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Opinión

11 de Agosto de 2010

Excelencia, exclusividad y excepciones

"Pareciera que nos encontramos frente a autoridades que entienden la excelencia conectada a la exclusividad de una clase social y a una suerte de excepción en el cumplimiento de la ley, ya que las leyes fueron hechas para 'los otros', no para 'ellos'".

José Roa
José Roa
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Al parecer la nueva forma de gobernar confunde la excelencia con la excepción. Las autoridades parecen creer que el servicio público es un sacrificio que permite tener espacio para no cumplir con lo establecido en la ley. Asimismo, parecen sentir incomodidad al darse cuenta que la mayoría de los ciudadanos no son como ellos, lo que se está traduciendo en un claro discurso clasista.

Es así como, a propósito de los conflictos de interés, se ha intentado torcerle la nariz a la ley. ¿Qué dice la ley? Pues bien, que existe incompatibilidad entre negocios privados y decisiones públicas, por lo que las autoridades deben desprenderse de ellos para asumir una función pública, que tienen el deber absoluto de abstenerse, cuando tienen interés directo en las decisiones que toman o en las que participan, lo que incluye los intereses de sus empleadores anteriores, por el período de dos años. La ley parece clara.

Pero ¿qué dicen las autoridades de la excelencia? Señalan que los conflictos de interés sólo se presentan en el ejercicio del cargo público y en consecuencia, sólo pueden analizarse una vez que se presenten, respecto de las decisiones que se tomen o en las que participe, en las que, además, deberá probarse, caso a caso, que efectivamente se privilegió el interés personal por sobre el interés de todos los chilenos. Es decir, ni incompatibilidad, ni abstención, ni respeto por la ley.

¿Que hay detrás de esto? Que, esto de los conflictos de intereses, es algo absurdo para aquellos que, poseedores de la excelencia, abandonaron sus comodidades para abrazar el servicio público, ya que gozan de una presunción de probidad y transparencia por el solo hecho de venir de donde vienen y ser quienes son. Para esta nueva forma de gobernar, resulta injusto e incomprensible que se pida a la Contraloría General de la República que investigue, en vez de solicitar que se les otorgue una Medalla al Mérito por el enorme sacrificio que están haciendo al dedicarse en cuerpo y alma al servicio público. Sólo así se puede entender el llanto desconsolado de la autoridad que, siendo accionista del negocio que fiscaliza, se ve obligado por las circunstancias, no por la ley, a sacrificar su paquete accionario por un conflicto que nunca vio ni entendió.
El mismo espíritu discursivo de la excelencia que se transforma en excepción, se puede ver en lo que fue la presentación de la agenda anti-delincuencia donde se propone endurecer las penas pero solo de ciertos delitos, dejando de lado los delitos de cuello blanco y corbata, de quienes, amparados en un mal entendido libre mercado que aún no logra poner reglas claras y controles efectivos ante el abuso y los excesos, profitan ilegítimamente sabiendo que es más rentable aprovecharse de los consumidores que obedecer las reglas. Mientras uno se persigue con dureza, el otro se reprende con empatía.

Detrás de esto, nuevamente, el prejuicio y la discriminación de una idea clasista que parece permear la nueva manera de gobernar.

¿Se trata de algo aislado? Lamentablemente, pareciera que no.

Lo vimos en el bono de bodas de oro para sólo aquellas familias que se han casado legalmente, dejando fuera todo otro tipo de familias.

Lo hemos podido seguir con espanto en el conjunto de declaraciones de la Vicepresidenta Ejecutiva de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji), fustigando a supuestas madres irresponsables, flojas, libertinas, alcohólicas, desnaturalizadas y aprovechadoras del sistema de protección social; o descubriendo a supuestos “operadores políticos” gracias a su particular olfato.

Frente a todo esto, pareciera que nos encontramos frente a autoridades que entienden la excelencia conectada a la exclusividad de una clase social y a una suerte de excepción en el cumplimiento de la ley, ya que las leyes fueron hechas para “los otros”, no para “ellos”. Que la nueva manera de gobernar, se siente más cómoda con ese grupo que tampoco ve ni entiende porque todo esto no es más que una perfecta demostración de un clasismo puro y duro, prejuicio y discriminación. Quizá por eso “esa” distancia con la otra parte del mundo real, porque no lo conocen, le temen y lo desprecian.

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