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THE CLINIC PRESS
Hace apenas tres días publicamos el artículo “¿Una nueva crisis económica a punto de estallar?“. Allí informábamos de los temores de algunas de las voces más lúcidas del mundo económico (como los premio Nobel de Economía Paul Krugman y Joseph Stigliz) respecto a que el colapso del año pasado sólo fuera una especie de aperitivo de una debacle mayor.
Se citaban opiniones como la del autor Graham Turner: “Hubo una gigantesca inyección de capital y salvamos a los bancos, pero no se hizo nada en cuanto a regular los mercados de capital, de modo que el mismo aparato que produjo la crisis está funcionando. Hay mucha liquidez que se está usando para actividades especulativas y no para financiar a la economía real”… La periodista Gillian Tett de The Financial Times acotaba: “Según un veterano del mundo financiero, la actividad especulativa se extiende a todo el frente financiero: bonos, mercados emergentes, commodities, propiedades. Este veterano se preguntaba si no era posible que la crisis de 2008 fuera un simple globo de ensayo de la que se viene ahora”.
Hoy la prensa mundial informa que el globo especulativo está reventando en Dubai (en la imagen), ese sospechoso emirato que parece un parque temático del arribismo y el derroche, con sus gigantescos rascacielos e islas artificiales con formas de palmeras o de los cinco continentes.
Esas construcciones de dudoso gusto han sido levantadas al borde del Golfo Pérsico por obreros-esclavos traídos desde Indonesia. Esos trabajadores sufren una de las tasas más altas de accidentes laborales en el mundo y viven calcinándonse en habitaciones de hojalata, que guardan todo el calor del sol arábigo y no los protegen de las bajas temperaturas de la noche. Para ellos la crisis debe ser una palabra indiferente, pues de hecho ya viven en la miseria.
Pero los analistas temen que lo que comienza en Dubai, una cesación de pagos, se extienda por efecto dominó a todos los mercados mundiales, en los que nuevamente cunde el pánico.
Dubai podría terminar transformándose en un gigantesco monumento a la estupidez humana. Pero más grave, millones de personas a lo largo del mundo quizá sufrirán la resaca de esa farra, en la que nunca les tocó probar un canapé siquiera.