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Opinión

29 de Septiembre de 2009

Profesores de Cpech: Temporeros de la educación

Por

Por René Olivares Jara / Profesor de Lenguaje y Comunicación en Cpech desde 2003

Aprovecho el espacio que me brinda para informar a sus lectores de la situación en la que se encuentran los profesores del Preuniversitario Cpech, entre los cuales me encuentro.
En este momento estamos en una etapa de negociación con la empresa, debido a nuestras condiciones laborales. Contratados “a plazo fijo”, durante años hemos sido despedidos en verano y recontratados en abril para que la empresa pueda ahorre nuestras vacaciones. Somos verdaderos temporeros de la educación. Mientras muchos de nuestros alumnos comienzan el proceso de su vida universitaria gracias en gran medida a nuestro trabajo, somos despedidos en masa y debemos vivir un cuarto del año sin sueldo. Mientras Cpech se beneficia económicamente de los logros académicos de nuestros estudiantes, su “capital humano” principal debe vivir de lo que pueda ahorran durante los 8 meses que dura un trabajo con un sistema de contratación más que flexible.
Esta situación se ha extendido por años, pero ya hemos aguantado bastante. Al entrar en vigencia la “Ley de la semana corrida”, en vez de entregársenos el bono que pagaría nuestros fines de semana proporcional al sueldo dado, Cpech redujo el dinero que pagaba por bloque en el Bono 1 (profesores con mejor remuneración) de $5380 a $4290, contraviniendo lo que se nos había anunciado a principio de año, cumpliendo con la ley, pero a costa de nuestro sueldo. Pareciera que los profesores somos los únicos profesionales que sólo deben contentarse con la vocación, relegando cualquier aspiración de tener una mejora en su situación laboral.
Aunque escribo a título personal (sin representatividad legal y sólo por interés y por cansancio de esta situación que parece perpetuarse), creo que lo hago también a nombre de muchos de mis compañeros que por miedo no expresan su descontento, pues creen que los van a despedir, aceptando incluso políticas desmedidas de la empresa, actuando como si nada pasara para mantener las pocas chauchas que les ha tirado el patrón al suelo para que las recojan. Pertenezco a un sindicato que se formó pese a ese miedo, cansado ya de que nos exploten, conscientes de que el trabajo es necesario, pero también la dignidad.
Yo no tengo miedo a que me echen. A mí me echan todos los años.

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