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Cultura

17 de Diciembre de 2010

Despedida a mi primo Gonzalo Meza Allende

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Por León Pascal Cheetham

El veneno del exilio muta inevitablemente de la Era de la Luz a la Era de la Oscuridad. Los hijos y nietos de la dictadura chilensis logramos crecer con un amor intenso por la vida y la libertad versus el terror que nos generó haber sido perseguidos cuando niños por los milicos, obligándonos a asilarnos con nuestras aterrorizadas familias, siendo expulsados como apátridas de nuestra querida tierra hacia los confines del mundo, lejos de la Cordillera de los Andes.

A mi querido primo Gonzalo Meza Allende el desamor de perder a su mujer de cáncer terminó por envenenarle su cansada alma. Primo: te recuerdo como un ajedrecista avezado, un conversador apasionado, un analista político incisivo. Lo que más había en ti era reconciliación y bondad, compromiso social, principios políticos.

Primito lindo: cómo olvidar cuando en Cuba, a los catorce años llenos de espinillas, sacando pecho, en representación de los niños chilenos en el exilio, izamos la bandera de Chile en el Campamento de pioneritos José Martí, junto a otros representantes de delegaciones de diversos países latinoamericanos. Fuimos saludados nada más y nada menos que por el Comandante Fidel Castro. Pude ser testigo mudo de las cosquillas de emoción recorriendo tu estómago. Te sentiste más
revolucionario y socialista que nunca. Fue como si Salvador Allende, el Chicho, tu abuelo, re-encarnara en ese hombre vestido de verde olivo y viniese como un mensajero a buscarte para llevarte junto a él.

Nos guste o no nos guste, nos duela o no, la muerte finalmente es la búsqueda de la paz que no encontramos en la tierra. Primo querido: que mi tío Salvador, mi abuela Laura, la Tati Allende y tú, descansen en paz. Seguimos estando orgullosos de nuestros grandes ideales como familia: la democracia, el amor, la paz y la libertad, en la tierra y el cielo. Patria y muerte es la huella sangrienta de este amado país enquistado en el Coño Sur.

*Escritor/ Periodista

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