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Opinión

14 de Octubre de 2014

Fernando Pairican, historiador mapuche: “Deberíamos votar por nuestra autonomía como en Escocia”

Tiene 30 años y en la Filsa lanzará su primer libro: Malon, una completa retrospectiva del Movimiento Mapuche desde los años 80 hasta hoy, así como de las alianzas entre el Estado y el empresariado para neutralizarlo. Mapuche nacido en Santiago, Pairican reconoce una falta de cohesión entre las actuales organizaciones, pero aclara: “Hay que entender que esto no es un sindicato, es un pueblo, tan diverso como el chileno”. Aquí analiza los caminos hacia la autonomía.

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Tú nunca viviste en el campo, ¿te defines como un mapuche urbano?
Yo soy tercera generación en Santiago y me gusta ocupar el concepto de “mapurbe”, que es un concepto reflexionado desde el movimiento.

¿De dónde vino tu sentido de pertenencia al movimiento?
En mi mapuchización fue importante el racismo, durante toda mi niñez y adolescencia en las escuelas chilenas me dijeron que era un indio, una categoría inferior, sobre todo en la Básica. Luego hubo una etapa de frustración y cuestionamiento, ganas de “blanquearse”. Ahí mi familia funcionó como una contención. “Siéntete orgulloso de ser mapuche”, me decía mi mamá. Mi papá me hablaba de Lautaro, en cuarto básico me regaló mi primer libro de historia, que hablaba de una épica ercillana del mapuche. Después iba a las marchas del Consejo de Todas las Tierras, a ferias indígenas, etc. Pero fue en la universidad cuando entendí; ingresé a la Agrupación Mapuche Kilapan, que tenía muy claro el proyecto de autonomía y un apoyo constante a los presos políticos. Además propulsaban un proceso de concientización en la urbe. A los 18 años ya había empezado a militar.

¿Todavía hay vergüenza de ser mapuche?
Yo siento que hoy no. En los 80 la gente se cambiaba los apellidos, trataba de esconderse. Hoy los mapuche tienen la cabeza erguida y ese es uno de los grandes triunfos del movimiento.
Un concepto que se repite en el libro es “autodeterminación”. ¿Qué significa?
Está muy en debate hoy, sobre todo por la situación de Cataluña y Escocia. La ONU, a partir del 2007, lo plantea como un derecho humano. Es el derecho que tienen todos los pueblos o naciones a decidir su futuro en forma soberana, así como la estructura de gobierno que desean para sí. En este caso, es el derecho político de los mapuche para recomponer la soberanía territorial suspendida por las ocupaciones militares.

Entonces está ligado a la demanda territorial.
Para ejercer la autonomía, tiene que haber una devolución de tierras. Pero ninguna organización ha planteado la expulsión de los chilenos para ejercer el derecho al territorio. Eso es importante: los mapuche, a pesar de los ataques, siempre han mantenido respeto por la sociedad chilena.

¿Ves algún horizonte de resultado en el conflicto?
Yo no soy dirigente político, pero sí creo que debe haber un diálogo entre las partes, y que no se debe ver el tema mapuche como un asunto de pobreza o multiculturalidad, sino de crear espacios de poder político para los mapuche. Deberíamos, como en Escocia, permitirnos decidir.

Qué bien le haría a la democracia chilena votar por algo así.
Pero si hoy se votara, ¿no habría más mapuches en contra de la independencia?
Creo que sí, ahora tal vez perdería, pero es lo entretenido de la democracia. Y para avanzar a un diálogo democrático hay que partir por cuestiones simbólicas, como la liberación de los presos políticos, el fin de un Estado policial en la región y una reparación a las víctimas de esa violencia.

¿Y con quién debiese dialogar el Estado chileno? ¿Alguien representa al movimiento?
Tiene que dialogar con todas las organizaciones del movimiento autonomista, todas son representativas del pueblo mapuche. Es un movimiento que diverge porque tiene estrategias y métodos distintos, pero hay una utopía común que es la autonomía. Hay que entender que no es un sindicato luchando por una reivindicación gremial, es un pueblo, tan diverso como el pueblo chileno.

Pero Chile tiene un presidente que lo representa…
Claro, la gente se pone de acuerdo, vota y elige un candidato. El movimiento mapuche tiene esa misma dinámica, hay seis organizaciones autonomistas, las seis son representativas y es un puzzle entretenido. Hay unidad ideológica, pero no estratégica.

En Malón dejas entrever una crítica a esa falta de unidad estratégica. ¿Te podría costar enemistades dentro del movimiento?
Sí, pero no tengo miedo. Es un libro planteado desde la sinceridad, como un aporte al movimiento y a la discusión. Y un movimiento que se centra en la emancipación y liberación del pueblo mapuche, no debe temerle al debate y al pensamiento. Si impide la crítica y la libre expresión, se transforma en un totalitarismo. El movimiento mapuche está lejos de eso, siempre ha mantenido pluralidad y debate democrático, el libro debe ser recibido desde esa perspectiva.

PACIENCIA Y VIOLENCIA

Hay un interesante capítulo del libro dedicado a la Operación Paciencia.
Sí. Ese fue un trabajo de inteligencia, diseñado por el gobierno de Lagos, que respondió a las presiones de la derecha y del mundo empresarial: la Corporación de la Madera, la Sociedad Nacional de Agricultura y la Sofofa y otros gremios. Fue un ejemplo claro de la alianza entre el capital y el Estado: todos se organizaron para detener un movimiento mapuche en ascenso.

¿En qué consistía la operación?
No se sabía qué querían los mapuche, cuál era su demanda, ni quiénes eran sus líderes. Entonces, a partir del 2000, se empieza a recabar información sobre los dirigentes y el movimiento. Hay grandes informes sobre Aucan Huilcaman, sobre las personas de la CAM. Esto derivó en una persecución y criminalización de líderes a través de juicios muy irregulares, que fueron condenados este año por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

¿Cómo te planteas frente a las acciones violentas del movimiento?
Cuando yo visité comunidades en conflicto, como la de Cholchol, vi una pobreza que aquí en Santiago se dejó de ver en los 90, esa pobreza que ya es miseria. Me chocaba mucho porque era muy violenta. Conocí un pueblo mapuche militarizado, con policías que controlan todo. En ese contexto de despojo y de rabia entiendo, y así lo planteo en el libro, la violencia política.

¿Y el ataque de Celestino Córdova a los Luchsinger Mackay?
Es un hecho de violencia radical que no puede repetirse. Pero en esta historia el repertorio de la violencia ha sido ejecutado por los agricultores, la policía y el Estado. En el juicio Luchsinger-Mackay se destacaba que el caballero tenía buena puntería… La violencia de los agricultores se remonta 100 años atrás. Los colonos violaron mujeres, descuartizaron niños, les tiraban los caballos encima, les robaban los animales y les quitaron sus tierras. Pero eso no justifica cualquier respuesta, porque la lucha mapuche es por derechos políticos, no busca la venganza. Eso nos separa de los agricultores que quemaron rucas con gente adentro y que violaron a las mujeres. Por eso el caso Luchsinger-Mackay es un punto de ruptura, el movimiento mapuche debe cuestionar su estrategia. El valor de la vida humana tiene que estar por sobre el conflicto.

El pasado 1º de octubre mataron a José Quintriqueo en el fundo Nilpe. Un inquilino del agricultor Raúl Quintana lo atropelló con un tractor. ¿Cómo observas este hecho?
Es terrible y te demuestra la actitud de los agricultores, lo que él hizo no es tan distinto a lo que cuentan nuestros abuelos. Antes te tiraban los caballos encima, hoy te tiran las camionetas o pasan rápido para dejarte lleno de polvo. Entonces van los alcaldes y los diputados, todos de RN, todos dueños de fundos, y sacan sus carteles de “Paz en la Araucanía”, ponen las fotos de los Luchsinger en toda la zona. Pero después llega el tipo y le pasa un tractor encima al mapuche. Eso es la Araucanía, un lugar donde el blanco odia al mapuche.

libro pairican
Malon.
La rebelión del movimiento
mapuche 1990-2013
Fernando Pairican
Pehuen Ediciones, 420 páginas
Presentación: 25 de octubre, 15:30 hrs., Filsa.

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