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Opinión

10 de Junio de 2011

Convergencia PS-PPD: Su importancia para una nueva centro-izquierda

La izquierda democrática está hoy cruzada en todo el mundo por un debate acerca de cuál debe ser su mirada y su mensaje para los tiempos de hoy. La interrogante que se ha abierto es profunda: ¿es suficiente el programa que ha movilizado a las izquierdas democráticas en las últimas décadas para contrarrestar las dinámicas […]

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La izquierda democrática está hoy cruzada en todo el mundo por un debate acerca de cuál debe ser su mirada y su mensaje para los tiempos de hoy.
La interrogante que se ha abierto es profunda: ¿es suficiente el programa que ha movilizado a las izquierdas democráticas en las últimas décadas para contrarrestar las dinámicas de desigualdad, daño ambiental y predominio de la lógica de los negocios por sobre la democracia y el bien común que rigen hoy el mundo globalizado?

En todas partes la respuesta parece ser la misma: la fórmula de la protección social y la regulación de los mercados no logra contrarrestar la fuerza con que hoy funciona la economía global, que pasa por encima de la deliberación política y de la acción de los gobiernos y se impone como una verdad auto evidente, incluso en los países más poderosos.

Las convicciones que han representado por décadas el ideario social demócrata siguen teniendo vigencia pero sus programas no parecen suficientes. Persisten desigualdades inaceptables y aparecen otras nuevas.

Las democracias ganan terreno como forma de gobierno pero muestran también su dificultad para hacerse cargo de los sueños e ideales que los ciudadanos siguen porfiadamente anhelando.

La relevancia de temas como la migración, el medio ambiente, la droga, la violencia urbana, los derechos sexuales, la bioética, las oportunidades para los jóvenes, que no formaban parte de la tradición ideológica de la izquierda, dejan de ser vistos como problemáticas aisladas y se van configurando como síntomas sistémicos de la nueva sociedad compleja y globalizada de hoy.

Este debate, cuyas ramificaciones temáticas y sus múltiples expresiones domésticas en cada país son infinitas, en Chile es extremadamente pertinente.

Después de 20 años de gobiernos de centro izquierda encabezados por la Concertación -que cambiaron el rostro del país y representaron avances en muchos campos- el modelo de gestión política y el contenido programático que caracterizaron ese período están desgastados.

Si la Concertación busca ser una alternativa de mayoría y recuperarse como una fuerza transformadora de la sociedad debe hacer una nueva síntesis y ello es sólo posible si los pilares que la sustentan, sus fuerzas políticas, enriquecen y actualizan su aporte a ese mosaico de diversidad que la coalición siempre ha buscado ser.

La des diferenciación de los distintas miradas que componen la Concertación y la reducción de su proyecto al mínimo común denominador decantado en el periodo de 20 años de gobierno, nos lleva a transformarnos en una coalición incolora y anticuada.

Para hacer una nueva síntesis, las partes que componen la diversidad concertacionista deben nutrir su reflexión, refrescarla con las nuevas realidades, abrirla a los debates globales y enriquecerla con los aportes de la ciudadanía de hoy.

Desde el centro y desde la izquierda, desde el humanismo laico y el cristiano, es necesario que cada quien ponga al día su contribución.

Lo que ocurre en Chile a propósito de Hidroaysén y en España con “los indignados”, donde los jóvenes manifiestan a diario su malestar y decepción, no puede ser ignorado.

Hacernos cargo de estas manifestaciones obliga a una reflexión y a una renovación intelectual y moral de la izquierda democrática.

En ese cuadro se deben enmarcar los debates sobre el presente. La derecha poco y nada se interesa en estos dilemas y puede seguir adelante sin hacerse estas preguntas.
Pero la centro-izquierda, por vocación y por expectativa ciudadana, no puede dar la espalda a estas interrogantes.

Para enfrentarlas con éxito, es necesario sacudirse del modelo de gestión política en que derivó la Concertación en los últimos años.
En efecto, por diversas razones de carácter electoral y político, por el creciente distanciamiento subjetivo entre los que se ordenaban en torno a una ética de la responsabilidad versus los que lo hacían desde una ética de las convicciones, el eje PPD-PS que por más de una década permitió sustentar una Concertación de mayorías, se disolvió desdibujando a la izquierda concertacionista.

Su fragmentación explica en gran medida la dispersión de fuerzas hacia la izquierda y la proliferación de nuevas alternativas políticas que dejaron de ver un referente sólido, atractivo y vital que los representara en la Concertación. A ambos partidos les cabe una cuota de responsabilidad en este resultado.

Al día de hoy, es evidente que la DC está haciendo su camino para representar y atraer al electorado de centro y los partidos del ala izquierda de la coalición deben hacer lo propio hacia su sector. Desde ese ejercicio se nutrirá la reflexión y la práctica política de todos, y ello permitirá una síntesis más rica y vital en la coalición.

Mantener la Concertación ordenada a mínimos comunes, desestimando la necesidad de abrir espacios, y depositar toda la confianza en las posibilidades electorales de un liderazgo, congela la evolución de esta coalición y elude los verdaderos debates que debemos dar.

Es una conformación que nos lleva al burocratismo y que achica el espacio de representación e influencia que la Concertación debiera proponerse tener.

La invitación al Partido Socialista a revitalizar un proyecto de izquierda dentro de la Concertación obedece a una reflexión seria y autocrítica de lo sucedido los últimos años.

El discolismo y el disciplinamiento ya no son nuestros dilemas. Nos entusiasman los debates que atraviesan el mundo y las posibilidades que nos abren para renovar nuestro proyecto para Chile.

Este esfuerzo no debiera incomodar a nadie. Su motivación no es amenazar los equilibrios de la coalición, sino buscar su renovación para convertirla en una alternativa atractiva y convocante para el Chile de hoy.

Chile necesita de una alianza sólida entre el centro y la izquierda y hemos dado pruebas más que suficientes de nuestra convicción en ese sentido. Este es el tiempo preciso para poner al día nuestros partidos y nuestra coalición para enfrentar los tiempos que vienen. No lo dejemos pasar.

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