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Nacional

8 de Enero de 2009

Karla Rubilar jugó con fuego

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Hace poco tiempo, muy poco, mencionar la posibilidad de que un detenido desaparecido estuviera vivo era un asunto fuera de toda lógica. Hasta que apareció Germán Cofré, tan instalado en Mendoza como en las listas de las víctimas de la dictadura, un error denunciado por la propia Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos que desató la irritación y el repudio de aquellos que por décadas han buscado a los suyos sin más resultado que la evidencia de que nunca volverán, ni siquiera sus huesos. Pero no faltó el mísero que esbozó una sonrisa, y sembró la duda sobre los nombres que nutren las listas, sobre la realidad de esas fotos deslavadas que tristes madres han cargado pegadas a sus pancartas preguntando ¿donde están? Y ahí estaba la diputada Karla Rubilar, queriendo pasarse de lista, mirando debajo del agua, hurgueteando entre los escombros. ¿Qué ganaba poniendo en duda uno o dos nombres si hay miles por los que llorar? ¿Qué sucia ventaja se puede obtener de eso? La diputada ofendió a Ana González, la madre del ejecutado Luis Emilio Recabarren -el nombre que puso en duda sin mayores antecedentes- restregándole sobre su infinito dolor una mentira más. Eso es suficiente para que pida perdón de rodillas y abandone sin necesidad de presiones políticas su cargo en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Por mínima decencia.

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