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Opinión

15 de Septiembre de 2010

Rapa Nui: Una historia de abusos

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POR FRANCISCO MARÍN, DESDE HANGA ROA, RAPA NUI.
La actual crisis en Rapa Nui ha permitido conocer un aspecto desconocido -al menos para la gran mayoría de los continentales- de la historia de esta Isla: la “violación generalizada de los derechos humanos” a la que habría sido sometido este pueblo desde fines del siglo XIX, hasta 1966 año en que la Armada cedió al gobierno central la administración de la isla. Así lo denunciaron los clanes rapa nui en su carta al Presidente Sebastián Piñera.

Desde que el día de Pascua de Resurrección del año 1722, el navegante holandés Jacob Roggeveen, llegó a esta isla, ésta ha sido visitada por exploradores, aventureros y balleneros, sobre todo franceses, ingleses y españoles. A mediados del siglo XIX, a entender de navegantes europeos, Rapa Nui carecía de dueño por lo que sus habitantes podían ser explotados y convertidos en esclavos.

Entre junio de 1862 y agosto de 1963 hubo una oleada de incursiones esclavistas en la que participaron al menos las tripulaciones de 20 barcos. Los capturados, entre los que estaban los sabios portadores de la cultura ancestral, fueron deportados forzadamente para trabajar en minas del Perú. Francia, que controlaba gran parte de las islas polinésicas, puso freno al tráfico e incluso facilitó la repatriación de los prisioneros.

El retorno de una docena de sobrevivientes derivó en la introducción de la viruela y la tuberculosis en Rapa Nui, lo que tuvo al pueblo rapa-nui a punto de desaparecer. En 1877, los misioneros del Sagrado Corazón tasaron que quedaban sólo 111 personas de las casi 10 mil que hubo hasta antes de la llegada de los europeos.

En 1868 llegó a la isla el comerciante esclavista francés Jean Baptiste Dutrou Bornier. Junto a los misioneros del Sagrado Corazón, creó el Consejo de Estado de Rapa Nui, y se constituyó en el gobernante. Su plan era transformar la isla en una gran estancia ovejera y para eso fundó la villa de Santa María de Rapanui, hoy Hanga Roa. Allí se confinó a toda la población originaria, cercados por un muro de pirca. Se castigaba con torturas y muerte a quienes violaran la barrera. Percival Edmunds, bisabuelo del ex gobernador, fue nombrado administrador de la estancia.

Entre los isleños Percival es conocido como “Pito Pito” y sigue presente en los cuentos de la isla. Negro Tepano Hito lo describe como un capataz sacado de la serie esclavista Raíces, con abusos y derecho de pernada incluido.

En 1888 el “Acuerdo de Voluntades” anexó la isla a Chile. A diferencia de lo ocurrido con las nortinas provincias de Tarapacá y Antofagasta, y de la Araucanía, en Rapa Nui no hubo invasión.

Pero no hay consenso sobre el tenor del acuerdo. Según se consigna en el Informe de la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato a los Pueblos Indígenas (2003), instancia encabezada por el ex presidente Patricio Aylwin, “el 9 de septiembre de 1888, se firma un documento de cesión -Vaai Honga Kaina- y una proclamación -Vananga Haake-, ambos redactados en español y en una mezcla entre rapanui y tahitiano antiguo (…) El texto en Rapanui/Tahitiano, difiere en algunos puntos sustanciales con el escrito en español. Este último habla de cesión de tierras, sin embargo en el texto rapanui se usa el concepto de mau te hoa kona “amigo del lugar” (…) No se habla de ceder tierras o su propiedad”.

En la tradición oral, lo principal del acuerdo es el gesto realizado del ariki (rey) Atamu Tekena cuando selló el convenio. La comisión de Aylwin lo describió así: “Cogió un trozo de pasto con tierra entregándole el pasto a los comisarios, quedándose ellos con la tierra, queriendo decir con esto que otorgan la soberanía al gobierno chileno, pero se reservan el derecho inalienable y ancestral de su tierra”.

El convenio establecía la sesión de soberanía de la Isla a favor del Estado chileno, comprometiéndose éste a entregar educación y desarrollo a los isleños, que mantenían su derecho de propiedad. El fisco chileno se haría sólo de unas dos mil hectáreas compradas a la misión católica y a los descendientes de Dutrou Bornier. Sin embargo, el Estado de Chile se sintió propietario de todo y en 1897 decidió arrendar su parte de la isla al estanciero Enrique Merlet, quien, en la práctica, se convirtió en el gobernante. En 1903, Merlet se asoció con la Williamson & Balfour creándose la “Compañía Explotadora de la Isla de Pascua” (CEDIP).

Treinta años después, la isla se convirtió en lugar de reclusión para desterrados políticos. El socialista Carlos Charlin relata en su libro Del avión rojo a la República socialista cómo era la vida allí : “Se carecía de agua potable y sólo la lluvia proveía del vital elemento, no se conocía ningún medio de iluminación casera, porque las velas o bujías eran un lujo que no estaba al alcance del dinero que obtenían los isleños en las labores de la esquila de las ovejas, trabajo estacional de un mes al año, única forma de ingreso para hombres y mujeres. Se desconocía por completo la asistencia médica y sanitaria; no había medicinas ni elementos de desinfección para cualquier emergencia…”. También les estaba prohibido pescar, hablar el idioma rapanui y cruzar la cerca de alambre de púas que la Williamson & Balfour instaló para evitar que los rapanuis pisaran “su territorio”. Los delegados de la Armada chilena, amparaban estos abusos.

En la carta que mandaron a Piñera, los clanes denuncian que “el Estado inscribió en 1933, como si fuera suya, la totalidad del territorio de la isla. Este hecho está en el origen del problema que hoy nos afecta. Hasta 1966 no teníamos ciudadanía chilena. Hasta entonces estábamos confinados en un pequeño sector de la Isla, con la prohibición de salir de este, siendo objeto de castigos cuando lo hacíamos. Nos quisieron exterminar, cientos de personas sanas fueron enviadas al leprosario como método de castigo o por no acceder a los favores sexuales que solicitaban jefes de la Armada. En la práctica, fuimos reducidos a la esclavitud”.

Según se sostiene en Informe de la Comisión de Verdad Histórica y nuevo Trato, “hacia 1947 las denuncias sobre la situación de la isla motivaron una fuerte campaña periodística en el continente. La única respuesta fue la formación de la Sociedad de Amigos de Isla de Pascua, que mantuvo por años el leprosario, ayudando a los isleños que llegaran a Valparaíso escondidos en los barcos, entre otras obras benéficas. En el ámbito público, las presiones sólo culminaron en 1953, cuando el gobierno caducó el contrato de la Compañía Explotadora”.

Entre 1953 y 1965 la Isla de Pascua fue gobernada por la Armada. Los abusos continuaron. Ni siquiera fue derribada la oprobiosa alambrada que los mantenía encerrados en un sector de la isla. Según relata en entrevista con The Clinic el líder del movimiento que acabó con el estado de semiesclavitud que se encontraba este pueblo, Alfonso Rapu, “la Armada impedía que viniera gente sin ser invitados. Se obligaba a los rapa-nui a trabajar todos los lunes en beneficio de la Armada y del personal que esta tenía en la isla –práctica conocida como el lunes fiscal-. Si uno se negaba, te castigaban. Los castigos consistían en azotes, cortes de pelo o simplemente en el envío al leprosario. A mi hermano Carlos Rapu, se le castigó con 50 azotes por discutir con un infante de la armada”.

En todo el tiempo transcurrido entre 1888 y 1966, la población rapanui careció de todo derecho. No tenían nacionalidad, se les prohibía viajar al continente, a obtener un pasaporte e incluso a circular libremente por la Isla.

En ese tiempo, muchos rapa nui empezaron a escapar de la isla. En 1964, se hicieron manifestaciones. “Empezamos a denunciar que estábamos abandonados, sin trabajo, declarados una isla de leprosos, no teníamos agua, luz, buena escuela, necesitábamos mayor desarrollo para poder vivir como seres humanos”, dice Rapu. Pero la Armada, creyendo ver un movimiento que pensaba anexar la isla a la Polinesia Francesa, decidió enviar el buque de guerra Yelcho con 80 infantes de marina -conocidos en Pascua como “cosacos”- para calmar las cosas. Por instrucciones de Rapu, las tropas fueron recibidos con flores y bailes por cientos de mujeres rapa-nui. Los marinos bajaron sus fusiles.

Rapu pasó un mes clandestino. Los abuelos de Edie Tuki Hito, lo refugiaron un tiempo bajo el piso de su casa en Hanga Roa. Pero la mayor parte del tiempo estuvo entre volcanes y cerros, junto a 20 compañeros. Cuando decidió entregarse, 300 isleñas lo acompañaron al edificio de la gobernación. La presión determinó que fuera excarcelado.

En enero de 1965, Rapu publicó una carta en que denunciaba el estado de abandono de los isleños y se desató un amplio debate político que determinó la cancelación de la prohibición de circular libremente por la Isla y se concedió a los habitantes ciudadanía chilena y derecho a voto. En las primeras elecciones, en 1966, Alfonso Rapu fue electo alcalde y la Armada fue relevada de sus funciones.

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