de Pinochet y hoy es embajador. La cosa es que estábamos en el auto, frente a El Golf donde habíamos comido, y ahí ocurrió lo que te cuento. ¡Fue feroz! XX era pura pasión. Y yo, como tetera, imagínate.

Ja,ja,ja
-Con decirte que al día siguiente volví a El Golf y Lucho, que conoce a mi papá desde chico y alcanzó a servirle a mi abuelo, me paró en la terraza y me dijo al oído “tiene que cuidarse, señorita Pila, mire que un pajarito me dijo que la habían visto a potito pelado en un auto”. Ja,ja,ja,ja,ja. Con eso te digo todo.

¿Cómo fue su primera vez? ¿Tenías miedo de ver por primera vez un pene?
-¡Oye! Tú eres feroz para las preguntas… ¿Mi primera vez? Bueno, a ver, ¡Ya! Pilar Yrarrázabal Aldunate, si diste la entrevista es para ser honesta y contestar con la verdad. ¿Mi primera vez? Te vas a reír. Una suite del Hotel Carrera. Cuando el Carrera era un hotel de lujo y no esta rotería de ministerio de no sé qué. Ahí fue mi primera vez. Mi primera noche de casada con Alberto. ¡Siniestro! ¡Lo más siniestro que he visto!

¿Pero por qué siniestro?
Perdona, gordo, si lees esta entrevista, pero esto lo hemos hablado y ya lo superamos. Es que fue de calambre, amorosa. El pobre de Alberto –y él sí que era virgen- estaba tan nervioso que el pirulín se le puso como quesillo de campo.

Ja, ja, ja.
-Toda la noche. ¿Me vas a creer? Y yo, dale que dale haciendo masaje, a ver si el pirulo… no sé, algo, resucitar o algo… y ¡nada! No hubo caso. ¿Quieres que te diga una cosa? Me sentí humillada. Sorry, gordo, pero es la verdad. Me preguntas si me dio miedo ver un pene por primera vez… bueno, tengo que confesarte que no era la primera vez que veía un pene y ya te dije lo del auto frente a El Golf; no, no me dio nada de miedo, lo que me dio fue un poco de rabia, para serte franca. Porque si me presentan una cosa, no sé, dura, grandota, presentable, pero ¿un budín? ¿No te hubiera dado rabia? Imagínate. Estás en una suite de reina, en el hotel Carrera, con el hombre de tu vida ¿y con qué te agasaja? Con un pirulo blandungo y medio tiritón. ¡No, pues, amorosa! Así, nadie. Ni la propia Virgen María. ¡Qué quieres que te diga!

Pero todo lo bueno, se acaba. Y te terminaste separando por Gonzalo, un comunista de tomo y lomo. ¿Fue muy heavy?
-Fíjate que no fue tremendo, ¿y te digo por qué? Porque Alberto es un encanto de hombre. Es el mejor ex marido del mundo. ¿Te has fijado que prácticamente todos los hombres, una vez que se separan, empiezan con las mezquindades, los abusos, los recortes de plata, el ninguneo de su ex señora, etc. Bueno, Alberto no fue así, para nada. Él sufrió mucho cuando supo que me había enamorado de Gonzalo, y para serte franca, yo también, no fue nada fácil para mí, ¿y quieres que te diga una cosa? Estoy medio arrepentida. Gonzalo es una buena persona, muy buen escritor, aunque pase deprimido y ha tratado de suicidarse dos veces porque le viene la seca y el agente de Barcelona no lo pesca… pero, no, amorosa, no es para mí. Y esto te lo digo off the record: es pobre como la rata. No tiene ni uno. El último anticipo que le dieron fue de cien mil pesos. Imagínate. Ya no puedo ni cortarme el pelo con Guayo. Tengo que ir a una peluquería rasca, de esas con vitrina a la calle, donde corta una gorda maligna que carga con las clientas por su sobrepeso. Con eso te digo todo.

¿Por qué le viene la seca?
-Le viene la seca porque se queda sin tema, me imagino. Cuando le pasa eso, se encierra en Cartagena, botellón en mano, y se sienta frente a la página en blanco, esperando que entre el mar y el Espíritu Santo lo iluminen. Mira, amorosa, cuando le viene, arranco a perderme. Ahora mismo está en la seca, por eso estoy haciendo vida de rubia, para distraerme, porque lo que es, yo, a Cartagena no me voy ni muerta. No en pleno verano, cuando hasta las gaviotas tienen pinta de flaite. Este fin de semana me voy a Zapallar. La Teresita Subercaseaux me convidó hasta finales de febrero. Un amor.

¿Y cómo conociste a Gonzalo?
-Te vas a reír. En un taller de literatura. Es decir, en su propio taller de literatura. Fíjate que un día estábamos con la Jacquie en El Golf y nos iluminamos.

¿Se iluminaron?¿Cómo es eso?
-No, mira, es que estábamos en la terraza con la Jacquie cuando llegó esta escritora, ¿cómo se llama? Una bien que hay, de la clase alta, que usa chales. ¡Marcela Serrano! ¡Esa! Es amiga de la Jacquie, ¿sabes? Bueno, esta Marcela se puso a hablar de una tal Madame no sé cuantito y otro Verde y Amarillo o algo así, unos libros franceses que estaba leyendo de nuevo porque los había leído a los quince…Y nosotras con la Jacquie mirándonos con la cara en blanco; nunca habíamos oído ni mencionar esos libros, pero la escritora dale que suene, ¡ustedes tienen que leerlos!, la vida comienza después de la Madame no sé cuantito, y no se puede seguir viviendo sin haber conocido a un tal Julián o algo así. Y nosotras, !plop!.¡Somos súper ignorantes!, nos dijimos al unísono una vez que la escritora se fue. Y entonces la Jacquie salió con que un amigo suyo estaba yendo a un taller literario de un tal Gonzalo Carrera. ¿Matriculémonos? Y dicho y hecho. El taller estaba en Bellavista. Una de esas casas con ventanas a la calle y con rejas, como de costurera ¿sabes? Todo era medio penquita, medio peluche, los alumnos, para qué te digo, gallos más reventados no había visto en mi vida. Pero ¿quieres que te diga una cosa? Cuando vi al profesor caí en llamas. ¡En llamas, amorosa! Mira, mi relación con Alberto estaba wishi washi, me hacía el amor como quien saca una cuenta, mientras yo trataba de concentrarme en Brad Pitt. ¡Latero, pues! La cosa es que fue instantáneo. Gonzalo y yo. Así. Verse, mirarse y…. ¡ay! ¿Te cuento una cosa off the record, pero completa y totalmente off the record, lo más off the record del mundo?

Sí, por favor.
– Lo que pasó fue que después de la primera clase, que fue al otro día, Gonzalo me convidó a tomarnos una cerveza a un boliche cerca del taller. Cuento corto: La cerveza. Una mano que avanza. La miradita. Tú sabes, amorosa. Un pie debajo de la mesa. Subiendo por mi pierna. Otra mano por acá. Y de repente, ¡Zas pirulín! ¿Me vas a creer que terminamos en un motel? La locura más feroz. En el pasillo nos fuimos desvistiendo y llegamos piluchos a una pieza llena de espejos con un dragón dorado en el techo. ¡Ah, no! Fue mundial. ¡Mundial, amorosa! Es que como te explico. Yo no había tenido un orgasmo en mi vida. Nunca jamás. ¿Y quieres que te diga una cosa? Una mujer que no ha tenido nunca un orgasmo y va y tiene uno con su amante, ve ángeles con trompetas, ve el cielo, amorosa, y lo que no encuentra en ninguna parte de ese cielo, es al marido. ¡No me digas que no!

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