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Opinión

19 de Abril de 2017

Pablo Araujo y sus tres años de abstinencia sexual: “Creo que el Papa tiene más sexo que yo, ja, ja, ja”

El guionista uruguayo, radicado hace veinte años en Chile, exeditor de humor de este pasquín y exrostro de CQC, es un bicho raro. No tiene tapujos para confesar que no tiene sexo hace tiempo, que alguna vez sufrió impotencia sexual, que tiene el pene chico o que fue bulímico. Aunque nunca se sabe si lo que dice es verdad o parte de una gran tomadura de pelo. Es que a Araujo, también licenciado en filosofía, le gusta jugar al perdedor. Es un francotirador que no teme al ridículo. En la obra “Rápido y curioso, liberando a Garay”, donde comparte escenario con Ramón Llao, se ríe de su vida íntima, pero también dispara contra poderosos, presidenciables y chantas.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

En Rápido y Curioso, aparte de desmenuzar la contingencia, hablas de ti como si fueses un loser.
-Me gusta mucho eso. Si podés tomarte el pelo a vos, le podés tomar el pelo a todos. Y además lo loser es parte de mi vida. Y me lo tomo para la risa, si no estaría llorando a cada rato. Reírme de mí mismo puede ser también escupirse a uno mismo. Puede ser horrible.

Te dejas como las pelotas.
-En realidad, es una celada para que las mujeres se compadezcan de mí y, si alguna aparece en vestuario, diga: pobre tipo, no puede ser que sea así, lo voy a consolar, ja, ja ja. No, exagero. Pero hay parte de verdad, como en todo. A mí me gusta estar solo. Estar con más gente me perjudica, porque lo que más quiero en la vida es vivir 500 años para poder hacer todo lo que quiero hacer. Soy insoportable.

¿Por qué?
-En Uruguay odiamos los protocolos y las formalidades, porque, sin querer, es medio deshumanizador. Nunca he soportado esa manera tan rígida que hay acá. Me acuerdo de la primera reunión de apoderados en el colegio de mis hijos en el barrio alto. Hicieron presentarse a cada adulto. Todos decían algo parecido: “mi nombre es no sé cuánto Mackenna bla bla bla y soy ingeniero de Aguas Andinas o “soy Bernardita, soy ama de casa, la mejor profesión del mundo”. Cuando me tocó a mí, mi esposa me pellizcaba. Sabía como era yo. Y me paro y digo: “Mi nombre es Pablo, hace tres meses que no tomo… ah, la puta madre, me equivoqué de reunión”. Y dejé la escoba. El chileno no está muy preparado para que aparezca alguien como yo que parece medio loco. En Uruguay, que es más pueblerino, eso es mucho más común. La gente no se toma tan en serio.

Tu ex te debe haber odiado.
– Me dejaba quemaduras de tercer grado, ja, ja, ja. Me decía ‘no, por favor, no’. Y después tenía que explicar: ‘él nunca habla en serio, nunca fue alcohólico’. Era peor. Cuando llegás al aeropuerto chileno, policía internacional te trata con una seriedad propia de la Gestapo y siempre te sentís culpable, sobre todo yo, que me siento culpable de todo. Y es como kafkiano. En Uruguay una vez tuve que esperar como 14 horas en el aeropuerto. Y, como no me podía volver a casa, quedé varado. El tipo de policía internacional uruguayo, me dijo: ‘gordo, tomá este lápiz para que te pintés la raya porque vas a estar mil horas’. Esa familiaridad, sin el autoritarismo anónimo, a veces la echo de menos. En Chile, siento que hay autoritarismo anónimo. La gente tiene miedo al miedo. Y no saben, precisamente, a qué le tienen miedo. Es una locura. Pasamos más de veinte años largos de democracia y sigue habiendo eso en el aire.

Los chilenos tienen miedo hacer el ridículo, que se rían de ellos.
-Sí, acabas de tocar un punto que es increíble: que es “el chileno” o “los chilenos”. Yo, dentro de todas las definiciones posibles de Chile, diría que los chilenos hablan de “los chilenos”. Allá no vas a encontrar a alguien que diga: “los uruguayos somos así”, “los uruguayos somos asá”. Haber nacido en una tierra específica no implica una fatalidad, no va a definir tu destino. El hecho de haber nacido en Uruguay no significa absolutamente nada para mí. Ser chileno ya determina cómo sos en la vida. Eso es muy claustrofóbico. Chile es medio claustrofóbico.

Chile se ha puesto tan serio. Ahora parece que no se puede hacer chiste de todo.
-Ningún chiste es peor que las cosas que pasan en el mundo. El poder que tiene un chiste no es lo que la gente puede creer realmente. Pero estamos en la dictadura de lo políticamente correcto. Bueno, Putin. Él prohibió hace un mes todos los garabatos en los medios de comunicación. Al punto, que la rutina de la Chiqui Aguayo dura seis segundos en la televisión nacional de Moscú. Dice Hola Viña, chao monstruo, gracias por las gaviotas, ja, ja, ja. Eso tiene que ver con el fascismo, con la dictadura, porque la derecha no tiene sentido del humor.

Pero la gente de izquierda también es falta de humor.
-Obvio, los comunistas no tienen humor. Mirá a Teillier siempre con una cosa sufrida. Además los comunistas tienen una altanería moral como de estar diciéndonos: yo estoy preocupado de la dictadura del proletariado, mientras vos, burgués de mierda, estás comprando en el Costanera Center. Y es para hacerte sentir culpable. Y, además, son inaguantables. Cómo puede ser que no critiquen a Maduro. Menos mal que Camila Vallejo, por lo menos, no le rindió pleitesía a Kim Jong Un. Son unas dictaduras bestiales, como la de Maduro, que se disfrazan de supuestos socialismos para robar o ejercer poder de manera bestial y nada más.

A propósito, ¿te pones límites en el humor?

-Sí. Algunos chistes me los guardo porque son muy pasados, pero también pienso que ni un chiste es peor que lo que hizo el hijo de puta de Karadima. No me gusta reirme de las víctimas.

CHILE PARANOICO

¿Te quedaste por amor en Chile?
-Conocí a mi mujer estudiando en el Campus Oriente. Me vine becado a estudiar Filosofía en la Católica en el 88. Era una época álgida. En un café tenías a tres pibes hablando de política, de temas interesantes, además como no había tanta globalización, ni había internet no estaban hablando de reggaetón. Me encantaba porque era todo nuevo. Ahora nos estamos transformando en zombies. Independiente de cualquier contexto político, jamás pensé que terminaría viviendo acá, porque vivían en una represión, pero la gente era increíblemente amable. Es una de las cosas que más me duele hoy que la gente esté más distante. Uno lo ve en el supermercado cuando vas a pedir algo. Te atienden como las pelotas. Les falta cierta naturalidad que en Uruguay sigue estando, porque seguimos siendo un país chico. En el censo de 1969 éramos tres millones y ahora somos 3 millones 300, lo cual significa que los uruguayos no la ponemos, ja, ja, ja.

Uruguay sigue siendo un país a escala humana.
-Sí. Uruguay tiene tres millones de personas, quince millones de vacas, 5 vacas por persona. Vaca que piensa, vaca que matamos. Además Uruguay es tan chiquito que, por ejemplo, mi abuelo era uno de los socios del Club de Golf. Y, por otro lado, mi tío era senador e íntimo de Mujica. Los dos se disfrazaban de monjas y robaban bancos para repartir en las poblaciones. Eran como Robin Hood. Después fueron senadores y todo, por eso las cárceles uruguayas son las mejores del mundo, porque ponés a un terrorista y termina siendo presidente, ja, ja, ja. Pero es verdad.

Luego de estudiar te devolviste a tu país para regresar a Chile en 2001. ¿Por qué volviste?
-Mi familia se quiso venir. La verdad es que no me gustaba la idea de volver. Chile había cambiado bastante. Pero rápidamente encontré a gente más increíble de la que he encontrado en Uruguay. Una de las cosas que me gustó es la forma de hablar. Los mil significados de la palabra huevón y concha de su madre. Es como los esquimales que pueden distinguir miles de blancos.

¿Por qué no te gustaba Chile?
-No me gustaba la falta de libertad pese a estar en democracia. No me gustaba la segregación ni el clasismo, cosas que me parecían decimonónicas, medievales, hasta hoy. Por decirte, critican a una mujer como la Chiqui Aguayo simplemente por haber dicho unos garabatos.

Y Alberto Plaza que lleva la campaña en su contra.
-Pero qué querés si Alberto Plaza es de la cientología que cree que hace millones de años los extraterrestres crearon a los seres humanos adentro de un volcán y le encajaron un chip o algo por el estilo. Por favor, cómo va a ser defensor de la decencia. Pero así, como él, hay varios paladines que tratan de cuidar las formas. Es increíble que siga existiendo en pleno siglo XXI esta cosa claustrofóbica, medio rígida. Yo creo que tiene que ver con algunos estratos sociales. Por eso, de cierta manera, aunque algunos crean que es maquillaje, es bueno que Andronico Luksic haya bajado un poquito del Olimpo. Estaría bueno para aprovechar y preguntarle muchas cosas, como la codicia y demases, porque hay cosas inentendibles de Chile, como que el retail tuviera el 80% de utilidades más que el año pasado y le siguen pagando el sueldo mínimo a los empleados. Esa locura está impregnada en Chile. Y uno empiece a sospechar de todo. Esa es mi otra paranoia de Chile. Vas a una farmacia y pensás que te van a cagar, si llamás al gásfiter pensás que también te va a cagar. Y no siempre es así.

¿Piensas que te van a cagar todo el rato?
-¡Claro! Es una paranoia que más o menos se justifica. Es un precio que tenés que pagar y me duele. Ojalá que no sea siempre así. Ahí me pongo medio romántico para decir que no solo de pan vive el hombre. Todos tenemos miedo de morirnos de hambre, pero no tenemos tanto miedo de morirnos de inanición psíquica. Yo siempre digo la televisión te hace pensar. Te hace pensar por qué mierda estás viendo esas porquerías en vez de agarrar un libro. Y, entonces, así se va haciendo más pobre la vida a nivel psíquico. Yo, de hecho, siempre trato de leer algo todos los días. No sé si hablar de alma y espíritu porque ya me suena medio chanta, sobre todo siendo ateo, pero un ejercicio que hago todos los días es leer cuarenta minutos de algo para después escribir dos historias.

¿Hoy leíste?
-Sí.

¿Qué cosa?
-Leí un texto de Simone de Beauvoir. Obviamente, muy feminista y demás, pero después le doy una vuelta donde hay mujeres que empiezan a reclamar sus derechos, pero para cosas malas. Por ejemplo, mujeres que quieren ser dictadoras. O diputadas que en el Congreso están furiosas porque están recibiendo 40% menos de coimas que los hombres.

¿Eres feminista?
-Claro. No soporto el acoso sexual. Me indigna. No se puede ser de otra manera que no sea feminista. Me pongo en el lugar de la mujer. Si te ponés media coqueta, media bonita, las cosas que te gritan en la calle. Ahí reacciono. Siempre ando contento, pero ahí pongo un parelé.

¿Cómo pasaste de la filosofía al humor?
-Porque la filosofía es un chiste, ja, ja, ja. Uno termina haciendo lo que más le gustaba cuando tenía diez o doce años. Y a mí me gustaba hacer caricaturas, dibujos, chistes y agarrar para el leseo ciertas cosas. Dibujaba a Jesús caminando en las playas de Punta del Este, por ejemplo. Siempre cuestioné lo que me enseñaban los curas y hacía chistes. Les preguntaba: ¿por qué Dios creó la Antártica si no sirve para nada?, ¿en serio que hay una serpiente que habla? A mí lo que más me gustaba, era hacer humor contra eso. Era mi escape.

¿Nunca te dedicaste a la filosofía?
-No, porque no se dio. Y en Uruguay trabajé en un pub con mi hermana, en tele y publicidad. En todo caso, me ocupo todos los días de la filosofía, digamos. El hecho de pensar… Hoy se habla de lo importante que es la opinología. La opinión, para mí, es casi contraria al pensamiento. Porque, básicamente, la opinión es la opinión de los demás o de los que te inspiraron para que dijeras eso, porque pensar es revolucionario. Pensar da miedo, es cosa de ver la tele. Hay miedo a contenidos que hagan pensar. Tú ves en un matinal que, de repente, invitan a una mujer que se comunica con ángeles. ¡Por favor, basta! Saquemos esa basura. Yo he manifestado mi disconformidad y me han mandado a la punta del cerro. Una cosa es leer el horóscopo, pero no creo que nadie hoy crea en una cosa por el estilo. Para mí, la religión es superstición y nada más que eso.

Pero no creas. Por algo le va tan bien a Pedro Engel en el matinal.
-¡Están locos! O sea, noooo. A esta altura, eso denota falta de educación.

No crees en el horóscopo.
-¡No creo en nada! No creo en Dios. No creo ni siquiera en los grises. El año pasado estaba saliendo con una mujer, muy simpática, estábamos a punto de y me preguntó si creía en Dios. Como le dije que no, hubo un quiebre y no salimos más. Lo otro que no soporto es cuando empiezan a hablar de homeopatía. Me dan ganas de salir volando.

Ahora está de moda el doctor Soto en Bienvenidos.
-Fíjate, la locura. El doctor Soto dice que el odio causa cáncer y cinco minutos después viene Pedro Engel a decirte que el odio causa géminis ja, ja, ja. Siempre he odiado ese tipo de cosas. Pero mi odio, ay, no lo voy a decir más porque me va a dar un cáncer de colon, ja, ja, ja. Es una locura.

LOS PASTELES

¿Te nacionalizaste chileno?
-Soy chileno poh, ¿cachai?. Tengo permanencia definitiva.

¿Votas?
-Puedo, pero no voto para que después no me echen la culpa, ja, ja, ja. Mi tendencia, por supuesto, es hacia la izquierda.

¿Qué te parece la bajada de Lagos?
-Es que antes votábamos a estadistas, ahora votamos estadísticas. Es raro. La próxima papeleta de votación debería venir con un sello que diga en alto en azúcares por la cantidad de pasteles que están metidos. Un desastre. Parisi el otro día salió a decir que era la mejor opción para Chile. Hasta los periodistas se ríeron a carcajadas.

Un chiste su candidatura.
-Cuando Parisi dijo yo hablo a calzón quitado, yo pensé menos mal porque no te vamos a volver a pagar los boxer en tu puta vida. ¿La gente se podrá olvidar de todo eso? Tiene una demanda de acoso sexual, está lo de los colegios o cuando mintió sobre su Porsche.

¿Te gustaba Lagos?
-En su primer gobierno. Después vinieron todas las concesiones y el Transantiago. Yo creo que él también se dio cuenta que estaba estigmatizado por el Transantiago.

¿Y Guillier?
-Yo veía a Uruguay en las tablas de las clasificatorias y me hacían acordar a Guillier, porque no hizo nada y va segundo, ja, ja. Es un tipo que no se pronuncia, que no hace nada, igual me quedo tranquilo porque no es una marea populista. Parece alguien moderado. Evidentemente, sus creativos de campaña le deben haber aconsejado que se desligue de Michelle para que la gente no diga que es la continuidad, porque por ahí es por donde la derecha lo va a atacar. Y la Bea Sánchez, por lo poco que la conozco, me parece íntegra, decente, y si votara, ahora que se fue Lagos, es una buena opción. El problema es que la desconfianza es total con los tipos.

Piñera parece que ganará.
-La tiene servida en la mesa. Lo raro de Piñera es que como personaje no te llega a caer del todo mal. Tiene sus piñericosas, sus locuras, parece hasta simpático. No me parece un peligro realmente, ni Satanás, porque ya gobernó. No es un tipo como Macri en Argentina que los K lo tratan de bandido. Piñera va a ganar. Además tiene la compañía de los medios. Era terrible que los medios chilenos dijeran: las habilidades de Piñera para bajar impuestos y no mencionaran el delito. El problema es la UDI. La UDI es el cáncer de Chile, representa todo lo que los chilenos de buena voluntad no quieren, donde la mujer ocupa un segundo lugar, donde quieren volver a la época de los años 50, son unos fanáticos religiosos, pinochetistas…las tienen todas.

Vives en Providencia. ¿Qué te parece la medida de Evelyn Matthei de querer eliminar el comercio sexual?
-Ay, ojalá que no me encuentre, ja, ja, ja. Comprendo que haya vecinos que le puedan molestar las prostitutas. Igual no estoy de acuerdo con la prostitución. Es ejercer violencia sobre la mujer. Por eso yo nunca he estado con putas. Y es raro, porque no soy cartucho. En eso y en las drogas soy cartucho. Tengo un beneficioso miedo infantil a la droga.

¿Sí?
-La marihuana me hace horrible. Me vuelve medio paranoico. No me gusta tener el cerebro poco activo. Para lo único que me sirvió fue para mi TOC.

¿Cuál es tu TOC?
-No puedo cruzar pasarelas donde pasen autos por abajo. Me angustio muchísimo. Es como que me viniera el impulso de tirarme. Es muy fuerte.

SIN SEXO

¿Es verdad, como dices en la obra, que no tienes sexo hace tiempo?
-Sí. Yo no tengo problema. No escondo nada. Me gusta exagerar absolutamente todo. Por supuesto, lo que digo de mi pene no es cierto. Es más chiquito todavía, ja, ja. ja. Pero, es verdad, no tengo sexo hace como tres años. Tengo menos sexo que el Papa. De hecho, yo creo que el Papa tiene más sexo que yo, ja, ja, ja.

¿No tienes sexo por opción o no te quedó otra?
-Es tan raro. El sexo es tan sobrevalorado. O te estoy mintiendo y lo estoy tirando para que alguien diga “al pobre lo voy a calmar”. No sé, pero después del divorcio quedé como medio bloqueado. Es raro lo que me pasa. Es que yo lo paso muy bien conmigo mismo. De hecho, cuando estaba casado llegaba a veces a la casa y tenía ganas de seguir haciendo mis cosas. Y todo lo otro se transformaba en una especie de obligación. Tengo que ir al cine, qué horrible. Tenía que cumplir, fingir. Ir a la playa por el fin de semana era una tortura. Y me pegaron una patá en la raja.

¿No echas de menos el sexo?
-No, porque como decía Diógenes: ojalá también bastase con frotarse el estómago para no sentir hambre, ja, ja. Voy a decir un disparate: ni la mejor de las mujeres supera la peor paja. Pero tiene que ver como que una vez que acabaste, vos decís: ah, bueno, ¿y ahora qué? Dan ganas de rajar y volver a escribir otra vez. Pero es un disparate lo que estoy diciendo. Tampoco es así.

Tres años es harto para estar sin sexo. ¿No has estado por cortar las huinchas?
-No. No sé si es patológico o qué, pero no tengo ganas.

Eres casi nuevamente como un virgen.
-¡Ja, ja, ja! Virgen a los 50, la nueva película, así le voy a poner al nuevo show, ja, ja, ja.

¿Y no tienes, al menos, sexo contigo mismo?
-¿Con la persona que más amo, ja, ja, ja? Claro. O sea, la erección matutina es cosa seria… El tipo del Ku klux klan todas las mañanas en la cama me saluda, a veces me mira mi coso y me dice: ‘che, loco, mirá que estoy acá, no es solo para orinar, estoy solo’. Hablamos mucho de cabeza a cabeza, dialogamos, ja, ja, ja. En realidad, soy medio autista en el sexo. Cuando era joven sufría de impotencia sexual.

¿En serio?
-Pero era porque estaba pensando en ese minuto. Y es, justamente, el momento en que debés entregarte, dejar de pensar, pero me pasaba. Además, aunque parezca mentira, esto es rarísimo, pero vivo en la sensación de pecado. Soy absolutamente irreverente, pero al momento de los quiubos me vuelvo más tímido. Soy ateo y todo, me animo a hacer cualquier cosa, no tengo pánico escénico, yo podría estar ocho horas teniendo sexo, pero si solo quiero sexo, no me animo a pedirlo. Pienso que si voy a tener sexo con una persona, tengo que comprometerme de alguna manera. Prefiero no hacer nada antes que comprometerme. No me gusta engañar.

A lo mejor estás sobrevalorando el sexo.
-Puede ser. Hay una presión social porque los hombres la pongan. Estamos predispuestos, justamente, a que el hombre rinda. Además, está el complejo del tamaño. Es duro. Pero me dejó de importar. A menos que me enamore de alguien.

¿Qué es mejor que tener sexo?
-Leer. El otro día leí Bodas de Sangre de Federico García Lorca y saqué A Sangre Fría de Truman Capote.

Estuviste haciendo dieta, bajaste harto y ahora volviste a subir.
-Sí. Bajé más de 30 kilos. Cuando viene el divorcio tenemos la predisposición a volver a la conquista, pero eso está como metido en el inconsciente, y eso implica verse más deportivo. Pero, es verdad, hace bien estar flaco. Te sentís mejor, te entra la ropa. Estuve más gordo que ahora, en todo caso. Pero tampoco me gustan los equilibrios. Eso de entrar en un estado zen, lo odio. A mí me gusta la inestabilidad psíquica.

¿Por qué engordaste?
-Es que como por ansiedad. No soy un gourmet. La comida me funciona como un ravotril. De hecho, la pizza es mejor que un ravotril. Y de no ser porque voy al refrigerador, no haría ejercicio. Es un tema, básicamente, de angustia oral y porque fui destetado cuando era niño. La ansiedad, creo, tiene que ver con eso.

¿Eres de darte atracones de comida?
-Fui bulímico en alguna época. Al punto de que mi hermana en el water me ponía un cartel que decía: no se aceptan devoluciones, ja, ja, ja.

¿Cuál fue tu mayor conquista estando flaco?
-Ninguna, porque estaba casado y fui fiel siempre.

¿Pero te iba bien con las mujeres?
-Siempre fui un tarado. Soy tan pelotudo que cuando se ha acercado una mujer y me mira una pelusa en el suéter, pienso que tiene un interés en la industria textil, ja, ja, ja.

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