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Opinión

26 de Mayo de 2010

¿Quién necesita a los partidos políticos?

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Por Alvaro Díaz

Carolina Tohá y Pepe Auth sellaron un acuerdo para no competir en las elecciones internas del PPD. Lo que amenazaba con ser una entretención más para el invierno después del mundial –descalificaciones y cochinadas entre dos bandos irreconciliables- terminó en un aburrido empate a cero dispuesto por secretaría. ¿Sabrán Tohá y Auth que sin competencia están arruinando su cada vez menos rentable negocio? Probablemente sí, y como en otros rubros mañosos similares a la política, las quiebras fraudulentas son una oportunidad conveniente cuando el almacén dejó de rentar. El consenso es evitar el conflicto, o peor, meterlo en el cajón de las disputas internas. Sin conflicto a la vista no hay drama, y sin drama no hay emoción. Pésima receta para un guión que supuestamente tiene como meta que la gente vuelva a sus butacas. O están muy perdidos, o el objetivo final es justamente el contrario al que se propone en público.
¿Existirá un ser humano en la tierra -fuera de alguno que por enfermedad mental esté confinado a un sanatorio o a vagar por la calle- que por voluntad propia tenga deseos de entrar al PPD? ¿O a la DC? ¿O al PS? La respuesta es un no rotundo. A la UDI y RN sí porque eso genera inmediata posibilidad de trabajo en alguna repartición pública, a la postre única razón posible para engrosar las filas de un partido político. Dejando de lado toda la cantinela de los ideales y las utopías, los partidos cuando están lejos del poder no solucionan problemas a nadie, sólo los crean. Son como el telegrama en tiempos del correo electrónico, como el archivador de cartón, la cinta VHS o las catedrales. Pesados, innecesarios, heredados por costumbre. Si desaparecieran nadie notaría la diferencia. No necesitamos la junta nacional de la Democracia Cristiana en el Hotel Galerías ni la carta de apoyo de la directiva radical. Son intermediarios perdidos en una época de vínculos directos, ya no tenemos por qué pagarles su tajada.
El sentido común indica que uno siempre tiene que ir donde van las minas ricas. En el PPD, partido que uno espera más proclive a la fiesta, el buen gusto y la frivolidad, la más atractiva es la propia Tohá y acaba de cumplir 45 años. El resto es para olvidar. En cambio basta con ir a cualquier locación donde Un Techo para Chile esté levantando mediaguas para constatar que jóvenes universitarias de profundas convicciones y encantador aspecto militan con entusiasmo en las filas del padre Berríos. No hay donde perderse: a la postre en los dos lugares tengo donde matar el tiempo, pero de uno salgo pasado a la parafina de las asambleas y pálido, mientras que en el otro puedo ayudar al mundo, ahuyentar mis culpas, quedar bien con Dios y obtener algo de sexo a cambio.
Con su pacto, Carolina Tohá y Pepe Auth están hundiendo su propio barco, que ya no avanza y por milagro se mantiene a flote, no para volver a los astilleros y construir uno nuevo, como presumen sus intenciones, sino para venderlo a precio de chatarra.

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