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Nacional

11 de Marzo de 2011

Columna de Leonor Varela: El tiempo pasa y nos vamos poniendo necios…

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Hace un año, Sebastián Piñera asumió el gobierno. Muchos vimos este cambio con inquietud y curiosidad. ¿Cómo lo haría un empresario a cargo de un país? Si Chile lo había elegido, entonces había que acoger su voluntad, aunque la decisión no me incluyera, porque como todos los chilenos que residimos afuera, no tengo derecho a votar. De modo que, como un espectador que va al cine, compra su entrada y toma asiento, me puse a observar lo que ocurría, con gran interés.

Por Leonor Varela

Mi segunda pasión en la vida es el mundo que nos rodea: el mar, los árboles, los perfectos ecosistemas de la naturaleza. No se trata de un romanticismo ingenuo, si no una admiración profunda por su belleza y el orden de su caos aparente. Rodeada de mar, me siento más libre que nunca y paseando por un bosque mi mente descansa. Impulsada por el alarmante calentamiento global, me involucré con el activismo verde, sin preocuparme mayormente de las militancias políticas, que tan poco me interesan. Si en estos temas se logran resultados concretos, no importa el partido de donde provengan.

En agosto del 2010, cuando el presidente Piñera detuvo la ya aprobada termoeléctrica de Punta de Choros, lo aplaudí. Muchos celebramos esa “Victoria”, pues habíamos salido a las calles a manifestar nuestra indignación y se nos había escuchado. Sentí, en aquel minuto, que era una gran señal, y pensé que a este gobierno le importaban, por encima de los intereses económicos, el bien de los chilenos, de nuestra tierra y mar.

Seguí con entusiasmo la reciente aprobación de un enorme parque marino en la isla Sala y Gómez impulsado por Oceana, el más grande creado en la historia de nuestro país. Y me propuse colaborar con este equipo al que tanto le importaban los temas medio ambientales. De ahí que recibiera con alegría, de manos de la ministra Benítez, en septiembre del 2010, el papelito que me nombraba “forjadora ambiental”, y prestara mi voz, en enero del 2011, para una campaña radial del ministerio del Medio Ambiente, que aspiraba a crear conciencia entre los veraneantes sobre la importancia de no arrojar basura en la naturaleza que les regalaba descanso. Pero creo haber pecado, esta vez, de excesivo optimismo.

La reciente aprobación del mayor complejo termoeléctrico existente en América Latina, compuesto por seis centrales a carbón y dos a petróleo, me dejó helada. El proyecto de Castilla constituye un inmenso retraso tecnológico en el desarrollo energético del país y condena a Chile a 40 años de contaminación local. ¿Cabe alguna duda de que, mientras la multinacional detrás de este proyecto se enriquece con el negocio, son los habitantes de la zona quienes pagarán el precio con su salud?

Con Castilla, el gobierno está apostando a perpetuar la tecnología de carbón pulverizado, la más antigua y contaminante en su tipo, sin siquiera mencionar que dispara irresponsablemente nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
Como si no bastara con esto para alarmarse, se le dio el “vamos” a la explotación de las minas de carbón en Isla Riesco, en la región de Magallanes. Estas minas podrán abastecer a Castilla y a muchas otras centrales termoeléctricas por venir.

El misterioso derrame que presenciamos el lunes 7 de marzo en las costas de Mejillones, esa mancha negra de más de 1km, seguramente de carbón, bien podría ser un llamado a despertar… pero no, pues nos estamos poniendo necios.
De igual modo, el gobierno de Piñera ha dado abiertamente su apoyo a Hidroaysén, sin haber escuchado previamente los estudios de impacto ambiental que todavía se hallan en proceso, ni los que siquiera han comenzado a realizarse para evaluar el impacto de las torres de transmisión.

¿No fue el propio presidente quien dijo, durante su campaña presidencial, que “en Chile no podemos seguir creciendo con tantas termoeléctricas a carbón, porque son las más contaminantes”? Así parece: el tiempo pasa y nos vamos poniendo necios. “Pasan los años y cómo cambia lo que yo siento. Lo que ayer era amor, se va volviendo resentimiento”, dice una canción de Milanés.

Me encuentro perpleja. Las señales que llegan del gobierno son preocupantes. ¿Qué quieren hacer? ¿Pretenderán realmente impulsar el crecimiento del 6% de la economía con energía del siglo XIX? ¿Esto de que llegaremos al 2020 con un 20% de energías renovables y no contaminantes era una simple fábula para manternos quietitos y en silencio?

La campaña de “nos vamos a quedar sin luz”, donde aparecen hospitales que se quedan a oscuras en medio de una operación quirúrgica, es vergonzosa. ¿Por qué podría quedarse la población a oscuras cuando consume menos del 16% de la energía nacional? Esta manipulación del miedo me recuerda al último gobierno de Bush, donde a punta de vendernos la “Guerra al terrorismo”, se permitieron los peores atropellos.

Claro que Chile necesita energía. Claro que debemos seguir creciendo, ayudando a surgir a la clase media y sacando hasta al último chileno de la pobreza. Sin duda que hay prioridades. Pero eso no quiere decir que las cosas deban hacerse de cualquier manera, sin el respeto por los procesos democráticos y la legislación. Los cables de Wikileaks nos han venido a ratificar que estos negocios se hacen para el bien de algunos, no del pueblo, de la tierra o del mar.

Obviamente no podemos negarnos a todo, y habrá que encontrar la manera de generar los Megawatt necesarios. Existen estudios de ONG internacionales, como NRDC, que nos hablan de soluciones alternativas a esas que nos plantean como las únicas posibles. Desde ya, consumir menos y más responsablemente. La eficiencia energética es clave. Podemos hacer nuestro pequeño aporte en la vida doméstica, pero el gobierno nos debe una política energética comprehensiva y transparente.

¿Por qué no se hacen cargo las empresas multimillonarias que más consumen energía, de invertir en que esta se genere limpiamente?

¿Por qué no se aprovecha la oportunidad única que tiene Chile, con sus variados recursos naturales, para convertirnos en líderes mundiales en ERNC? Tanto sol, tanto viento, tanta agua desaprovechada…

La ONU acaba de invitar a Latinoamérica a abrazar cuanto antes la implementación de energías renovables como un nicho de actividad económica y de desarrollo tecnológico. Por esta vía se pueden crear empleos y dar oportunidades para nuevas carreras. ¿Por qué, entonces, tan poco subsidio y ayuda en esta área?

Si no es porque sigo pecando de optimista, diría que la causa es que esta apuesta afecta el bolsillo de unos pocos y que, seguramente, los grandes intereses económicos que rigen estos asuntos, ya lo tienen todo pactado.

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#Columna#Leonor Varela#Verde

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