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Cultura

20 de Abril de 2011

Eduardo Rapimán: “Me interesa aportar a la reflexión crítica de la identidad mapuche”

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Es uno de los más destacados pintores mapuche. Nació en Santiago de Chile, pero se radicó a temprana edad en Wallmapu. Cursó estudios de arte en Temuko y Alemania. Su obra pictórica, profundamente marcada por su identidad mapuche, ha sido expuesta en galerías y bienales de diversos países. En 2004, sin ir más lejos, fue invitado a exponer a Estados Unidos por las prestigiosas universidades de Yale y Harvard.

Por Azkintuwe

Eduardo Rapimán Marín (1975) siempre hace referencia a Huilio, sector mapuche de la comuna de Freire con fuertes lazos comunitarios y que siempre está presente en su obra. Destacado pintor, pertenece a esa generación de artistas visuales que surge a principios de los años 90’ y cuyas obras acompañaron marchas y construyeron el imaginario de toda una década de militancia. Tal vez sin pretenderlo, Rapimán sentó junto a sus pares las bases del imaginario visual “mapuche” de aquellos tiempos.

El Suplemento “Koyon” de Azkintuwe conversó en Temuko con el destacado artista, para reflexionar sobre aquellos años de efervescencia y movilización social, el rol que cumplieron los artistas mapuche, escudriñar en su mirada crítica de lo que entonces acontecía y que ha dado pie y evolución a su obra posterior. ¿Qué preocupaciones estéticas lo ocupan hoy? Los invitamos. Pasen y lean.

– Eduardo, ¿cómo fue este tránsito y encuentro con la identidad mapuche que se plasma y da sentido a tu obra?

Te lo planteo de la siguiente manera; tengo la densidad de la sustancia mapuche de convivir más bien con un imaginario familiar y con toda esa complejidad familiar que tiene la cuestión mapuche. En la familia no se habla “del País Mapuche”, más bien se ponen en práctica ciertas costumbres cotidianas, ir a ceremonias, ver a tus abuelos, trabajar en el campo. Por el trabajo de mi padre vivimos en distintas ciudades del sur, ciudades más bien rurales a una distancia interesante de Huilio, bien apartado de la dinámica de las ciudades, había mucha vecindad en esos lugares, eso es lo que tengo en la cabeza en mi infancia.

– ¿Cuándo te acercas a la urbe?

Fue el año 1993 que comencé a viajar a Temuko y descubrir toda esta densidad de la ciudad y encontrarme con el post celebración de los “500 años” y, por otro lado, esta refundación de la “democracia”. Estaba entonces esta idea de hacer participe a un montón de gente de organizaciones sociales y generar movimiento social. Y la sociedad mapuche estaba bastante movilizada en cuanto a participación, se estaban fundando nuevas instituciones, buscando espacio para todos aquellos que de alguna manera hablaban de una sociedad mapuche movilizada y en ese marco aparece el cuento de los artistas y creadores mapuche, en su mayoría jóvenes. Esos son los personajes con los que empecé a relacionar y a encontrarme luego.

– En esa época, ¿existe algún hito que te marque?

Hubo un encuentro en Balmaceda 1215 el año 1992 creo, allí conocí a Christian Collipal, Juan Silva Painequeo, Francisco Hueichaqueo y José Ancan, que era uno de los que estaba organizando esa actividad.

– ¿Qué sucedió allí, se mostraron obras, se discutió?

En ese espacio fueron fundamentalmente talleres de varias semanas, talleres para artistas jóvenes y fue una instancia para encontrarse, sobre ese encontrarse ver la densidad que tenia cada uno. Se hacia música, se hacia teatro y la gente construía visualidad. Encontrarme con esta gente acá en Temuko fue muy importante para mí, ya que venia con esto de construir una identidad y generar una militancia mapuche en la urbe. Recuerdo por ejemplo que Cristian Collipal venía llegando desde Europa en ese minuto y traía un carga artística mucho más evolucionada a lo que yo tenía en ese momento y bueno, me planteaba como podía desarrollar y explorar lo que estaba sintiendo en ese momento.

– ¿Por esa época viniste a estudiar a Temuko?

En esa época en que uno tiene que resolver que va a ser en la vida, me vine a estudiar acá. Yo quería ser profesor, artesano, aun no sabia que podía ser artista. No creía que podía serlo, de hecho, aun estoy construyéndome en la medida que se me van dando las posibilidades, que estas se van abriendo. Volviendo a aquella época, yo fui a dar a la Casa de Arte Mapuche, en calle Matta, que con el tiempo desembocó en un Restaurante donde se reunía este mundo artístico. Allí comencé a participar y asistir con la idea de conocer personas mapuches, me volví a encontrar con Collipal que en esa época estaba construyendo los Chemamul del cerro Ñielol, José Ancan instalado en el Centro de Estudios Liwen y conocer a otras personas vinculadas al quehacer cultural mapuche, como Elikura Chihuailaf y un colectivo de artistas jóvenes. Lo que vino más adelante fue estudiar artes en la Universidad Católica, licenciatura en arte.

– Yo de esta época recuerdo las marchas y la gran cantidad de imágenes que comenzaron a circular y acompañar dichas manifestaciones. ¿Tú qué recuerdas?

Si, comenzaron a circular una gran cantidad de imágenes, algunas muy precarias y otras muy interesantes, con mayor elaboración y técnica. En esa época muchos trabajos míos se publicaron en revistas, cosa que aun hago y me gusta bastante. Comencé a trabajar en murales, pero por sobre todo creo que se instaló la idea de que “había creadores visuales mapuches”. Si eran buenos o malos no era el tema, el tema era que había algo que impugnar. Lo que tengo en la memoria es que antes no había y si lo había estaba encerrado en ciertos ámbitos en que no llegaba a la gente. Claro, estaba Santos Chávez pero yo no lo conocía y él era un artista del nivel de un Oswaldo Guayasamín.

Lo que teníamos no era una aproximación muy sana a lo que era el arte. Digo saludable porque nosotros emergimos justamente de la precariedad, el arte mapuche emergió de la precariedad y sobre esa precariedad se instaló un sentido de producir arte. Esto creo que le da la particularidad y la estética al arte mapuche actual. Leonardo Cravero, quien dirige la galería de arte de la UC Temuco y profesor de muchos artistas mapuches que están allí, el logró entender esto de que en la estética mapuche hay otra estética, de manejarse con otros tiempos, otra densidad, no con otros códigos arquetípicos si no que con otros tiempos, con otros elementos mucho más significantes a la hora crear que el mero oficio de pintar.

– Lo que le da sentido a la obra es mucho más que el deseo o capricho personal de expresar algo. ¿Esa discusión se da o se daba en el aula?

Si, el lo identifica, tal vez difiere en el pedido que hacen otros profesores y que tiene que ver con el modelo de educación que allí se imparte, pero Cravero se da cuenta de esta diferencia con otros alumnos y eso el lo descubrió sobre todo en este dialogo profesor-alumno. Nos lo descubrió en esa batalla que teníamos nosotros de ir resignificando los espacios urbanos propios del mural y luego el tráfico de imágenes así como se trafican ideas.

– Referido al mural, ¿cómo surgían estos, tenían una discusión previa o más bien se improvisaban?

En algunos murales en los que trabajé se utilizaba la improvisación. En la medida que llegaban los materiales cada uno trabajaba expresando algo y a la vez se ensamblaba con el compañero que estaba al lado. Ahora eso no daba para constituir un argumento estructural sobre la obra, pero si le daba una alegoría distinta, esto de generar una participación colectiva y generar una afectividad distinta sobre la imagen, eso era algo que a mi me gustaba bastante. En otras ocasiones trabajamos con diseños previos. Tuve la oportunidad de diseñar un mural con Doris Huenchullan (fallecida artista mapuche) en las calles Prat y Rodríguez del centro de Temuco, luego pinte en Lumaco.

– De aquella época recuerdo a la brigada muralística mapuche “Aukatun” y también que muchos trabajos tuyos respondían a cierta militancia, básicamente por los elementos que en ellas aparecían, identificables como “lo mapuche”. ¿Hoy eso ha cambiado en tu obra?

En esa época salde un tipo de imaginario. Y si, tiene que ver con una militancia. Pero había algunas cosas en las que yo no estaba de acuerdo. Por ejemplo, yo nunca pinté una machi, pero si realicé alegorías en las que podías reconocer un rito mapuche, porque me interesaba trabajar con esto de la ceremonia o el acto ritual, la significancia del acto ritual.

El Rol de artista

– ¿Qué sucede contigo con este rol de artista militante y las actividades en que te involucras?

Comenzó a suceder que me empezaron a invitar a montón de actividades, sentí que el rol del artista mapuche se iba diversificando como un sujeto importante, asumí esa responsabilidad. Te das cuenta además que el arte convoca y no segrega. Además el arte que yo practico y el que la mayoría de los artistas mapuche realiza (según creo) convoca. Creo que se está instalando esto del artista como un sujeto que constantemente opina y genera participación. Visto así ya no se trata de simplemente alegorizar con el imaginario tradicional, tienes que pasar esa etapa y eso te va haciendo superar el “conflicto indígena”.

– El desafío de dejar de usar como referencia única el “conflicto”.

El conflicto tiene que ver con esto de ir reconociéndose constantemente, reconociéndose en las figuraciones, pero no en ir explorando esas figuraciones o descubrir nuevas figuraciones. Siempre con el kultrun, con la trutruka, con eso ¿me identifico o no?, ¿lo siento muy mío o no? Esto no es algo que a mi se me ocurra en una reflexión inspirada, estos son los temas recurrentes con los que se identifica la sociedad mapuche movilizada. Es una constante, son temas de una vigencia constante ó sea, los mapuches “se movilizan por conflictos territoriales” ¿Por qué?, ¿cuál es la fascinación que hay con el territorio pudiendo tener una casa propia en cualquier barrio de Santiago? ¿De dónde viene esa dependencia? Los temas son mucho más complejos como para reducirlos a cierta “estética indígena”.

A mi me interesa aportar a los procesos sociales, aportar a la reflexión crítica de la identidad mapuche pero desde una misma posición mapuche. En una primera instancia yo me largué a revisar esto de los espíritus de la tierra, esa cuestión como romántica de lo que es ser mapuche y de pronto te encuentras con un conflicto mucho más denso, la densidad de una sociedad sin tierra, ¿Cómo se presenta la identidad en la dispersión, en la diáspora mapuche?, ¿cuáles son los canales, los dispositivos que tuvimos que crear para que esta densidad se mantuviera y se mantuviera vigente, para que ahora pueda fichar, tomar nuevos soportes y aun así encontrarse con esta “esencia originaria”? eso es interesante de escudriñar.

Al parecer este discurso naturista mágico mapuche tiene muchos más elementos de que alimentarse, pero esta nueva mirada que planteas de la diáspora mapuche, esto del ¿cómo me encuentro donde la naturaleza fue reemplazada? Para esta pregunta no hay imágenes, hay que construirlas.

Exacto y es allí donde empiezas a impugnar a los que vienen antes de ti que dicen; “no me enseñaron mapudungun, no me dejaron tierra o no lucharon cuando debieran haberlo hecho”. Te das cuenta que la historia particular de la sociedad mapuche hizo que la gente o que los antiguos, los antiguos próximos abuelos y padres, hicieran lo que más pudieron por mantener viva la identidad. Nosotros somos los sobrevivientes en un contexto súper adverso, no fue porque mi padre salió de una comunidad, no fue porque tuvo que llegar a Santiago y los primeros trabajos que encontró fueran en ferias o de panadero, que se encontrara con mi madre y que yo naciera en Santiago.

– Somos el resultado de un proceso histórico.

Es que las cosas no surgen de la casualidad, esto surge de un tema mucho mayor, hay toda una crisis de la sociedad mapuche que va de la mano con esto de la estructura estatal de Chile y Argentina. No hay espacio, muévase, aprenda otras cosas que deben ser fundamentales para la futura sobrevivencia de nuestra identidad. Yo aplaudo esa capacidad mapuche de tener que aprender dos lógicas, somos intrínsicamente interculturales. Me parece absurdo que en las escuelas digan “enséñenles a los niños mapuche a ser interculturales”, algunos niños entienden perfectamente que es ser mapuche y tienen además que habitar esto que llaman Chile. No importa que tan urbano sea esa persona, lo enfrentas y miras a los ojos y generas una inquietud que no lo ve el promedio de la gente, el promedio del no-mapuche.

Ese es el problema mapuche o más bien “mi problema” que planteo; tratar de identificar eso que se llama “temporalidad” y en eso identificar cuáles son los elementos de resistencia que genera la sociedad mapuche, que según mi parecer no tiene nada que ver con generar militancia en partidos políticos chilenos o el amparo que tuvieron bajo la Iglesia Católica o los amparos espirituales que genero la Iglesia. Creo que no tiene que ver con nada de eso, tiene que ver con una voluntad de verte en otros espacios, de lograr madurar en otros espacios, lograr florecer en esas otras tierras en otros contextos. Ahora lo que viene para mi es lograr traspasar esto que entiendo a las generaciones que vienen.

– Y todo esto a través del arte… ¿en qué estás en este preciso momento Eduardo?

Ahora justamente estoy jugando con lo elemental de la naturaleza, sabemos que está la naturaleza, pero no sabemos lo que está protegiendo precisamente la naturaleza o lo que nos fascina de la naturaleza. Yo pienso lo siguiente; vivo en la ciudad, en el centro de Temuco. Se instalan árboles en la ciudad, en la plaza y esos árboles cumplen un rol, son puntos de encuentro, dan una calidez distinta, el resto se llena de hormigón pero siempre en la grietas surge una especie que es muy porfiada, que es más porfiada que cualquier sujeto humano, porfiado por que no necesita moverse, resiste el calor, resiste que la saquen constantemente pero surge porfiadamente y esa porfía tiene que ver con la vida. La vida es porfiada y nosotros también, porque hemos estado cerca de esa idea de tierra y naturaleza. Allí hay una esencia que para mi es importante reconocer, esos seres se alimentan de luz, que más mágico que esto, entendernos flotando en el universo, en el cosmos cataclísmico, que más esencial que entenderlo así: “seres que se alimentan de luz”. Y estos seres dan cobijo a un montón de otros seres donde nosotros estamos inmersos.

– Interesante punto de vista.

Mis trabajos están girando entorno a esta reflexión. Y si esto es o no es mapuche, me importa un bledo. Lo que digo es que esto yo lo hago desde un principio que forma una secuencia completa, que tiene que ver con ir encontrándose en esta identidad originaria, nutriéndola, dislocando esta identidad originaria, encontrarse con lo elemental y lo que nos hace humanos. Hoy nos falta este encontrarse y eso es lo que ofrecen las culturas originarias, permitir el encuentro.

Toda esta impronta de cómo la naturaleza opera yo la trato de plasmar mediante el arte. O en este caso, en la pintura que me permite entenderla, una aproximación personal y a la vez un trabajo colectivo. Ahora lo que estamos tratando de hacer es hablar con manos de mujeres mapuche, que se puedan involucrar en este sentido que te hablo, manos de tejedoras mapuche, el gran poder de la sociedad mapuche, el poder del textil, instalar allí nuevos formatos como puede ser ropa de alto diseño, etc. Me interesa que el trabajo que estoy desarrollando esté en esas plataformas, no me interesa que este en galerías de arte, me interesa llegar a la piel, al sentido de las personas, no a cuatro paredes de un museo. Vamos a ver qué resulta de todo esto.

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