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Opinión

13 de Diciembre de 2009

Gonzalo Peralta, historiador: “El gran manipulador de las elecciones siempre ha sido el gobierno”

Carla Celis
Carla Celis
Por

POR C.C.
Gonzalo Peralta, autor de la “Historia Nacional de la Infamia”, habla de las elecciones y de la práctica del cohecho a través de la historia. Cuenta cuáles era los métodos de soborno más comunes y cómo se logró moderar en algo esta mala costumbre.
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¿Desde cuándo que existe el cohecho en Chile?
El cohecho ha sido tradicional desde la Independencia, y el gran manipulador de las elecciones ha sido siempre el Gobierno. El que ha estado en el gobierno ha manejado siempre las elecciones, porque ha tenido el control de las autoridades locales, o sea, los intendentes, de los gobernadores, de los alcaldes, etc. También controlaban las elecciones a través de lo que era la Guardia Cívica y el Ejército.

¿Qué gobierno se destacó por tener más casos de cohecho?
Durante el siglo XIX, al gobierno que estuviera de turno se lo llamaba “el gran elector”, porque tenía ese poder. Domingo Santa María, fue un presidente que fue muy famoso por ese tipo de cosas. Si bien él era un político liberal, come curas, anticlerical, fue el que impulsó las leyes laicas y el registro civil, era un gran interventor, y decía que él no le hacía asco a intervenir.

¿Qué métodos de cohecho se usaban?
Entre los métodos de intervención había unas cuestiones bien grotescas. Se robaban las urnas de los votos, para meter votos extras, o emborrachaban a los vocales de mesa. Armaban peleas en los locales de votación, de manera de armar un despelote para hacer desaparecer las urnas. Se asumía que para tener un gobierno eficiente debían conseguir los votos mandando a las autoridades pertinentes a cumplir con esa misión, y no tenían escrúpulos en admitirlo.

¿Nadie reclamaba por estas prácticas?
Por supuesto, de hecho, una de las banderas de lucha de alguno de los partidos un poco más reformistas en el siglo XIX, como fue el Partido Radical, y después el Partido Democrático, era lo que llamaban “la libertad electoral”, que era básicamente el término para nombrar toda la corruptela en las votaciones. Estos partidos se dan cuenta de que mientras el gobierno tuviera el control de todas esas cosas, no iban a llegar a ninguna parte. Entonces levantaban eso como bandera de lucha. Sin embargo, cuando el partido llegaba al poder, se olvidaba de todo, y volvía a esas mismas prácticas.

¿Cómo se terminó con la intervención electoral?
Una cuestión que provocó un enorme cambio fue la creación del carné de identidad, que tenía que ver con todo un proceso de modernización, donde otros países ya tenían las cédulas, y se consideraba como algo importante relativo a las elecciones. Después de eso se hace mucho más difícil hacer todos estos chanchullos. En el siglo XIX existía un sistema que se llamaba de papeletas, donde se supone que el voto no era directo, uno no votaba por tal o cual candidato, si no que se hacían listas que a su vez elegían a las distintas autoridades. Entonces todos esos mecanismos lo hacían más engorroso, más indirecto, y con más posibilidades de intervenir.

¿Es cierto que los latifundistas obligaban a sus inquilinos a votar por su candidato?
En el caso del latifundista, podía ser de gobierno u oposición según quién estuviera en el poder. Ahora, a lo largo del siglo XIX los dos partidos más importantes son el Partido Conservador y el Liberal, que eran dos partidos de elite. Es como si ahora habláramos de la UDI y Renovación Nacional. De hecho los conservadores era un poco más como la UDI, porque tenían el tema de la religión muy presente y eran más bien terratenientes. Mientras que los liberales no eran tan beatos, y eran más bien los cuicos que vivían del comercio exterior, más viajados y los otros más retrógrados, pero eran de todas maneras de la elite. En el latifundio habían tanto liberales como conservadores, entonces ahí había que utilizar el voto de los inquilinos, que eran votos cautivos. Muchas veces los inquilinos iban con el voto hecho, incluso se los escribían antes. Además que muchos de ellos eran analfabetos, y no tenían idea de lo que estaban votando. Obedecían al patrón y no se hacían ningún problema con eso.

¿Y qué les ofrecían a cambio?
¡Ahh, todo esto iba acompañado de un buen asado!, con harto vino y harta chicha, entonces para que te lleven después a comer y quedar curao, ellos felices, jaja. El que ofrece el mejor carrete, para allá va el voto. También era muy común agarrar a los tipos que serían los actuales vocales de mesa, y también los emborrachaban. Entonces el gallo quedaba curado y no llegaba el día de la elección porque estaba raja durmiendo. La moneda más común de cambio de las elecciones era una buena borrachera con un asado, comida, vino, esas cosas. Mejor que las canastas familiares de ahora, jaja.

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