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Opinión

4 de Mayo de 2009

La Ruta de Girardi

Patricio Araya González
Patricio Araya González
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Por Patricio Araya G. desde La Esperanza

Cada vez que ignoramos esa sentencia de que “un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”, no hacemos sino reverenciar ideas como la de Eric Hobsbawm (Historia del siglo XX), quien nos habla de nuestra poca afición para hacernos de recuerdos, debido a que vivimos en un “presente permanente”, ignorando el pasado como si éste no hubiese existido; o sea, somos de memoria frágil, livianita, se nos olvida todo, y con bastante rapidez, incluso, olvidamos desde lo más emotivo hasta las cosas más terribles, por más remoto o reciente que sea. El senador Guido Girardi Lavín está consciente de esta debilidad humana; él sabe que puede irrumpir en medio de la plaza, como un bocón, y anunciarnos el fin del mundo para el día siguiente, y que pasado mañana, cuando sigamos aquí, habremos olvidado su pregón apocalíptico. No todos. Por fortuna.

Girardi es (cree ser) un maestro de los medios de comunicación, él sabe qué tecla tocar para poner en funcionamiento toda una sala de edición, él sabe pulsar REC, sabe que puede convocar a la prensa cuando se le dé la gana y que ésta pondrá en circulación su perorata y que no faltará el que agarre papa, no importándole mucho dónde, cuándo y qué decir, sino sólo poner a rodar la nieve, sin medir sus consecuencias; mejor aún, Girardi descubrió que se puede hacer rinrrinrraja y no ganarse el coscorrón del que está detrás de la puerta. Lo suyo ya debería resultarnos familiar, o al menos, deberíamos estar curados de espanto con este señor, y no comprarle sus naranjas sin jugo, pero nuestra incapacidad para coleccionar recuerdos nos traiciona y cada vez le facilitamos más el trabajo.

Con su espectacular anuncio de 100 mil potenciales muertos a causa del inminente arribo de la ahora Gripe A (H1N1) a nuestro país, una vez más Girardi recorre su conocida ruta comunicacional, veamos: primero, el exordio, léase el anuncio fanfarrón, o la comisión de la falta, según corresponda (proselitismo postal financiado con fondos públicos; facturas falsas de Publicam; su llamado a una subsecretaria quejándose por una infracción de tránsito; aprovechamiento mediático del caso Felipe Cruzat respecto al tema trasplantes, donde se alza como adalid de la donación de órganos; apropiación del tema de la colusión de las farmacias, cuando en realidad fue la abogada Melissa Hohmann quien hizo la denuncia inicial a la Fiscalía Nacional Económica; o los miles de muertos por la famosa gripe); segundo, defiende lo indefendible (en el caso de la gripe porcina, Girardi habla de millones de contagiados, mientras la Organización Mundial de la Salud este domingo 3 de mayo habla de 787 casos a nivel mundial –en 17 países– con un saldo de 19 muertes, 18 de las cuales corresponden a México –con 506 casos confirmados, esto es, 62% de la epidemia–, y una en Estados Unidos –un bebé de origen mexicano); tercero, el senador se esfuerza en justificar lo injustificable (utiliza los medios de comunicación para alarmar a la población nacional, la que en pocos días agota el stock de antivirales y mascarillas, e insta al gobierno a subir de 350 mil dosis de antivirales disponibles en Cenabast a 5 millones, y a disponer todas las camas públicas y privadas para contener la supuesta demanda de 2 a 3 millones de contagiados); cuarto, endosa la responsabilidad a otros (en el parte de la ruta 68 el culpable fue su chofer; en las cartas, su adlátere Ricardo Farías; en las facturas falsas, de nuevo Ricardo Farías; en el caso donación de órganos culpa a un funcionario municipal –de Cerro Navia, con toda certeza– de no hacer bien la pega al no consignar en su licencia de conducir su condición de donante; en el caso de los 100 mil muertos, ahora la culpa sería del Ministerio de Salud, que le dio datos erróneos); quinto, asume su rol de víctima en la historia, habla de confabulación (“los poderosos” lo quieren “bajar”); sexto, paga mínimos costos políticos y patrimoniales (desaparece unos días de los medios, y luego, cuando el asunto se ha disipado, reaparece con más fuerza que antes, hablando de todo y de todos, con toda su consabida demagogia… que nació en Cerro Navia, que su preocupación son los más pobres, que quiere nacionalizar el agua, que está por una energía limpia, etcétera. Hasta que lo veamos meter la pata de nuevo. Lo más que le hemos escuchado a modo de confesión es que “fue una torpeza” (lo de la ruta 68). Ergo, él es un senador que va de torpeza en torpeza, o sea, es torpe. Esa es su ruta, su modus vivendi, por allí transita de esta forma. Hasta el 2013.

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