Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

17 de Mayo de 2009

“Chile parece un hospital psiquiátrico. Es un país de mierda”

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

Eugenio Téllez (1939), artista visual, trabajó para Duchamp a fines de los años 60 y conoció el lado sencillo del artista del ready made. Su trayectoria la ha desarrollado en los principales centros mundiales del arte contemporáneo: Paris, Munich, Toronto y Canadá. Es que a Téllez nunca le interesó vivir en Chile, aunque ahora está de regreso en el país, donde acaba de inaugurar una retrospectiva de su obra en el museo Salvador Allende. Aquí habla de su vida y de su mala visión de Chile y de su gusto por las armas pero, acota, no por la guerra. Y arremete contra los mapuches: “¿Qué han hecho los mapuches culturalmente? Nada”.

POR MACARENA GALLO • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES • IMÁGENES: GENTILEZA MUSEO SALVADOR ALLENDE

Usted dijo por ahí que “las madres siempre son culpables aunque no quieran. La mía me sedujo para sacarme a la calle con la pintura y mi padre sufrió mucho con la decisión porque pensaba que mi vida sería un desastre. Pero lo he pasado bien”.
-Sí, llegué al arte, a la pintura, por mi madre, quien había estudiado pintura en el Bellas Artes en los años 30. A los 14 años me presentó una caja de pinturas y me enseñó a pintar. ¿Por qué? Para evitar que yo siguiera siendo tan revoltoso, porque salía mucho a la calle y andaba en tanta parranda.

MI MADRE Y EL ARTE

¿Desde chico fue así?
-Claro, desde siempre fui así, no pato malo, sino burguesito malo. No maté a nadie, pero me gustaba la calle, los amigos; entonces, para centrarme un poco, en vez de colocarme una inyección y llevarme al doctor, me trajo esta seducción: la pintura. Para mi familia yo debería haber sido abogado porque todos lo eran. Eso a los 14 años es como que mordieras la manzana pero al revés.

¿Cómo?
-O sea, yo era Eva y ella fue el demonio. Entonces, cuando terminé el colegio, en vez de inscribirme en la carrera de abogado, me metí en Bellas Artes, un desastre en esa época como carrera.

¿Por qué?
-Antes a las familias no les gustaba que uno estudiara pintura. Los que llegaban a Bellas Artes eran los que no habían terminado la enseñanza media, o sea, los porros, los fracasados. Entrar a ser artista era ya un fracaso. Entro a estudiar artes y eso produce una gran conmoción en la vida familiar; mi papá pensaba que sería un fracasado, que viviría en la pobreza y en la soledad. También cambió la vida mía con relación al medio al cual venía, la clase media.

¿En qué sentido?
-Yo ya no podía salir a bailar con minas, las amistades me miraban en menos por estudiar artes. Era igual como si hubiese estudiado para ser detective o dueño de un puesto en La Vega. ¡Era terrible! Mi mamá nunca pensó que iba a seguir eso.

Usted partió con la pintura abstracta y luego cayó en el surrealismo. ¿Cómo se fue dando este salto?
-Cuando empiezo en Chile me dejo influenciar por los abstractos italianos, porque hubo una exposición de eso en el Museo de Bellas Artes que influenció a todos los artistas jóvenes. Pero fue una influencia de estudiante. Yo realmente me formé cuando llegué a Europa y empecé a trabajar en grabado, en pintura, con la influencia de todo lo que veía. Y, claro, me dejé influenciar por el surrealismo de los años 20, pero con lo que quedaba de él y que había derivado en el pop art. Y más tarde me reafirmé en los Estados Unidos.

¿Por qué se fue de Chile?
-Eso es misterioso. Yo siempre quería irme de Chile, era un deseo de salir, una aventura. No era como ahora que tú podías llamar a tu familia desde fuera y meterte a Internet para decir que estás bien. Te ibas y nadie sabía más de ti. Mi mamá lloraba porque pensaba que no me vería más y le dije que volvería en un año, pero qué, no volví más en 20 años. Recién el año 79 vine por primera vez, porque me dijeron que mi papá estaba muy enfermo, aunque resultó que estaba mejor que yo. El deseo de viajar es el deseo de ser otra cosa, es exceso de imaginación. He sido un constante refugiado que busca un centro.

UN PAÍS DE MIERDA

A propósito del surrealismo, usted decía que se había formado un cliché de Chile como un país surrealista.
-Ah no, no, eso lo dijo Matta. Cosas que dijo él y que no me interesaron mucho. A él se le ocurrió decir que Chile era un país surrealista, pero en el sentido huachaca del asunto. Y que nosotros éramos surrealistas del sur, es decir raros, distorsionados. Enrique Lihn, cuando lo vi el 79 en Chile, me dijo: “sabes una cosa, nosotros estamos aquí y el mundo está allá”. Y eso es verdad, porque entre la montaña, el desierto, las nieves del sur, este país es, no una isla, sino un pasadizo, un gusanito, una lombriz, una cuerda floja donde tú haces equilibrio frente al mar y te agarras a la montaña, una soledad tremenda, ¡un país de mieeerda!

¿Por qué?
-Es un país triste, gris y perdido. Es un país que es como un tablón que flota en el mar de la incertidumbre, a la deriva. Nosotros, todos los chilenos, estamos en este tablón. Tú conoces esa pintura que se llama “La balsa de la medusa” de Géricault, donde sale un naufragio y la gente se sube a unos tablones y andan en el mar perdidos y desesperados. Eso es Chile. Al final terminan comiéndose unos a otros para sobrevivir en el mar.

¿Por qué tan pesimista su visión de Chile?
-Chile es un país aplastado por el cielo. Los chilenos no son maleducados, pero sí quejumbrosos. La alegría son pequeños destellos. Chile parece un hospital psiquiátrico. En otras partes hay una alegría, como en Managua, no sé si será porque están al lado del Trópico, pero se respira otra cosa. Si me seguís preguntando, mi visión va a ir de mal en peor y más peor. Chile es un país mala leche. En cómo maneja el chileno está todo. El chileno se sube a un automóvil y se transforma en un monstruo. No hay respeto por el transeúnte, te joden, te hacen huichi piriche.

¿Y por qué está de nuevo en Chile, armando un hogar acá?
-Un accidente en mi vida personal me trae a Chile. No podía quedarme en Nueva York, no por algo policial ah, sino por una relación de muchos años que termina, un divorcio, una serie de cosas. No quise quedarme allá porque es muy difícil. Como tenía una casa acá en la costa, me vine…

¿La misma en que, en una entrevista, usted dijo que le gustaría habitar con cinco perros y sirvientes?
-Sí. Tuve eso, pero no sirvientes sino una pareja encantadora que están viviendo allá. Viví un tiempo allá con mi ex mujer, pero después viví solo con esta pareja y muchos perros. A mí me decían lobo por el “lobo estepario” de Herman Hesse. Yo era siempre un tanto solitario y por ahí la cosa simbiótica con los perros. Ahora no tengo perros aquí en el departamento por una cosa lógica, pero tengo uno de madera.

MATTA NO, DUCHAMP SÍ

Una vez en Francia, usted se influencia por lo más figurativo, la sátira y lo grotesco.
-Me dejo influenciar por la pintura del nuevo realismo, no realismo de pintar cosas, sino de algo que viene influenciado del dadaísmo. Todo lo que sucedía en París o en Europa en los sesenta, era influencia para todo el mundo: exportaban ideas.

Al revés de lo que sucede en Chile, donde según usted sólo exportamos frutas y vino…
-Sí, pues. Porque acá, ¿qué es lo que exporta al extranjero? Fruta, vino y ¿qué más? ¡Cobre! Pero nada más. El arte de acá es sólo importación. El arte en Chile es de una precariedad que asusta, es casi de la prehistoria. Todo viene de Europa, de Francia, ¡hasta las francesas! jajaja (lo dice en alusión a su pareja actual). En serio, hay materiales de arte que son imposibles de hallar acá.

¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, acá llegó el digital y dejaron de vender los rollos fotográficos. Aquí se entiende mal el progreso, estamos en cuerpo de gigante pero con alma de niño. Crece la cosa superficial pero no interiormente. El problema es la precariedad, entonces, ¿qué vas a exportar fuera de lo que estamos hablando? No somos productores, ese es el problema, ni productores de ideas tampoco.

En ese sentido, ¿cómo ve el panorama de las artes visuales en Chile?
-Mira, yo creo que hay buenos artistas que trabajan de manera interesante pero desde la precariedad. Pero también hay artistas sobrevalorados, como el mismo Matta. Matta está sobrevalorado y punto. No quiero nombrar pero hay buenos artistas jóvenes haciendo cosas interesantes. Yo los respeto mucho, porque deben lidiar una lucha contra los pocos medios que tienen, en comparación a los artistas gringos que tienen todo y hacen cosas superfluas.

En Francia toma contacto directo con Duchamp. ¿Cómo fue ese encuentro?
-Yo trabajaba en S. William Hayter, un taller famoso de grabado en París, donde ya habían trabajado otros artistas chilenos como Matta, Zañartu, Nemesio Antúnez. Hayter me ayuda mucho, pasa a ser una especie de padre putativo. Él me envía a Estados Unidos a perfeccionarme en grabado. Como él había conocido en los años 20, 30 y 40 a todos los grandes colegas, como Max Ernst, Duchamp, Bacon, Miró, venía a su taller mucha gente conocida. Duchamp vino una vez el año 64 a pedir que le hiciéramos un grabado. Vino con una foto de un dibujo del año 22, donde salía con un hermano suyo jugando ajedrez. Tenía que hacerle una placa. Yo hice la edición de grabado y durante un mes me vi con él.

¿Qué le llamó la atención de él?
-Era muy americanizado y muy elegante, muy inteligente e irónico. Muy tranquilo, sencillo, sin pretensión, accesible. Uno como joven le preguntaba cosas. “Maestro, ¿cómo está la cosa en Nueva York?, ¿qué pasa con el pop art?”. Le preguntamos también qué haría con la edición de grabado y nos contó que la llevaría a una subasta en beneficio de unos jóvenes. “¿Artistas?”, le pregunté. “no”, dice, “jóvenes mucho más inteligentes que esos: jugadores de ajedrez”.

Después se va a Estados Unidos y se encuentra con el gran formato, las grandes telas y con el video y la performance.
-Me quedo en la Universidad de Illinois, al sur de Chicago, donde enseño grabado y dibujo. Salir de Europa, donde el espacio es más reducido, y llegar a Estados Unidos y tener la opción de hacer un grabado de dos metros, me transforma, así como todas las imágenes del cine, la revolución de las flores, la libertad sexual, el rock and roll y la droga. Yo me metí en todo.

En los excesos…
-Claro. En la marihuana, en el ácido lisérgico, en el sexo, pero era la tónica de aquella época. No era el bicho raro. Todos andábamos en las mismas.

“NO CREO MUCHO EN LOS MAPUCHES”

¿Cómo es que se interesa por el tema bélico?
-Nunca me he interesado por la cosa bélica. Aquí no sé por qué lo entienden mal.

Hay quienes lo acusan de ser fascista, hasta lo encuentran parecido a Mussolini…
-Esa es una ofensa. Yo jamás sería fascista, porque es una peste negra. Creen que porque yo monto una exposición y hablo de la guerra, y pongo imágenes de campo de batalla, soy fascista. NO ES ASÍ. Esos que hablan son ignorantes. También piensan que estoy obsesionado con la bala.

¿Y no?
-¡Nooo! Es sólo que, como he estado en el mundo real, en contacto con la realidad objetiva, yo no me encierro a pintar flores. Me interesa lo que está pasando. Empecé a trabajar en el tema bélico para una exposición en el Bellas Artes, pensando en la melancolía como motor de la creación, no como “ayyy, me pegaron”, sino como el concepto griego, de la bilis negra, pensando en cuáles son las actividades a las que el hombre ha dedicado más tiempo desde la prehistoria hasta hoy. Ahí caché que eran las guerras y el sexo. Por eso digo que la paz es un mito. Desde 1900 hasta hoy siempre ha existido la guerra.

Como la guerra entre chilenos y mapuches …
-No creo mucho en los mapuches.

¿Por qué no?
-Cuando tú piensas en el pueblo azteca, en el Imperio Inca, ves que fueron grandes civilizaciones, ¿no es cierto? Por ejemplo, los aztecas inventaron el concepto cero. Y los mapuches, ¿qué inventaron? NAAAADA. Es la verdad cruel pero verdadera. Los mapuches se comieron todo; la mujer trabajaba como animal y de ahí venía el machismo, porque el hombre se pasaba sentado esperando la guerra. A mí me contaron que la mujer mapuche tomaba al toqui y lo llevaba en brazos a las costas de Chile para que no se mojara los pies. No dejaron nada desde el punto de vista cultural fuera de ser grandes guerreros. ¿La trutruca? ¿El lenguaje? Eso no dice nada, no es excepcional.

Como sea, ¿cómo se le ocurrió tratar el tema bélico con humor, agarrándolo por el lado de la derrota?
-La derrota no la veo como una cosa negativa. Yo digo que el Museo de la Solidaridad Salvador Allende es un museo de la derrota, un museo de los vencidos, y museos de los vencidos hay varios en el mundo. Y el concepto de ser derrotado y vencido no tiene por qué ser negativo. A veces de la derrota se crean mitos que iluminan el camino a muchas cosas.

ARMAS Y SUICIDIO

Uno de sus amores son las armas. ¿Cómo nace su interés por ellas?
-Yo de joven tuve armas y aprendí a disparar. No le tengo miedo a ellas, pero nunca he matado a nadie. Claro que políticamente estuve comprometido con movimientos que pensaban que la revolución y el cambio de la sociedad no debía ser por los votos sino por las armas, pero eso ya es una utopía. Los infantes de marina tienen una frase muy divertida que tienen que repetir cuando hacen ejercicio: “mi fusil es mi novia, yo me acuesto con mi novia que es mi fusil”. A mí no me interesa que todos anden armados. Es un juego el que hago. Los artistas del renacimiento andaban armados, Leonardo Da Vinci inventó la ametralladora, Luis Buñuel era un gran adepto a las armas.

¿Usted ha andado armado?
-Con permiso sí. Apliqué manejo de armas para protección personal, cuestión que le dan a muy pocos en el país. No andaba amedrentando a nadie, era como andar con una mamadera, un sentimiento de tranquilidad conmigo mismo. En caso de que yo me deprimiera, me iba a pegar un balazo. Nunca pensé en usarla, ni siquiera si me hubiesen asaltado.

Hay una anécdota con su padre…
-En todas las casas en Chile siempre había un arma, por los ladrones. Y como mi padre la revolvía mucho y era muy don Juan, mi madre se cabreó y un día tomó el arma y le dijo hasta aquí nomás llegas. Yo tuve que quitarle la pistola para que no le hiciera nada. A lo mejor si lo hubiese matado habría sido mejor.

En qué caso o con quién le gustaría ocupar a usted un arma.
-¿A quién le daría el bajo? A mí mismo. Inmediatamente te digo que si me viene cáncer grave, yo no voy a ningún hospital ni nada por el estilo. Me mato y listo. Tú sabes que el suicidio como pecado y esa cosa terrible comienza con la era cristiana, porque los griegos y los romanos no tenían ningún problema con eso. Era una parte de la libertad de cada uno. Para mí, los que quieran morir que se jodan y se maten a sí mismos.

LECTURAS Y OPINIONES

Entre sus inspiraciones, usted menciona siempre los textos literarios. ¿Qué escritores tiene de cabecera?
-Ufff, soy un lector incansable. Tengo como cuatro mil libros y siempre la lectura ha servido de inspiración. Ahora estoy leyendo la biografía sobre Hitler de Ian Kershaw, un inglés que hace un análisis histórico tremendo.

¿Y qué chilenos lee con frecuencia?
-No leo mucha literatura chilena. He leído a Jorge Edwards, Germán Marín, Diego Maquieira, Gonzalo Contreras, Rafael Gumucio. Los leo para saber más de la actitud del chileno. En mis años en la universidad, conocí a Lihn, Teillier, Teófilo Cid: ellos me acercaron a la literatura. Ahí empecé una relación entre la palabra y la imagen, entre el arte visual y la poesía que ha sido la influencia más grande que he tenido. Hasta el día de hoy me junto con Jorge Edwards. A mí no me importa lo que piensa políticamente la gente, sino lo que piensa. A veces es mucho mejor un fascista inteligente -no es por Jorge, jajaja- que un comunista tonto, siendo que soy de izquierda.

En una entrevista con Matías Rivas, usted menciona su interés por el cine porno.
-Hay muy buen cine pornográfico. ¿Y por qué me interesa verlo? Por las mujeres desnudas, claro, no va a ser por el color de la película, jajaja.

Para esta exposición de ahora, acaba de donar una tanqueta al Museo de Salvador Allende. ¿No encuentra un tanto irónico siendo que a Allende lo sacaron a tanquetazos de La Moneda?
-¡A lo mejor lo que necesitaba Allende era una tanqueta para salvarse!

A propósito de política, una última cosa: ¿quién es su candidato para presidente?
-No voto. No me interesa ninguno. Pero entre la derecha y la Concertación, hay un mal que es menos malo: Frei.

Temas relevantes

#duchamp#eugenio téllez

Notas relacionadas