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26 de Julio de 2018

Las operaciones encubiertas del “Mamo” Contreras y Pinochet en TVN y la cultura

El director de la DINA, el coronel Manuel Contreras, no solo estuvo preocupado de eliminar opositores cuando fue el mandamás de la policía secreta, sino que también de la televisión pública, la edición de libros e incluso las obras de teatro que eran exhibidas en los colegios. Para él, todo era una amenaza.

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El director de la DINA, el coronel Manuel Contreras, volvió a revisar el extenso informe sobre TVN y lo firmó. Sueldos, viajes y denuncias sobre los rostros de ese medio estaban bajo su mirada y la del general Agusto Pinochet, a quien los militares se referían como el Jefe Supremo de la Nación en esos oficios secretos.

“El objetivo de este memorándum es entregar elementos de juicio y antecedentes que permitan evaluar la situación de Televisión Nacional, los problemas internos en ese canal y sus proyecciones futuras”, escribió el jefe represivo el 13 de noviembre de 1975, en un documento enviado al ministro de Educación, contraalmirante Arturo Troncoso.

Por entonces, Contreras estaba también pendiente de organizar la reunión del 25 de noviembre de ese año en la que junto a sus pares del Cono Sur formarían en Santiago el Plan Cóndor, la coordinación represiva que operó hasta la década de 1980, secuestrando y eliminando opositores en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia y Paraguay.

El oficial, no obstante sus preocupaciones continentales, estaba obsesionado desde hacía meses con la falta de control político en TVN, por lo que fustigó la permanencia hasta 1975 del director Gonzalo Bertrán, del comediante Jaime Celedón y del gerente Claudio López de Lérida. También expresó su molestia por la mantencion en el canal de Patricio Bañados y Santiago Pavlovic, entre otros funcionarios.

“Hay que tomar en cuenta que TVN fue creada en un gobierno DC, para servir a la DC”, advirtió Contreras, al justificar sus aprehensiones contra aquellos profesionales.

El militar, quien murió encarcelado y acusado de cientos de asesinatos por los organismos de derechos humanos, subrayó luego la importancia de imponer en el canal una política de autofinanciamiento, como la que rige en la actualidad.

En esa perspectiva, Contreras atacó sin ambages los gastos excesivos que, a su juicio, ocurrían en esa casa televisiva en aquellos años del siglo XX.

“Las pérdidas estimadas por partido de fútbol transmitido por TVN ascenderían a $15.694”, advirtió.

También cuestionó que se duplicara el salario del animador Juan La Rivera hasta los $12.300, recriminó los pagos por $500 a la periodista de espectáculos Yolanda Montecinos y criticó los emulumentos por $7.000 al músico Horacio Saavedra. “Son sueldos que no están acorde a la realidad económica del país”, recalcó.

El “Mamo”, quien llegó a estar condenado en más de cien juicios por crímenes de lesa humanidad, sospechaba que todo era parte de un plan y no un simple despilfarro, un error de gerencia. Y creyó necesario advertirlo al gobierno.

“Todo lo señalado puede inscribirse dentro de una política de la Democracia Cristiana, orientada a provocar en un plazo no determinado no sólo un desfinanciamiento del canal, si no que poner a la Honorable Junta de Gobierno ante la disyuntiva de subvencionar con un mayor aporte al canal o entregarlo a capitales privados, los que podrían ser perfectamente capitales DC encubiertos”.

“La situación que se está viviendo en TVN es de extrema gravedad”, remató Contreras, quien ya estaba por acometer una biografía sobre el general Pinochet y un detallado informe sobre la presencia de marxistas en el colegio Winterhill de Viña del Mar, por entonces de sólo ciento cincuenta y nueve alumnos.

Una preocupación que nació con el golpe

Obviamente, el interés por TVN no fue casual. Desde los primeros meses del régimen cívico militar, los jefes de inteligencia de diversas estructuras castrenses estuvieron preocupados de la opinión pública y la educación, como pilares del control social.

Incluso soñaron con levantar una Universidad de la Defensa Nacional, proyecto que llegó a tener un borrador de decreto ley en 1976. El objetivo era equiparar los títulos de los militares con los de las universidades.

“Créase -rezaba la iniciativa legal- la Universidad de la Defensa Nacional, establecimiento estatal y militar, dependiente del Ministerio de Defensa Nacional, destinado a formar profesionales y técnicos de entre el personal de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile”.

La proyectada casa de estudios castrense, que debió entrar e operaciones en 1975, consideraba cuatro facultades: Militar, Naval, Aérea y Policial. La Policía de Investigaciones fue excluida.

La educación, y no sólo la televisión, fue desde un inicio una inquietud para el régimen cívico militar.

El propio Pinochet, como parte de estas preocupaciones por el control de la educación y la cultura, advirtió sus inquietudes al ministerio del ramo, como quedó refrendado en un oficio reservado de 1974.

“Se han detectado una serie de anormalidades en la ciudad de Constitución, referidas básicamente a profesorado marxista exonerado de sus cargos que actualmente continúa ejerciendo en otras ciudades”, redactó incluso el llamado Jefe Supremo de la Nación.

La obsesión del régimen con las creencias políticas de los docentes, por cierto, provocaría la exoneración de unos ocho mil educadores hacia 1987, según reportó el Ministerio de Educación al propio Pinochet, como reza otro oficio secreto revisado por The Clinic.

En los meses posteriores al golpe de Estado, además, la dictadura estuvo preocupada por tomar el control de los liceos y, sobre todo, de su vida interna, para formar a la juventud en “los valores que la Patria necesitara”, como dijo años después el general Odlanier Mena, primer jefe de la CNI, la sucesora de la DINA, liderada por Manuel Contreras hasta 1977.

En ese marco, fueron enviados oficiales de Ejército a fungir como rectores de los establecimientos educacionales fiscales y se ordenó la ejecución de actos cívicos en todas las comunidades escolares, como la entonación del himno nacional y el izamiento de la bandera, de preferencia los lunes.

Aunque simple, la medida trajo consecuencias inesperadas. Hubo alumnos que se negaron a entonar la canción, en especial la estrofra referida a los “valientes soldados” y los Testigos de Jehová reclamaron que su religión, y en específico la Biblia, les impedía adorar a una bandera.

Contreras, nuevamente, envió a sus hombres a investigar, incluso a los preocupantes niños rebeldes. Pinochet, en tanto, ordenó por escrito detener a los estudiantes conflictivos de la Universidad de Chile y enviarlos al campo de torturas de Tres Álamos.

Inquietos por las distancias con el mundo civil, las autoridades del régimen decidieron en medio de esa vorágine represiva que era urgente capacitar a miles de estudiantes y funcionarios públicos en Seguridad Nacional.

Había que formar una fuerza social leal al régimen.

“La Superintendencia de Educación en conjunto con el Ministerio de Defensa tienen elaborados los programas de ‘Seguridad Nacional’ para IV Medio y universidades”, redactó de hecho el ministro de Educación de 1974, el contraalmirante Hugo Castro.

Unos meses después, en mayo de 1975, el ministro de Defensa, el general Herman Brady, anunció la apertura de las capacitaciones de funcionarios públicos en estos mismos temas, según la documentación encontrada por The Clinic.

Con los años, por cierto, fueron incorporados los ramos de Poder Naval, Guerra Sicológica y Guerra Nuclear. También los que criticaban el Marxismo y la Teología de la Liberación, entre otros.

El ministro del Interior, Andrés Chadwick, el diputado Patricio Melero, y el fundador de la Unión Demócrata Independiente, Jaime Guzmán, fueron algunos de los conferencistas en esas capacitaciones, según documentos reservados en poder de The Clinic. También Lucia Hiriart, la primera dama, a cargo de las charlas de clausura.

“El Chacal”

El “Mamo” Contreras, aquel hombre que se ufanó alguna vez de tener cincuenta mil agentes e informantes, entendió desde un inicio que las oleadas represivas requerían del control de los medios, de la guerra sicológica, de la intervención en liceos y cines, incluso.

Por ello, estuvo siempre preocupado de todos los detalles que pudieran afectar las percepciones ciudadanas, incluso de las películas que eran exhibidas en el país.

A inicios de 1975, por ejemplo, escribió al ministro de Educación, contraalmirante Hugo Castro, recriminándole que el film “El Chacal” hubiera superado la censura cinematográfica, bajo la tutela de esa secretaría de Estado.

“En esa película se enseña y se dan detalles de cómo matar a un presidente, por ello se sugiere a US. que no sea exhibida en el país”, sostuvo.

Un año después, en el marco de la visita a Chile de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Contreras volvió al ataque y ordenó sacar las películas de nazis de la televisión, para evitar las comparaciones con el régimen.

En ese mismo oficio, dirigido a todos los ministros, propuso organizar un partido amistoso entre las selecciones de Chile y Brasil, como “distracción” ante la visita de la CIDH.

Para Contreras, en los detalles estaba el control total.

Quema de libros

En agosto de 1975, las alarmas por el control de los medios estallaron en Washington, luego que los periodistas Joseph Spear y Jack Anderson publicaran un reportaje sobre la quema de libros en la Universidad de Chile, sede Valparaíso.

Los textos incinerados incluyeron, entre otros, Las venas abiertas de America latina, de Eduardo Galeano y Un ensayo sobre la liberación de Herbert Marcuse. También Desarrollo y Subdesarrollo del economista brasileño Celso Furtado, emblema del pensamiento cepaliano.

“Esta es la segunda vez que la oficina de Jack Anderson obtiene documentos de la Universidad de Chile (…) Anteriormente, obtuvo formularios de inteligencia supuestamente utilizados en esa universidad”, advirtió ante la filtración el embajador chileno en Washington, Manuel Trucco.

Seiscientos ejemplares

A fines de 1976, con las direcciones de todos los partidos políticos descabezadas, el coronel Contreras concluyó sin sobresaltos el libro que extensamente preparaba la DINA.

Unas seiscientas copias del texto, una biografía bilingüe sobre el general Pinochet, fueron enviadas a la Cancillería para su distribución internacional urgente.

“Adjunto se remite a usted seiscientos ejemplares de Perfil Humano de Su Excelencia el Presidente de la República, en idioma inglés-español, como una forma de dar a conocer en el exterior al soldado estadista”, comunicó Contreras al ministro de Educación, vicealmirante Patricio Carvajal.

El secretario de Estado, a quien Contreras ofreció nuevos ejemplares para el verano de 1977, redactó de su puño y letra instrucciones de repartir ipso facto los libros. “Disponer que DINEX proceda”, ordenó Cavajal.

Winterhill

Contreras, preocupado de todos los detalles, ordenó luego a sus hombres en la Quinta Región analizar la situación del colegio Winterhill, sobre el cual pesaban diversas denuncias.

“Sus profesores y funcionarios -en su gran mayoría- registran antecedentes como ex militantes de partidos políticos marxistas”, alertó la oficina regional de la DINA.

El organismo pormenorizó que dieciocho de los treinta profesores eran de reconocida filiación marxista, por lo que era imperativo “mantener una vigilancia permanente” sobre el establecimiento.

Hacía fines de 1976, en tanto, los equipos de inteligencia posaron su mirada en un liceo de la desértica ciudad de Tocopilla, alarmados por las eventuales consecuencias de una obra de teatro infantil.

“El día 7 de julio, en la tercera y cuarta hora de clases, la profesora de Educación Física, Ariele Lau Núñez, pidió a las alumnas de los I Medio A y B organizar un sketch, con el objetivo de apreciar sus condiciones artísticas y colocarles nota”, arrancó el reporte castrense.

Tras identificar a las ocho menores de catorce años que participaron de la actividad, el informe de inteligencia apuntaba que las estudiantes habían traslucido en su representación las diferencias entre las familias de civiles y uniformados, en el acceso a la alimentación.

“La actitud de las alumnas demuestra indudablemente el pensamiento de los padres”, cerró taxativo el informe, en el que el comportamiento de la profesora fue calificado de “inaceptable”.

En los recovecos de la televisión y la cultura, sabían en la DINA, estaba la clave del control social.

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