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Nacional

22 de Agosto de 2009

¡Ganó más de mil millones de pesos! El hombre más cuevudo de Chile

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POR PÍA TORRES LÓPEZ

Hace 15 años, José Miguel Reyes (65) se sacó 14 millones de pesos en la lotería, un monto minúsculo comparado con los mil millones de pesos que se acaba de ganar en el “Imán”. Él dice que la buena suerte lo acompaña desde que nació: ha sobrevivido a un par de accidentes y se sacó una radio en “Sábados Gigantes”. Hoy, por todas partes le gritan “Farkas”, pero el apodo que más suena en San Fernando, su ciudad, es el de “Señor Rajuela”.
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El lunes 20 de julio de este año, José Miguel Reyes viajó de San Fernando a Rancagua por asuntos de trabajo. Tan apurado estaba que no alcanzó a revisar el cartón del “Imán” que había jugado el día anterior. No le tenía mucha fe porque hace más de trece años que venía jugando a lo mismo, pero nunca pasaba nada. Un par de luquitas habían caído alguna vez, pero nada del otro mundo, nada que sirviera para cambiar la vida o solucionar los problemas.
“Me pasé todo el lunes haciendo trámites y al final del día me acerqué a una agencia a ver qué tan bien me había ido, pero los números estaban cambiados y pensé que me había ganado dos millones de pesos. Entonces, le dije a mi pareja que me había ganado un poco de platita y estábamos súper contentos, porque íbamos a poder pagar unas deudas”, cuenta Reyes.
Pero cuando fue a una agencia a verificar el premio, con cartón en mano, la situación cambió. En la pantalla del computador aparecía él como el único ganador de más de mil millones de pesos. “Yo le decía a la señora del negocio que estaba equivocada, que yo me había ganado dos millones no más. Le dije varias veces que eso era un error. Pero después nos dimos cuenta que la oficina a la que fui primero era la que estaba equivocada”.
José no sabía cómo actuar, no sabía si gritar o saltar. Al final no hizo nada. Caminó a su casa entre medio de los aplausos y los abrazos de las personas que habían escuchado la noticia. “No sabía cómo decirle a mi mujer que no eran dos millones, sino más plata. Pensé que a lo mejor se iba a enojar porque me había equivocado al principio”.
Pero ella, de enojada no tenía nada.

SUERTUDO AL MÁXIMO
A José le gustaron los juegos de azar desde niño. Pero fue después de que muriera su primera esposa, que todos los domingos compraba el “Imán”. “Era en honor a ella”, dice. De hecho, su afición en serio empezó durante el velorio de su esposa. “Al lado había una agencia de lotería. Cada vez que pasaba por ahí o salía a tomar aire, miraba los cartones. Era como si me llamaran. Hasta que caí rendido y tuve que comprarme uno. Y desde ese momento que juego con el número 10, que es el día que murió ella”.
Pero a José Miguel la buena suerte lo persigue desde siempre, de mucho antes de que empezara a jugar. “Algunas personas nacen con buena suerte, otras con mala. Yo tuve la fortuna de nacer con buena suerte”, precisa. Así, durante su vida varios episodios han estado marcados por una tremenda cueva. Todo empezó, cree él, a los dos años, cuando se cayó en un canal cerca de su casa. “El agua me arrastró unos 200 metros, estaba helada. Cualquier guagua chica se habría muerto ahí, pero yo no”.
Dos años más tarde, una pulmonía lo tuvo de nuevo al borde la muerte. Era 1948 y los médicos de la época no aseguraban ninguna mejoría. “Los doctores le dijeron a mi mamá que fue un milagro que yo saliera vivo de ese hospital. La suerte me persigue, por eso me salvé”, recalca convencido.
Luego, José Miguel probó su suerte con los juegos de azar. “Jugaba el loto, raspes, gato y cualquier cosa que me pusieran por delante. Aunque no era vicioso, tenía el presentimiento de que algún día me iba a ganar un premio”. Y en 1984 así fue: se ganó el premio gordo de la lotería, 14 millones de pesos, que para la época era suficiente para arreglar la vida de cualquiera. “Era harta plata, si en ese tiempo los sueldos eran de diez mil pesos más o menos”, recuerda.
Con los 14 millones se compró una parcela, viajó por el sur de Chile y en avión a Argentina, montó una empresa exportadora de manzanas y le pagó la universidad a sus dos hijos. Pero no dejó de ser taxista. “Me entretenía, me relajaba. Después del premio no me convertí en un empresario de cuello y corbata, para nada, seguí siendo yo no más”. Pero la gente en las calles de San Fernando lo reconocía, lo saludaba y le pedía plata. Era el precio de la fama.
Claro que la plata se fue tan rápido como llegó. Las universidades se la llevaron toda, el negocio de las manzanas también. “Después de un tiempo nos vimos viviendo tal cual como antes. Aunque un poco más relajados, sin tantos problemas de plata”, asegura José.
Pero los premios seguían llegando. A mediados de los 90 volvió a ganar en los juegos de azar. “Dos millones de pesos que me ayudaron a pagar deudas y a hacer algunas inversiones. Me vinieron de perilla”. Y una radio reloj otorgada por Don Francisco en Sábados Gigantes.”Con mi señora participamos en un concurso que se llamaba “os bailes raros” Tuvimos que bailar un baile medio ruso, con la vestimenta y todo. La gente se reía de nosotros, porque los pasos eran súper difíciles. Pero igual salimos segundos y conocimos a Don Francisco”, cuenta José.

EL NUEVO FARKAS
La mala suerte apenas se ha hecho presente en la vida de este taxista. Quedó repitiendo en cuarto básico, aunque eso fue por flojo y “negado para los estudios”. Pero el hecho de no haber ido a la universidad sí lo atribuye a la mala suerte. “El día antes de dar la prueba para entrar al bachillerato, fui a ver el partido de Santos con Universidad Católica. No me lo podía perder, estaba Pelé en el equipo. Y tuve la suerte de verlo, no muchos cuentan eso en su vida”. Pero la mala pata vino después: la celebración fue larga, a dedo empinado, canciones futboleras y horas de euforia que al otro día le pasaron la cuenta.”Me desperté tarde, y ya no alcanzaba a dar el bachillerato, así que me quedé fuera de la universidad. Fue pura mala suerte”, dice. Y aunque ahora eso también lo atribuye al carrete.
Su otro dolor ha sido la muerte de su esposa.”Fue terrible, pero me supe reponer”.
Hoy, José Miguel en lo único que piensa es en descansar y disfrutar su premio. “No quiero hacer ninguna inversión. La gente me dice que compre casas y parcelas, pero a mí no me interesa. Voy a vivir de los intereses que me dé el banco no más”. Intereses que son algo así como 4 millones de pesos mensuales. Mientras tanto planea los viajes que va a realizar el próximo año: “Quiero ir a Jerusalén, a España a ver una carrera de la Fórmula 1 y al sur de Chile”. Cosas simples para el hombre más millonario de San Fernando, al que desde que ganó el “Imán” le gritan “¡ahí va el Farkas!”. Incluso, hay quienes le piden plata. “Pero yo no presto. No soy banco”, dice.

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