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Opinión

19 de Noviembre de 2010

Editorial: La Pichanga

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Que Piñera dijo la Ena. Que la Ena trató a la Concertación de “canallas” y “antipatriotas”. Que Andrés Zaldívar, en un gesto de vitalidad increíble, dijo que la Ena parecía sacada de las juventudes hitlerianas, y la Ena se resintió. “Los ataques tan desmedidos, que uno no comprende, duelen”, se lamentó. El más chico del hemiciclo la encontró alharaca, que jugaba a la víctima, pero igual se corrigió: ok, pinochetista no más. El gobierno dice que la reconstrucción de Tocopilla fue un desastre, el alcalde se molesta, se siente ofendido y falseado, y la ex ministra Poblete reclama que aquí están mintiendo, que están mostrando como desastroso un trabajo ejemplar, sólo para distraer las críticas a la reconstrucción sureña. Piñera repite: “Miente, miente, que algo queda”, furioso con quienes lo vinculan a la operación descabezadora de la ANFP. Segovia cada vez tiene más pinta de archienemigo de Batman. Los “lamebotas” y “chupafusiles” se enfrentan a chuchadas con los terroristas. Para cagarse a la Ena, Latorre pide interpelación, y el resto le corta el presupuesto, como quien cierra la llave de paso de un silencioso. Los socialistas se reúnen a pensar, vaya uno a saber qué cabezas de pescado. Piñera propone como meta venderle a cada chino una palta, una manzana y no recuerdo qué otra chuchería. La Udi asegura que ellos son la nueva derecha. Un señor Sorman, glorioso intelectual francés -¡nada más glorioso que un intelectual francés!- vino a enseñarle a ese sector que la nueva derecha tiene que mandar a freír monos a las religiones, pero esto no le gusta nada a buena parte de la nueva derecha. A la nueva derecha de Hinzpeter el punto le resulta atendible, por muy religioso que sea, quizás porque para la jerga conservadora los únicos religiosos de verdad son los católicos, apostólicos y romanos. La nueva derecha del Negro Romero tiene la tendalada en España; allá no les hace gracia la nueva derecha pinochetista. Segovia sospecha de cláusulas secretas en el contrato de Bielsa. Segovia dice que no vive del fútbol, mientras que Harold sí. ¿Qué habrá querido decir Segovia? Bielsa habló de fascismo. La termoeléctrica Castilla quería pasar por “molesta”, pero le dijeron “no, usted no es molesta, es contaminante”. Me recordó esa historia adjudicada al gramático Bello, esa que cuenta que cuando su mujer lo encontró con otra le dijo “estoy sorprendida”, a lo que este hombre de letras habría contestado profesoralmente: “Sorprendida no, estupefacta. El sorprendido soy yo”. En fin, los abogados de Castilla sostuvieron que podía ser todo para mejor, porque así solucionaban el asunto por la vía administrativa, o sea, con un telefonazo presidencial. Colmo de las paradojas, el recién separado senador Rossi fue internado en el hospital chino United Family. Rápidamente, visitarlo se convirtió en el mejor panorama de la gira a oriente. Carlos Hoffman, el secretario del Senado, inmiscuido en todo tipo de rarezas, anuncia que se retira “con la cabeza muy en alto”, o sea, con el cogote estirado, cuando lo cierto es que lo fletaron con una lista de acusaciones en el bolsillo. Cuentan que la relación de Golborne y Piñera se ha enfriado. Demasiado popular este gerente cercano a Longueira. Tampoco les gusta que twittee. La cosa es que no asistió a comer al restaurante chino “M”, de “maricones”, en el sentido en que el Sernam usa la palabra. A Espina se le clavó en el ojo: “quien quiere ser candidato no puede ser ministro”, declaró. “Me están dando duro”, dijo Golborne en plena Ciudad Prohibida, y Espina -molesto como un tallo de rosa-, “el que se está dando duro eres tú”, le contestó. Supongo que no se referiría al consumo de drogas. “Darse duro” se usa frecuentemente en la jerga de los cocainómanos. “¡Morel 2014!”, gritó la jefa de programación en la Plaza de Tiananmen. A lo que Chadwick añadió: “¡Y Golborne 2018! ¡La Udi está contigo!”, según confidenció el vespertino La Segunda. En otras palabras, el juego político está interesantísimo, como una pichanga de guatones -un equipo con polera y el otro sin-, en el barrio Estación Central.

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